sábado, 23 de marzo de 2024

Feria del libro antiguo y de ocasión.

 

 Un año más, como dando la bienvenida a la primavera, la Asociación de libreros de viejo y antiguo de Castilla y León organiza su "Feria del libro antiguo y de ocasión". Esta vez son dieciocho casetas de librerías de la región que, con más corazón que cabeza, persisten en su afán de dar una segunda vida a esos libros que, si no fueran por ellos y por quienes no nos importa comprar volúmenes ya leídos, acabarían convertidos en pasta de papel. Una labor magna, pues. Un gozo dedicar unos cuantos minutos a rebuscar entre tomos vetustos rastreando ese ejemplar que tuvimos y perdimos o que siempre buscamos sin encontrar.

"A Novel Romance", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).

 

Image taken from the website www.incidentalcomics.com

Inciso musical: concierto de la Orquesta Sinfónica de Stavanger, dirigida por Andris Poga. Obras de Orjan Matre, Prokófiev y Chaikovski.

  Decimotercer concierto de abono de la temporada 23-24, pero esta vez no toca la OSCyL, que está de gira, sino la Orquesta Sinfónica de Stavanger (Noruega), comandada por su director habitual, el letón Andris Poga. Es gratificante y esperanzador ver la verdadera constelación de excelentes orquestas sinfónicas que han surgido por todos los rincones de Europa (Castilla y León o Noruega entre ellos) y que son capaces de desempeñarse con altísima eficiencia y calidad con obras tan complejas e interesantes como, por ejemplo, la Sinfonía nº 5 de Chaikovski. Es ilusionante porque abre una puerta a la esperanza en este mundo tan chabacano y violento de que, al menos en un pequeño porcentaje de europeos, la cultura occidental, en una de sus formas más excelsas, sigue preservándose y cultivándose con fruición. La Orquesta Sinfónica de Stavanger es un ejemplo de esto que digo, formada por músicos de veintitrés nacionalidades (entre ellos, dos españoles) que ha alcanzado un nivel interpretativo capaz de afrontar sin miedo obras tan extraordinarias como la que antes cité. No todo está perdido, pues, pese al repulsivo reflejo de Europa y del planeta que puedan dar los medios de comunicación, queda espacio para la excelencia y la erudición.
 El concierto comienza con una referencia imprescindible a la música culta noruega y su compositor más reconocido: Edvard Grieg. Pero no lo va a hacer directamente sino con un autor noruego contemporáneo, Orjan Matre, cuya obra interpretada, una selección de Piezas líricas, tiene una deuda con el pequeño gran gigante (digo esto porque, parece ser, que el genial autor de Peer Gynt medía metro cincuenta y dos). En el día de ayer, la Orquesta Sinfónica de Stavanger interpretó cuatro movimientos: Arietta, Springdans, El caminante solitario y Mariposa, todos ellos con melodías iniciales extraídas de la obra principal de Grieg. Luego, Matre comienza una divagación melódica que acaba por llevarle a extremos totalmente alejados de Grieg. El propio Orjan Matre admite en su web que se considera un arreglista de obras tradicionales noruegas además de compositor. Lo cierto es que las melodías de Peer Gynt que Matre escoge para modificar son, precisamente, las danzas tradicionales que Grieg había introducido, como la de los movimientos La danza de Anitra o La canción de Solveig.
