sábado, 29 de diciembre de 2012

Otro "segundo (o tercero, no sé ya) útero materno": las salas de concierto, especialmente de cámara

  Por distintas razones (tiempo, dinero, responsabilidades...) voy mucho menos de lo que quisiera, pero todavía siento esa protección, esa tranquilidad que también percibo cuando voy (a esas sí que voy diariamente) a las bibliotecas. Siendo niño, quizás de 11 o 12 años, el colegio organizó una excursión al auditorio de la Fundación Juan March, recuerdo perfectamente la obra, fue una que se convertiría en una de mis favoritas para siempre: Preludio a la siesta de fauno de Claude Debussy; un claro acierto, una pieza ideal para niños y jóvenes (en realidad una pieza ideal para cualquier persona con sensibilidad e imaginación, los llamados "poemas sinfónicos" son verdaderas descripciones musicales); lo cierto es que recuerdo aquel día perfectamente, las gratas sensaciones no me han olvidado. Al auditorio de la Fundación Juan March he vuelto muchas veces, de hecho me parece un lujo que se ofrezcan conciertos gratuitos de esa calidad, al menos se da un uso cultural y formativo al dinero obtenido por la banca.
   Al no vivir en Madrid, puedo ir muy pocas veces a la Juan March, ahora voy, cuando puedo, al auditorio Miguel Delibes de Valladolid, la foto es precisamente de su sala de cámara. Curiosamente me siento más a gusto en salas de cámara que sinfónicas, supongo que, en parte, porque me gusta mucho más la música antigua, barroca o romántica que la de las grandes orquestas sinfónicas, pero también supongo que se debe al menor tamaño de las de cámara, con menos gente, más tranquilas... lo cierto es que en el momento de atenuarse las luces del patio de butacas siento que la relajación comienza a surtir efecto, me dispongo a relajarme y dejar que la música me inunde.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Ahora leyendo: "Noche fantástica" de Stefan Zweig

  Sigo comprando libros en ediciones baratas, suelo decir aquello de "compro libros para leer, no para enseñar -presumir de- mi librería a los amigos"; por supuesto, muchos son de Editorial Cátedra o Alianza Editorial, pero hay dos editoriales relativamente nuevas (creadas hacia el cambio de siglo) que me gustan especialmente: Valdemar y Acantilado. Pues bien, de Acantilado es la compilación de relatos de Zweig.
   Ya hablé de Stefan Zweig en otra entrada, es uno de mis cuentistas favoritos; hablé de él a cuenta de su "muerte voluntaria" en su exilio brasileño, angustiado por una situación política internacional que él creía invariable, el ascenso al poder del nazismo. Ahora empiezo con este buen puñado de relatos.
   Probablemente la vida de Zweig fue un verdadero drama, obviamente lo demuestra su final, pero sobre todo porque, al igual que Joseph Roth, Zweig disfrutó de un éxito muy temprano, concitó admiración de crítica y público, se codeó con la alta sociedad vienesa, hasta que por los desvaríos racistas de un tal Hitler y sus adláteres, se llegó a la conclusión de que todo lo escrito por este hombre no tenía valor... ayer sí, hoy ya no... ¿razón? Ser judío, simplemente. Al menos dejó una enorme obra: narrativa, poesía, ensayo e incluso teatro.

"Literatura victoriana"

