martes, 24 de junio de 2014

"Greguerías", de Ramón Gómez de la Serna

 Desde el colegio conocemos a Ramón Gómez de la Serna, tanto que no valoramos en gran medida su aporte literario fundamental -la greguería, invento suyo-, nos parece hoy demasiado simplona, creativa, talentosa sí, pero muy pueril. Sin embargo, buena parte de la poesía se basa precisamente en eso: en recuperar la imaginación infantil que nos permita, por ejemplo, ver en la luna "el ojo de buey del barco de la luna". La greguería es, en verdad, la poesía reducida a su mínima expresión, casi como un haiku, eso sí con el toque de humor infantil que engrandeció a Ramón. Eso es la greguería: una metáfora bañada en humorismo, un recordatorio de la simpleza y hermosura de la vida vista por los curiosos ojos de un niño, libres, todavía, del racionalismo que empaña la mirada de los adultos.
 Para muestra, un botón:

 El sostén es el antifaz de los senos.

 La timidez es como un traje mal hecho.

 No hay que suicidarse, porque merece la pena vivir aunque no sea más que para ver revolotear a las moscas

 El murciélago es un pájaro policía.

 Hacer símiles parece cosa de simios.

 Botella: sarcófago del vino.

 La S es el anzuelo del abecedario.

 El peine es pentagrama de ideas muertas.

 El sueño es un depósito de objetos extraviados.

 El ciclista y la bicicleta  enredados en la caída parecen un insecto boca arriba.

 El calzador es la cuchara de los zapatos.

 Un marinero es un colegial interno del ingenuo colegio del mar.

 El elefante es la enorme tetera del bosque.

 Justas medievales: dos picadores y ningún toro.
  Ya quisiéramos todos haber salvado esa ilusión infantil, ese afán de descubrir, de invertir significados, de jugar con las palabras y las imágenes...

lunes, 23 de junio de 2014

Ahora leyendo: "La araña y otros cuentos macabros y siniestros", de Hanns Heinz Ewers

 Otra vez gracias a las recopilaciones de Valdemar, conozco a un escritor de esa llamada "literatura gótica", es decir, la incluida en el Romanticismo literario con especial decantación hacia lo oscuro y fantástico.
  Ewers es, sin duda, un escritor menor de este subgénero, nada comparable a Poe, Mary Shelley, Guy de Maupassant o el más tardío Lovecraft. De esta compilación el mejor relato, con diferencia es el que da título: "La araña", a medias entre el terror y lo fantástico. El resto son aceptables relatos que seducen a todos los que gustamos del estilo literario, pero que, para ser sincero, tampoco son nada del otro mundo.
  El resto, lo de "autor maldito entre los malditos" ya es un adorno editorial que viene muy bien, ya sabemos, para vender libros.

sábado, 21 de junio de 2014

Individualismo enriquecedor frente a colectivización empobrecedora del pensamiento en Antonio Muñoz Molina y Enrique Vila-Matas

 Dos de los más preclaros escritores -e intelectuales- de la España que nos ha tocado vivir, Antonio Muñoz Molina y Enrique Vila-Matas, a vueltas con la singularidad del pensador, siempre a contracorriente de la masa; interpretación más política y social en el andaluz y más literaria en el catalán. Copio y pego:

 Recuérdalo tú (Antonio Muñoz Molina)

Durante el franquismo, en los últimos años, que son los que yo recuerdo, antifranquistas había muy pocos. Y demócratas menos aún. Yo, por ejemplo, y la gente con la que yo trataba, con la que reunía, junto a la que participaba en asambleas y reuniones más o menos conspiratorias: Éramos antifranquistas, pero no éramos demócratas. Creíamos que la República democrática alemana era democrática y que la república federal era neonazi, cosas así. Y que la revolución cultural de Mao era una especie de gran recreo antiautoritario colectivo. Cuando empezó a haber más antifranquistas fue después del franquismo. Cuántos más años pasan más antifranquistas vehementes aparecen. Dentro de poco habrá tantos que será posible evitar, retrospectivamente, que Franco se muera en la cama. Cualquier día casi podemos dar la vuelta a la batalla del Ebro. El número de antifranquistas no para de crecer, bastante más que el de demócratas.
Iba por la calle en Madrid en esta noche silenciosa y cálida, con su silencio de derrota deportiva, y pensaba que casi todas las ideas que me parecen fundamentales son minoritarias, o están en declive. o desacreditadas. Como soy demócrata -he ido aprendiendo- acepto la regla de las mayorías, a condición de que no desbarate el imperio de la ley. Como soy demócrata, vindico mi derecho a lo minoritario, a lo exiguo.