 Luego seguimos con Prokófiev. Ahora que lo pienso, Serguéi Prokófiev fue otro de esos autores que consiguieron que un servidor fuera melómano de por vida, ya que en mi tierna infancia mis padres tuvieron el acierto de comprar un disco (un "lp de vinilo") de Pedro y el lobo, ese estupendo poema sinfónico que adapta un cuento para niños (en realidad, para que los niños sean bueno y obedientes), en el que Prokófiev da un instrumento a cada personaje: el abuelo es un fagot; el lobo, un corno; el pato, un oboe; el pájaro, una flauta travesera... todo ello con un narrador que va explicando los hechos. Pedro y el lobo es una obra maravillosa por su carácter pedagógico, porque hace que los niños que, como un servidor hace ya muchas décadas, tienen sensibilidad musical puedan ver cómo la música culta no es un peñazo aburrido de gente sosa, sino una forma de manifestar los sentimientos que todos llevamos dentro. Bueno, pues hoy tocó el Concierto para piano nº 2, una muestra clara del Posromanticismo musical, con brillantes giros rítmicos; inclusión, que mantendrían del Romanticismo, de un scherzo; y, en general, disonancias y virtuosismos pianísticos tremendos. Por cierto, el pianista invitado ayer, el uzbeko Bezhod Abduraimov, levantó al público de sus asientos para un aplauso sin fin.
 Pero luego, sí, queridos amigos, sí, llegó el plato fuerte del día, el que todos estábamos esperando: la Sinfonía nº 5 de Piotr Ilich Chaikovski. Igual no me creen, pero entre los asientos cercanos a mi butaca fueron varios los espectadores que comentaron esto de modo distinto: "ahora comienza la parte bonita del concierto", "vamos a escuchar lo bueno", "¡a por Chaikovski!"... Suena irrisorio, pero doy fe de que el genio ruso concita admiración allá donde es interpretado. De nuevo, igual que decía de Prokófiev y Pedro y el lobo, no hay nadie con al menos un poco de gusto por la música culta que no reconozca inmediatamente por haber escuchado centenares de veces los compases más famosos de El lago de los cisnes o de El cascanueces. Tanto es así que no es raro encontrar amantes de la música culta que admiten estar un tanto hartos de estas obras, que escucharon desde su infancia y la tienen metida hasta lo más profundo de su materia gris; pero, claro, entonces se sigue indagando en la obra del genial ruso para toparse con sus sinfonías, sus conciertos para piano o sus óperas y uno queda finalmente rendido a su talento de por vida. La Sinfonía nº5 transmite los vaivenes anímicos y de autoestima por las que pasó Chaikovski. Concretamente, la compuso en 1888, tras años de depresión constante (dicen los musicólogos); de un matrimonio fracasado, intento fallido de ocultar su homosexualidad, dicen; e incluso tentativas de suicidio. Tiene esta obra una melodía recurrente que, con distintos tempos e instrumentos, se repite en los cuatro movimientos (Andantino, Scherzo, Intermezzo y Finale), parece ser que como símbolo del destino. Es en el segundo y el cuarto movimientos cuando esta melodía representativa del destino se hace más patente, de forma "scherzada", es decir, en forma de baile en el segundo, y de forma rotunda y apabullante en el último movimiento. Es una obra fácilmente reconocible por el público entendido y que con igual sencillez se llega a interiorizar, al tener esa alternancia tan propia de Chaikovski entre las melodías más enternecedoras y melosas y los ritmos más enérgicos y sobrecogedores.