   Entrecomillo el título para dejar claro que esa denominación es exclusivamente anglosajona y no es admitida en otros países, aunque se ha de reconocer que los novelistas de la Época victoriana (la reina Victoria reinó de 1837 a 1901) tienen muchos elementos en común, tanto en la forma -prosa muy adjetivada, frases muy largas, descripción minuciosa de personajes y lugares-, como en el contenido -las típicas del llamado realismo social-. Sin duda la Época victoriana fue la más "brillante" para el Imperio Británico, pero habría que discutirlo para sus habitantes y para la moral social; en aquellos años se produjo la conocida Revolución Industrial, que convirtió aquel país en el imperio más potente del momento, con posesiones inmensas en Asia (India, Paquistán), Oceanía (Australia, Nueva Zelanda) o incluso Europa (Irlanda), con una capacidad de producción industrial semejante a la de la China de nuestros días... todo eso generó riqueza, pero también desigualdades sociales, creó al proletariado, creó el abuso de poder... creó, en definitiva, la inmoralidad social.
  Pensando el "Literatura victoriana", pensamos en Dickens. Todas las caracterísiticas que antes mencioné se dan en sus novelas, el tratamiento que da a sus personajes es definitorio. En Dickens se nota una clara preferencia por los personajes del proletariado, que son siempre adornados por virtudes: honestidad, capacidad de sacrificio, entrega a los demás; por el contrario, los personajes de clase alta suelen ser presentados como avariciosos, egoístas y brutales, verdaderos aprovechados de la desigualdad social que ellos mismos tratan de aumentar, cuando no como simples seres pragmáticos, aparentemente desprovistos de sentido moral. Su prosa puede resultar pesada en nuestros tiempos, al igual que ocurría con Proust (de éste ya dije que su estilo era arcaizante, teniendo en cuenta que nace cuando muere Dickens), pero, por desgracia, las brutalidades sociales que denunciaba parecen estar de vuelta. Quizás sea uno de los escritores menos comprendidos y menos leído, todos tienen la sensación de estar ante un verdadero "ladrillo", y pierden a uno de los más férreos defensores de la igualdad entre los hombres.
   Caso aparte es George Eliot, también entra dentro de esa "Literatura victoriana", a través de ella vemos los problemas de esa "brillante sociedad", empezando por el hecho de tener que utilizar un seudónimo literario masculino. Eliot retrata una Inglaterra rural de grandes señores y sirvientes, sin entrar en conflictos sociales, una vida basada en las tradiciones y protocolos... todo muy diferente de Dickens. Quizá la diferente vida que llevaron les marcó como escritores, puesto que mientras él tuvo que "ganarse el pan" desde la tierna infancia (los ambientes de trabajo infantil de sus novelas fueron extraídos de su propia experiencia), ella fue una señorita bien de acaudalada familia.
    Las hermanas Brönte serían las "terceras personas de esta santísima trinidad literaria", también criadas en el medio rural, como George Eliot (cuyo nombre real, por cierto, era Mary Anne Evans), aquéllas reflejaron su ambiente, pero en medio de pasiones para aquel tiempo inconfesables, creadores de verdaderos clásicos como Jane Eyre o Cumbres borrascosas.
  Por supuesto también hemos de citar autores fundamentales, no ya de la literatura en inglés sino en todas las lenguas, como Arthur Conan Doyle, Rudyard Kipling, Robert Louis Stevenson, H.G. Wells u Oscar Wilde; aunque el primero se diferenciaría por ser creador de la novela negra; Kipling y Stevenson serían los recreadores de la novela de aventuras, inspirada en los viajes por el enorme Imperio británico de la época; o Wilde el cantor de la extrema sensibilidad.

Un tremendo descubrimiento: Richard Barham Middleton

  Hace unos días escribí que estaba leyendo una recopilación de relatos de un inglés del cambio de siglo XIX al XX, no conocía nada suyo, pero me ha dejado ciertamente anonadado.
   Parece ser que se sabe muy poco de este tipo, la foto que incluyo es la única que se puede encontrar en internet, en español solo se puede encontrar esa compilación reciente de la editorial Valdemar (primera edición en el año 2000) y en su lengua original no he encontrado prácticamente nada. Me ha sorprendido que pusieran como título a  esa sucinta antología el nombre del primer relato, El buque fantasma, más que nada porque es totalmente diferente del resto de relatos.
  Me gusta de Middleton su forma sencilla, en primera persona, sin grandes alharacas de relatar historias a medio camino entre lo tétrico, lo fantástico y la denuncia de una sociedad autista... Dejo un fragmento de El chico nuevo que me ha conmocionado por su sinceridad y en el que, hasta cierto punto, me he visto reflejado.

  De nuevo empecé a sentir que había nacido bajo el signo de una estrella malevolente que me impedía hablar y actuar como los demás. Carecía de su sentido común, de su estúpida alegría, de su completa falta de sensibilidad, y, a la vez que recelaban de mis rarezas, eran incapaces de ver lo ansioso que estaba por ser un chico normal. Cuando descubrí que desconfiaban de mí el orgullo me impidió aceptar las migajas de su sociedad como la pobre madre F***, y me refugié en una soledad en la cual tenía mucho tiempo para examinar mis emociones. Exploré todos los remotos rincones del colegio en los que era posible estar completamente solo, y cuando el resto de los chicos iban de excursión al campo, yo permanecía en el camposanto de la iglesia que había al lado del colegio, distrayendo las meditaciones de las ovejas que pastaban entre las lápidas, y pensando en la enorme cantidad de tiempo que aún me faltaba para llegar a viejo y morirme de una vez. 