 Agitación en la red (Enrique Vila-Matas)

Dos prácticas ya habituales de Internet: el acoso masivo y las injerencias especialmente toscas en lo que se escribe. ¿Los acosadores? Colectivos de cuervos que censuran a aquellos que se distancian de lo que mastica el vulgo. Pensar por cuenta propia es perseguido. Se busca uniformidad y por eso, en medio de tanta gris disciplina, sonaron singulares las palabras de Raimon al recibir el premio de Honor de las Letras Catalanas: “Yo no soy de los míos, cuando los míos quieren que sea como ellos querrían y no como saben que soy”.
Fueron palabras que generaron agitación en la Red, y hubo más de un merluzo que no las entendió por “enrevesadas”. ¿Será que hay quien ya sólo alcanza a captar las simplonas sentencias de su tribu?
Es el nosotros ante el yo. No hay día en que no se extienda más la distancia entre colectividad y singularidad, entre masa y ser ciudadano. Nada nuevo bajo el sol, de acuerdo, pero pienso en buenos articulistas, por ejemplo, que han conocido injustos linchamientos en la Red; la forma innoble de acosarlos me ha remitido siempre a Robert Musil, Sobre la estupidez: “De modo especial, una cierta clase media-baja del espíritu y del alma pierde totalmente el pudor ante su necesidad de presumir tan pronto como ve que le está permitido —bajo la protección del partido, la nación, la secta o la corriente artística— decir nosotros en lugar de yo”.
¿Y qué decir del infinito número de presumidas injerencias en lo que se escribe? ¿Se imaginan a su escritor favorito —pongamos Montaigne— interrumpido y corregido por las opiniones de sus vecinos más rústicos? ¿Qué habría sido de sus Ensayos?
Antes los articulistas aún podían concentrarse en su trabajo, pero hoy van camino de convertirse en esclavos de una concepción distorsionada de la participación, pues tienen acceso a reacciones inmediatas de lo que han escrito: en general, comentarios que muerden y excitan el espíritu de confrontación.
De esto hablaba Sergi Pàmies —flamante y merecidísimo premio Vázquez Montalbán— en un ya antiguo artículo en el que decía que ese espíritu de confrontación provoca que a veces el opinador dedique más tiempo a leer, responder, contradecir, matizar y debatir que al trabajo, lo que le aleja de lo más importante: meditar sobre el próximo artículo y, sin saber nunca cómo será interpretado, mantener el placer de trabajar para una mayoría de lectores que, con buen criterio, no sienten la necesidad de comunicarse con el autor.
Estas palabras de Pàmies fueron glosadas en su momento por el veterano y gran articulista Josep María Espinàs, quien, tras explicar que no tenía ordenador y por tanto no estaba felizmente al corriente de las injerencias de los pesados, concluía impasible, con envidiable flema británico-catalana: “Sólo aspiro a seguir trabajando tranquilo. Por lo demás, siempre ha habido lectores que te aprueban y otros que te suspenden”.
Exacto, deberíamos desneurotizar el asunto y ser tan impasibles como Espinàs, me digo. Pero en ese momento todo vuelve a moverse y me agarro a la barandilla.

