jueves, 30 de enero de 2014

Inciso cinematográfico: "The Human Monster"

 Ocurre con frecuencia que, en nuestro afán simplificador, tendemos a identificar a un actor con un papel determinado, "encasillarlo" decimos; eso ocurre con Bela Lugosi, el eterno Drácula, al que se nos hace difícil imaginar sin un frac y una larga capa negra... Bueno, pues esta no es una película de vampiros, es posible incluirla en el género policíaco.
  Es de 1939 (malos tiempos en este país), rodada íntegramente en Londres, cuya trama narra los cruentos asesinatos de un elegante Lugosi (conde Orloff) que mantiene una actividad delictiva apoyado por un, aparentemente benéfico, centro asistencial para invidentes; el ladino de Orloff actúa como corredor de seguros de pobres tipos a los que, falsificando sus firmas, hace su beneficiario en caso de muerte; los tomadores del seguro, obviamente, fallecen ipso facto, dejando al buen conde cada vez más rico.
  Sin duda no se trata de una de las mejores películas de la época, en realidad es entretenida y peculiar, teniendo en el guión (basado en una novela de Edgar Wallace) su punto fuerte; sin embargo, la pátina de clasicismo que va dejando el paso del tiempo y las icónicas (y hasta cierto punto un poco cómicas) apariciones de Bela Lugosi la hacen suficientemente recomendable.

miércoles, 29 de enero de 2014

Ahora leyendo: "Trilogía de Auschwitz". de Primo Levi

 Primo Levi es, ya lo he repetido hasta la saciedad, uno de los escritores que más he admirado toda mi vida, capaz de rehacerse una vida (rifarsi una vita) tras la barbarie del campo de exterminio; florecer como persona, con mujer, hijos, proyectos; florecer profesionalmente, retomando su oficio tras el horror, hasta llegar a ser director de la fábrica, Levi era químico; y florecer como escritor, llegando a ser, en mi opinión, uno de los mejores cuentistas de todos los tiempos con relatos fantasiosos, imaginativos, sorprendentes... Todo eso hizo Primo Levi, sin embargo jamás olvidó el terrible pasado, no le habríamos culpado si lo hubiera hecho para no sufrir, pero no, como el mismo decía "la memoria es un deber"; dedicó mucho tiempo y energía a dar conferencias en colegios, institutos, universidades, televisiones, periódicos... todo con una finalidad: que no se olvidara el terror, pero no por morbo sino con afán inmunizador, preventivo, sabedor de que todo "lo que ha sucedido puede volver a suceder".
  Primo Levi fue un gigante de la humanidad, aunque no llegara al metro setenta, un gigante capaz de asumir lo que parece inaceptable para seguir adelante con finalidad didáctico, sin resentimientos, sin venganzas... un verdadero humanista. Incluso su terrible fin lo humaniza más si cabe (Levi se suicidó arrojándose por el hueco de la escalera de su casa de siempre, donde nació, en Corso Re Umberto, Turín; su familia siempre creyó en el fin elegido no en el inverosímil accidente), este final, digo, lo humaniza más si cabe, pues lo presenta como un hombre sufriente, con una inmensa carga sobre sus débiles hombros, luchando contra miles de demonios interiores, creando aun con todo, desafiando la brutalidad, la insensibilidad de sus contemporáneos con una inmensa y demoledora misericordia y comprensión.
 La Trilogía de Auschwitz se inicia con Si esto es un hombre que es una invocación no solo a la víctima y a su verdugo, sino al mismo lector que ha de encontrar su propia humanidad en esas páginas, ha de reencontrarse con su naturaleza más primordial, con lo poco que nos quede de dignidad.

jueves, 23 de enero de 2014

Ahora leyendo: "La lente de diamante" de Fitz-James O'Brien.

 En los últimos tiempos me he acostumbrado a leer recopilaciones de relatos de distinta índole, generalmente editados por Valdemar, la razón fundamental es que, a pesar de ser pocos, todavía encuentro joyas que desconocía y que aprovecho a descubrir con una ilusión que no difiere mucho de la que tenía con catorce o quince años y todo era nuevo... Fitz-James O'Brien es uno de ellos.
  Lo conocía no con Valdemar sino con Atalanta y su Antología universal del relato fantástico de la que ya hablé en otra entrada. No había leído al tal O'Brien y era esperable, pues, aunque sus relatos son talentosos y originales, llevó una vida corta (33 años) en un periodo riquísimo en grandes escritores. Son relatos sencillos pero a la par bien construidos, cayendo más en la genérica clasificación de fantástico que en la de terror.
  En la contraportada que se puede ver sobre estas líneas, los de Valdemar lo comparan a Poe y a Maupassant, aunque eso ya me parece mucho afirmar. Fue un buen escritor con gran capacidad, lástima que, de nuevo, la guerra se lo llevara a tan temprana edad.

domingo, 19 de enero de 2014

Ahora leyendo: "Hambre", de Knut Hamsun

 Escrito en 1890, es uno de los relatos, o novela breve como se quiera, más desasosegantes que he leído, al nivel de las obras de Kafka "de verdad" (quiero decir aquellas que Kafka escribió arrebatado por su enfermiza personalidad como La metamorfosis, El proceso o El castillo, no como esa novela escrita conscientemente, América, que es perfectamente olvidable). Muchos críticos coinciden en afirmar que es una obra más propia del llamado Existencialismo literario de principios del siglo XX que del Naturalismo que dominó el XIX. El personaje, que no tiene nombre, edad o pasado, se debate en la Kristianía (hoy Oslo) de finales de ese siglo entre la miseria, el hambre y la soledad; todo porque ha decidido vivir exclusivamente de lo que escribe... 
  El ambiente es opresivo, febril, casi surrealista; ya digo, el mismo  que en La metamorfosis de Kafka. No hay apenas descripciones naturalistas de la acción, sino que en una espiral hacia el desastre marcada por el camino hacia la locura del protagonista. 
 Hace no tantos días leí Diario de una vagabunda de Hayashi Fumiko, algunos han establecido una relación entre ambas novelas, pero la de la japonesa es eso, un simple diario de la pobreza cotidiana, la novela del noruego es un relato más literario, más elaborado sobre esa hambre inveterada.
  En 1966, Henning Carlsen llevó la novela al cine en una adaptación muy literal del texto, sin apenas licencias cinematográficas salvo por la elección del blanco y negro en lugar del color (recordemos que el cine en color se generalizó en los primeros años 50), así consigue dar un aire más irreal a la película.

