martes, 30 de octubre de 2012

Ahora leyendo: "Spider" de Patrick McGrath

  Patrick McGrath es un escritor inglés contemporáneo. Sus novelas, tan solo seis por el momento, muestran un mundo repleto de enfermos psicológicos y psiquiátricos. Spider es su novela más conocida, incluso fue llevada al cine, dirigida por Cronenberg e interpretada genialmente por Ralph Fiennes y Miranda Richardson... Lo que más me atrae de estas novelas es el tipo de narración, en primera persona y lo que llaman "narrador no fiable", en ellas la narración es llevada a cabo por enfermos mentales, que describen subjetivamente su vida... por supuesto las incongruencias dominan, frecuentemente es difícil distinguir la realidad de la distorsión... En buena medida supone romper con la estructura del narrador omnisciente tan frecuente en la novela clásica del siglo XIX, ahora se pide al lector que actúe como un psiquiatra, tratando de discriminar objetividad y subjetividad. Aparte de esto, la prosa es rápida, de tipo diario, con pocas cesiones a la búsqueda estética. Interesante, no tan dura como la película de Cronenberg que acaba por ser perturbadora con la actuación de Fiennes.

jueves, 25 de octubre de 2012

¿Acabar o no?


Más de cuarenta años.
Vida rota aun estando intacta.
Subjetivamente fracasado,
objetivamente triunfador.
Cansado de buscar y no hallar,
¿hallar qué?
Hallar nada.

Donde la vida te lleve,
no sólo físicamente,
también de pensamiento y estado.
La vida pasa.
La vida pasa.
La vida pasa.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Sociedad

 
Fotocopias grises,
eso pretenden que seamos.
Fotocopias grises,
que seamos útiles a sus empeños.
Fotocopias grises,
tan iguales que nos puedan sustituir.
Fotocopias grises,
formando un productivo rebaño.


                    J.

viernes, 19 de octubre de 2012

Ahora leyendo: "De un castillo a otro" de Céline

  No debió ser un hombre fácil, desde luego no es un escritor fácil... Céline llevó una vida compleja: herido de gravedad en la Primera Guerra Mundial; reconvertido en médico y escritor prestigioso en el periodo de entreguerras; caída a los infiernos en la Segunda Guerra, con acusaciones de antisemitismo; encarcelamiento por colaboracionismo en Dinamarca y en su propio país; escritor odiado y sin embargo muy leído y admirado... Controversia en estado puro.
  Su prosa es como su personalidad: apabullante y compleja, lo que llaman prosa sincopada, que se atraganta fácilmente a los que estamos acostumbrados al respeto más escrupuloso de las normas de puntuación, pero que a la vez produce una lectura ágil, velocísima... "escribir como se habla".
  La obra de Céline está llena de amargura, de resentimiento, no hay rincón para la autocomplacencia. Los temas ya son brutales en sí mismos: la guerra y sus inmoralidades, el abuso del poder de unos hombres sobre otros, la mezquindad humana... pero con esa "prosa sincopada" resulta aún más duro y ácido.
  No, no es una lectura fácil, pero tampoco lo fue el siglo XX...