jueves, 21 de marzo de 2024

"Doctor Pasavento", de Enrique Vila-Matas.

  Debo tener una extraña amnesia con Vila-Matas. Ésta es la cuarta novela que leo del autor catalán, las anteriores fueron Aire de Dylan, Exploradores del abismo y Extraña forma de vida. No me gustaron. Ninguna. Y ahora, imbécil de mi, saco de la biblioteca otra novela de este tipo, Doctor Pasavento. Luchando por terminar de leerla, mejor dicho, planteándome si tiene sentido perder las horas que supone su lectura. Y es que con Enrique Vila-Matas me sucede que me gustan muchos sus artículos en prensa, sobre todo en el diario El País (en este periódico, su columna se titula, cómo no, Café Perec); me gusta la amenidad con la que trata temas que me interesan: la literatura, la sociedad actual y su respuesta a los estímulos culturales, la aplicación de la cultura y otras artes a nuestra vida cotidiana... Francamente leo con fruición estos artículos, creo que están muy bien pergeñados y me tocan muy cerca. Ahora bien, lo que pretende hacer Enrique Vila-Matas con sus novelas es, precisamente, extender esos artículos tan metaliterarios a una novela de quinientas páginas, y eso es infumable. Es infumable y rayano en la obsesión cuando no en la locura. Pero... a juzgar por mis lecturas, esto se me olvida y vuelvo a leer novelas de Vila-Matas. Claro, cuando llevo unas cien páginas leídas me acuerdo por qué odio tanto al barcelonés.
 Porque, al margen de que me gusten sus artículos, parece que tengo un gusto lector semejante a Vila-Matas. Doctor Pasavento es una digresión inacabable sobre Robert Walser y su aparente decisión meditada de empequeñecerse hasta desaparecer. Bueno, he de decir que con Robert Walser tengo una relación de amor y odio, de admiración y rechazo que tampoco me permite defenderle o despreciarle tajantemente. Admiro su capacidad de reflexión, de meditación de las cosas más nimias y pequeñas (verdaderas esencias de la vida), y, sobre todo, su capacidad de ponerlo en negro sobre blanco, de exponerlo lentamente, sin apresuramientos, como si la vida no se estuviese gastando (malgastando siempre, tal vez). Pero rechazo frontalmente la visión social y la actitud personal de Robert Walser, su interpretación social de señores y siervos, de hombre importantes y hombres insignificantes. Es ésta una interpretación que no dudaré de calificar como perversa y anticristiana. Sí, muchos se reirán de esto último, pero un servidor sigue teniendo al Evangelio (el Evangelio digo, no la humana Iglesia, refugio de curas pederastas y obispos materialistas) como faro en la oscuridad, y nada más nivelador que el Sermón de la montaña, nada que libere más que las bienaventuranzas y su profundo humanismo cristiano. En fin, corto aquí que el que está en plena digresión soy yo. Decía que Doctor Pasavento es una fabulación sobre ese afán empequeñecedor de Walser, esa búsqueda voluntaria de la desaparición, y para ello Vila-Matas construye una novela de cuatrocientas y pico páginas en las que se saca de la chistera un trasunto de sí mismo, el propio Pasavento, y comienza un periplo por París, Nápoles y la Suiza "walseriana" en busca del propio escritor suizo y todas las consideraciones sobre el ser.
 Y ya digo: las primeras cien, ciento cincuenta páginas son interesantes, luego se acaba volviendo obsesivo hasta lo patológico. Porque, para más inri, Vila-Matas no llega a conclusión alguna, claro, todo queda con consideraciones, "contraconsideraciones" y "recontraconsideraciones" que no acaban más que en dolor de cabeza. Todo esto para un artículo en su columna Café Perec de El País estaría estupendo, para una novela de casi quinientas páginas es un desatino. 
 La forma, eso sí, está muy cuidada. Menos mal, porque si no fuera así sería para ingresar al bueno de don Enrique en un sanatorio mental (el de Herisau u otro cualquiera). Me imagino leyendo esta novela (¡qué no, que no es una novela, es un ensayo novelado!) con la letra minúscula de Walser (los "microgramas", los bautizaron) y se me cae el alma a los pies. Por supuesto, las citas literarias abundan por doquier, y no sólo eso, Vila-Matas usa a escritores actuales como personajes de sus novelas (ignoro si les pide permiso) y así aparece Antonio Lobo Antunes, Bernardo Atxaga o Imre Kertész, amén, por supuesto, de autores ya desaparecidos como el propio Walser, Salinger, Cervantes o Torrente Ballester.
 El egotismo del catalán es abrumador, hace bien en escribir en primera persona, pero cabría suponer que le iba más la primera persona del plural, por aquello del plural mayestático.  En fin, leyendo a Vila-Matas uno no puede más que acabar pensando: "pobre tipo, tan talentoso y que haya acabado totalmente loco".

miércoles, 20 de marzo de 2024

Equinoccio de primavera.