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Julio Cortázar (enorme cronopio)

  Seguimos con los ídolos de masas. Su obra cumbre, aquella de la que todo el mundo hable: Rayuela, la encontré interesante, sobre todo diferente al leerla en las dos formas principales, ya se sabe: lineal, o según el esquema aportado por Cortázar; notabilísimas también Los premios, Libro de Manuel, Bestiario, La vuelta al mundo en ochenta mundos, Último round... y tantas otras; pero lo que más me impactó con enorme diferencia fueron las Historias de cronopios y de famas.
  Siempre pensé que Cortázar era más un autor de relatos y cuentos que de novelas, obviamente con su talento (uno de los más grandes que ha adornado a un ser humano) todo lo que escribía rayaba la perfección, pero, en mi opinión, es como cuentista cuando llega a un nivel inalcanzable. Leyendo Historias de cronopios y de famas, me he reconciliado con mi naturaleza humana, he sido capaz de reírme de todo (especialmente de la prepotencia del hombre), incluso he releído partes cuando mi habitual depresión me llevaba a extremos autolesivos... en realidad he de decir que leyendo esa obra de Cortázar he sido capaz de soportar la estupidez de la vida, al menos por un día más. Es por ello por lo que considero a Julio Cortázar como mi benefactor personal, mi verdadero sustento espiritual.

martes, 25 de diciembre de 2012

De cómo hacer de un autor perfectamente olvidable un fenómeno editorial: J.D. Salinger

  El otro día hablé de la diferencia que, a mi entender, hay entre un fenómeno literario y uno editorial; es muestra del fuerte divorcio que hay entre la creación artística y el negocio puro y duro. Uno de los ejemplos más típicos es J.D. Salinger.
  Vaya por delante que Salinger pertenece a eso que han llamado "Generación Beat", junto con Kerouac o Ginsberg, conjunto de escritores que nunca fue de mi total agrado; pero recuerdo haber leído En el camino de Kerouac y encontrarle cierto atractivo y también algún poema pasable de Ginsberg. Entiendo que muchas obras literarias tienen una coyunturalidad muy marcada, especialmente en tiempos de cambios sociales, como fueron los 60 en los Estados Unidos... pero aún así, no acabo de encontrar relevante a Salinger ni a su mejor obra: El guardian entre el centeno.
  Salinger es un autor mediocre, con tramas poco interesantes, personajes poco desarrollados y, en general, novelas perfectamente olvidables, sin embargo... sin embargo fue elevado a los altares por el mundo editorial norteamericano; un posterior intento de prohibición por la sección más puritana de su sociedad, escandalizada ante el "lenguaje soez", no hizo sino acabar por apuntalar el éxito del que nadie hoy en día es capaz de bajarlo, de hecho, en aquella sociedad es tabú hablar de la mediocre calidad de Salinger.


lunes, 24 de diciembre de 2012

Albert Camus

  Otro de los grandes de la literatura francesa, también fenómeno mediático.  Reconozco que antes de leerlo tenía serias dudas, precisamente por si más que un fenómeno literario lo era editorial (esto es, un producto bien vendido más que un buen producto). Lo leí. Me equivocaba, disfruté mucho con su visión de la sociedad que retrata, que no cabe duda, es la mía, con su falsedad e hipocresía burguesa. No tengo claro que mereciera el Nobel de literatura (con solo 44 años), al menos si lo mereció él, lo habrían merecido cientos de autores que no lo recibieron.
   Camus es, para mí, el escritor de la alienación, de una sociedad formada por hombres y mujeres autistas, que siguen adelante sin mirarse dentro, cercenando su capacidad de sentir; también es el escritor de la sociedad moderna, sin Dios alguno (por mucho que  las iglesias, mezquitas, sinagogas y demás templos estén llenos), la sociedad moderna no tiene Dios, pues el hombre ha usurpado su lugar; en el pasado los hombres no trataban de hacer o no hacer, todo lo dejaban en manos de Dios..."Dios lo quiere así", ahora (repito, por mucho que la mayoría se declare creyente), se considera que somos capaces de hacer todo, que todo depende de nosotros, lo bueno y lo malo, en definitiva hemos pasado de un extremo al otro, pura ley del péndulo, y por supuesto ambas situaciones extremas están equivocadas. 
 La peste es una novela de fácil lectura, sin grandes exigencias... aparentemente. Narra la labor de unos médicos que trabajan desbordados en una epidemia en Orán (por cierto ciudad natal de Camus, un Pied-Noir); se tiene la sensación de que los protagonistas son incapaces de luchar contra la peste, pero lo siguen haciendo, ellos solos, abandonados de todos. Los críticos la calificaron de existencialista, aunque  Camus no lo aceptó, desde luego, muestra a unos hombres abandonados a su suerte, sin principio teísta alguno, que basan su vida en la solidaridad y el apoyo mutuo.