"El eternauta" por Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano

 Lo bueno de los cómics es que, tras varias décadas de estar disponibles sobre todo en los quioscos y más recientemente en librerías, ya tienen distintos estilos que son clasificables por épocas. Este es de los que podríamos denominar un "clásico entre los clásicos".
  El eternauta es el cómic argentino por excelencia -con permiso de Mafalda, que podríamos llamar "tira cómica"-. El argumento, ideado por Oesterheld, es típico de las preocupaciones de su época (fue escrito a partir de 1957) con el horror a la guerra nuclear y a la invasión de extraterrestres; los dibujos, obra de Solano, son de un "realismo clásico" de los cómics de su generación. Fue publicado en la Argentina en Hora Cero Semanal, una revista de la Editorial Frontera, especializada, al parecer, en novela gráfica. Como casi siempre ha sucedido con los cómics, una más que notable obra literaria fue relegada a "entretenimiento para chicos" en revistas marginales; pero, a la vez, también es a través de estos medios donde se ha permitido "pasar" verdadera información subversiva en tiempos convulsos.
  Precisamente tiempos convulsos vivió Hector Germán Oesterheld en su vida, tanto que fue finalmente asesinado por la dictadura militar contra la que se movilizó. Su obra literaria destila ese horror a los totalitarismos que masacraron al Cono Sur sudamericano en la segunda mitad del siglo XX.

Inciso cinematográfico: "Meteora", dirigida por Spiros Stathoulopoulos

 Recientemente estrenada en nuestros cines, Meteora fue nominada para el  premio al mejor largometraje en la Berlinale de 2012. Una bella película, un ejercicio de búsqueda de la excelencia estética.
  Meteora narra la historia de un amor prohibido entre un monje ortodoxo griego y una monja ortodoxa rusa. Es una película a ritmo de documental, con un ritmo lentísimo, tanto como el que se supone a la vida en un monasterio ortodoxo. Lo verdaderamente destacable es la fotografía: los bellísimos paisajes de los monasterios de Meteora en la Grecia central, encaramados en lo alto de inverosímiles peñascos que facilitaban el alejamiento del mundo de los que allí profesaban su fe. 
 Unos notables dibujos al estilo de los iconos ortodoxos -como el que se aprecia en el cartel promocional- aumentan la originalidad de la cinta.
  El resto de la película: las actuaciones, la dirección, el propio guión... no pasa de correcto. Es un film notable, pero no por su dirección, realización, elenco actoral, argumento... lo que hace le hace único es esa fotografía sin par. 

viernes, 13 de junio de 2014

Ahora leyendo: "Paisaje con reptiles", de Pilar Pedraza

 La excelente idea de recopilar cuentos o relatos en un mismo tomo, tarea frecuente en la editorial Valdemar, permite conocer a muchos autores que, de otra forma, permanecerían en la ignorancia de muchos de nosotros que ya no tenemos la vida social que antes y que nos permitía pasarnos información de unos a otros. Eso me pasó con Pilar Pedraza.
  Es difícil clasificar la narrativa de Pedraza, tal vez esa sea la seña de identidad de los buenos escritores, que tienen un estilo propio que nos impide categorizarlos, podría estar, en cualquier caso, entre el relato fantástico, la literatura gótica y la de terror,  siempre más cerca del primero.
  En esta novela breve, la autora nos traslada a una apartada isla tropical en la que se suceden hechos geológicos extraños -principalmente la aparición de una gran mancha oleosa en el mar- y las leyendas arcaicas que todavía tienen su reflejo en la actualidad. 
 Es un texto atrayente, que va enganchando lentamente, con una prosa sencilla, sin grandes alharacas pero suficientemente efectista.

"He visto ballenas", por Javier de Isusi

 Ya lo dije: una de las mejores aspectos de la novela gráfica (vulgo cómic) es la posibilidad de tratar temas muy complejos social o políticamente hablando, tanto que a las editoriales normales les cuesta horrores sacar narrativa "tradicional" sobre esos temas; sin embargo, por ser el cómic un "subgénero menor", sí permiten hacerlo. Es el caso de éste.
  Tocar un tema delicado no significa, no obstante, que se haga desde la prudente equidistancia o incluso desde una complacencia babosa, no, se pueden defender todas las posturas y, aún así, buscar líneas de encuentro. Eso es lo que me atrae de He visto ballenas, un relato del llamado "Conflicto vasco". De Isusi lo afronta desde las actuales reminiscencias de ETA, los presos; concretamente es la, a priori, inverosímil amistad entre un etarra y un miembro de los GAL. Inverosímil la amistad por la distancia ideológica (aquí se nota la falta de equidistancia, el etarra es presentado como un luchador por la libertad y el del GAL como un simple mercenario), pero sin embargo factible relación por ser ambos personajes en un trance de la vida semejante: encarcelados, arrepentidos -avergonzados incluso- de sus actividades criminales, descarrilados de la sociedad y de sí mismos en realidad. 
  El resultado es brillante. Consiste en una exteriorización del maremágnum de pensamientos que bullen en sus cabezas. Los personajes, en verdad, se juzgan a sí mismos y a sus sociedades con una dureza notable, sin nostalgias ni sentimentalismos y, sobre todo, quitándose poco a poco los prejuicios ideológicos, lo cual les permite ver al otro como un ser humano sin condicionamientos de guerra (amigo/enemigo). Una valiente apuesta con un gran desenlace, algo que, mucho me temo, no vaya a estar generalizado en aquellos que no permiten la resolución del Conflicto vasco sin que haya vencedores y vencidos.