viernes, 17 de enero de 2014

Ahora leyendo: "El grito primal" de Arthur Janov

 Ahondando en la psicología freudiana, Janov reconoce las neurosis que casi todos los seres humanos tenemos retrotrayéndonos a agresiones (falta de afecto, inseguridades, abandonos, maltratos...) en nuestra más tierna infancia o incluso en época prenatal.
  Dichas agresiones nos provocan neurosis que se mantienen hasta la edad adulta, generando trastornos que cercenan nuestra capacidad de disfrute de la vida. Concretamente, Janov llega a hablar de "seudosentimientos" aquellos con los que nos parapetamos (sobreactuamos) para superar esos traumas infantiles, entre ellos dos de los más ubicuos en nuestra sociedad: ansiedad y depresión.
 Quizá lo más difícil de asumir es la "curación" que el psicólogo propone: la terapia inicia con varios días de vuelta a la infancia tras los que llega el "grito primal", que no es sino exactamente eso, un grito proveniente del dolor acumulado a lo largo de los años. Según Janov, este grito puede ser largo y agudo, pueden ser insultos (principalmente dirigidos hacia los padres) o simples suspiros. El terapeuta ha de sacar ese dolor y, posteriormente, el paciente puede hacerlo de forma privada.
 Otro capítulo también controvertido es la relación que establece entre la neurosis y las enfermedades psicosomáticas: jaquecas, hipertensión arterial, "perversiones sexuales"... considerándolas como meros efectos de aquellos traumas y, por tanto, eliminables por la terapia del grito primal.

jueves, 16 de enero de 2014

Inciso cinematográfico: "The Book Thief", dirigida por Brian Percival

 No se me ocurre un tema más manido en el cine europeo de las últimas décadas que la brutalidad de los nazis con la población judía. Por supuesto, socialmente hablando, considero que está más que justificado, el exterminio premeditado de más de seis millones de seres humanos que tenían la terrible desgracia de pertenecer al mismo grupo social que banqueros como los Rothschild, Rockefeller o Fugger (que sí que eran responsables de la implantación de un sistema económico, el capitalismo más despiadado, que empobrecía a propósito a millones de individuos o países completos) sin la más mínima compasión hace apenas setenta años ha dejado una profunda, dolorosa e indeleble cicatriz en la sociedad europea. En cualquier caso, no todas las aproximaciones a tan tremendo tema son afortunadas. Me temo que esta no lo es.
  La ladrona de libros es una película muy efectista. Se nota que ha sido rodada con un alto presupuesto que facilitó una cuidadísima fotografía, unos decorados excelentes y, por encima de todo, la elección de dos de los mejores actores del momento: Emily Watson y -especialmente- Geoffrey Rush. Concretamente el actor australiano da una verosimilitud a la película con esa naturalidad y soltura a la que nos tiene acostumbrados en los últimos años. Desde luego no se puede acusar de poca verosimilitud a la cinta, todo encaja en la archiconocida historia de mediados del siglo XX, entonces... ¿Cuál es el problema? En mi opinión, el guión es terriblemente previsible, no sorprende, no engancha, no emociona (a pesar de la brutalidad intrínseca). Solo Geoffrey Rush levanta la calidad.
 La novela que originó el guión, escrita por un tal Markus Zusak (seudónimo literario), un joven australiano de origen alemán, adolece de ese tirón necesario para emocionar a un aburguesado público ahíto de comida basura. El alto presupuesto mejora el mediocre argumento y, como antes dije, Watson y Rush lo hacen potable.

sábado, 11 de enero de 2014

Inciso cinematográfico: "August, Osage County", dirigida por John Wells

 Son indudables las conexiones entre el llamado séptimo arte y la literatura, de hecho creo que son necesarias, especialmente con la dramaturgia. El tan cacareado problema de los guionistas y su supuesta falta de inspiración se rompería inmediatamente si se pasaran al cine cientos o miles de espléndidas obras teatrales que están esperando ser revividas. Ahora que, por desgracia, el teatro sufre tanto abandono por sus miembros más indispensables, los espectadores, se hace necesario reforzar estos vínculos que, al menos, revivirán un arte menor de la actuación, la cinematografía.
 En esa manera se puede explicar el gran éxito de crítica y público que está viviendo August, Osage County que en España ha sido traducida simplemente como Agosto. En origen una obra teatral de Tracy Letts (originario, por cierto, de Oklahoma) merecedora del Premio Pulitzer. Ese drama se ha paseado por los mejores teatros de Estados Unidos y Europa cosechando éxito tras éxito; ahora ha sido pasada al cine con un magnífico elenco actoral.
 Dicho elenco está encabezado por una inconmensurable Meryl Streep en su papel de tiránica matriarca de la disfuncional familia; seguida por Julia Roberts que está empeñada en demostrarnos que es mejor actriz de lo que creemos y que, además, mejora con los años; un correcto Ewan McGregor, cuyo personaje no tiene, en verdad, mucha enjundia (siendo esta película, como es, una película de mujeres); o personajes secundarios espléndidamente resueltos por actores de larga carrera como Chris Cooper o Margo Martindale. En esta película la fotografía no tiene un papel tan importante, aunque la elección del paisaje y la terrible monotonía de las Grandes llanuras estadounidenses refuerza la sensación de aislamiento de la normalidad, de endogamia brutal que, desde fuera de ese país, solemos atribuir a los estados sureños.
  Pero, por encima de todo, lo mejor es el guión. Es, probablemente, una obra teatral perfecta. Tiene un desarrollo de personajes extraordinario, todos, incluso los más secundarios tienen una función clave para mostrarnos los "cotidianos horrores" de esta familia. La capacidad para  engancharnos e irnos sorprendiendo paso a paso es sobresaliente, uno va de asombro en asombro ante el desenvolvimiento de la acción. 
 Todo comienza con la desaparición del anciano padre de una familia en la Oklahoma rural. Las tres hijas acuden a la llamada de la madre ante tal circunstancia; estas llevan vidas alejadas del antiguo nido, pero, como se va descubriendo paso a paso, no han podido dejar atrás la enorme influencia de la madre que, de forma indeleble, ha marcado la existencia de su progenie. El choque de trenes está servido (nunca mejor dicho), pues las comidas se convierten en una batalla campal con terribles bajas (los egos de cada uno).
 Una gran película, basada en una gran obra teatral.