Botticelli, Sandro. 1477-1478. Alegoría de la primavera. Temple sobre tabla. Galería Uffizi, Florencia.
Imagen tomada de Wikimedia Commons.

domingo, 17 de marzo de 2024

"A todo vapor. Una historia del Mundodisco", de Terry Pratchett.

  Cuadragésima (y penúltima) entrega de la Saga del Mundodisco, esa descacharrante serie de novelas en las que se parodia la sociedad humana con sus vanidades, soberbias y estupideces. Un irónico cuadro formado por trasgos, troles, gólems, enanos y humanos que, en realidad, son tan parecidos a nosotros que la burla no cae sino sobre nosotros mismos. Ése es el gran éxito de Pratchett: haber construido con exquisitez un mundo paralelo para así caricaturizar al ridículo "mono con pantalones" que se cree centro del mundo.
 Y sí, el planeta con forma de disco sigue descansando sobre cuatro gigantescos elefantes que, a su vez, se sitúan sobre la concha de la tortuga cósmica Gran A'Tuin, que libremente navega por el espacio. A todo vapor tiene como personaje central (esto no es correcto del todo, pues las novelas de Pratchett son de tipo coral) a Húmedo von Mustachen y el desarrollo e implantación del ferrocarril en la ciudad de Ankh-Morpork, pero sobre todo tiene que ver con el progreso y sus dificultades para imponerse.
 Porque igual que las personajes de Pratchett son todas criaturas de ficción cuando en realidad parodia a los humanos, los argumentos y los temas no están totalmente relacionados. Quiero decir con esto que  los argumentos son sencillos, casi juveniles, pero los temas son plenamente adultos. Por eso Pratchett tiene dos tipos de lecturas, una más superficial, que podrán comprender lectores muy jóvenes, los cuales no sabrán o podrán darle una aplicación práctica a la sociedad que los rodea; y otra más profunda, para lectores más avezados y/o de mayor edad, los cuales verán una referencia evidente a la sociedad que nos rodea. El tema principal de A todo vapor es el progreso social, político y económico y los distintos posicionamientos frente a él. Algunos que, generalmente por inseguridad ante los cambios, lo rechazan de plano tratando de parapetarse en la tradición como si fuera una trinchera; otros que ven en el avance social una oportunidad para lucrarse o conseguir más poder a costa de los derechos de la gran masa; otros que creen honradamente en los beneficios que esos cambios pueden traer; y otros que son indiferentes ante cualquier adelanto que pueda producirse. Sin duda todos conocemos individuos y grupos sociales que han estado en una de esas posturas y que supone un freno o un empuje para la imposición del progreso.
 El argumento, plus minusve, es el siguiente: un ingeniero sin titulación (aquí Pratchett también parodia la "titulitis" social, que hace que, finalmente, los más útiles no estén en posesión de títulos, mientras que los titulados son meros figurines) desarrolla una máquina que se mueve sobre raíles aprovechando la capacidad de expansión del vapor de agua, es decir, inventa un ferrocarril de vapor. Ese inventor es rápidamente captado por Harry Rey, prototipo de inversor y cazatalentos, que tiene como gran virtud un gran olfato para ganar dinero. El tal Rey presenta el invento al patricio de la ciudad, Lord Vetinari, que también entiende el enorme futuro que esa invención un tanto estrafalaria va a generar a su ciudad. Vetinari encargará a un antiguo estafador reconvertido a "facilitador" contra viendo y marea, Húmedo von Mustachen, para que convenza a todos (terratenientes que habrán de vender sus tierras para que pase la línea férrea, comerciantes e industriales que han de transportar sus productos por tren, y ciudadanos en general) de la bondad del nuevo medio de transporte. Y ahí es donde se encontrará con enormes dificultades, algunas incluso de verdaderos fanáticos del pasado y el inmovilismo que no dudarán en atentar contra el ferrocarril y sus desarrolladores para frenar el progreso.
 Es curioso, pero al leer esta novela me ha acuciado la sensación de estar leyendo una versión más conservadora de Terry Pratchett, en el sentido de que, en otras novelas, Pratchett no deja títere con cabeza, no tomando partido claro por ningún bando; sin embargo, en A todo vapor el autor se burla inmisericordemente de aquellos que tratan de frenar la instauración del ferrocarril e incluso de los que son indiferentes a la misma. Parece que Pratchett abogara indirectamente por estos avances sociales, lo cual es perfectamente comprensible, pero otras veces no es tan claro. Quizá no lo esté explicando bien cuando digo que es más conservador por promover el progreso, pero quiero decir conservador en el sentido de no destripar las ansias del ser humano, sean éstas las que sean. Hablando de progreso, por ejemplo, hay una entrevista disponible en YouTube en la que al inglés, preguntado por la audiencia la gran pregunta de "si cree en Dios", él se sale por la tangente diciendo que, en realidad, lo que cree es en las farolas, unas estructuras que existen tan sólo en un único planeta del Universo y que las ha desarrollado un "mono con pantalones". Ese era el nivel habitual de Terry Pratchett, un tipo que se reía de todo, pero especialmente de aquello que hacía ufanarse al hombre; por ello, que en esta novela defienda indirectamente el progreso me resulta de un conservadurismo impropio de ese gran iconoclasta que fue Pratchett.

