sábado, 20 de diciembre de 2014

"Deseos", de Larkin

Aparte de todo esto, el deseo de estar solo:
por mucho que el cielo se oscurezca con invitaciones
por mucho que sigamos las instrucciones impresas del sexo
por mucho que la familia se fotografíe bajo el asta de la bandera:
aparte de todo esto, el deseo de estar solo.

Por debajo de todo, un anhelo de olvido:
a pesar de las astutas tensiones del calendario,
el seguro de vida, los programados ritos de fertilidad,
la costosa aversión de los ojos a la muerte:
por debajo de todo, un anhelo de olvido.



Beyond all this, the wish to be alone / However the sky grows dark with invitation-cards / However we follow the printed directions of sex / However the family is photographed under the flagstaff / Beyond all this, the wish to be alone // Beneath it all, desire of oblivion runs: / Despite the artful tensions of the calendar, / The life insurance, the tabled fertility rites, / The costly aversion of the eyes from death / Beneath it all, desire of oblivion runs. 

jueves, 18 de diciembre de 2014

Ahora leyendo, en poesía: "Poesía reunida", de Philip Larkin

 Lumen edita una antología de Larkin, con poemas de sus principales poemarios: Engaños, Las bodas de pentecostés y Ventanas altas. Todo un lujo que, estando como están las cosas en el ámbito editorial español, se publiquen estos poemas tan marginales de público.
   La poesía de Larkin no es, desde luego, la mejor para esos días bajos de ánimo en los que todo parece quebrarse ante nuestros ojos... no, en esos días mejor no acordarse de este tipo, el efecto podría ser demoledor. Sin embargo, su sarcástica y experimentada cosmovisión es buena para evitar caer en  ilusorias esperanzas sobre una humanidad decente y una vida individual acorde... Larkin es el poeta de la desesperanza vestida de gris, de la desilusión sin fondo que rompe toda promesa de mejora en un mundo sin Dios ni futuro.
 A mí, particularmente, me estimula la rotundidad de sus afirmaciones, sus incontestables verdades que tan impropias parecen de cualquier poesía. Para todos nosotros que fuimos educados en esa poesía optimista, simplona de adolescente enamoriscado, Larkin es como un desentumecedor jarro de agua fría.
 

martes, 16 de diciembre de 2014

Ahora leyendo: "La pata de mono y otros cuentos macabros", por W. W. Jacobs

 Muchos relatos fantásticos no son fácilmente clasificables como de terror o de angustia. Los señores de Valdemar han tenido a bien denominar "cuentos macabros" a los de este inglés que forma así parte de la pléyade de escritores fomentados por la que se ha convertido en mi editorial favorita.
  Los escritores anglosajones del siglo XIX copan un género que, probablemente, nunca pasará de moda. Son autores de relatos impactantes, espectaculares, que nos estimulan, asustan y permiten sobrellevar la tediosa existencia que llevamos. Son como el picante en una buena comida: no nos alimenta, pero mejora cualquier plato.
 De Jacobs, como de otros tantos, no había leído nada hasta una recopilación de Valdemar, así que la editorial madrileña cumple con una de las más sagradas funciones editoriales: la difusión cultural.
  Esta claro que este autor no es Lovecraft, Poe, Stoker o Bierce, pero sí un escritor talentoso que merece ser degustado con esmero, si te gusta el género, claro. De lo leído por el momento me sorprende su modernidad estilística, pues, aun siendo un hombre a caballo de los dos siglos precedentes, su prosa es rápida y poco adjetivada, casi periodística, como estamos acostumbrados en nuestros días.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Inciso cinematográfico: "Oliver Twist", dirigida por David Lean en 1948

 Adaptar cualquier obra literaria al cine es complicado: o se cae en el defecto de ser demasiado literal o en el de que el director (que suelen tener grandes egos) quiera dar una visión demasiado personal de la novela. En el caso del Oliver Twist de David Lean quizás se escore hacia el primer caso que es, en mi opinión, el menos dañino. Lo cierto es que David Lean es uno de los mejores directores cinematográficos que ha dado Reino Unido y que, precisamente, se destacó como fiel adaptador de grandes novelas inmortales: además de la que nos ocupa, también rodó una versión de Grandes esperanzas del mismo novelista; Lawrence de Arabia, basada en la vida, mitad de aventurero, mitad de militar imperialista británico de Thomas Edward Lawrence; o la inolvidable Doctor Zhivago de Boris Pasternak. Uno de los grandes, vaya.
  Con Oliver Twist hubiera sido fácil caer en la patraña sentimentaloide para que los dignos burgueses británicos se emocionaran en el cine al recordar la terrible vida que sufrió gran parte de la infancia y el conjunto de la sociedad en la época más brillante (según los nacionalistas británicos) de su país, la era victoriana; pero no, Lean es fiel al texto de Dickens sin buscar efectismos. El uso de la fotografía es clásico pero con interesantes avances, teniendo en cuenta que fue rodada en 1948. Así, los decorados de los barrios más degradados de Londres siempre están en tonos muy oscuros y con paredes de geometrías inverosímiles que recuerdan lejanamente la sensación opresiva del cine surrealista alemán y que contrastan vivamente con los grandes salones luminosos y lujosamente decorados de las mansiones de los ricos. Con respecto a los actores, los chicos, incluido el que interpreta a Oliver están perfectamente creíbles y dignos en su papel, el resto también, pero sobre todo destaca uno que, aunque controvertido, sigue encandilando al que esto escribe: Alec Guinness.
 El gran Alec Guinness, Sir Alec Guinnes, uno de los mejores actores que esa pequeña isla ha dado al mundo. Su papel en Oliver Twist es el de la imagen superior: el judío Fagin, perista y líder de los chiquillos que utiliza para robar a las damas y caballeros desapercibidos. El papel, lo estereotípico de judío que tiene, logró una denuncia de la Liga Antidifamación por antisemitismo manifiesto. Lo cierto es que en el texto de Dickens se pinta a Fagin como un "alegre vejete" y no se hace referencia a los tópicos antisemitas de siempre: enorme nariz ganchuda, larga barba desaseada y, sobre todo, desaforado amor por la riqueza, hasta llegar a la usura. Es probable que tanto en la concepción dickensiana como en la interpretación de Lean haya algo de antisemitismo, o, al menos, de seguir propalando viejos estereotipos, pero, al margen de esto, aun siendo importante sin duda, la actuación del inglés es espectacular. La de los maquilladores también lo fue, está claro, como ejemplo véase la secuencia siguiente:

  En cualquier caso, admitiendo que se perpetúan viejos mitos antisemitas, la película es una excelente adaptación de la novela de Dickens, una escapatoria fácil para aquéllos (me temo que son demasiados) que prefieren visionar la película a leer la novela, aunque pierdan mil detalles de tramas secundarias y descripciones de paisajes y personajes.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

V de Vendetta

 Alan Moore no es precisamente santo de mi devoción. Tengo, sin embargo, varios cómics firmados por él; principalmente porque ha tratado temas muy queridos para mí: el mundo de Lovecraft, extraños sucesos históricos no aclarados -Jack el Destripador-... aunque también ha estado, como es sabido, muchos años ligado al universo Marvel, que nunca me atrajo.
  Sin embargo, Moore es más conocido por esta obra: V de Vendetta, que supuso un tremendo éxito en todo el mundo, que fue posteriormente llevado al cine con otro "exitazo" de público y crítica, y que ha llevado a la dichosa máscara a ser un icono de nuestros días. Desde luego no se puede negar una gran originalidad temática en esta obra, otra patada en la boca para los que piensan que los cómics son cosa de chicos, es una trama sencilla pero bien hilada y con una ambigüedad que hace que sea tomada como banderín de enganche por gentes de muy distinto origen y condición.
 Moore, haciendo una vez más de enfant terrible, abominó de la versión cinematográfica y se alejó públicamente de ella. Yo, en mi humilde opinión, no he visto grandes distancias entre la novela gráfica y la película, aparte, por supuesto, de las necesarias por el distinto formato. Puede que haya algo de ego herido en el escritor... quién sabe.
  Lo tremendo del tema es que la idea central de la novela gráfica es profunda y sanamente ácrata, pues lucha contra todo orden y poder establecido; sin embargo, el verdadero poder y orden de nuestros días -el dinero- hizo también bandera de V de Vendetta, moviendo cientos de millones de dólares, euros, libras, yens y demás monedas infernales entre la distribución de la película y el merchandising posterior. Esa parece ser la maldición de Moore: un tipo en lucha contra lo comercial que tiene la extraña bendición/maldición de vender todo lo que hace como si de churros se tratase. Mejor quedarse, en cualquier caso, con la obra del escritor al margen de los devaneos del mercado.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Ahora leyendo: "Oliver Twist", de Charles Dickens

 Creo que ya lo escribí: la llamada literatura victoriana es, para mí, la vuelta al hogar. Sus largas y adjetivadas oraciones; sus personajes dibujados con mil y un epítetos; sus paisajes industriales o rurales con una brutal diferencia social, son la referencia literaria más noble que alguien que escribe puede tener... otra cosa es que nadie, hoy, pueda escribir como Dickens, Eliot, las hermanas Brontë o Stevenson, y no solo por su calidad, sino porque habríamos de ser hombres y mujeres de finales del XIX para poder llevar el ritmo de vida y creación que se plasmaría en sus obras. Sin embargo, envueltos como estamos en "literatura basura" con la que las editoriales dominantes, meras máquinas de hacer dinero y repartirlo injustamente, nos bombardean sin piedad, la vuelta al ideal literario parece más necesario que nunca. En verdad uno acaba preguntándose qué sentido tiene leer a un autor contemporáneo teniendo a un Dickens.
  Algún sesudo crítico literario de las otrora llamadas "Islas Británicas" (hoy, Reino Unido) ha categorizado al inmortal autor como "literatura humanitaria y humorística", y, en realidad, no me parece en absoluto desafortunado. Pocas novelas he leído en las que la compasión verdadera, sin doblez y sin sensiblería (aquí quien quiera puede adjetivarlo como "compasión cristiana", la de verdad, no la farisaica de la secta de Roma) por los más desatendidos de nuestra animalesca sociedad. En el caso concreto de Oliver Twist, la denuncia social es fundamental, hecha carne en un pobre huérfano que es maltratado y utilizado como bestia de carga por todos los adultos que lo rodean. En otros casos, esa crítica viene a través del humor, irónico y sarcástico, como en Los papeles de Pickwick. Es por ello que esa definición, aparentemente demasiado simplona, no hace mella alguna en la inmortal obra de Dickens. 
 Es destacable que muchos de los escritores más notables, para mí, ejemplo de que la especie humana todavía merece seguir existiendo (aunque, desde luego, la mayoría se gana sobradamente la eliminación en masa), hicieron del humor y la compasión (por otro lado, virtudes hoy en desuso) el armazón principal de sus novelas: búsquese humor y compasión humana en El Quijote y en otras obras cervantinas.
  Al final los grandes son grandes no por lo enrevesado de su prosa sino por todo lo contrario, ya podrían aprender la pléyade de pretenciosos escritorzuelos que defienden su obra desde la soberbia de su sillón de académico.