domingo, 23 de diciembre de 2012

Ahora leyendo: "El buque fantasma" de Richard Middleton

  No conocía al tal Middleton, parece ser que puede ser englobado en lo que los anglosajones llaman "novela gótica" denominación no muy afortunada que incluye a escritores del Romanticismo especialmente interesados en temas ocultos y misteriosos, ejemplo típico: Edgar Allan Poe.
   Middleton es muy posterior a Poe, su corta existencia transcurrió entre 1882 y 1911; vida, según parece, desgraciada e insatisfactoria que le llevó a suicidarse antes de cumplir los 30. Dejó un puñado de relatos y poemas con temática fantástica y de humor negro.
  Actualmente no soy muy aficionado a estos temas, aunque siendo joven leí a Poe de arriba a abajo y desde él, continué hacia Lovecraft y otros maestros del "terror gótico"; si compré esta colección de relatos cortos fue por la editorial.
   La editorial Valdemar es uno de esos honrosos ejemplos que demuestran que en el negocio editorial no todo son las enormes multinacionales que, como verdaderos charcuteros alemanes -palabras de uno de sus mayores representantes, José Manuel Lara-, pesan los libros a publicar cual chorizos sin mostrar el más mínimo interés cultural. Valdemar ha optado por un sector que estaba poco desarrollado en España, esa novela gótica, de terror, de ciencia ficción, literatura fantástica en general, de la que antes hablaba. ¡Brindo por ellos!

José Saramago

   A diferencia de Perec, todo el mundo conoce a Saramago, era un verdadero "fenómeno mediático", no solamente por el Nobel, sino por sus conocidas ideas en los ámbitos social y económico.
  No entraré a discutir las opiniones en los ámbitos antes citados, me ceñiré al plano literario. Saramago es, para mí, especialmente en los contenidos de sus novelas, un buscador de la naturaleza humana, tanto individual como colectiva, alguien que trata de despojar esa naturaleza de todos los convencionalismos racionalistas que la han emponzoñado desde tiempos inmemoriales, un poco como Tolstoi; lo que más me cuesta de sus novelas es la lingüística caótica que limita todo a comas, obviando el uso de otros signos (dicen las malas lenguas que eso se debe a que su mujer, Pilar, fue quien traducía directamente al castellano, ignorando la labor profesional de un buen traductor).
  Los personajes de Saramago son eminentemente buenos, sencillos, hombres y mujeres que tratan de sacar sus duras vidas adelante contra viento y marea. Destacaré La balsa de piedra, no tanto porque sea su mejor novela, no lo es, sino porque pone en el candelero una vieja idea que no quiero desterrar totalmente: la unión de los distintos pueblos de Iberia.  