sábado, 16 de marzo de 2024

Decimoctavo Salón del Comic y Manga de Castilla y León.

 

 Hacía ocho años que no escribía una entrada en este blog sobre el Salón del cómic y manga. De hecho, tan sólo escribí de estos eventos en 2014, 15 y 16. Tanto ha cambiado el panorama que iba con dos niños pequeños y, en esta edición, uno de esos niños de entonces, mi hija, es artista gráfica de notable éxito de público en la actualidad. En todo caso, sigo pensando lo mismo que hace diez años: es más un salón de manga para chicos jóvenes, se vende mucho "merchandising", pero literatura hay muy poco. Sin embargo, es un acontecimiento sobresaliente para esta ciudad, que aumenta sus posibilidades socioeconómicas, algo que no necesita ser explicado.

domingo, 25 de febrero de 2024

Inciso musical: concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, dirigida por Ryan Bancroft. Obras de Anna Clyne y Sibelius.

  Undécimo concierto de abono de la temporada 23-24 de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, esta vez dirigida por el estadounidense Ryan Bancroft, y con la participación del clarinetista Martin Fröst.
 Siempre habrá polémica sobre si una orquesta autonómica como la OSCyL, por mucho que la excelencia esté siempre en su mira, tocando en un, por otra parte excelente, auditorio como el Miguel Delibes, pero en una ciudad como Valladolid, no tan prona a la música culta sobre si debe programarse a compositores de enorme mérito pero todavía jóvenes y casi desconocidos como Anna Clyne. Los argumentos para responder positiva y negativamente a esta polémica son válidos. Por un lado, su inclusión en el programa es una oportunidad para aumentar las miras del público del auditorio y promocionar el talento joven contemporáneo, por el otro habrá quien diga que con representar a todos los compositores consagrados desde los primeros tiempos hasta, pongamos, Stravinsky, tenemos más que suficiente para programar decenas de temporadas. Bueno, es todo cuestión de gustos y opiniones, pero estoy seguro que ayer muchos salieron del auditorio preguntándose si tenía sentido interpretar a Anna Clyne.
 Ya comenté que un servidor tiene la manía/costumbre de "preparar" el concierto próximo buscando discos y archivos para escuchar las distintas versiones de lo que se interprete próximamente. Es una bobada, lo sé, pero me gusta sentir que voy más preparado al concierto, que he escuchado distintas versiones con varias orquestas y directores de la obra en cuestión, fijándome en las sutiles diferencias de tempo, mayor presencia de un solista u otro, conjunción de la orquesta que consigue un director determinado... Claro, esto es fácil cuando, por ejemplo, uno busca discos propios y archivos de internet de Mahler o Mendelssohn, autores del próximo concierto, pero no lo es con compositores