miércoles, 17 de octubre de 2012

El último de los "hermosos vencidos", Primo Levi


La mayor paradoja de entre los escritores-suicidas: Un auténtico superviviente de la barbarie humana, tras superar Auschwitz; reintegrarse a la vida “normal”, a su trabajo de químico y como esposo y padre de dos hijos; se quitaría la vida a los 68 años de edad.
Primo Levi pertenecía a una familia de clase media de Turín, judío de origen pero no practicante (ni sus padres), estudió química en su ciudad natal. Al acabar la carrera, se unió a un grupo de partisanos, más por luchar contra el fascismo totalitario que por la discriminación que habría de sufrir por ser judío; sin llegar a disparar una bala fueron todos detenidos, los no judíos fueron fusilados allí mismo y él fue entregado a la autoridad alemana. En Auschwitz conoció el horror del que es capaz el ser humano y, sin embargo, merced a su fuerza de voluntad, ilusión juvenil y capacidad de lucha, sobrevivió; regresó a Turín tras una odisea por media Europa, y recomenzó su vida.
La gran capacidad intelectual y moral de Levi, le permitió reiniciar su vida de forma gozosa, en el plano personal, familiar, laboral... sin olvidar su pasado; en efecto, dedicó buena parte de su tiempo libre a acudir a charlas, conferencias, simposios... donde su valiente testimonio servía para abominar de cualquier clase de violencia que el ser humano pueda ejercer sobre su prójimo, más, si cabe, cuando esa violencia se ejerce de forma masiva sobre seis millones de almas. Dejó por escrito sus experiencias en el campo de concentración para que las generaciones venideras pudiéramos conocer el horror en piel ajena, vacunarnos sin necesidad de pasar la terrible “enfermedad”. Ya solo por esto, Primo Levi se habría convertido en un fenómeno del género humano, pero aquí no acaba todo: con una vida plena en todas sus facetas, consiguió emplear su superior intelecto para la creación literaria: escribió decenas de cuentos y relatos, que sin duda son los mejor escritos en la lengua de Dante, son cuentos que tienen una capacidad imaginativa y creativa que quizás solo haya sido alcanzada por Cortázar o Borges. Ese el hombre, un verdadero prodigio de la naturaleza. Y sin embargo, a los 68 años de edad se quitaría la vida...
Levi era un superviviente, un luchador, un hombre exitoso en todo, había superado el horror, la barbarie, entonces... ¿por qué el suicidio? Un conocido periodista italiano dio un título de portada: “Levi ha muerto en Auschwitz, cuarenta y dos años después”. ¿Es ésa la verdad: será que Primo mantenía la herida encubierta por un proceso intelectivo? Quizá sí. O puede que por el contrario, el suicidio se debiera a razones más prosaicas: apuntan un trastorno depresivo provocado por el deterioro físico y mental de su madre... Lo ignoramos, lo cierto es que no siempre el final de una vida es el acto más importante de la misma. Suponemos que una vida heroica o admirable ha de acabar de esa misma forma pero, por desgracia, la vida lo desmiente continuamente: grandes hombres y mujeres que tuvieron fines desgraciados y miserables, aparentemente impropios de tales individuos. Tal vez el fin de Primo Levi fue ese: un hombre genial, memorable, tanto en el ámbito humano (con la superación de la terrible adversidad con honestidad y optimismo) como en el literario (con la creación de cuentos que engrandecen la sensibilidad de aquel que los lea), que por un pequeño problema coyuntural se quitó la vida.
Esta última consideración es, en mi opinión, aplicable a todos los suicidios habidos y por haber, sean de literatos o no. Puede que el suicidio tenga un cierto “morbo glamouroso” en el plano literario, pero no deja de ser un fin que no tiene nada que ver con la producción artística, sino con enfermedades o desesperanzas.

Los "hermosos vencidos", undécima entrega: Virginia Woolf


Otro prototipo de escritor suicida: poetisa precoz, también alternó las fases de gran creatividad (especialmente poética) con las fases depresivas. Tras su muerte el año 41, pasó a un ignominioso olvido del cual fue rescatada por el movimiento feminista de los años sesenta; en efecto, ella siempre reivindicó el papel de la mujer en todas las facetas de la sociedad, incluida la de la creación literaria. No solo se dedicó a la poesía, también dominó la narrativa, como muestra la azarosa vida de un cocker spaniel llamado “Flush”. Sus intentos de suicidio se sucedieron a lo largo de su vida hasta que a los 59 años lo consiguió, de la forma tan poética que conocemos: se llenó de piedras los bolsillos del abrigo y entró lentamente en el río Ouse.