jueves, 9 de enero de 2014

Ahora leyendo: "Diario de una vagabunda", de Hayashi Fumiko

 No suelo hacer mucho caso a recomendaciones de escritores famosos, alguna vez me llevé un chasco. Sin embargo he conocido a Hayashi Fumiko (escrito a la japonesa, apellido primero y luego nombre) por una entrada en el blog de Luis Antonio de Villena (www.luisantoniodevillena.es). De momento no me está disgustando, al menos es fiel a la breve reseña que hacía el poeta.
  Hayashi Fumiko vivió la primera mitad del siglo XX, una vida desgraciada (por lo duro y sórdido) hasta morir con cuarenta y ocho años. Diario de una vagabunda es la transcripción más o menos literal del diario que la joven Fumiko llevaba a sus dieciocho años, como digo una vida de privaciones, de verdadera hambre y maltrato social. Con todo, lo que más me ha conmovido del texto hasta ahora (llevo la mitad del libro) ha sido el prefacio, en el que la autora trata de explicar su libro y explicarse a sí misma. En este prefacio está la verdadera dureza del diario, pues se comprende la sordidez de su infancia y juventud desde una compasiva mirada madura.
 El diario en sí mismo, por su parte, es más aséptico, más descriptivo que reflexivo, algo más animal. Incluso, en el prólogo, se apiada de las mujeres jóvenes a las que adivina en su misma situación pasada. La sensación que me queda es que en un ser humano introspectivo y juicioso el pasado, bueno o malo, vuelve a cada instante para repetirse sin fin hasta que llega la muerte... lo contrario, quizá lo más usual en esta sociedad, es el anestesiado dejar pasar la vida sin pensar ni repensarse en absoluto.

miércoles, 8 de enero de 2014

Pessoa, siempre.




"Escrever é esquecer. A literatura é a maneira mais agradável de ignorar a vida."
(Escribir es olvidar. La literatura es la forma más agradable de ignorar la vida.)

martes, 7 de enero de 2014

"Terapia primal" (Arthur Janov)