sábado, 29 de noviembre de 2014

Ahora leyendo: "Con la risa en los huesos", relatos de humor compilados por Valdemar

 Tanto leer a Dostoyevski, literatura victoriana y de terror acaba por marcar el carácter. Por eso es bueno buscar horizontes más risueños, aunque, eso sí, de calidad; nada mejor que confiar, una vez más, en Valdemar.
  Porque cuando se edita una recopilación de relatos humorísticos de Dickens, Conan Doyle, Lewis Carroll, Saki, Jan Potocki, Mark Twain o Kafka no se puede defraudar. Todos ellos, y algunos más, marcaron indeleblemente la literatura universal y las vidas de muchos de nosotros con novelas y relatos que poco tenían de cómicos, pero también han dejado verdaderas joyas satíricas que la editorial Valdemar presenta en este volumen de su colección El Club Diógenes.
  Como el prólogo advierte, hay muchos tipos de humor aquí: desde el humor negro anglosajón de Conan Doyle, al surrealista de Lewis Carroll o al amargo y ligeramente resentido de Ambrose Bierce; pero todos ellos coinciden en la brevedad, y es que, al igual que ocurre con el terror, en los relatos de humor "lo bueno, si breve, dos veces bueno", pues con una rápida lectura nos deja un sabor intenso, como un trago de tequila que nos espabila al instante.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Inciso cinematográfico: "The Zero Theorem", dirigida por Terry Gilliam

 Una película rara, en el buen sentido de la expresión: con muchas interpretaciones -probablemente tantas como espectadores-, con una estética tan peculiar que hechiza; con una actuación del genial Cristoph Waltz, la bella y sensual miniatura femenina de Mélanie Thierry, la hierática dureza de la gigantesca Tilda Swinton y la afortunadamente escasa aparición de Matt Damon.
  La acción -poca en el sentido físico, más en el intelectual- ocurre en un futuro "distópico" en el que Waltz es un matemático informático que, trabajando desde "su casa" -luego hablaré de "su casa"-, trata de demostrar el sentido de la vida. El tipo en cuestión, Qohen Leth, es un verdadero enfermo psicológico, no más que cualquier otro; desde su ordenador -a medias futurista a medias sacado de una novela de steampunk- busca la explicación a la existencia mientras espera una llamada que se la dé y que nunca llega. En su vida se cruza una prostituta virtual que se acaba enamorando de él interpretada por Mélanie Thierry, la nueva Lolita del cine francés: una tipa de poco más de metro y medio que desborda sensualidad por todos los poros. También, quizá como antítesis física, a Leth le trata una psicóloga virtual interpretada por Tilda Swinton, la gigantona Bruja Blanca de Las Crónicas de Narnia que tiene la sensualidad de un contenedor de basuras.
  En mi opinión, -la opinión buena siempre es la propia, lo contrario es dogmatismo-, The Zero Theorem es una alegoría de la vida, de la búsqueda de sentido de la misma. La "casa" de Qohen Leth a la que antes hice alusión no es sino una iglesia abandonada, en el altar está el soberbio ordenador de su puesto de trabajo y en el órgano está su cama. Es sencillo representarse a Qohen Leth como un eremita que busca a Dios en un mundo sin Dios; la espera de la llamada es algo que todos los que tenemos ya cierta edad hemos escuchado cientos de veces en nuestra catequizada adolescencia: "la llamada de Dios". Frente a la espiritualidad y la búsqueda de sentido a todo, la sensualidad apasionada de la Thierry, que desempeña una versión actualizada de la profesión de María Magdalena y que supone la tentación para el timorato de Leth.
  La respuesta final a la búsqueda de sentido parece estar en un agujero negro, reduciendo así la noción de Dios a la más razonable, científica y desesperanzadora del Big Bang.
 Una muy buena película, de nuevo, para mí. Waltz no alcanza la pericia interpretativa con la que nos deslumbró en Inglorious Bastards, pero cumple ampliamente; el resto del elenco cumple sobradamente con las expectativas. Pero lo más destacable es la fotografía de la película, casi en su totalidad de interiores, con una espléndida adaptación de esa casa-iglesia.

martes, 25 de noviembre de 2014

"Una resaca de cuidado", por Jacques Tardi y Leo Malet

 Cada historietista, obviamente, tiene su propio estilo: el detallista de Vittorio Giardino, el de trazos aparentemente descuidados de Hugo Pratt, el más infantil de Art Spiegelman o el inconfundible de Jacques Tardi.
  De los anteriormente citados, el estilo de Tardi es más parecido al de Pratt, aunque Corto Maltés tiene un terminado más artístico que los personajes del francés. Me gusta mucho, sin embargo, el tratamiento que hace Tardi de los paisajes urbanos en los que ambienta sus historias: no son más que calles comunes y corrientes con casas propias del país vecino, calzadas con pavés y coches de la época -años 40 y 50-, pero  rezuma todo una atmósfera que presta una verosimilitud extraordinaria.
 En esta ocasión, Una resaca de cuidado, es otra aventura del antihéroe "tardiniano" por excelencia, Néstor Burma, un atrabiliario y desmañado detective creado por "el Vázquez-Montalbán de las letras francesas", Leo Malet.
  Porque, ya lo conté de Pratt, en el cómic hay demasiados ilustradores que pretenden meterse a escritores, y, aunque a algunos les salga bien -caso de Spiegelman o Giardino-, la mayoría suele naufragar en la intensidad de la trama. Jacques Tardi no se limita a dibujar, pues también interpreta las novelas de Malet, pero en las historias de Néstor Burma se observa la profundidad y el buen hacer que uno espera de un gran escritor.