Los "hermosos vencidos", décima entrega: Ernest Hemingway

Prototipo del escritor aventurero: viajero empedernido, héroe de guerra, cazador en safaris, amante de decenas de mujeres, gran bebedor... Hemingway respondía a todos los excesos que un ser humano podía cometer. A la vez que vivía intensamente, también escribía de la misma manera: autor de decenas de novelas y relatos (muchos de los cuales han sido popularizados por el séptimo arte) que narraban personajes audaces, de vidas apasionadas. Su suicidio fue negado por algunos de sus coetáneos, atribuyéndolo a un accidente de caza; otros aseguraban que su vertiginosa vida solo podía explicarse desde un trastorno bipolar, con alternancia de fases maníacas (en las que escribiría toda su obra) y otras depresivas (en la que se encontraba al final).

Los "hermosos vencidos", novena entrega: José Agustín Goytisolo

Perteneciente a una de las familias con mayor presencia literaria en la posguerra española, representante de la llamada “generación de los 50”, fue novelista, ensayista y poeta. Marcado hasta el fin de su vida por la muerte de su madre en un bombardeo de la Guerra Civil, combatiría con todas sus fuerzas el totalitarismo fascista, con la ironía, sutileza e inteligencia, sin necesidad de exiliarse. Su carácter depresivo se fue agravando hasta que a los 71 años decidió dejar de sufrir.

Los "hermosos vencidos", octava entrega: Sylvia Plath


De esta colección de “hermosos vencidos”, aquella que se borró antes, tan solo con 30 años de vida. Escritora precoz, publicó un poemario “El coloso” con apenas veinte años. También escribiría novela, especialmente destacable es “la campana de cristal” con muy fuerte tendencia autobiográfica. Intentó quitarse la vida varias veces, hasta que lo consiguió con gas a aquella temprana edad. Su suicidio marcaría a su hijo Nicholas, quien, muchos años después, emularía a su progenitora.

Los "hermosos vencidos", séptima entrega: Stefan Zweig


Otro de los grandes de la literatura europea del siglo XX. Prolífico autor de novelas y ensayos, pero sobre todo un ser humano ávido de aprender, de conocer otros mundos, otras culturas, otras lenguas. Gracias a la pequeña fortuna de su familia, pudo viajar por medio mundo, conocer a personajes como Rilke, Gorki y otros. Abominó de los nacionalismos europeos que llevaron al continente al apocalipsis de la guerra mundial por dos veces; los estudiosos de su obra aseguran que el horror de la guerra y su convicción de que la Alemania nazi llegaría a conquistar el mundo, le hizo decantarse por el suicidio a sus sesenta años.

Los "hermosos vencidos", sexta entrega: Cesare Pavese

Uno de los poetas en la lengua de Dante más importantes del siglo XX. Comprometido antifascista, pasará años de cárcel en tiempos de Mussolini . Fue poeta, traductor de Hemingway, Steinbeck y otros al italiano. Se suicidará a los 42 años, esta vez parece que por un desengaño amoroso no superado años atrás.

Los "hermosos vencidos", quinta entrega: Jack London

Jack London si viajó. A diferencia de Salgari, London tuvo una infancia y juventud terribles, tuvo que abandonar los estudios muy joven y buscar trabajo de cualquier forma como obrero no cualificado con jornadas interminables y salarios de hambre. Fue buscador de oro, pescador de ostras, propietario de rancho... pero por encima de todo, Jack London fue el escritor ansioso de aventuras, de naturaleza salvaje, de animales fantásticos y hombres valerosos.
Con poco más de cincuenta años murió de forma misteriosa. Muchos de sus seguidores, consideraron un accidente la sobredosis de morfina que se auto-inyectó para superar el dolor que le atribulaba. Otros muchos consideraron intencionada esta sobredosis, un gesto de control de la situación.