Durante los últimos treinta años, la terapia primal ha adquirido un amplio conocimiento sobre los seres humanos y sus motivaciones. Lo que hemos descubierto, tan trivial como pueda parecer, es que todo se centra en el "amor". No el amor romántico de las novelas, sino el amor de un padre/madre para un hijo/hija.
Cuando un niño carece de amor y calor, se produce dolor, y si ese dolor no se siente y se integra, causará enfermedades físicas y emocionales en una etapa posterior de la vida. No importa que esa falta de amor se manifieste en forma de rechazo, crítica, humillación, o ignorando al niño. Todo termina afectando los procesos internos del cerebro y del organismo en general.
Durante las últimas décadas de trabajo con la terapia primal, hemos podido adquirir una amplia variedad de conocimientos relacionados con la psicología, la biología y la neurología. Los recientes avances en esos campos han ampliado nuestro conocimiento de forma que podemos integrar información proveniente de diferentes campos de investigación bajo una única estructura de trabajo que nos permite comprender a los seres humanos, nuestras motivaciones, nuestro inconsciente y como nuestra historia nos afecta.
Esa historia se remonta hasta los primeros meses de nuestra vida cuando la sensibilidad al dolor es estructurada, y el feto empieza a recibir sensaciones de dolor.
Quien podía imaginar que las jaquecas, la claustrofobia o los problemas sexuales pudieran iniciarse al nacer, cuando se produce un suministro de oxigeno deficiente y que ello es debido a una madre fumadora que lleva a su hijo a sufrir por falta de oxigeno.
Todos somos criaturas con necesidades. Estas necesidades no son excesivas: Ser alimentado, estar seco y caliente, ser cogido y acariciado, y ser estimulado. Estas necesidades primales son la realidad central del niño.
El proceso neurótico se inicia cuando estas necesidades no son satisfechas durante un tiempo. Un recién nacido no sabe que tiene que ser cogido en brazos cuando llora o que no debe ser destetado demasiado pronto. Al principio hará todo lo posible para satisfacer sus necesidades. Llorará y pataleará para que se atiendan sus necesidades, pero si estas continúan sin ser satisfechas, bien sufrirá un dolor continuo hasta que sus padres las satisfagan o se apartará de su dolor desconectándose de su necesidad.
Esta separación de uno mismo de sus necesidades y sentimientos es una maniobra instintiva para desconectarse de un dolor excesivo. Esto no significa sin embargo que las necesidades no satisfechas desaparezcan, sino que por el contrario, continúan de por vida presionando inconscientemente, pero constantemente.
En este proceso, el individuo aprende a perseguir algún tipo de satisfacción sustitutoria. Un niño que es destetado muy pronto aprende como desviar y canalizar sus necesidades reales hacia otras simbólicas. Cuando sea adulto puede que no sienta la necesidad de chupar del pezón de su madre, pero puede ser un empedernido fumador.
No nacemos en este mundo esperando oír alabanzas, pero cuando los esfuerzos de un niño son criticados constantemente y le hacemos sentir que nada de lo que haga será lo suficientemente bueno, puede desarrollar una ansiedad por oír alabanzas.
De forma similar, cuando la necesidad del niño por expresarse es suprimida, tal negación puede transformarse en una necesidad de hablar incesantemente.
Un niño amado no tiene necesidad de oír alabanzas. Es valorado por lo que es. No por lo que puede hacer para satisfacer las necesidades de sus padres.
El niño se desconecta en etapas. Cada supresión y negación de una necesidad hace que el niño se desconecte un poco más, hasta que un día se produce un giro crítico en donde el niño se desconecta de forma global. Desde ese momento, funcionará con un sistema dual: El yo irreal y el yo real.
Un padre que necesita sentirse respetado porque ha sido humillado constantemente por sus padres, puede exigir que sus hijos sean "exquisitamente" respetuosos, que no le digan nada negativo.
Un padre infantil puede exigir que su hijo crezca excesivamente rápido y que en realidad crezca mucho antes de estar preparado de forma que el padre pueda seguir siendo el niño atendido que nunca fue.
El hijo puede ser empujado a sonreír, a decir adiós, mas tarde a sentarse y a caminar, y con el tiempo aprenderá a empujarse a si mismo hasta sus límites para que sus padres tengan un niño aventajado.
Según se desarrolla, los requisitos serán aún más complejos. Tiene que sacar sobresalientes, ser sumiso, cumplir con sus obligaciones servicialmente, estar callado y no pedir nada, decir cosas brillantes, ser un atleta, etc. Pero lo que nunca hará es ser el mismo.
El dolor de espalda, el insomnio, la depresión, la artrosis, las jaquecas, y otras muchas otras enfermedades son tan comunes que la sociedad ha construido nuevas industrias para disminuir únicamente el dolor.
Los especialistas dividen en general las disfunciones humanas en enfermedades físicas y psicológicas, y las tratan como si fueran dos mundos diferentes, a pesar de que hay claras evidencias que apuntan en sentido contrario.
En la terapia primal, tenemos una gran evidencia de que toda herida emocional tiene una contrapartida corporal, y que ambas no deben de ser separadas.
La verdadera causa de muerte en el mundo no son las enfermedades del corazón, el cáncer o el fallo del sistema inmunológico, es la represión. La represión limita nuestra habilidad para reaccionar a los sucesos, e inhibe la expresión de nuestros sentimientos. La represión es la raíz de muchas enfermedades, emocionales y físicas, y con frecuencia llega a matar.
No sólo nos causa actuar simbólicamente y "chocar" con otras personas sin ni siquiera darnos cuenta, sino que también nos mantiene lejos de nosotros mismos y nos impide ser nosotros mismos y disfrutar de nuestra vida.
Aunque la represión nos hace miserables y con frecuencia nos hace enfermar, su poder no ha sido realmente apreciado, porque es una fuerza tan invisible como la misma gravedad. Se entrelaza con nuestros recuerdos traumáticos y nubla nuestra historia alterando nuestra percepción, de forma que no vemos lo que no nos atrevemos a ver, y no comprendemos lo que es peligroso conocer.
En la terapia primal trabajamos en sentido contrario al método convencional. En vez de trabajar desde los síntomas a las posibles causas, trabajamos desde las causas hacia los síntomas.
Los perjudiciales efectos de la privación de nuestras necesidades tempranas no han sido extraídos de alguna teoría abstracta, sino que más bien han evolucionado después de muchos años de experiencias escuchando los llantos de los pacientes, oyendo lo que no recibieron cuando eran niños.
La terapia primal ayuda a las personas a resolver las necesidades no satisfechas. Estas necesidades tienen poco que ver con la autoestima, el ego, la autovaloración, la visualización creativa o los ejercicios para crear pensamientos positivos.
Tratar la necesidad en vez de ignorarla o drogarla o aplastarla en el olvido, es la única fórmula para normalizar la célula y devolver al organismo a la homeostasis o balance correcto.