jueves, 20 de noviembre de 2014

"36-39. Malos tiempos", por Carlos Giménez

 Que los cómics o novelas gráficas no son asuntos infantiles o juveniles sino que pueden tratar temas de honda madurez se sabe de hace mucho tiempo, pero lo cierto es que hay temas y temas. No se me ocurre una temática de mayor crudeza que una guerra civil, pero es que el modo descarnado y verosímil que le da Giménez recalca la brutalidad del conflicto.
  36-39. Malos tiempos  es un cómic abrumador. Es abrumador por la enorme calidad de Giménez como ilustrador, uno de los mejores a nivel mundial, sin duda; pero también es abrumador por la dureza con la que trata la muerte sin sentido, caprichosa e infantil que se apoderó de nuestro país entre 1936 y 1939. Carlos Giménez no es un contemporizador, no trata de quitarle yerro al asunto, todo lo contrario: me ha resultado verdaderamente duro leer este cómic, cada historia está preñada de la barbarie y el salvajismo que se enseñoreó de esta triste tierra hace casi ochenta años.
 No he podido evitar recordar viejas historias que me contaron mis abuelos Alfonso y Manolita, alguna recogida aquí como aquella del obús que cayó en la farmacia El Globo. La tristeza con la que mis abuelos me lo contaban ya en los primeros años ochenta todavía me sobrecoge.
  En su prólogo, el autor advierte que no será neutral: "que nadie me pida que sea neutral ante el fascismo". Sin embargo, el cómic no es, en absoluto, un panfleto propagandístico, sobre todo porque la crudeza de la narración, especialmente cuando son niños los protagonistas, no deja títere con cabeza. Para Giménez no hay ni buenos ni malos, la guerra los ha convertido a todos en malos, ha sacado lo peor que hay en cada uno de ellos. De ahí la extrema verosimilitud de la narración.

martes, 18 de noviembre de 2014

Busqué...


Busqué amor paterno y encontré disciplina,
busqué amistad y encontré compañerismo,
busqué a Dios y encontré liturgia,
busqué amor conyugal y encontré rutina,
busqué ayuda y encontré contraprestaciones,
busqué conocimiento y encontré instrucción,
busqué paisajes y encontré aparcamientos,
busqué árboles y encontré farolas,
busqué ríos y encontré cloacas,
busqué hermanos y encontré coetáneos,
busqué Paz y encontré treguas,
me busqué a mí mismo, al fin, y no encontré más que este tipejo.

lunes, 17 de noviembre de 2014

"Lovecraft. Un homenaje en 15 historietas"

 La Revista Cthulhu y su editorial, Diábolo Ediciones, sacan este volumen con adaptaciones de relatos lovecraftianos.
  Howard Philips Lovecraft, es bien sabido, pasó a mejor vida sin dejar hijos ni herederos de sangre alguno, sus familiares más cercanos eran mayores que él: su madre, sus tías, su abuelo materno; y sus "familiares" más lejanos eran dioses arcaicos y pretéritas civilizaciones superiores... lo demás, en su vida, fue soledad. Decía herederos de sangre, porque herederos culturales ha dejado millares: probablemente todos sus lectores seamos herederos en cierto sentido. Pero es más claro en los escritores e ilustradores que han continuado su talentosa labor. 
 Un aspecto muy interesante de su obra es que nadie piensa que esté plagiando nada al inspirarse en un relato suyo y modificar las coordenadas espacio-temporales o algún aspecto concreto y darle así vida nueva.
  Porque la cosmovisión de Lovecrat excede el tema para convertirse en categoría. En su época formó junto con otros escritores el llamado a posteriori  "Círculo de Lovecraft" que se dedicó a ampliar sus espléndidas categorías de terror cósmico. Hoy en día, ese afán de querer profundizar en las posibilidades del terror lovecraftiano sigue vivo y productivo, un excelente ejemplo es este volumen.

viernes, 14 de noviembre de 2014

"Cleveland", por Harvey Pekar y Joseph Remnant

 La manía del ser humano de clasificar, categorizar y ordenar, lleva a errores de bulto en todos los campos. Porque, por mucho que nos empeñemos, las cosas no son tan cuadriculadas, y mucho menos en ámbitos creativos. Incluso algo tan poco académico como el mundo del cómic está ya metido en la horma que todo lo fuerza; y así los sesudos estudiosos de la novela gráfica han dividido geográficamente en "cómic europeo" y "cómic americano", dando al primero características más adultas y realistas, mientras que el segundo se dejaba en su totalidad para los superhéroes de la todopoderosa factoría Marvel. Harvey Pekar es americano, de Cleveland, Ohio, para más señas, pero ¿encaja en las supuestas características del cómic americano?
  Pues no, evidentemente. Un tipo de mediana edad, siempre malhumorado, calvo y solitario, que vive en barrios empobrecidos de una ciudad en claro declive y se mantiene con empleos sin futuro y mal pagados tiene muy poco que ver con los brillantes -e irreales- héroes de Marvel. De hecho, el llamado -otra etiqueta- "cómic underground" surgió en Estados Unidos contra la tiranía de unos personajes y unas historias que no tenían nada que ver con las vidas grises y corrientes que realmente llevaban sus lectores. Alan Moore, otro de los gigantes del cómic, explica que en un principio, los superhéroes de Marvel rompían la monotonía y escasa previsión de futuro de los lectores, pero que al final acabaron por ser una droga idiotizante para muchos. Frente a esto, Harvey Pekar o Robert Crumb -amigos, por otro lado- inundaban los kioscos de un realismo social que, probablemente, no era del agrado de quienes ejercían el poder; no creo que ningún alcalde de Cleveland haya disfrutado con las imágenes -duras pero según parece ajustadas a la realidad- que Pekar nos transmite en sus cómics.
  La obra más conocida de Harvey Pekar es American Splendor, un título irónico para narrar las experiencias de un joven de clase obrera del Medio Oeste americano: el descubrimiento de la sexualidad, la amistad y el compañerismo, las crisis de identidad... todo en el gris escenario de una otrora exitosa ciudad industrial. Cleveland fue su última entrega, una suerte de reconocimiento final a ese escenario de sinsabores y pequeñas alegrías que debió ser su vida; un cómic que a todas luces tiene más de europeo que de americano.