contemporáneos como Anna Clyne (nacida en 1980). De hecho, no encontré nada en internet de la obra ayer interpretada, Weathered (Erosionado), si hay, sin embargo, mucho de Clyne en Youtube, alguna obra incluso que ya se representó en el Miguel Delibes. Así, fui (fuimos) in albis a escuchar la obra de Anna Clyne. Y no me gustó. Es una composición dura, difícil de escuchar, que logra, eso sí, que el clarinetista dé lo máximo de sí mismo hasta límites asombrosos. Según la musicóloga Cristina Roldán, es una música evocadora, un poema sinfónico de la actualidad, que muestra distintos elementos sufriendo las inclemencias meteorológicas (y humanas) y degradándose, erosionándose. Así, la obra se estructura en cinco movimientos, según los materiales que sufren esas erosiones, Metal (Metal), Heart (Corazón), Stone (Piedra), Wood (Madera) y Earth (Tierra). Como antes decía, la tarea del solista es espectacular, eso sí; en este caso es el clarinetista sueco Martin Fröst, un extraordinario virtuoso capaz de llevar a su instrumento a un nivel de comunicación de sentimientos verdaderamente extraordinario.
 Después del descanso, algo más amable, mucho más conocido y reconocible, más fácil de tener en casa o encontrar archivos en Youtube y así poder escuchar con anterioridad. Los musicólogos discuten si Sibelius es más un Romántico o un Modernista, pues su música se  encontraría con características de ambos movimientos, lo cierto es que su calidad le da suficiente nivel para tener su propia categoría. En todo caso, del Romanticismo se puede extraer la cantidad de poemas sinfónicos compuestos por Sibelius; su gusto por retratar lo local, lo autóctono (lo nacional); así como la narrativa musical, el uso de melodías emotivas y la expresión emocional intensa. Las Cuatro leyendas del Kalevala o Suite Lemminkäinen interpretan unas famosas leyendas finlandesas cuyo protagonista principal es un tal Väinämöinen, un líder épico semejante al Sigfrido wagneriano. El tal Váinämöinen es una mezcla de seductor, guerrero y héroe, un tanto inverosímil (como todas los personajes mitológicos) pero que a la vez encarna todas las virtudes que los seres humanos tenemos capacidad de desarrollar. La música que ilustra estos poemas es igualmente épica, claro, pero también dulce y melodiosa por momentos. Está estructurada en cuatro movimientos, no nombrados por su tempo sino por los hechos acontecidos(algo habitual en el Romanticismo también), son Lemminkäinen y las doncellas de la isla, El cisne de Tuonela, Lemminkäinen en Tuonela y El regreso de Leminkäinen. Pese a tanto nombre impronunciable para un hispanófono, la melodía principal es agradable, fácil de escuchar y amable, todo un contraste con la obra anterior de Anna Clyne.

miércoles, 21 de febrero de 2024

"The Institute", de Stephen King.