Lo que hay en el inconsciente es algo que la mayoría de los psiquiatras, psicólogos o psicoterapeutas nunca han llegado a imaginar. Cuanto más profundizamos en el inconsciente mayores son las posibilidades de curación. Hemos descubierto que no hay nada más curativo que los sentimientos.
Somos seres históricos, y cualquier terapia que rechace esa historia está condenada al fracaso. Sin la historia, todo lo que alguien puede ofrecer es ayuda, que no está mal, pero con la historia uno puede ofrecer la curación.
La neurosis está tan extendida que parece haber sido programada genéticamente en la mayoría de la población. Pero la neurosis no se hereda. Lo que heredamos es una estructura cerebral formada y moldeada durante millones de años que tiene la capacidad para la neurosis. Este legado nos ha dado la capacidad para controlar el dolor mediante la represión.
En otras palabras, sobrevivimos usando mecanismos que nos ayudan a evitar y distorsionar la realidad cuando esa realidad es excesivamente sobrecogedora.
La hiperactividad que comienza cuando un niño es dejado solo durante horas o días nada mas nacer, y que continua con el rechazo de una madre enferma o deprimida, puede ser la causa de una trombosis o una parálisis parcial a los 65 años de edad.
La neurosis está en todos los sitios y en ningún sitio. Tiene tantas caras, que parece como si estuviéramos tratando con cientos de enfermedades en vez de una sola. Tiene unos mecanismos tan elaborados dentro que es muy difícil señalarla y tratarla.
La represión conserva nuestros traumas infantiles en su pureza original. La realidad actual no tiene ninguna posibilidad de victoria contra las viejas heridas y necesidades. Incluso cuando somos queridos y adorados de adultos, seguimos desesperados por conseguir aquel amor negado de nuestra infancia, y aunque recibamos un montón de alabanzas en el presente, tenderemos a fijarnos en cualquier pequeña crítica, porque resuena con nuestro pasado que siempre fue muy crítico.
En el cerebro, el pasado es ahora. Nunca podrá haber suficiente amor en el presente para cambiar el pasado, nunca suficiente alabanza para equilibrar toda una vida de rechazo y desaprobación.
Marilyn Monroe fue testigo de ello. Querida por presidentes, escritores famosos y deportistas de élite, adorada por millones de fans, aún así siguió sintiendo la falta de amor. Nada de eso le sirvió para evitar consumir drogas y alcohol para suavizar su dolor. Su dolor estaba fuertemente enraizado por el rechazo, durante su infancia, en hogares extraños, hospicios y otras instituciones. Si su historia incluye el incesto, lo cual ha sido señalado por algunos autores, la combinación de fuerzas debe de haber sido demoledora.
Al final, los aplausos de miles de personas no es verdadero amor, es un símbolo del amor. El amor son abrazos y besos, responsabilidad, cuidado, protección, estabilidad, y estar ahí cuando la otra persona lo necesita.
¿Que es un ser humano? ¿Que es la neurosis? ¿A qué se debe la ansiedad y la depresión de la gente? ¿Que ha pasado en nuestra infancia? ¿Por qué enfermamos? ¿Cómo nos curamos?
La búsqueda de respuestas es la misma causa que ha mantenido apartados a los investigadores de las verdaderas soluciones. Al analizar la vida humana por partes, dividiendo a los seres humanos hasta llegar a las partes más microscópicas de sus órganos, midiendo esta célula o aquella hormona, no hemos considerado al ser humano como un todo, y esto nos ha impedido encontrar la respuesta de quien somos y por qué somos de esta forma.
Y al filosofar sobre la naturaleza básica del hombre, hemos sido conducidos al interior de nuestras cabezas, y nos hemos alejado de nuestros sentimientos y de las fuerzas que nos pueden dar las respuestas a aquello que buscamos.
La neurosis no puede ser interpretada, tiene que ser sentida. Los sentimientos tienen una lógica propia que nos permite seguir el verdadero camino hacia la resolución de nuestros traumas.
Pero debido a que la memoria puede ser selectiva, ¿como sabemos que los recuerdos recobrados durante la terapia son reales?
Generalmente esto no es fácil de comprobar, pero a veces se dan casos. Dos ejemplos:
Un paciente revivió una experiencia en donde su madre apenas le daba de comer. Recordaba estar en sus brazos cuando tenía seis meses de vida, pero su madre no le daba de mamar. Recordaba como miraba hacia arriba y veía los pendientes de su madre, y se preguntaba por qué no le amamantaba. Cuando visitó a su madre, y le describió los pendientes, esta se quedó atónita, ya que había perdido los pendientes cuando su hijo tenía un año, y nunca había hablado de ello con nadie, sin embargo la descripción del color y la forma era exacta.
En otro caso, un paciente al revivir su nacimiento, recordaba a su hermana gemela y sentía las dificultades que había tenido para nacer detrás de ella. Su madre le dijo que eso era imposible, ya que él era su primer hijo. Para cerciorarse, fue al hospital y en los archivos pudo comprobar que era el segundo nacimiento.
Con la terapia primal, seguimos una dirección diametralmente opuesta a los tratamientos convencionales. No consideramos a los seres humanos como una colección de síntomas, órganos o células, sino como un único organismo. No nos dedicamos a tratar por separado una presión arterial alta u otro problema parcial específico. Pero no hay una salida sin dolor de la neurosis.
Darse cuenta de uno mismo sin sentirse, significa simplemente ser un observador objetivo de un ser dividido. Unir nuestro ser requiere sufrimiento, porque el sufrimiento es lo que nos ha separado de nosotros mismos.
Aunque desde fuera da un poco de miedo, las personas que hacen la terapia apenas pueden esperar a su próxima sesión para volver a recordar y sentir su vida.
Uno no tiene que estar temeroso de su inconsciente. No es un lugar lleno de monstruos o fantasmas. No hay ningún demonio del siglo XVIII, ni fuerzas oscuras a la Freud. Sólo está el "yo auténtico", el niño perdido, un niño triste e inocente, un niño desesperado y rabiado.
La neurosis es la defensa del organismo ante una realidad catastrófica con el fin de proteger su propio desarrollo y su integridad psico-física.
No tiene que suceder nada excesivamente traumático para producir la neurosis. Puede producirse al no dejar al niño protestar o llorar cuando no se siente feliz. Los padres pueden no permitir el enfado: "Las niñas buenas no hacen eso"... "Los niños buenos no contestan". El niño asimila muy pronto la idea de lo que tiene que hacer: Haz lo que tienes que hacer o "ya sabes". Es la desesperación de que nunca va a ser amado lo que causa la separación. El niño tiene que negar la evidencia de que sus necesidades nunca van a ser atendidas haga lo que haga.
Los niños nacen con necesidades biológicas reales, algunas de las cuales por una u otra razón no son satisfechas por sus padres o substitutos. Puede suceder que algunos padres sean incapaces de reconocer las necesidades de sus hijos, o que esos padres intenten no cometer ningún error y, siguiendo los consejos de algún especialista en el desarrollo infantil, alimenten y atiendan a sus hijos siguiendo un ordenado programa de educación para conseguir el desarrollo perfecto de sus hijos lo antes posible.