Ahora leyendo: "Los demonios", de Fiódor Dostoyevski

 No es Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov o El idiota, pero Los demonios participa de todas las características de Dostoyevski: realismo social, gran capacidad de análisis psicológico de los personajes, un cierto existencialismo enfocado hacia un pesimismo y una temporalidad temática que, sin embargo, alcanza lo intemporal.
  Porque con Dostoyevski pasa que, a veces, el desarrollo de la psicología de cada personaje acaba por ocultar la trama de la novela. En este caso, pinta un fresco de la sociedad rusa de la segunda mitad del XIX, época como bien es sabido harto convulsa, con las brutales desigualdades que se cebaban en la paupérrima clase obrera y que, como era previsible -ayer igual que hoy- preconizaba la llegada de un periodo revolucionario que acabaría en guerra civil. Se fija el autor en la aparición de grupos nihilistas que buscaban provocar el cambio social a base de violencia pura y dura. Y, sin embargo, la lenta y adjetivada prosa describe tan minuciosamente la evolución psicológica y de comportamiento de todos y cada uno de los personajes, que la violencia de los hechos queda oculta.
  Todo ello, como es habitual en la literatura rusa, en cerca de mil páginas de sesuda prosa. 
 Leer a Dostoyevski supone, al igual que con Tolstoi, Proust y otros, entrar en un mundo en la que el reloj no parece correr. La descripción de un individuo concreto es tan exhaustiva, que da la impresión de estar describiendo a la totalidad de la especie humana; de ahí que pese a tener una estrecha relación temporal, se puede decir que es una novela eterna.

lunes, 10 de noviembre de 2014

"Veneno", por Peer Meter y Barbara Yelin

 Lo que ahora llaman más novela gráfica que cómic  (esto es: orientado más hacia un público adulto y con tramas más elaboradas y complejas): Veneno, del escritor Peer Meter y la ilustradora Barbara Yelin.
 Veneno recoge una sórdida historia ocurrida en Bremen (ciudad natal por cierto del escritor) en 1830, que supuso a la postre la última ejecución pública de una mujer (parece que decapitar públicamente a hombres continuó algo más... ¡y a quién le importa!) en tal ciudad. La asesina confesa, aunque con grandes lagunas en los interrogatorios, de más de quince personas supuso, al parecer, un aldabonazo para la adormecida y burguesa ciudad hanseática que quedó horrorizada durante décadas. La "envenenadora de Bremen" como habría de ser internacionalmente conocida mató con veneno para ratas a sus tres hijos, sucesivos maridos y conocidos de la ciudad. Parece que el juicio estuvo plagado de errores y omisiones pero que los asesinatos si los cometió la ejecutada quien, eso sí, parecía tener un grave trastorno psiquiátrico.
    Ya con la portada se aprecia la enorme calidad de los dibujos de Barbara Yelin: son dibujos al carboncillo con gran maestría que, debido a su negritud, refuerzan el ambiente opresivo de aquellas circunstancias. Con respecto al escritor, Peer Meter es un reputado especialista en temas morbosos, especialmente en el formato del cómic, aunque, en mi humilde opinión, al menos a éste le falta un poco de mordiente, algún giro en la historia que sorprenda y anime, pues la trama es demasiado lineal, demasiado previsible. Un muy buen cómic, en cualquier caso, de una editorial, Sins entido, que, me temo, esté pasando en estos momentos por serias dificultades.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Corto Maltés en Siberia, por Hugo Pratt

 Una de las mejores historias de Corto, con todas sus características habituales: personaje principal chulesco pero interesante, violento pero cortés, rudo pero caballeresco; aventuras exóticas pero históricamente verosímiles; y, por encima de todo, unos excelentes dibujos, difícilmente igualables en calidad.
  En esta ocasión reaparece otro de los personajes más entrañables, alter ego de Corto, que refuerza su condición de personaje dulce dentro de su radical vida; este personaje es Rasputín, obviamente inspirado en el controvertido monje (se hacía pasar por tal aunque no lo era) de la última etapa zarista.
  Corto Maltés en Siberia es menos apreciado por los puristas del cómic de Pratt, pero, en mi opinión, es uno de los que tiene mejor desarrollado el argumento, hay algunos que son demasiado flojos.
 Por cierto, recientemente leí en la red de redes un artículo en el que se fichaba a Corto Maltés en la "otra acera", que era homosexual. Es notable que en los cómics para adultos (o al menos no estrictamente para niños) sea imprescindible dejar meridianamente clara la sexualidad del personaje principal, si no quedara claramente establecida, el personaje es sospechoso de ser homosexual. En realidad es una cuestión puramente machista, pues el lector se identifica habitualmente con dicho personaje (que suele ser aventurero, decidido y diferente), con lo cual también quieren ver (unos y otros) que su sexualidad se define clara y bizarramente (en el sentido de la RAE, valiente) en su propio lado. En mi opinión, es otra forma de sacar los pies del tiesto, de pedir demasiado a un cómic y su personaje. Todo cómic o novela gráfica no es sino una recreación de una vida de ficción que no tiene porqué costreñirse a las limitaciones de la vida real que todos tenemos... nada más, no se ha de buscar un referente moral en un personaje de cómic, si se hace es evidente muestra de no haber alcanzado la madurez que se espera en todo adulto. 