Los "hermosos vencidos", cuarta entrega: Emilio Salgari



Ejemplo claro de creatividad literaria sin necesidad de llevar vidas excitantes. Emilio Salgari pertenecía a una acaudalada familia italiana, trató de obtener titulación de capitán de barco, pero fracasó. Jamás salió de Italia, y, sin embargo, gracias a su desbordante imaginación, fue capaz de describir exóticos paisajes a miles de kilómetros de su Verona natal. Gracias a la ruina económica de su familia, se vio obligado a contratarse por una editorial y publicar diecinueve novelas para poder subsistir, ¡bendita ruina! Fue el Rudyard Kipling italiano, describió paisajes paradisíacos, héroes sin tacha, aventuras fabulosas. En su autobiografía, describió haber navegado por lejanos mares, pero todos sus críticos más autorizados consideran esto una simple fanfarronería. Su vida sí fue exótica en lo anímico, al menos a partir del suicidio de su padre (parece que por motivos económicos) que comenzaría una cadena de suicidios que terminaría en el suyo propio; su muerte no podía ser vulgar, se evisceró con una espada de samurai.

Los "hermosos vencidos", tercera entrega: John William Polidori


Otro escritor típicamente romántico, nacido a finales del diecinueve y muerto a principios del siglo veinte. Tuvo la inmensa fortuna de ser coetáneo y amigo de Byron, Mary Shelley y Percy Shelley, vamos “la crème de la crème” de la literatura romántica inglesa. Comparado con sus amigos, Polidori no fue gran cosa, pero su relato “El vampiro” influiría a su vez a Bram Stoker que escribiría su “Drácula” gracias a él.
Dicen que se suicidó a los 26 años abrumado por la fama de sus amigos, que él jamás alcanzaría. Como todos ellos, agrandaría su leyenda gracias a la acción del ácido prúsico.

Los "hermosos vencidos", segunda entrega: John Kennedy Toole


John Kennedy Toole se suicidó con 31 años. Un hombre joven, prometedor como narrador, quizá mejor ensayista, sin que hubiera escrito ni uno solo, pero por su capacidad de análisis de la sociedad que le rodeaba hubiera sido un espléndido ensayista... Dicen que el suicidio se debió a su carácter depresivo, a una homosexualidad reprimida y a una madre controladora que lo aisló del mundo. Lo cierto es que se quitó la vida poco antes de publicar su gran obra “la conjura de los necios” que sería premio Pullitzer años después y lo elevaría al Parnaso literario. Después de muerto, su madre lo siguió controlando: destruyó la nota de suicidio que, muy probablemente, la incriminara como inductora.

Los "hermosos vencidos", primera entrega: Mariano José de Larra




Cuando pensamos en un escritor que acaba sus días voluntariamente, pensamos sin duda en primer lugar en Larra. Fue el escritor español romántico por excelencia, pero los excesos emocionales propios del Romanticismo no quedaron solo en su ámbito creativo, también alcanzaron a su vida. En efecto, Mariano José de Larra llevó una vida de trepidante ritmo romántico, en apenas veintisiete años de vida, fue autor de numerosos artículos que alcanzaron gran éxito, novelas históricas al gusto de la época, fue político reconocido en su lucha contra el absolutismo que todavía gobernaba el país, casó y tuvo tres hijos, viajó por diversos países europeos, fueron públicas sus relaciones con otras mujeres además de su mujer... una vida intensa, sin duda.
Larra se suicidó a sus veintisiete años de un pistoletazo en la sien, en un momento de desaire tras la negativa de su mujer a olvidarse de la separación matrimonial ya iniciada. Fue quizás un ejemplo de talentoso escritor que se suicida por un contratiempo amoroso en una objetivamente exitosa vida. La depresión no asedió a Larra; la sensación de fracaso, al menos a largo plazo, no es el motivo de su suicidio; la soledad o la falta de afecto tampoco se presentó en su vida. No, Larra vivió muy intensamente y murió (escogió la muerte), apenas unos minutos de sufrir una desilusión que consideramos normal en toda vida; Larra sentía tan profundamente, que cualquier sensación era hipertrofiada hasta el paroxismo, hasta la muerte.