jueves, 12 de junio de 2014

Inciso cinematográfico: "The Invisible Woman", dirigida por Ralph Fiennes

 Me resulta difícil permanecer indiferente a cualquier película basada en autores o temas literarios, pero cuando atañen a la llamada "Literatura victoriana" ya si que no dudo. Es el caso de The Invisible Woman, dirigida y protagonizada por Ralph Fiennes, basada en la novela de Claire Tomalin.
  Vaya por delante la admiración que siento por la gran producción que supone la película, ignoro cual fue su presupuesto que estimo alto, pues la fotografía, el atrezo y la caracterización de los personajes te mete directamente en la "época dickensiana" sacándote de la mezquindad de la época en que nos ha tocado vivir. Tal vez esa ambientación sea lo mejor. El argumento podría clasificarse de "metaliteratura", pues comenzando con la anodina vida marital de Charles Dickens con su pasiva e indiferente mujer, continúa con el enamoramiento de éste por la joven actriz Ellen Ternan, las reticencias de la joven por ser una simple querida del famoso autor, a la ruptura de la coyuntural pareja, todo aderezado con numerosas referencias a las principales obras del escritor. 
  La actriz principal, Felicity Jones, actúa con corrección sin llegar a emocionar. En realidad todos los papeles son fríos, preñados de la archiconocida flema británica elevada a la enésima potencia por referirse a la Era Victoriana. Ralph Fiennes está igualmente correcto, nada que ver con sus extraordinarios trabajos en Spider, El paciente inglés, La lista de Schindler o Cumbres borrascosas. También pasable está, aunque con su atractiva elegancia a la que estamos acostumbrados, Kristin Scott Thomas, en el papel de la madre de la protagonista, también actriz.
  En realidad la película no es una de las grandes obras del séptimo arte, es, ya dije, una excelente producción desde el punto de vista de la ambientación (mérito sin duda de la BBC); tiene un elenco sin tacha pero sin gloria; y un argumento interesante pero que no engancha, pues se podría haber incursionado más en la extraordinaria sensibilidad social que Dickens desarrolló en la totalidad de sus obras y que supusieron, en mi opinión, el encumbramiento del autor en aquella época y en posteriores. He de reconocer, no obstante, mi envidia por la frecuencia y calidad con la que los cineastas de la "pérfida Albión" recuperan a sus clásicos, ya quisiéramos que se produjera lo mismo en nuestro mentado país.