martes, 4 de noviembre de 2014

Nazerman versus Moonbloom

 Los dos personajes principales de Edward Lewis Wallant: Sol Nazerman y Norman Moonbloom. Semejanzas: ambos son judíos americanos, ambos son terribles solitarios, pero sobre todo ambos son tipos inadaptados, incapaces de afrontar con normalidad las vidas, terribles o no, que les han tocado en suerte.
 En el caso de Nazerman la "excusa" es sencilla: superviviente de un campo de concentración, ha sentido el horror en carne propia, ¡y tanto! Sobrevivió a las crueles torturas y muertes de la mujer y los hijos. De forma muy sutil, Wallant nos presenta al prestamista en su Alemania natal, antes de que llegara al poder la chusma nazi, en una idílica excursión campestre, todo sonrisas y parabienes. De pronto, la atroz infamia. Todo queda, pues, explicado: Nazerman es producto natural del nazismo, quedó psicológicamente destruido, vaciado de alma, limitado a ser un cuerpo que arrastre su desdicha por este insensible mundo.
 Pero, ¿y Moonbloom? Norman Moonbloom es un tipo hastiado de vivir, cansado de la gentuza con la que trata a diario (sus inquilinos principalmente pero tambien su hermano Irwin), agotado del supuesto fracaso en que se ha convertido su vida. Pero, ¿acaso tiene alguna tara física o psicológica como Nazerman? ¿Pasó por el infierno del lager? No, Norman Moonbloom es, en realidad, un niño bien que se queja por todo: un tipo de treinta y tres años que dedica su vida a tratar con desagradecidos que lo maltratan y manipulan, y lo peor de todo es que es perfectamente consciente; no tiene el coraje de tirar todo por la borda e iniciar una vida que le llene, con sus zozobras y pesares, pero con momentos de dicha. Norman Moonbloom es un acomodadizo que jamás saldrá de la inercia en la que le puso su familia, nunca levantará la voz al imbécil de su hermano ni a los aprovechados de los inquilinos, simplemente seguirá malgastando lo único que en verdad tiene, su vida, hasta que todo acabe.
 Y sin embargo, cuán parecidos son Nazerman Y Moonbloom. Sus gestos de hastío y cansancio vital son idénticos. Han llegado al mismo final con muy diferentes mimbres, son los perfectos perdedores grises de una gran ciudad que sigue adelante con machacona indiferencia. ¡Cuánta gente conozco en situaciones semejantes!
 Edward Lewis Wallant se nos revela como un escritor especialmente interesado en la psique humana, con una capacidad de mostrarlo casi semejante a Dostoyevski... ¡Mierda de aneurisma! 

domingo, 2 de noviembre de 2014

Ahora leyendo: "Los inquilinos de Moonbloom", por Edward Lewis Wallant

 El prestamista ha sido una de las mejores novelas que he leído en los últimos meses: personajes redondos con gran desarrollo de su psicología, trama sin bajones ni fisuras que cuenta la brutalidad del siglo XX, amenidad en la narración a la par que profundidad... Ahora estoy con otra novela de Wallant: Los inquilinos de Moonbloom.
  En el excelente y muy literario prólogo de Rodrigo Fresán, se trata de unir monstruo y criatura, autor y obra, en un análisis más freudiano que otra cosa. Tal vez trata de conocer a Wallant a través de Moonbloom y viceversa. Lo cierto es que coincido con Fresán en que Edward Lewis Wallant es uno de los mayores escritores americanos del pasado siglo que nos fue arrebatado por un temprano aneurisma, nos dejó huérfanos en cualquier caso de un escritor judío concienciado con el holocausto pero sin victimismo, de un americano con vocación universal, de un narrador capaz de asomarse al pozo sin fondo que es el alma humana... la élite de esta mediocre especie que llamamos humanidad.
  Norman Moonbloom es, tal vez al igual que Wallant y que la mayoría de sus lectores, un perdedor, pero un perdedor que se sabe superior a todos aquellos triunfadores, especialmente a su hermano. No es sino el casero (el encargado del verdadero casero que es su hermano) de unas depauperadas casas de apartamentos en Nueva York, un tipo cuya principal función en la vida es cobrar el alquiler a quienes le pondrán todo tipo de pegas y de quienes, a su vez, tratará de escurrir el bulto para no arreglar las terribles deficiencias de las viviendas. Una vida gris sin parangón. Pero una vida gris de alguien que analiza todas y cada una de las palabras de sus inquilinos, psicoanalizándoles en verdad, mientras los días pasan con rutinaria vulgaridad. Un antihéroe clásico.
 Lo más atractivo de Wallant, para mí, es su extraordinaria capacidad de hacer brillante lo opaco, de sacar oro de pura mierda. Sus personajes son perdedores absolutos, sin remisión alguna, pero también son aquellos que en realidad saben que no hay ganadores ni perdedores puesto que no hay carrera alguna que ganar o perder. Todo se reduce a una mera subsistencia en la que no queda otra cosa que ser muy conscientes de la nulidad de la vida y a la vez creer ser "hechos a la imagen y semejanza de un Dios".