En cualquier caso, ni la ignorancia de los padres ni una metodología estricta es la responsable de la neurosis que nuestra especie ha creado desde el principio de la historia humana.
La razón principal por la que los niños se vuelven neuróticos es que sus padres están demasiado ocupados con sus propias necesidades insatisfechas de la infancia.
Y esas necesidades deben de ser "actuadas". Buscará substitutos de sus padres con quienes actuar su drama neurótico o convertirá a cualquier persona en figura paterna o materna para que satisfagan sus necesidades. Si un padre fue reprimido verbalmente y nunca se le permitió decir nada, sus hijos van a ser sus oyentes, y estos, teniendo que ser oyentes constantemente tendrán necesidades reprimidas para que otros los escuchen. Estos otros pueden tranquilamente ser sus propios hijos.
La fascinación de ver nuestros nombres publicados en las páginas de los periódicos es una indicación de la tremenda privación de reconocimiento individual que muchos de nosotros hemos sufrido. Esos logros, aunque sean muy reales sirven como una meta que substituye el amor de nuestros padres. Complacer a una audiencia se convierte entonces en nuestra principal batalla. Lo que la persona neurótica hace es poner nuevas etiquetas a la necesidad de sentirse importante sobre las necesidades inconscientes de ser amado y valorado.
Cada día, mes y año que los padres privan a sus hijos de atención y afecto, se van acumulando pequeños dolores hasta que alcanzan un punto crítico en que el niño se desconecta. Las privaciones, sean repentinas o graduales, son traumas que los niños pequeños no están equipados para comprender o explicar. Según crecen, experimentan un sentimiento de soledad: "Estoy tan solo"; para más adelante transformarse en un sufrimiento amorfo: "Me siento tan mal y no sé por qué".
Lo que generalmente denominamos neurosis, ansiedad, preocupaciones y temores, falta de autoestima, pensamientos negativos repetitivos, obsesiones y compulsiones, son simples signos externos del dolor enterrado.
Nuestro sistema encuentra formas de contener el dolor para seguir, pero el dolor sigue ahí. La falta de amor durante la infancia no se esfuma sin más al crecer. El trauma pasado se mantiene ahí como memoria impresa.
A causa de esta "impresión", seguimos con nuestras vidas sintiéndonos sólos, ansiosos, vacíos, deprimidos, buscando el amor, pero sin saber como, dejando un reguero de relaciones insatisfechas, mientras nos preguntamos por qué.
La fuerza de la represión es diabólica, porque no puede ser vista, olida, saboreada o palpada. Por eso es tan difícil de aceptar.
Recientes investigaciones con el trasplante de órganos, parecen indicar que las células pueden tener memorias impresas propias. Una mujer que tuvo un trasplante de corazón y pulmones, empezó a tener un gran deseo de beber cerveza y comer pizza. Una investigación posterior descubrió que el donante era adicto a ambas cosas. La misma persona también empezó a tener sueños sobre lugares y personas que eran conocidos para el donante. Decidió llamar a otras personas que habían tenido trasplantes de órganos y descubrió que a muchos les habían pasados cosas similares.
Esto es sólo anecdótico, pero parece apuntar en la dirección de que existe una memoria celular, recuerdos no registrados en el cerebro, sino en otras partes del organismo.
Hay una necesidad aún más básica que la necesidad alimentos, calor, atención, afecto, cuidado o protección, el oxígeno.
Por desgracia, la neurosis puede nacer antes que nosotros. Con demasiada frecuencia durante el nacimiento, las madres reciben fuertes dosis de analgésicos para el dolor. Si una madre recibe una dosis lo suficientemente grande, la anestesia actúa directamente sobre las funciones de supervivencia del feto, interfiriendo con el acceso al oxígeno y puede ser una amenaza a la vida.
En algunos casos, el cordón umbilical es cortado demasiado pronto, impidiendo que llegue el tan necesitado oxígeno de la placenta.
La privación de oxígeno también puede ocurrir cuando el cordón umbilical se enrolla alrededor del cuello del bebé.
Cuando el feto es privado de oxígeno, sus sistema circulatorio y respiratorio se paraliza, y su cuerpo empieza a entrar en un estado de frenesí.
Luchar en contra de la muerte es una reacción normal, pero en este caso, la lucha incrementa el riesgo. El resultado es el síndrome destresante del feto.
La lucha activa consume demasiado oxígeno y hace que la carencia de oxigeno sea aún mayor. Cuanto mayor es la lucha, más se aprieta el cordón umbilical y mayor es la asfixia.
En un feto en lucha, dos cosas pueden ocurrir. Bien utiliza los depósitos extras de oxígeno y cambia la alcalinidad de la sangre, o se activa la represión para parar el frenesí y conservar el oxígeno con el fin de salvar la vida. En cualquier caso, sea cual sea el mecanismo, el resultado es la inconsciencia.
Esta reacción es grabada en el bebé como una "impresión" y va a servir como una reacción prototípica más adelante en respuesta a cualquier clase de estrés.
Para muchos de nosotros esta experiencia puede permanecer enterrada durante toda la vida, afectando nuestra salud y la forma en que funcionamos en el mundo.
Un trauma de nacimiento con anoxia puede tener consecuencias catastróficas, y con frecuencia se traduce en enfermedades infantiles: alergias, asma, epilepsia, etc.
De adulto, el trauma de nacimiento puede llevar a la depresión e intentos de suicidio, síndrome de fatiga crónico, ataques de pánico, fobias, paranoias o psicosis.
Aunque muchos de nosotros recordamos haber sufrido castigos físicos y psíquicos, resulta difícil creer que los recuerdos se trasladen hasta el nacimiento. Sin embargo, los recuerdos más poderosos son aquellos que no tienen palabras. No hay palabras o ideas con los que describir estas experiencias traumáticas tan tempranas. Ninguna forma de hacerlas lógicas.
Aquellos que afirman que no podemos tener sentimientos antes de nacer y que no podemos tener recuerdos antes de tener palabras con las que recordar, ignoran la evidencia en contra. El feto es capaz de registrar, codificar y almacenar dolor antes de nacer.
Entre la séptima y la vigésima semana, los conductos nerviosos que llevan la señal de dolor desde la columna vertebral hasta la parte baja central del cerebro están casi por completo desarrollados.
Muchos de los neurotransmisores empiezan a desarrollarse a partir de la semana trece, y continúan desarrollándose hasta la semana treinta. Los conductos de las endorfinas parecen estar operativos a partir de la semana quince. Si una madre fuma o bebe, toma tranquilizantes o está nerviosa o deprimida durante la gestación, sus cambios hormonales y sanguíneos impactan el sistema nervioso del bebé. Un trauma de esta naturaleza puede conducir a la fisiología del bebé hacia la pasividad o la hiperactividad, dependiendo de la clase de trauma.
Debido a que esta dislocación de las funciones es determinada durante las primeras semanas, puede ser fácilmente confundida con una determinada predisposición genética.