sábado, 22 de diciembre de 2012

Georges Perec

  Uno de los más admirados escritores franceses del siglo XX, modelo de otros escritores, especialmente de aquellos relacionados con lo que se ha dado en llamar "metaliteratura" (esto sería algo así como la literatura que habla o se basa en literatura, novelas de ficción en las que sus personajes están inmersos en obras literarias o que directamente son autores) como Enrique Vila-Matas o Roberto Bolaño -entre los que escriben en lengua castellana-. Un autor de novelas y relatos muy densos, en los que juega con las ideas, un típico "escritor intelectualizado".
  Pido perdón si suena rara la ligera descripción que he hecho arriba de él, pero considero que no es inapropiada. Perec, con otros intelectuales franceses creo el grupo llamado Oulipo cuyo acrónimo se podría traducir por algo así como "taller de literatura potencial"... y a eso se dedicaban, habían creado un verdadero taller para ahondar en los tipos de creación literaria, es decir se "devanaban los sesos" para encontrar formas de narración originales y auténticas... Probablemente Georges Perec era el más dotado de todos ellos, porque su prosa, además de ser extraordinariamente interesante en su ilación, muestra una capacidad de descripción difícil de igualar. La crítica personal negativa que hago a Perec (igual que se podría hacer a aquellos de la metaliteratura) es que flaquea en la elección de temas con verdadero mordiente, historias que atrapen, vaya.
  De Perec leí Las cosas, en esta no había todavía mucha "experimentación" narrativa, es un relato más o menos autobiográfico de una joven pareja y las cosas que poseen y anhelan; Un hombre que duerme, que ya sí entra en esa búsqueda de la originalidad tanto en la forma -tratando de hacer una prosa rápida, con muchas comas y pocos puntos-, como en el contenido -el tema trata de un tipo que de un día a otro rompe con las pasiones en la vida, se lleva arrastrar por una dulce indolencia y apatía, como aquel famoso Bartleby de Melville, "preferiría no hacerlo" era su tremenda sentencia-; y La vida, instrucciones de uso, que pasa por ser su obra cumbre, en ella sí que experimenta nuevas formas de narración, de hecho el argumento principal es la descripción de la vida de los inquilinos de un bloque de viviendas parisino en diferentes épocas, pasando de un piso a otro por movimientos del caballo del ajedrez... ¡díganme que esto no es imaginativo!
  Desde luego Perec debió ser un tío interesantísimo, un verdadero buscador en este mundo de conformistas y plagiarios, sin embargo sigo echando en falta en sus novelas ese "argumento que quita el hipo", si lo hubiera tenido, con su potencialidad (valga la repetición del Oulipo) estaríamos hablando del escritor más importante del siglo XX, sin lugar a dudas.
  Lo curioso es que la vida de Perec no debió ser precisamente fácil, o al menos las de sus padres, de ahí podía haber sacado materia narrativa... pero no lo hizo. Su apellido nos suena conocido, claro, proviene de un Pérez, o mejor dicho un Peretz; en efecto, Georges Perec provenía de una familia de judíos sefarditas que, tras haber pasado por otras zonas de Europa (parece que también tenía sangre askenazí) acabaron en Francia. Cuando los nazis con su locura racista rastrearon toda Europa en busca de judíos, toparon con esta familia; según parece, el padre decidió llevarse por delante algunos "boches" antes de que lo cazaran, y de hecho se unió a la Resistencia y murió en enfrentamiento con tropas nazis; entonces la madre comenzó una huida con el pequeño Georges (era nacido en 1936, con lo que debía ser un crío de no más de 5 o 6 años) y consiguió entregarlo a unos familiares antes de que la Gestapo la detuviera y enviara  a Auschwitz, donde moriría. Los tíos que lo criaron le cambiaron el apellido a Perec y, parece ser, le dieron una infancia y juventud acomodada y tranquila. En fin, una vida terrible como lo fueron aquellos tiempos en Europa.
  En cualquier caso, merece la pena leer a Perec, es uno de esos escritores que deslumbra, que deja entrever un talento que muy pocos tienen. 

viernes, 21 de diciembre de 2012

Marcel Proust

  Un ídolo de masas, casi todo el mundo lo conoce pero casi nadie lo ha leído... Para los tiempos que corren, con sus prisas, sus superficialidades, su irreflexividad, Proust es demasiado reposado, barroco, introvertido... Su obra fundamental, la saga En busca del tiempo perdido es una delicatessen solo para iniciados... pero no necesariamente para aquellos que tengan grandes conocimientos literarios, no, solo para aquellos que quieran leer una vida entera, pero una vida sin grandes acontecimientos, sin grandes aventuras... No, no es lectura para los que gustan de hazañas que dejan sin respiración...
   Pongámoslo claramente, Proust fue un "señorito bien" de familia acomodada, buen hijo, buen ciudadano, siempre comedido, nunca tuvo un trabajo en el sentido tradicional del término (vivía de las rentas de la familia, mayores al ser hijo único), no queda claro siquiera que hubiera mantenido relaciones amorosas que no fueran platónicas... tan solo ocultaba una posible homosexualidad reprimida, lo demás no es sino un lento pasar del tiempo de su vida en la biempensante sociedad parisina de paso del siglo XIX al XX. Los temas de las siete novelas son las relaciones con la familia, especialmente con su madre y abuela; las relaciones sociales con los iguales, aquellas del té con pastas; de rondón se cuela la situación social y política de Francia y Europa; y todo aderezado por una profunda y calmosa reflexión sobre las pequeñeces de la vida.
   No negaré que la prosa tan lenta, adjetivada y un poco anacrónica (los críticos dicen que lo era incluso para su época) dificulta la lectura, sin embargo, si se toma uno el tiempo y tiene la tranquilidad suficiente, puede ser una lectura deliciosa. En mi caso, no pude evitar el descubrir semejanzas entre la sociedad que reflejaba Proust y la que había vivido yo (mejor dicho, la que me habían hecho vivir mis abuelos maternos), una sociedad muy calmada, casi autista ante los problemas, que disfrutaba con la repetición secular de protocolos y convencionalismos, una sociedad, en fin, "hipocritona" y falsa, muy pequeñoburguesa. Las formas acomodadas, de parabienes fingidos y frases hechas que recoge Proust son prácticamente las mismas que recuerdo de mis abuelos Alfonso y Manolita, las propias que la "gente de orden" viv en un barrio acomodado del Madrid de principios de siglo y que me transmitieron ya en su senectud.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Charles Pierre Baudelaire