miércoles, 4 de junio de 2014

Ahora leyendo: "Majestad caída" , de Luis Antonio de Villena

 Es curioso, en la breve presentación biográfica de Alianza Editorial se retrata al autor de la siguiente forma: "cultiva la narrativa, el ensayo, y el periodismo, pero a él le gusta calificarse como poeta". Es una descripción peculiar, pues nadie calificaría a de Villena como otra cosa que no fuera poeta... quizás esteta, pero principalmente poeta; cierto que ha publicado narrativa -la breve novela que tengo en mis manos es prueba de ello-, y ensayo y periodismo -modernamente mezclados de forma inseparable-, pero no cabe duda de que es poeta por encima de todo.
  Esta breve novela, décadas atrás hubiera sido denominada relato, es una peculiar narración que integra la azarosa vida del poeta y pintor Aníbal Turena en las postrimerías de la Guerra Civil con los esfuerzos del propio narrador (trasunto de de Villena) en la búsqueda de información al respecto. El personaje es, tal vez, otro imaginado álter ego del autor, pues es, también, esteta, algo decadente, exquisito y, por encima de todo, homosexual. 
 En las distintas características que marcan a un escritor y por ende a todo ser humano, la orientación sexual es, sin duda, una de las más importantes, pero mientras para algunos es algo más íntimo, casi silente, para otros es algo omnipresente, verdaderamente definitorio de sí mismo. Este es el caso de Luis Antonio de Villena, cuya obra, poética o narrativa, siempre está preñada de personajes homosexuales, con una presencia de "efebos espartanos" -como los llama el autor- muy frecuente.
   En cuanto a las formas, la narrativa de Luis Antonio de Villena es mucho más accesible que su poesía (aunque esta tenga tantos estilos al haber sido escrita ya en tantas décadas). Es una prosa rápida, casi periodística, sin la ampulosidad y barroquismo de la poesía (sobre todo aquella propia de su juventud, la del poemario Sublime solarium), los personajes, además de la persistente referencia a la homosexualidad ya citada, están delineados sencillamente, sin profusión de datos psicológicos. La búsqueda de la excelencia artística en cualquier aspecto de la vida es otra constante en su prosa, por eso le citaba antes como esteta. Supongo que, ante tal "necesidad" de búsqueda de lo bello, la narrativa, con sus prosaicas e incluso zafias necesidades de continuidad, es menos interesante que la poesía, que por su extrema sencillez, permite una mayor recreación estética.

Odilon Redon

 La tan denostada labor editorial (al menos desde el punto de vista del escritor) tiene unas enormes oportunidades de difusión cultural, algunos la aprovechan, otros, claro está, utilizan su actividad meramente para ganar dinero. Afortunadamente en España existen algunas editoriales relativamente pequeñas que entienden esta importante labor cultural, estoy hablando de la editorial Valdemar.
  Gracias a la literatura, los "letraheridos" como el que esto escribe descubrimos y habitamos mundos que la mayor parte de esta mezquina sociedad humana desconoce y que nos permiten seguir alentando contra viento y marea. Y gracias también a el trabajo editorial bien entendido al que antes hacía referencia descubrimos a pintores que son capaces de plasmar esos mundos ominosos que pueblan nuestras queridas pesadillas, así, Valdemar nos regala sus portadas con notables obras, de esta forma conocí a Odilon Redon.
  Rezan las biografías oficiales que Odilon Redon fue un pintor francés considerado postimpresionista con varias etapas en su actividad, alguna de ellas, especialmente aquella que utilizaba la técnica del carboncillo, que ha marcado notablemente a otras grandes figuras de un arte tendente a lo oscuro, lo siniestro.
  Es muy probable, que el propio Redon hubiera sido influido por otros grandes como nuestro inmortal Goya y sus "caprichos" y "pinturas negras".

domingo, 1 de junio de 2014

Inciso cinematográfico: "Shine", dirigida por Scott Hicks

 En España se tituló El resplandor de un genio, y tiene entre sus máximos atractivos el Oscar  de 1997 que ganó en la categoría de mejor actor protagonista Geoffrey Rush. Ese premio y la devoción que siento por el australiano me incitó a visionarla... ¡decepción!
  La cinta narra la historia del que es considerado uno de los mejores pianistas de la historia, el australiano David Helfgott, quien destacó además por su complicada vida, debido a la enfermedad mental que le asedia desde la juventud. No es una película con muchos recursos cinematográficos: no hay, por supuesto, efectos especiales, no se busca un rodaje artístico, no hay nada efectista. Es una biografía de corte realista.
 Lo más ajustado a la verdad es decir que es una película correcta, sin grandes ambiciones pero sin excesos o defectos, sin embargo me ha decepcionado un tanto la actuación de Rush.
  El australiano es para mí, ya lo he dicho hasta la saciedad, uno de los grandes, capaz de hacer verosímil cualquier registro por variado que este sea, no obstante, aquí no me parece destacable. Quizá sean estos papeles de enfermos mentales y discapacitados que, por muy bueno que sea el actor, siempre parecen demasiado histriónicos, un tanto desproporcionados. Es probable  que esta misma película con un actor de menos categoría que Rush hubiese caído en lo ridículo e incluso chabacano, pero incluso él me ha parecido un tanto excesivo.