Con posterioridad, cuando se producen aflicciones, será prácticamente imposible decir cual es el origen.
Una empresaria va de vacaciones a una playa de un paraíso tropical, esperando escapar de su estresante estilo de vida durante unos días. Pero una vez allí descubre que no puede parar y relajarse. Si no se mantiene ocupada con algo, jugando a las cartas o haciendo deporte, se siente intranquila y tensa.
Cuando una persona no puede estar relajada en una playa tranquila, y no puede identificar que es exactamente lo que la está poniendo en tensión. ¿De donde nace ese estrés?
Según la teoría primal, se trata del "intruso primal" que empuja por debajo de la superficie de nuestra consciencia alerta. El trauma impreso desde hace ya décadas continúa afectándonos y empujándonos a hacer cosas, aunque no sintamos lo que es.
¿Cómo puede ser esto?
Porque poseemos diferentes estructuras en el cerebro que procesan diferentes niveles de consciencia, y mecanismos bioquímicos que median en la represión.
Estructuras del cerebro o niveles de consciencia:
La 1ª línea de consciencia se corresponde con el "cerebro instintivo" o complejo cerebral reptiliano.
Esta línea de consciencia incluye el sistema nervioso primitivo y es la primera línea en evolucionar.
Las funciones vitales están mayoritariamente bajo su control: la respiración, la actividad cardiovascular, las hormonas, los procesos digestivos,... y controla la homeostasis, manteniendo la presión arterial, los latidos del corazón y otras funciones vitales.
Los traumas que suceden al feto o al bebé antes de los seis meses de vida tienen una probabilidad muy alta de afectar a estas funciones.
Los dolores de la primera línea son los menos accesibles. Es el nivel de donde es más difícil recobrar los recuerdos. Aunque los pacientes hacen progresos durante toda la terapia, sólo cuando acceden a esta primera línea se producen cambios biológicos importantes. Sin el acceso a este nivel no podemos determinar el impacto tan increíble que el trauma en la primera línea produce en el desarrollo de síntomas y conductas posteriores, y como moldea lo que somos y lo que hacemos.
La 2ª línea de consciencia se corresponde con el "cerebro emocional" o sistema límbico.
Es el nivel afectivo o la mente del sentimiento. Se relaciona especialmente con la emoción y la motivación. Se empieza a desarrollar hacia el sexto mes y continúa durante la infancia.
Este es el nivel en que los individuos pueden disfrutar la música, desarrollar imágenes o apreciar la poesía. La segunda línea no puede hacer cálculos matemáticos, pero puede soñar y mezclar emociones con las sensaciones de la primera línea para formar la experiencia.
La 3ª línea de consciencia es el "Cerebro Intelectual" o corteza cerebral.
Se corresponde con la capa externa de la materia gris del cerebro y cerebelo.
En la tercera línea de consciencia, razonamos y desarrollamos ideas, integrando la información de los dos niveles anteriores, proporcionando un significado a la experiencia.
El cerebro intelectual organiza las cosas intelectualmente, se relaciona con el mundo exterior, e integra los niveles de consciencia inferiores, ayudando a inhibir los impulsos y dando un sentido a los sentimientos.
En esta línea se producen ideas para defendernos contra los traumas de la primera y segunda línea, se filtran las sensaciones y sentimientos sobrecogedores, y se doblega la lógica hasta que se acomode a nuestra verdad interior.
La habilidad de la tercera línea para inhibir los sentimientos nos permite hacer planes, proponernos objetivos y conseguirlos, seguir funcionando aunque haya mucho dolor a otro nivel.
El cerebro intelectual empieza a jugar un papel activo hacia los seis años de edad y continua desarrollándose hasta los veinte años aproximadamente.
Estos tres cerebros funcionan como ordenadores interconectados entre si, cada uno con su propia memoria y funciones especiales.
Lo que hace cada uno de estos cerebros y como se interrelacionan entre si es fundamental para entender nuestra salud mental y física.
Cada uno de los niveles de consciencia contribuyen a formar lo que llamamos la mente. En una persona normal y saludable estas tres mentes distintas funcionan como un sólo aparato mental. Trabajan en armonía por el bien del organismo, permitiendo a la persona ser un "ser que siente y piensa", con reacciones emocionales saludables a estímulos exteriores, y la habilidad para pensar con claridad sobre estas emociones y usarlas como guías para la conducta.
Pero el trauma interfiere con esta armonía, provocando la inconsciencia. La represión interfiere con la integración entre estos tres niveles y causa la dislocación global de la función, tanto en la esfera del cuerpo como de la mente. Con la represión y la neurosis podemos sentir en una dirección y pensar en otra, podemos reaccionar a cosas que están conectadas a otras que han sucedido en el pasado en vez de a lo que está delante de nosotros en el presente. Reaccionamos al presente a través del filtro de los recuerdos almacenados.
Hay que hacer énfasis en que los recuerdos son llamados en sus propios términos, a su propio nivel y a su manera. No tiene que ver nada con las palabras en si mismas.
Si los padres de un niño le abandonan en la temprana infancia, puede que el niño no sea capaz de describir lo que pasa en términos como: "no me quieren y no quieren estar conmigo", pero el mensaje está ahí como un sentimiento. Su sistema frágil ya no puede reaccionar con normalidad y "ser el mismo". Tiene que desconectarse, enterrar el sentimiento, con el fin de seguir adelante. La memoria emocional puede contener una gran tristeza y sensación de vacío sin una imagen específica, pero aquí el sentimiento es la imagen. Cuando somos adultos lo denominamos depresión.
¿Qué peligro llevan los sentimientos ascendentes?
Casi todas las maniobras defensivas que hacemos tales como beber o utilizar drogas, hablar constantemente, comprar compulsívamente, obsesionarse con una cosa u otra, dedicarse de forma desmesurada a nuestro trabajo, etc. es un intento de rebajar nuestro nivel de energía, de forma que la tercera línea de consciencia pueda mantener su coherencia, aunque sea una coherencia neurótica.
Una gran cantidad de estrategias utilizadas en la medicina de la conducta utilizan esta conexión de la mente con el cuerpo. Bio-feeback, relajación regresiva, imágenes creativas y otras técnicas similares han conseguido ser eficaces contra el dolor crónico y otros trastornos. Pero ¿qué pasa con el dolor? ¿desaparece? ¿o tan sólo hemos encontrado un remedio temporal para impedir que nos moleste?
El poder de las ideas para suavizar el dolor explica también por qué la ideología de grupos como alcohólicos anónimos funciona. Parte del mensaje de las reuniones de alcohólicos anónimos es: "Tu no estás sólo, estamos contigo y te ayudaremos. Siempre vas a tener ayuda". Este mensaje contrarresta directamente el sentimiento reprimido de: "Estoy sólo, y no hay nadie que me ayude", un sentimiento que tantos de nosotros hemos llevado muy dentro desde la temprana infancia. Son precisamente esos sentimientos reales los que nos hacen recurrir al alcohol con el fin de mantenerlos reprimidos. Asistimos para que nos ayuden en uno de esos programas de autoestima y la primera cosa que hacen es llenarnos con una ideología que contrarreste nuestra realidad interior.