miércoles, 29 de octubre de 2014

Ahora leyendo: "El sueño de un hombre ridículo. Bobok. La sumisa", por Fyodor Dostoyevski

 Leer a Dostoyevski es siempre bucear en lo más profundo del alma humana, encontrarse a uno mismo retratado "negro sobre blanco" con una verosimilitud que pocos han conseguido. Habitualmente el formato es el de una gran novela, en varios cientos de hojas, pero no siempre, aquí van tres breves relatos:
  El título del primer relato, El sueño de un hombre ridículo, es usado por contraposición, pues tal hombre tiene un sueño que no es sino un compendio de la humanidad, en el que el hombre primigenio, natural e inocente, es corrompido hasta llegar a nuestro estado -en esencia el concepto desarrollado por Rousseau-. Todo esto escrito con la sencilla genialidad de Dostoyevski, con esa introspección que parece imposible encontrar en un autor de mediados del siglo XIX. Los valores de lo que se ha dado en llamar el "existencialismo literario" están condensados en este relato: el libre albedrío, la idea del suicidio, la redención a través del sufrimiento, el feroz individualismo... todo en poco más de cuarenta páginas de un libro de bolsillo... ¡quién quiere más!
  Los de Alianza Editorial lo han bordado cuando prologan estos relatos con su última frase: "... todos giran en torno a dos de las preocupaciones mayores del autor, a saber: por un lado, la insensibilidad de la que el hombre es víctima a causa de su enajenación respecto a sus raíces, y por otro el sentido de su andadura sobre la tierra." Pues en eso precisamente estamos nosotros, en esa andadura sobre la tierra, y  alegra el paso el saberse acompañado en tan ardua tarea por un hermano de sufrimiento, por Fyodor Dostoyevski.

lunes, 27 de octubre de 2014

"Las célticas, Corto Maltés", de Hugo Pratt

 Ya he escrito antes de Pratt y de su creación por excelencia: Corto Maltés. Todas las enormes virtudes y los no pequeños defectos están en este tomo.
  Virtudes muchas, ya lo dije: extraordinarios e icónicos dibujos (en verdad uno de los personajes más famosos de cómic de todos los tiempos); argumentos sencillos pero bien hilados que enganchan al lector y hacen de Corto Maltés un personaje redondo; referencias literarias, culturales y sociales que dan empaque a la obra... En definitiva, una de las mejores creaciones del cómic europeo. Pero también defectos, sobre todo la escasa calidad literaria de los diálogos, que parecen demasiado artificiales y forzados. Lo escribí en otra entrada: Hugo Pratt fue mucho mejor dibujante que escritor. Su obra principal, Corto Maltés, adolece de laxitud en algunos momentos.
  La obra de Pratt recae en nuestro país en la editorial de cómics más potente: Norma Editorial, que, de forma recurrente, publica en una calidad bastante aceptable su obra. Hace años, ya bastantes, sacaron una colección en un formato muy grande y con gran calidad. No sé si fue un acierto o no, pero ahora han vuelto a reeditarlo  en un formato más pequeño pero igualmente con gran clase, toda vez que Corto Maltés está considerado como "cómic para adultos".

viernes, 17 de octubre de 2014

Ahora leyendo: "El santuario y otras historias de fantasmas", por E. F. Benson

 Otra impagable colección de relatos fantásticos editada por Valdemar, esta vez de un autor "menor" pero con suficiente talento como para echar unas cuantas horas con su obra: Edward Frederic Benson.
  Benson no es Poe, desde luego. Sus relatos pueden parecer un punto ingenuos comparados con los del americano; puede que tampoco tenga el talento de De Maupassant, Le Fanu, Dickens o Radcliffe, pero no deja de tener una prosa eficaz, cultivada sin caer en lo recargado, y unas historias sencillas pero eficaces. Son, simple y llanamente, relatos de fantasmas: narraciones en las que el personaje principal, un reputado y escéptico caballero, acaba por rendirse a la evidencia de que existen algunos fenómenos paranormales que solo pueden ser explicados mediante el concurso de fantasmas, espíritus o almas en pena.
  Es probable que muchos de estos autores hayan sido subidos al carro del éxito por "desaprensivos editores" que quieren vender libros al socaire del gusto por la "literatura victoriana", y es por ello por lo que, inconscientemente, los comparo con aquellos grandes genios, pero lo cierto es que, en mi opinión, los relatos de Benson bien merecen ser recogidos en este pequeño tomo que Valdemar nos presenta.

lunes, 13 de octubre de 2014

The Smiths - "Asleep"

Sing me to sleep
Sing me to sleep
I'm tired and I
I want to go to bed

Sing me to sleep
Sing me to sleep
And then leave me alone
Don't try to wake me in the morning
'Cause I will be gone
Don't feel bad for me
I want you to know
Deep in the cell of my heart
I will feel so glad to go

Sing me to sleep
Sing me to sleep
I don't want to wake up
On my own anymore

Sing to me
Sing to me
I don't want to wake up
On my own anymore

Don't feel bad for me
I want you to know
Deep in the cell of my heart
I really want to go

There is another world
There is a better world
Well, there must be
Well, there must be
Well, there must be
Well, there must be
Well...

Bye bye
Bye bye
Bye...