  No sé si será por el prejuicio que tengo contra los escritores de grandes éxitos, los best sellers, o porque ya he leído muchas novelas del escritor de Bangor, pero lo cierto es que cada vez me gusta menos. Reconozco, eso sí, la capacidad de crear suspense y mantenerlo hasta el final; la descripción minuciosa de lugares y personas, que hace más verosímiles las inverosímiles historias; y una voz reconocida y reconocible que quedará ya para la posteridad. Porque, justo es admitirlo, Stephen King es uno de los creadores de historias de terror y thriller más fecundos y talentosos del presente, digno heredero de Edgar Allan Poe o H.P. Lovecraft. Lo que ocurre es que tendemos a infravalorar lo presente y honrar lo desaparecido, una injusticia. Con todo, como decía antes, las novelas de King me van pareciendo demasiado parecidas entre sí, con muchos lugares comunes y previsibles. Desde luego, The Institute (por cierto, traducida de forma no muy apropiada al español por El instituto, cuando hubiera sido mejor La institución) no es la mejor novela de King, pero es que abusa mucho de esos lugares comunes. Uno de ello es la presencia de niños protagonistas, frecuentemente con un don o talento extraordinario que lo diferencia del resto pero también le hace sufrir; otro es el policía local, no "la" policía, en sentido genérico, sino "un" policía, frecuentemente con problemas sociales o de dependencia de sustancias tóxicas que, sin embargo, acaba convirtiéndose en un héroe al superar todos sus defectos; los lugares comunes referidos a la geografía de sus novelas también son evidentes, no creo que nadie haya hecho tanto por poner en el mapa al Estado de Maine, uno de los más pequeños y anodinos de los Estados Unidos.
 En fin, el argumento de The Institute es, más o menos, el siguiente: Un policía entrado en años, Tim Jamieson, deja su puesto de trabajo en Florida y se encamina hacia Nueva York, pero en su camino decide no seguir avanzando y buscar trabajo en la policía local de una pequeña localidad de Carolina del Sur. Allí se alejará de todo el ruido mundano y vivirá una vida más sencilla, o eso piensa... Por otro lado, un niño "superdotado", Luke, es secuestrado de su casa, siendo asesinados sus padres, y recluido en una institución lejos de su hogar. Allí se encontrará con otros chicos semejantes, todos entre cinco y doce años, la mayoría con capacidad de telepatía y telequinesis. Los chicos son entrenados para aumentar sus extraordinarias capacidades con unos tratamientos que los degrada física e intelectualmente; además, los miembros de la institución, tanto técnicos como cuidadores, los maltratan a extremos insoportables. Tras sufrir lo indecible, Luke consigue escapar, subiendo a un tren que lo llevará por casualidad a la pequeña población en la que reside el policía Jamieson. Éste le ayudará a esconderse de los empleados de la institución que lo persiguen con la simple intención de eliminarlo. Finalmente se desvelará que el objetivo último de la institución es usar a los niños como arma, aprovechando sus condiciones telepáticas para inducir instintos suicidas a personalidades concretas a gran distancia. Estos talentos serán los que salvarán a la mayoría de los chicos y matarán a todos sus captores.
 Lo dicho, es una novela de suspense bien pergeñada, que mantiene el suspense hasta el final; los personajes están bien delineados, son redondos y verosímiles; a pesar de ser un argumento de ciencia ficción, King dota a la novela de plausibilidad suficiente... Pero a mí ya no me llena...

domingo, 18 de febrero de 2024

Inciso musical: concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, dirigida por Vasily Petrenko. Obras de Falla, Chaikovski y Sibelius.