Muchas personas que han sido abandonadas temprano en la vida, bien durante unos periodos de tiempo cortos pero cruciales, tal como ser puesto en una incubadora después de nacer, o durante periodos más largos en diferentes casas de acogida, puede que no les guste estar solos. Estas personas prefieren estar y trabajar con otros. En vez de relajarse en casa con un libro, prefieren estar fuera con los amigos.
Ser útiles a todo el mundo es otra forma en que las personas "actúan". La única forma en que una paciente conseguía de niña la aprobación de su deprimida madre era haciendo cosas para ella para hacerse útil. Todo lo llevó hasta la madurez. Sabía que si era útil sería querida. Cuando era invitada a una cena en casa de unos amigos, era ella la que hacía de anfitriona, limpiando la mesa, lavando los platos, etc.
El sentimiento real era que no valía para nada y por consiguiente no merecía ser querida. La "actuación hacia fuera" mantenía lejos el sentimiento real.
Aunque lograr muchas metas no es siempre un ejemplo de "actuar hacia fuera", consideremos a un individuo que con gran energía siempre ha perseguido y conseguido lo que quería. Un buen trabajo, mucho dinero, una familia, una buena casa, tiempo libre. De repente se siente deprimido, desesperado. Habiéndolo conseguido todo ¿a que más puedo aspirar? Ya no hay nada por lo que luchar. Pero la necesidad subyacente de conseguir permanece. Lo que ha conseguido en el presente no es precisamente lo que necesitaba como niño, así que se siente defraudado. Y ese sentimiento puede no ser consciente. La persona simplemente pone su atención en otras metas: más dinero, más éxito, más negocios, más libertad. Esto mantiene la lucha viva.
No es ninguna novedad que la mayoría de los problemas en las relaciones surgen de las "actuaciones" de las necesidades insatisfechas. Un niño querido no es llevado a "actuar hacia fuera". La satisfacción de las necesidades durante la infancia nos permite tener necesidades y relaciones maduras. Podemos como adultos dar y recibir amor sin usar a nuestro compañero/a como un símbolo para obtener el "viejo amor". No necesitamos reafirmaciones constantes de que nuestro compañero/a nos ama.
Una vez que se instala el dolor, reaccionamos a ese dolor constantemente, cambiando la forma en que vemos el mundo. Mientras la impresión traumática permanezca, ciertas situaciones en el presente resonarán con el trauma temprano. Por eso, muchos de nosotros estamos tensos y nerviosos gran parte del tiempo. Esta es la razón por la que mucha gente reacciona con tanto estrés a las críticas. Incluso pequeñas críticas resuenan con las severas reprimendas de sus padres cuando eran pequeños. Esta es la razón por la cual tanta gente se siente destrozada cuando su novio o novia decide dejar la relación. Ese rechazo resuena con el significado sombrío del abandono en su infancia. Más aún, la cadena de dolor explica por qué vamos a reaccionar al estrés del presente de forma muy similar a como reaccionamos al estrés original.
Al igual que otros desordenes de la ansiedad, las fobias son un ejemplo excelente de cómo el pasado actúa en el presente a través de la cadena de dolor. Cuando una persona que padece una fobia entra en un ascensor el cerebro rastrea la historia, descubre una historia de sofocación, al nacer o quizás en una incubadora, y dicta las mismas reacciones frenéticas y aterradoras. La señal presente activa la vieja memoria que inunda el sistema. La persona no sabe que es del pasado de lo que huye, pero ¿cómo podría? ¿Cómo podría imaginar que a los 40 años de edad aún está reaccionando al tiempo que pasó en una incubadora después de nacer?
El sentimiento de ansiedad, paradógicamente a veces aparece cuando empezamos a sentirnos contentos. Imaginemos una situación agradable, la cena perfecta con la persona perfecta, buena música y un entorno acogedor. De repente uno percibe una sensación de incomodidad, una sensación de que la felicidad no puede durar mucho, de que algo terrible va a pasar.
Cuando los buenos sentimientos alcanzan un cierto nivel, su propia intensidad puede activar otros sentimientos buenos o malos, incluyendo los recuerdos traumáticos.
Esto puede suceder después de hacer el amor, al tener un niño, después de una boda, al conocer a una persona especial, o después de recibir un premio o unas muy buenas noticias.
Un trauma impreso en lo más profundo del sistema nervioso tiene un largo camino que recorrer antes de llegar a nuestra consciencia. Un elaborado sistema de compuertas entre los diferentes niveles pueden cerrarse cuando hay un dolor fuera de lo normal. El propósito es mantener los niveles superiores sin sobrecargas por lo que está pasando en los niveles inferiores y así mantener el sufrimiento del dolor temprano lejos de la consciencia.
Los elementos químicos que sirven de intermediarios en las compuertas y que nos pueden hacer inconscientes son los neurotransmisores inhibidores, los opios naturales del cuerpo humano.
Hay más de 50 y sirven para que la transmisión de los mensajes de dolor no pasen a otros circuitos del cerebro. En definitiva para mantenernos inconscientes.
Ya han pasado dos décadas desde el descubrimiento de muchas de las moléculas neurotransmisoras.
Algunas de los endorfinas que el organismo fabrica para bloquear y contrarrestar un dolor excesivo son increíblemente poderosas, cientos de veces más fuertes que las morfinas.
Para recapitular, nuestro cerebro contiene diferentes niveles de consciencia. Nuestros mecanismos neurológicos y bioquímicos codifican y almacenan los recuerdos, incluso las memorias que suceden antes de nacer, y pueden cortar la comunicación entre los diferentes niveles. El hecho de que la represión corte la comunicación entre los diferentes niveles de consciencia nos explica por qué tanta gente se siente desesperada y miserable, aunque sus vidas parezcan satisfactorias en la superficie.
Cuando la parte de dolor de un trauma es desconectado de la consciencia, se produce una separación entre el "yo" real que sufre y el "yo" que no es consciente de ello. Hay dos "yos" separados en conflicto en el mismo cuerpo, presionando en los diferentes subsistemas y utilizando valiosa energía para reprimir el sufrimiento. Debido a que no ha alcanzado la consciencia y reaccionado ante ello, la impresión traumática continúa afectando la fisiología y la conducta de la persona, como si estuviera sucediendo en el presente.
El dolor primal puede ser desviado, recanalizado o reprimido, pero no puede ser borrado con consejos, programas de autoestima, visiones iluminadas, la voluntad o medicación psicotrópica.
Una vez que queda impreso en el sistema, se puede movilizar toda una montaña de voluntad para mantener la necesidad controlada, pero es una empresa inútil.
La única forma en que el dolor primal (y las "actuaciones" que genera) puede ser erradicado es reviviendo el recuerdo del trauma original para hacerlo consciente.