Ahora leyendo: "Relatos espeluznantes", de Arthur Conan Doyle

 Lástima que nadie lea este blog, porque si no los señores de Valdemar iban a tener que pasarme una pequeña gratificación por las flores que les lanzo... Sí, otra vez la editorial Valdemar, ahora con una recopilación de relatos fantásticos del escocés Conan Doyle.
  Me desharía en elogios a esta editorial: rescata autores que han sido injustamente olvidados, nos trae obras menores de escritores consagrados, mantiene los precios ajustados para aquellos de nosotros que queremos leer y no presumir de biblioteca... todo eso y mucho más, un verdadero lujo para un país como el nuestro tener a esta gente...
 En el caso de Arthur Conan Doyle, encontramos un montón de ediciones, buenas, regulares y pésimas, del archiconocido Sherlock Holmes y todo lo más de El mundo perdido, pero faltaban algunos relatos que entran dentro del "cajón de sastre" que algunos han llamado "literatura gótica" y que no es sino literatura fantástica, algo que cultivaron grandes autores como Dickens, Maupassant, Henry James o el propio Poe, algo muy del gusto de la sociedad victoriana.
 De los aquí presentados destaca mucho, pero mucho mucho, El parásito, una historia sobre hipnotismo (mesmerismo se llamaba en su época) que era muy del gusto de entonces. Los otros relatos si son bastante menores, pero dignos de echar unas pocas horas con ellos.

martes, 7 de octubre de 2014

Fiódor Dostoyevski


 Cuando reconozco a un hermano en mi prójimo, solo entonces soy hombre.

                        Fiódor Dostoyevski

Ahora leyendo: "El prestamista", de Edward Lewis Wallant

 Una de las mejores novelas que he leído en los últimos tiempos, tanto en el argumento: la vida anestesiada de un superviviente del Holocausto y su lucha por seguir vivo dejando de pensar y de sentir; como en la forma: una prosa suficientemente rápida para transmitir la feroz existencia en Nueva York como lenta para informar de los sentimientos de todos los concurrentes a la casa de empeños.
  Desgraciadamente, Edward Lewis Wallant falleció, según parece por un aneurisma, a la tempranísima edad de 36 años, lo cual nos privó de un inmenso talento literario. Wallant era, como tantos otros escritores norteamericanos, de origen judío y por tanto parte de uno de los mayores dramas colectivos que sufrió (se autoinfligió, en realidad) la humanidad en el pasado siglo, pero el enfoque que toma en El prestamista tan tremendo drama es muy particular: es el de aquél que aparentemente venció a la muerte y la barbarie, pero que está psicológicamente muerto.
 Sol Nazerman es un hombre de mediana edad que regenta una casa de empeños en el conocido como "Spanish Harlem", un depauperado barrio de Manhattan habitado por miles de latinos que tratan de subsistir un día más en su rudo ambiente. El contraste del hombre que lo ha perdido todo en los campos de concentración, sobre todo a su mujer e hijos, con la abigarrada humanidad que forma su clientela refuerza el contraste del que está muerto en vida con las brutales ansias por vivir de los otros.
 El retrato del prestamista y de otros personajes como Jesús Ortiz, su ayudante; la familia, encabezada por la hermana, que viven de su dinero; su amante, la también superviviente Tessie; el propietario de la tienda, Murillio; la bienintencionada y obtusa Marilyn Birchfield; y toda la caterva de chulos, putas, pederastas y delincuentes de poca monta componen un cuadro de una extraordinaria verosimilitud sin caer en ningún tipo de juicio de valor: no hay ni buenos ni malos, solo gente que vive y sufre.
 En el extraordinario prólogo de Eduardo Jordá, que también firma la traducción, presupone una búsqueda de la redención a través del sufrimiento, del dolor. No sería el primero que, contra toda lógica humana, siente una terrible culpa por el mero hecho de haber sobrevivido. Sin embargo, el prestamista decide cercenarse la capacidad de sentir y pensar, dejando simplemente pasar el tiempo. En un párrafo se condensa esta circunstancia, cuando Nazerman habla a su amante ante el cadáver de su padre: "Escúchame: olvídate de todo esto. No pienses, no sientas. Ve pasando a través de las cosas: es la única forma de vivir. Imagínate que eres una vaca encerrada con otro millón de vacas detrás de una cerca. No temas, no sufras. Muy pronto llegará el hacha. Y mientras tanto, come y descansa. ¡Y no prestes atención, no llores!"

domingo, 5 de octubre de 2014

Sospechosas coincidencias

 En los personajes principales de mis dos novelas encuentro evidentes rasgos autobiográficos que me definen... no es de extrañar.
  Sin embargo, ahora, releyéndolas, me sorprende que el final de ambos, la muerte, tenga características de expiación de culpas ajenas: la violación de la madre y la muerte de su pareja en el caso del noruego y el desamor y la pobreza extrema en la del galés. Ambos son víctimas de otros: de sus padres, de la sociedad... pero también de sí mismos, de sus incapacidades para afrontar la rudeza de la vida, para amortiguar, aunque sea temporalmente, su hipersensibilidad emocional.
  Ambos llegan al fatal desenlace como a una penitencia extrema que los libere del sufrimiento vital en una clara muestra de inadaptación a la realidad... ¿mera coincidencia?

miércoles, 1 de octubre de 2014

Edward Lewis Wallant

 "Deja de preocuparte por los resultados. Piensa en lo que tienes que hacer. Tiene que haber palabras -palabras nítidas y fáciles de entender- que puedan expresar en una secuencia adecuada tus sentimientos verdaderos."
                            E. L. Wallant