  De Baudelaire no lo dudé, la imagen que quería poner es la que sigue, creo que esa mirada fiera, desafiante, honrada y amargada representa bien tanto su vida como su obra.
   Su mirada refleja su condición de poeta maldito, incomprendido, tachado de mero provocador, odiado y admirado por igual; un poeta cuya obra cambiará el rumbo de la poesía francesa y europea, acabará con el romanticismo y dará paso a una nueva época, más sincera y brusca que aquella. Las flores del mal supone una transgresión de todas las normas establecidas en moralidad, un poco lo que volvería a hacer D.H. Lawrence con su El amante de lady Chatterley; Baudelaire buscará lo "no bello", tratará de huir del "spleen" (tedio lo llaman ahora) entregándose a todos los "vicios" habidos y por haber, dejando así en evidencia a la hipócrita moral pequeño-burguesa de la época (la suya y la nuestra).
   Una cita del inmortal Baudelaire como muestra de su pensamiento:
 "Todos los imbéciles de la burguesía que pronuncian las palabras: inmoralidad, moralidad en el arte y demás tonterías me recuerdan a Louise Villedieu, una puta de a cinco francos, que una vez me acompañó al Louvre donde ella nunca había estado y empezó a sonrojarse y a taparse la cara. Tirándome a cada momento de la manga, me preguntaba ante las estatuas y cuadros inmortales cómo podían exhibirse públicamente semejantes indecencias."

Ahora leyendo: "La tierra baldía" de T.S. Eliot

  Probablemente no tendremos problemas en citar varios novelistas clásicos del ámbito anglosajón (cualquiera, incluso los que no leen nada -benditos ellos-), Walter Scott, Mary Shelly, Byron, Dickens, las hermanas Brontë, James Joyce, Virginia Woolf, Orwell, Beckett, Tolkien, Rushdie, Huxley, los modernos Follet y compañía... si no leerlos, al menos han oído sus nombres... Pero con la poesía extranjera ya es más complicado... alguien dirá que lo difícil es que la masa lea poesía, sí, no le falta razón, y que los pocos que hacen "el esfuerzo" de leerla, se "centren" en la poesía en lengua española... también tendrán razón... En cualquier caso, en poesía en lengua inglesa es imprescindible citar a T.S. Eliot.
 Es sorprendente lo que les cuesta a muchos leer poesía (me refiero a aquellos que leen habitualmente y tienen un cierto interés cultural), quizá sea una mal sistema educativo que no fue capaz de descubrirles la esencia de la vida, del hombre, de sus ansias, lo bueno y lo malo... todo, condensado en un poema. Otros, sin embargo, en nuestro penoso deambular por la faz de este hostil planeta, descubrimos en la poesía  la vitamina necesaria para levantarnos otro día y luchar contra el desánimo y la profunda estupidez del género humano y su miserable existencia ratonil.
   De T.S. Eliot, su poema más admirado, canónico para los estudiosos de la lírica anglosajona del siglo XX, es la tierra baldía, de hecho, los primeros versos son conocidos por buena parte de la población de aquellos países:
 
Abril es el mes más cruel, criando
lilas de la tierra muerta, mezclando
memoria y deseo, removiendo
turbias raíces con lluvia de primavera.
El verano nos sorprendió, llegando por encima
del Starnbergersee
con un chaparrón; nos detuvimos en la columnata,
y seguimos a la luz del sol, hasta el Hofgarten,
y tomamos café y hablamos un buen rato.
No soy un ruso, que viene desde Lituania, soy un verdadero alemán.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Mi "segundo útero materno": una biblioteca

  Será la tranquilidad, el silencio, la compañía protectora de los libros... no sé, pero si hay sitios en los que me siento especialmente seguro, sitios en los que la zozobra anímica desaparece, esos sitios son las bibliotecas.
  Lo he sentido desde mi juventud, las bibliotecas y las librerías tranquilas y con poco público se convertían en mi refugio; allí no me alcanzaba esta miserable sociedad con sus exigencias, allí era yo mismo... sin máscaras protectoras...
   Podría hacer un panegírico sobre la bondad de las bibliotecas como lugares de formación, verdaderos reservorios del saber literario y científico, respetables templos de erudición humana... pero no me apetece, par mí, las bibliotecas son refugios frente a la frialdad vital, frente a la dureza del vivir.
  En mis más de cuarenta años no he encontrado (además, por supuesto, del refugio que ofrecen los afectos de los seres queridos) sitio más entrañable.