  Décimo concierto de abono de la temporada 23-24 de la OSCyL. Esta vez dirigida por Vasily Petrenko, con la  interpretación como solista invitado del jovencísimo pianista gijonés Martín García.
 Hoy no encuentro tan fácilmente el hilo conductor que enhebre a los compositores y las obras que hemos escuchado. No hay una ligazón nacional (como, por ejemplo, hubo en un concierto pasado con compositores húngaros), ni de tipo genérico o estructural (como hubo otro concierto de clara referencia a la sinfonía como composición típica)... Claro está que tanto Falla como Chaikovski y Sibelius pueden ser englobados en ese enorme totum revolutum que es el llamado "Romanticismo musical", que sí, que tiene características comunes tanto temporales (de 1810 a principios del siglo XX), como musicales (desarrollo máximo del poema sinfónico, uso del piano como instrumento solista favorito, gusto por las melodías enérgicas y contrastantes...), pero las diferencias entre el español, el ruso y el finlandés son, a mi entender, mayores que las semejanzas. En todo caso, mejor aún, así se disfruta de un concierto con posibilidad de gustar a un público más variado.
 Comienza el concierto, pues, por Manuel de Falla, uno de los grandes genios que elevó a la más alta categoría la música patria. Nunca mejor dicho esto de "música patria", ya que, como es bien sabido, el gaditano universal gustaba del llamado "nacionalismo musical" (algo habitual, por otro lado, en el Romanticismo) que incluía melodías populares propias del territorio nacional del compositor. No creo que haya nadie en este mundo (al menos, en este país no debería haber nadie) que no haya escuchado aunque sean los compases más conocidos de El amor brujo o de El sombrero de tres picos; sí, a pesar de ser música culta ya forma parte del acervo cultural popular de España. Tiene una calidad tan alta que no se sabe muy bien si esas obras reflejan el patrimonio cultural español o es al revés, que el patrimonio cultural español está marcado por esas composiciones antes citadas. Bien, "Fantasia Baetica" (no está mal escrito, ni faltan tildes, su nombre original está en latín) también retrata los colores propios de la "piel de toro", concretamente de su Andalucía natal. Es una obra para piano, los musicólogos consideran que fuertemente influenciada por la Suite Iberia de Albéniz; eso sí, sus melodías no son rotundas y apabullantes como las de Albéniz. El pasado viernes, escuchamos la adaptación orquestal que propuso Francisco Coll. La verdad es que su interpretación por una orquesta completa no desvirtúa la naturaleza de la obra, pero me sigue gustando más la versión exclusivamente pianística que creó Falla. Como en la Suite Iberia de Albéniz, la "Fantasia Baetica" tiene un tono claramente nostálgico y melancólico, quizás de anhelar las tierras andaluzas, algo que tenga su explicación pensando que el gaditano compuso la obra en 1919, cuando lleva años alejado de su tierra, primero en París y luego en Madrid.
 Como obra elegida para el solista invitado se escogió nada más y nada menos que el Concierto nº1 para piano y orquesta de Chaikovski. De nuevo, como antes decía, una obra que todos han escuchado, aunque no gusten ni escuchen música culta, el inicio del primer movimiento (Allegro non troppo e molto maestoso) es tan contundente que todos esbozan una sonrisa de "ah, eso, sí, ya lo había escuchado...". Pues eso, la genialidad del ruso compuso la obra contrastante por excelencia, con la fuerza arrolladora del viento metal, la delicadeza de las cuerdas y la precisa "vocalización" del piano. No hay movimiento mejor que otro, porque el segundo (Andantino semplice) contiene un diálogo lírico entre la flauta, el oboe y el sempiterno piano, que es de una belleza abrumadora. El solo de piano estuvo a cargo, ya dije, del joven gijonés Martín García García, un genio de veintitantos años que ya está a la altura de los grandes. Por cierto, no podría asegurarlo al cien por cien, pues mi localidad en el auditorio no está cercana al escenario, pero juraría que el pianista tarareaba la melodía a la vez que la interpretaba, algo en principio inaceptable, pero que uno de los mayores pianistas de todos los tiempos, Glenn Gould, hacía habitualmente (como se puede comprobar en casi todas las grabaciones suyas que están en el mercado); ya digo, no lo puedo asegurar, pero creo que García no sólo gesticulaba al interpretar, si no que también tarareaba.
 Y, después del descanso, el compositor finlandés más admirado de todos los tiempos. Hay países demográficamente pequeños que, sin embargo, gozan de haber tenido un genio de la música que pone en el mapa al país de forma indefinida. Es el caso de Finlandia y Jean Sibelius. Esto lo sabe cualquiera en cualquier punto del planeta, pero para los finlandeses está fuera de toda duda. Porque de nuevo el nacionalismo (en el sentido bueno de la palabra, de incorporar melodías populares del país a la música culta, claro) anidó en el corazón del compositor. Esto es especialmente notable en el poema sinfónico Finlandia, que ha sido considerado el himno oficioso del país nórdico. En el día del concierto, disfrutamos de la Sinfonía nº1, obra de la primera época del compositor, en la que utilizaba la mitología finlandesa recogida en el Kalevala, una recopilación de poemas, cuentos y leyendas populares. Como suele ser frecuente, estas leyendas están repletas de personajes fuertes y heroicos que acometen épicas hazañas, lo cual requiere de una música igualmente épica y vigorosa; con todo, Sibelius también incluye melodías dulces y melosas en la misma sinfonía.