Los "hermosos vencidos"



Titulo, temporalmente, este ensayo como la novela de Leonard Cohen, como tributo al gran genio canadiense. Trataré de aquellos hermosos ídolos de la sociedad, dotados de una inteligencia y sensibilidad superiores al resto; aquéllos que nos han hecho soñar a todos, con sus novelas, poemas, ensayos, dramas... aquéllos que nos han guiado hacia el Parnaso literario, modelos a imitar para aquellos de entre nosotros que tratamos de hacer de la literatura nuestra vida en uno u otro modo.
El epíteto es una cesión a la sociedad en la que vivimos. Quizá nadie pueda ser vencido o vencedor, siendo estas calificaciones totalmente subjetivas y variables a lo largo de la historia de la humanidad. Considero que, según nuestro orden social, son vencidos aquéllos que voluntariamente se “quitan del medio”, se arrojan a lo desconocido, “hacen mutis por el foro”, es decir, los suicidas.
Harto difícil es caracterización de alguien como suicida, toda vez que siempre surgen dudas sobre la voluntariedad en la llegada del óbito. Veremos como en prácticamente todos los sujetos a estudiar, la duda sobre la muerte accidental siempre planea, quizás como una forma de piedad ulterior, habida cuenta del terrible descrédito que el suicidio ha tenido siempre en la sociedad occidental.
El suicidio siempre ha sido considerado un signo de cobardía, de falta de arrestos para enfrentar la vida y sus problemas, pero qué pensar cuando los suicidas son nuestros ídolos, aquéllos que han demostrado sobradamente su superioridad en todos los ámbitos. En estos casos nos trastorna el hecho de “tomar la tangente” en gente que ha alcanzado un nivel creativo que nosotros nunca alcanzaremos; en cierta forma, nos hace interrogarnos qué excusa podemos ponernos nosotros mismos para no emularlos, cuando nuestras vidas serán considerablemente más mediocres que las suyas.
He elegido doce literatos que terminaron sus días de forma voluntaria. No ha sido fácil, puesto que son cientos los suicidas entre los que consagraron su vida, profesionalmente o como aficionado, a la creación literaria. La elección viene marcada por intereses personales así como por mayor cercanía cultural. Son los siguientes:

  • Mariano José de Larra
  • John Kennedy Toole
  • John William Polidori
  • Emilio Salgari
  • Jack London
  • Cesare Pavese
  • Stefan Zweig
  • Sylvia Plath
  • José Agustín Goytisolo
  • Ernest Hemingway
  • Virginia Woolf
  • Primo Levi

Estos doce nombres se encuentran entre los más laureados de los tocados por las musas literarias, y todos ellos acabaron con su propia vida. Grandes diferencias les separan, pero también encontraremos cercanías notables, obviamente la mayor la forma final de su vida.



martes, 9 de octubre de 2012

Fragmento del primer capítulo de mi novela "Honrarás a tu padre"