P.S. Las bibliotecas a las que voy y he ido no tienen la magia de las imágenes que expongo... ni falta que les hace...
 

martes, 18 de diciembre de 2012

Juan Ramón Jiménez

  ¡Qué decir de Juan Ramón! Desde mi adolescencia entreví una semejanza mía más que evidente con el poeta moguereño... quizá una sensibilidad exacerbada, una inestabilidad anímica notable (Juan Ramón decía que toda su vida fue "zozobra emocional") y una búsqueda de la belleza en las cosas más sencillas... que nadie se alarme, no estoy tan loco, sé que me separará siempre su talento estelar del que, ¡ay de mí! No he catado casi nada.
   Elegí esa foto de los océanos "internáuticos" de un juvenil Juan Ramón con franca sonrisa, que no es la más habitual, estamos acostumbrados a fotos más tardías, cuando ya había recibido el Nobel (año 56) y había quedado devastado por la muerte de su compañera, de su cayado anímico, de Zenobia.
   Con regularidad vuelvo a la antología que tengo de Juan Ramón, como quien vuelve a una antigua fuente del origen para seguir un día más perdido en este mundo sin sentido, pero al menos con su luz como guía.
 
EL CORAZÓN ROTO

Creí que el pobre corazón ya estaba
compuesto para siempre.
Me lo había atado con las cuerdas de poesía
de mi lira alta y pura.
Comenzaba a florecer
por donde yo pasaba,
nuevo y gentil la primavera mía,
sueños de paz y cantos de alegría
la luz del sol en mi rincón entraba.
Entre las rosas, tú te apareciste
como siempre reidora e inconstante,
salvando redes y tendiendo lazos...
El mirar noble se me puso triste,
y el mal atado corazón amante
se me quedó otra vez hecho pedazos.
                                                        
 Juan Ramón Jiménez. Sonetos espirituales, 1917
 

lunes, 17 de diciembre de 2012

Ahora leyendo: "La mancha humana" de Philip Roth

  No soy aficionado a las revistas de literatura, siempre las consideré como mera punta de lanza de un negocio, el editorial, por ello no estoy al tanto de las novedades, de los "fenómenos literarios" o de los distintos premios... quizá por eso no conocía a uno de los fenómenos editoriales de finales del siglo pasado y principio de este.
    Leí por primera vez sobre Philip Roth leyendo sobre uno de mis ídolos de papel, Primo Levi. 
  Roth visitó a Levi en su casa de Turín el año 86, por aquel entonces, ambos eran reputadísimos escritores aunque muy distintos entre sí. El americano ya había publicado un puñado de buenas novelas y recibido varios premios en su país, mientras que el italiano ya había dado toda su obra y continuaba con su labor divulgadora sobre el horror de la "Shoah"... vidas muy diferentes, de hecho, Levi moriría al año siguiente, arrojándose por el hueco de la escalera de su casa. Roth estuvo siempre interesado, lo traslada a sus novelas, sobre la influencia del judaísmo en la forma de ser de cualquier ciudadano y especialmente los escritores, supongo que Primo Levi sería alguien fundamental para indagar tal asunto.
   Así empecé a leer a Philip Roth, obras como "la conjura contra América", "La humillación" o "Némesis". Ahora comienzo con la llamada saga de Zuckerman, en la que Roth usa dicho álter ego como narrados omnisciente.
 

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Lecturas de juventud: "Corazón", de Edmundo De Amicis

  Típica lectura juvenil hasta hace varias décadas atrás, quizás mi generación fue la última que tuvo a los lacrimógenos personajes de De Amicis como ejemplos a seguir.
   "Corazón" pasa por ser la obra fundamental de Edmundo De Amicis, es un supuesto diario de un niño, Enrico, que narra sus aventuras y desventuras en el colegio, con sus padres y compañeros. El resultado puede parecer un poco ñoño para nuestros tiempos, lacrimógeno incluso: los personajes están muy estereotipados, se promueve las virtudes más típicas de la época en que fue escrita (1886), es decir la capacidad de sacrificio, la honradez, la amistad, el patriotismo... todo para mostrar la etapa escolar como fase de formación de buenos ciudadanos.
   Edmundo de Amicis fue considerado un "escritor católico" pues promovía en sus novelas esas virtudes cristianas, con lo cual tuvo un enorme éxito, además de en su país, en el nuestro y otros del entorno. Cierto es que, comparando con las lecturas juveniles de la actualidad, parece demasiado naif, demasiado inocente... pero no puedo recordar aquellas historias sin nostalgia. Por cierto, en "Corazón" se insertan relatos que los niños tenían que estudiar, entre los cuales se encuentra uno que todos recordaremos: "Marco, de los Apeninos a los Andes".

Lecturas de juventud: "Los gozos y las sombras" de Gonzalo Torrente Ballester

  En una edición de bolsillo de Alianza Editorial, que tengo tan gastadas que no se leen bien las portadas. La trilogía de Torrente Ballester: "El señor llega", "Donde da la vuelta el aire" y "La pascua triste" fue una compañía de mis diecisiete o dieciocho años, ¡qué gran compañía!
 La primera novela en concreto, "El señor llega", la habré leído seis o siete veces (es raro que relea narrativa, no así poesía). Me recuerdo a mí mismo leyendo (sumergiéndome, mejor dicho) en los entresijos sociales de Pueblanueva del Conde, con una realidad que se extingue (la de los señoríos cuasi feudales -representados por doña Mariana-), otra que surge (la del liderazgo fascista -encarnado en Cayetano Salgado-), la "tercera vía", (la del anarquismo -con la persona de Juanito Aldán-); leía embelesado,  admirando a Carlos Deza y detestando las manipulaciones de doña Mariana y de Cayetano... en mi opinión la mejor obra de uno de los grandes de la literatura en castellano.
   En los primeros ochenta, TVE hizo una serie de trece capítulos basada en la trilogía, como suele ser habitual, la obra literaria tiene muchos más matices y complejidades, pero aún así, la serie era espléndida, capta los cambios sociales y los personajes están espléndidamente representados por Eusebio Poncela, Carlos Larrañaga, Amparo Rivelles, Charo López o Santiago Ramos entre otros.

Ahora leyendo: "El hombre que fue jueves" de G.K. Chesterton

  Recuerdo haber leído en mi juventud (casi diría adolescencia) "El Napoleón de Notting Hill", incluso recuerdo quién fue el compañero de colegio que me lo recomendó. Supongo que no entendí nada, pues desde luego no es para leer a los catorce o quince años. 
  Siempre oí hablar de Chesterton, críticas positivas y negativas, tanto en lo personal como en lo exclusivamente literario, así que comencé por este:
   De Chesterton, aparte de lo antes citado, conocía las peripecias del "padre Brown" por televisión (TVE emitió la serie de la BBC a principios de los 80), me pareció las típicas historias detectivescas anglosajonas sin mucho interés; casualmente, esto no lo supe hasta más recientemente, el cura Brown era párroco en Bradford, ciudad inglesa en la que yo viviría décadas después y donde conocería a la que hoy es mi mujer... casualidades de la vida...
   Había leído también sobre las peripecias espirituales de Chesterton, nacido y criado en una familia de estable racionalismo ateo, migró hacia el Anglicanismo primero, para convertirse al Catolicismo en su madurez. Quizás sea por su inquietud espiritual, quizás por cierta indefinición en muchas sentencias, Chesterton ha sido definido en el mundo literario anglosajón como "the prince of paradox", sus textos tienen tantas interpretaciones como lectores, veremos cuáles son las mías...

lunes, 10 de diciembre de 2012

Lecturas de juventud: la Generación del 98

  Poco después de leer a Delibes, a Cela o a Martín-Santos, retomé la narrativa de la Generación del 98, que muy probablemente podría citarse como la más importante influencia de los antes nombrados; tendría yo dieciocho o diecinueve años.
   El aire "decadentista" y pesimista de esta generación siempre enlazó bien con mi carácter; su renovado afecto por la olvidada Castilla (la idea romántica de esa región) también lo compartía, quizá anticipando que acabaría viviendo en ella; la separación ideológica de la "españolidad oficial" de la época, casi buscando una voluntaria marginalidad...
   Unamuno, quizás más espiritual que el resto, fue la punta de lanza, recuerdo que en el colegio me"habían hecho leer" Niebla, me dejó un regusto muy positivo, por su originalidad, continué por La tía Tula, Abel Sánchez o Del sentimiento trágico de la vida. De Valle-Inclán, al que muchos lo sitúan entre el Modernismo y la Generación del 98, leí Tirano Banderas, Luces de Bohemia (quedé rendidamente enamorado de la gloriosa miseria de Max Estrella) o El ruedo ibérico.
   Azorín me entusiasmó con sus cuadros costumbristas de la trilogía de Antonio Azorín, recuerdo inundarme de una paz interior de siglos... Era como si todos estos autores conectaran con algo dentro de mí, que generaba esa tranquilidad, como la voz antigua de la familia...
   Casi todo lo que leía en aquella época era narrativa, ya fue más adelante, superados los 25 años cuando volví a leer poesía, de nuevo otro noventayochista (aunque también a caballo del Modernismo), Antonio Machado, sencillez, honradez y una hondura humana tan grande como su calidad poética.