1 - Lars Tolvarsen

Todavía le seguía hechizando ver la estela del barco en sus ratos libres. No conseguía separar la vista de la espuma deshaciéndose lentamente en la lejanía... A pesar del duro trabajo que tenía en ocasiones y de la mala comida, Lars disfrutaba su vida. Sentía que había encontrado su lugar, su nicho ecológico, por fin se sentía seguro, no veía la necesidad de ser el mejor en todo, no sentía la obligación opresora de emular a su padre, al gran Arvid Tolvarsen, el gran héroe de guerra que entregó su vida en defensa de la patria contra la barbarie nazi.
El océano le comprendía, no le exigía que hablara o se comportara protocolariamente. La vida en el mar era como un barco, todo estaba compartimentado: las horas de comida, las de sueño, las de trabajo... no había posibilidad de error, todo estaba planificado de antemano. Cuando se enroló en el Tinno para la compañía Jebbens con sede en Bergen supo que su vida escaparía a dos miradas: una real, protectora pero también exigente (la de su madre, Ingrid) y otra congelada en el tiempo, dura, inalcanzable (la de su padre, Arvid). Estas dos personas marcaron su vida hasta que se embarcó, el listón estaba tan alto que no podía esperar cumplir sus expectativas. Siempre sería un fracasado aunque triunfara en todo.
Incluso para las hurañas gentes del mar, Lars era un bicho raro. Cuando desembarcaban dedicaba el tiempo libre a dar largos paseos en soledad por la ciudad, nunca bebió con sus compañeros y menos aún frecuentaba los prostíbulos portuarios a los que eran tan aficionados los otros. Todos estaban deseando bajar a tierra para telefonear a sus familias en Bergen u Oslo, pero él era tan solitario que ni siquiera necesitaba ese calor humano.
Sus compañeros de trabajo, de hecho, no le habían oído mantener una conversación con nadie que no fuera estrictamente referida al trabajo. En sus ratos libres paseaba por cubierta o escribía lo que parecía ser un diario cuando la lluvia arreciaba.
En su espartano camarote prácticamente nada era suyo. Desde luego no había fotos de chicas desnudas, tan frecuentes en los otros camarotes, tan solo un recorte de periódico de la foto de un hombre poco mayor que su edad actual que mira con determinación al objetivo. Ese hombre era su padre: Arvid Tolvarsen. Lars lo miraba con admiración forzada que no disimulaba un cierto hartazgo: su madre le había inoculado esa admiración en la infancia que se tornó en desdén en su adolescencia.
Lars era hijo póstumo. A su madre, Ingrid, le quedaban apenas tres meses para dar a luz cuando su padre moriría en el lago Tinn, tratando de hundir el transbordador que llevaba agua pesada con la que los nazis querían desarrollar la bomba atómica. La fecha de aquel terrible suceso quedaría grabado a sangre y fuego en el pequeño Lars: 22 de febrero de 1944. Con su heroica muerte, Arvid ascendería al martirologio nacional noruego y provocaría en su hijo póstumo un complejo de inferioridad que le acompañaría toda su vida: Lars no conocería a su modelo masculino, no podría desarmarlo y bajarlo del pedestal cuando llegara a la adolescencia, viendo sus naturales defectos como ser humano; había quedado petrificado para siempre, con aquella mirada decidida que tenía en el recorte de periódico, era como un héroe de bronce... inalcanzable, insuperable.

viernes, 5 de octubre de 2012

Primo Levi

  Trataba de encontrar la mejor forma de iniciar este blog, quizá con una pequeña reseña de mi primera novela ("honrarás a tu padre"), o de la segunda ("dulce et decorum est pro patria mori"), pero he decidido rendir un merecidísimo tributo a uno de mis padres culturales e intelectuales: Primo Levi.
  Conocí la obra de Levi, parcialmente, a mis veintitantos años, la llamada "trilogía de Auschwitz", esto es: "si esto es un hombre", "la tregua" y "los hundidos y los salvados"; aquéllas novelas descubren una humanidad inmensa, la de alguien que, habiendo sufrido la mayor barbarie planificada del siglo XX, es capaz de recomenzar su vida y luchar contra la estupidez humana, buscando la igualdad de todos los hombres... Admiré su entereza, su honestidad, su aguda inteligencia... quedé mellado al conocer su final... En definitiva, me marcó, más como ser humano que como lector.
  Muchos años después, más cerca de los cuarenta, cayó en mis manos una recopilación de sus cuentos, y fue en ese momento cuando cambió todo... En los cuentos de Primo Levi encontré una genialidad literaria que posiblemente no haya sido igualada en la narrativa breve en la lengua de Dante. "El sistema periódico", "defecto de forma", o "historias naturales" contienen verdaderas joyas literarias: pequeños cuentos imaginativos, felices, geniales... Literatura en el sentido más amplio de la palabra, arte en definitiva. 
  Añadiendo la narrativa breve a la trilogía de Auschwitz, Primo Levi se nos aparece como un gigante que no debería ser ignorado por nadie que haya tenido alguna vez algún atisbo de interés lector. Para mí supuso y supone un referente, un modelo a seguir, tanto por su genialidad creativa como por su honestidad vital.
  Su triste final, más que desacreditarle, nos lo devuelve más humano si cabe, nos muestra una de las inteligencias y sensibilidades más finas de las que ha sido posible el género humano. Le dedico este pequeño blog literario, Primo, como su nombre indica "el primero", el primer hombre...
  Para aquellos que quieran saber más de este gran hombre: