lunes, 28 de julio de 2014

Ahora leyendo: "Relatos", de Henry James

 Puede parecer un juicio simplista, pero pienso que a todos los escritores, en cuanto que humanos, les afectan las vivencias personales propias a la hora de delinear personajes y argumentos hasta el punto de transmitirlos a estos. Un ejemplo sencillo serían los atribulados y perdidos protagonistas de los relatos y novelas de Kafka que tanto tenían que ver con él mismo. Otro caso notable son los personajes de Henry James, frecuentemente, al igual que el escritor, expatriados voluntarios que contraponen su cultura y sociedad de origen a las de acogida.
  Las incomprensiones mutuas, diversos hábitos y diferentes escalas de valores son parte fundamental de los argumentos de estos relatos; todo, eso sí, suavizado por la voluntariedad del exilio que quita hierro a los problemas. 
 James, es bien sabido, fue americano de tercera generación, y, sin embargo, decidió abandonar su país para buscar la "pureza cultural" de la Inglaterra de sus ancestros. Un prejuicio muy estadounidense: el que considera a su país como el lugar del futuro, por su dinamismo, capacidad de adaptación y progresismo, y a Europa en general como la referencia cultural e ideológica de la que todo lo suyo mana.
   Para un escritor considerado "victoriano", tanto por su época como por el estilo de su prosa, Inglaterra era la Meca en la que nutrirse de las lecciones de Dickens, las hermanas Brontë, Jane Austen y demás monstruos literarios.
 Otro ejemplo de semejanza entre personajes y creadores son los orígenes sociales: los personajes de Henry James son de clase social alta, como el propio autor anglo-americano; los de Dickens, por contra, pertenecen al extracto más bajo.

viernes, 25 de julio de 2014

Inciso cinematográfico: "Zwei Leben", dirigida por Georg Maas y Judith Kaufmann

 No suelo visionar películas modernas clasificables en ese grupo llamado "thriller", me parecen demasiado comerciales, demasiado oportunistas en un sentido intelectual. Sin embargo, Zwei Leben participa en uno de los temas más interesantes del horroroso siglo XX y que recogí, entre otros temas, en mi primera novela, Honrarás a tu padre, se trata del "Lebensborn", esa atrocidad -una más- nazi por la que se trataba de mejorar la raza aria.
  Ese infernal proyecto, "Lebensborn", suponía la "utilización" de miles de chicas perfectamente arias, alemanas, pero también noruegas, danesas y suecas, para que engendraran hijos de los más "valientes guerreros nazis", dando así una  supuesta generación de "superhombres". Por supuesto, esto provocó dolor, incomprensión social e incluso marginación que perdura hasta la actualidad.
 Zwei Leben va un paso más allá, y, a partir de la "Lebensborn" desarrolla una historia de espionaje para la extinta República Democrática Alemana, con una de esos hijos hurtados posteriormente a sus madres.
  El argumento me parece un tanto enrevesado hasta caer en la inverosimilitud, pero es cierto que en la Guerra Fría se dieron rocambolescos casos de matrimonios entre espías que aprovechaban la normalidad aparente de su relación para pasar información "al otro lado".
 Destacable la fotografía, con espléndidos paisajes noruegos e idílicas casas junto a los fiordos. El elenco actoral es más que aceptable, todos hacen verosímiles sus poco creíbles papeles; destaca Liv Ullman, la otrora musa de Ingmar Bergman.

martes, 22 de julio de 2014

La "virgiliana" paz eterna de Alberto Caeiro (Pessoa)

Se eu pudesse trincar a terra toda
e sentir-lhe um paladar,
e se a terra fosse uma coisa para trincar
seria mais feliz um momento...
Mas eu nem sempre quero ser ferliz.
É preciso ser de vez em quando infeliz
para se poder ser natural...
Nem tudo é dias de sol, 
e a chuva, quando falta muito, pede-se.
Por isso tomo a infelicidade com a felicidade
naturalmente, como quem nao estranha
que haja montanhas e planícies
e que haja rochedos e erva...

O que épreciso é ser-se natural e calmo
na felicidade ou na infelicidade,
sentir como quem olha, pensar como quem anda,
e quando se vai morrer, lembrar-se de que o dia morre,
e que o poente é belo a noite que fica...
Asssim é e assim seja...



Si pudiera morder la tierra entera / y apreciarle un sabor, / y si la tierra fuera algo que morder / sería más feliz por un momento... / Pero no siempre quiero ser feliz. / Hay que ser infeliz de vez en cuando / para intentar ser natural / No todo son días de sol, / y la lluvia, cuando falta, la pedimos. / Por eso tomo la infelicidad con la felicidad, / naturalmente, como a quien extraña / el que haya montañas y planicies, / que haya hierba y rocas...
Porque hay que ser natural y calmo / en la felicidad o en la infelicidad, / sentir como quien mira, / pensar como quien anda, / y cuando hay que morir, hay que acordarse de que el día muere, / y que es bello el poniente, como es bello que venga la noche... / Así es, y así será...
Traducción de Juan Barja y Juana Inarejos 

lunes, 21 de julio de 2014

Ahora leyendo: "El ocaso de los dioses de la estepa", por Ismaíl Kadaré

 Segunda novela que leo del anciano escritor albanés y Premio Príncipe de Asturias, Ismaíl Kadaré. La primera fue Abril quebrado, una recreación de la arcaica tradición albanesa, la "besa", un código de honor con anacrónica liturgia. Tras el pretencioso título, El ocaso de los dioses de la estepa, no se encierra sino un diario de la juventud de Kadaré en el Instituto Gorki de Literatura Mundial, en el que se codeó con grandes figuras de la extinta Unión Soviética.
  El título es pretencioso porque, aunque todo está narrado con una amenidad notable, no son sino las experiencias de un chico joven -poco más de veinte años- en un ambiente de residencia universitaria o colegio mayor... hoy diríamos un "Erasmus". "Estepa" hay, sin duda, pues el citado Instituto Gorki estaba en Moscú, quizá los "dioses" eran los ya reconocidos autores soviéticos y el "ocaso" es la supuesta caída de los mismos; pero no deja de ser muy ambicioso y de estar fuera de la realidad de la narración.
  Con todo, el texto es interesante, además de por las experiencias del autor, por como refleja ese universo ya destruido de la Unión Soviética en la que podían mezclarse con normalidad rusos -la mayoría- con bálticos -lituanos, letones y estonios-, caucásicos -georgianos, azeríes y armenios-, asiáticos -kazajos, kirguises o uzbekos- con algunos no soviéticos como el propio autor albanés. Como digo, un mundo ya derrumbado, quizá con graves problemas de libertad y brutalidad ideológica, pero también con la relevancia que pudo ser el intercambio cultural e intelectual entre pueblos tan distintos y que no se daba en aquellas épocas fuera de aquel país.

domingo, 20 de julio de 2014

Inciso cinematográfico: "Prisionero de las montañas", dirigida por Sergei Bodrov

 Una película de guerra al estilo ruso, tan diferente de las occidentales... Por supuesto no es un panfleto belicista que engaña a los tontos para que se alisten y entreguen su vida o su salud física y mental para mantener los privilegios de unos pocos, no, se trata de un film que busca los sentimientos de las personas dentro de un conflicto bélico, son ciudadanos anónimos, "de a pie", unos invasores y otros invadidos, todos víctimas al fin.
  La cinta está ambientada en la Primera Guerra de Chechenia (del 94 al 96), que se saldó con una victoria parcial de la república independentista; luego, ya se sabe, vendría la Segunda Guerra de Chechenia en la que el gobierno ruso impondría su brutalidad e instauraría el, cuando menos, sospechoso régimen pro-ruso de Ramzam Kadyrov. 
 Uno de los mayores atractivos está en la excelente fotografía, mostrando los extraordinarios paisajes montañosos de Chechenia y Daguestán, además de las inveteradas costumbres de aquellos pueblos caucásicos. Todo comienza con un vehículo blindado del ejército ruso que es capturado por los insurgentes, tan solo sobreviven dos de sus tripulantes: un veterano escéptico y un asustado novato. En el subsiguiente secuestro, se establecen unas extrañas relaciones entre captores y cautivos, relaciones, al fin, entre seres humanos, al margen de los uniformes que vistan y las órdenes que cumplan.
   En mi opinión, tal vez sea demasiado subjetivo, la película es antibelicista pues muestra la posibilidad de existencia de esas relaciones humanas que son siempre más interesantes que los dictámenes de los gobiernos, son más realistas y comprensibles... lo de los gobiernos son simples incomprensiones y ladridos efectuados desde cálidos despachos a miles de kilómetros del conflicto.
 Las actuaciones son correctas, nadie desentona pero tampoco deslumbra, (como anécdota, el actor protagonista principal, hijo del director, Sergei Sergeyevich Bodrov, moriría pocos años después de rodar la película junto con otros actores en un corrimiento de tierras también en el Cáucaso, en Vladikavkaz). La fotografía es, ya lo dije, lo más destacable, y, para mí, la sensación de eternidad que transmiten las imágenes de altos picos nevados y pobres aldeas de los valles.

jueves, 17 de julio de 2014

Ahora leyendo: "Fuga sin fin", de Joseph Roth

 Joseph Roth es, junto con Stefan Zweig, uno de los autores que más adhesión despierta en la actualidad; de hecho, se están publicando muchas de sus obras menores que estaban inéditas en castellano. Esta es una de ellas.
  Además de su notable prosa (limpia y rápida a la par que elegante y profunda), la obra de Roth tiene algo de hipnótica, al menos, claro está, para mí. Tal vez sea su feroz individualismo, su tendencia al pesimismo más absoluto, su desencanto ante la vida, su imagen de viejo perdedor... pero lo cierto es que sus relatos, escritos hace más de setenta años tienen una modernidad absoluta, principalmente por atender al sentimiento humano por encima de coyunturas.
 Fuga sin fin no es propiamente un relato al uso. Es, más bien, la narración de la vida un amigo del autor, Franz Tunda, alguien muy parecido al vienés, tan perdido como él. Incluye cartas recibidas por Roth y fragmentos del diario de Tunda. Igual que Roth, Tunda había perdido su país, Austria-Hungría; ambos habían perdido la heterogénea sociedad que amaban; ambos se sentían rechazados por los pequeños países que habían resultado de la fragmentación de aquel Imperio.
  Puede que no todo lo echado en falta por Roth fuera de tipo político o social, sin duda el éxito personal (sobre todo en el ámbito profesional pero también en el amoroso) que tuvo en su juventud no volvió en su madurez, el personaje de esta breve novela es un apátrida como él, un apátrida de sí mismo.

lunes, 14 de julio de 2014

Inciso cinematográfico: "El mundo es grande y la salvación está a la vuelta de la esquina", dirigida por Stefan Komandarev

 El título original en búlgaro es Светът е голям и спасение дебне отвсякъде, y, parece ser, que la traducción literal y correcta es la que aparece en el título.Es, obviamente, una sencilla sentencia popular que trata de animar en la adversidad, algo que tiene muchísimo que ver con el argumento principal.
 La cinta narra la lucha de un abuelo búlgaro (Miki Manojlovic) que trata de recuperar a su nieto (Carlo Ljubeck) que ha quedado amnésico tras un accidente automovilístico en el que han muerto sus padres. Un épico viaje en bicicleta tándem desde Alemania a Bulgaria sirve de metáfora para el viaje al recuerdo y a la familia del joven protagonista. La técnica es relativamente sencilla pero efectiva y se basa una y otra vez en flash-backs.
 Uno de los argumentos principales es, en efecto, la superación de las dificultades en la vida: el matonismo de nuestros coetáneos, la necesidad de emigrar dejando todo atrás, la pobreza extrema, la pérdida de los padres... frente a todas estas "atrocidades cotidianas" por las que pasa una gran parte de la humanidad, el optimismo irreductible se plantea más como una necesidad que como una opción.
 Pero otro argumento importante es el recuerdo a los europeos del oeste de esa parte de Europa que parece olvidada salvo para que nos quejemos de los gitanos que supuestamente nos acosan; hablo, claro, de Europa del Este y más concretamente de los Balcanes, tierras tan europeas como las nuestras y que han pasado y pasan por unos avatares muchísimo más duros que los nuestros; es interesante una frase del inicio del film: "en un rincón de los Balcanes donde Europa acaba y no parece acabar de empezar". Hay una sutil crítica a la extrema miopía de los occidentales al respecto de la tercera península meridional de Europa.
 Por supuesto el tema de la inmigración está expuesto en toda su crudeza: gentes que se ven forzadas a emigrar para salvar la vida o la libertad y que se ven abocadas al desprecio de los "europeos ricos", a la explotación laboral y, en definitiva, al racismo y la xenofobia.
 Todos estos temas, no obstante, son tratados, como antes dije, con un optimismo irreductible que aporta grandeza a la película.
 En la producción se observa el carácter "pan-balcánico" e incluso paneuropeo del film, pues hay dinero metido desde Bulgaria, Eslovenia, Hungría y Alemania. Aunque rodada en búlgaro, los dos actores principales son, lingüísticamente hablando, serbocroatas, lo cual pone en evidencia la estrecha relación entre esas lenguas, lo que en alemán llaman Sprachbund, algo así como "federación de lenguas", es decir, un conjunto de lenguas con similitudes gramaticales y fonéticas.
  Junto con Carlo Ljubek, el actor principal es el de la fotografía, Miki Manojlovic, un veterano de la filmografía balcánica y verdadero todoterreno. Nos suena su cara por las películas de Kusturica, especialmente por Underground, por Gato negro, gato blanco o por Papá está en viaje de negocios, pero en realidad ha colaborado en decenas de películas tanto en su país (según él y otros como el propio Kusturica, Yugoslavia) como en otros de toda Europa. Al respecto de su nacionalidad, Manojlovic se posicionó cuando los bombardeos de la OTAN sobre Belgrado y otras ciudades serbias en las Guerras de Yugoslavia, principalmente por haber tomado ese papel de juez todopoderoso en que se convirtieron los gobiernos de los países europeos occidentales, especialmente Alemania. Todo apunta a que, en aquella ocasión y como siempre, primaron intereses económicos sobre los filantrópicos y que, en cualquier caso, los europeos occidentales decidieron quiénes eran los "buenos" y quiénes los "malos" como si de una mala película de Hollywood se tratara.

domingo, 13 de julio de 2014

"Lucifer Circus", de Pilar Pedraza

 Segunda novela que leo de Pedraza tras Paisaje con reptiles, octava que publica según los señores de Valdemar. Al igual que con la anterior, su lectura me ha dejado un tanto tibio: reconozco, por supuesto, calidad literaria suficiente que justifique su publicación (hoy que ya vuelve a ser casi imposible publicar -con la cantidad de mierda, por cierto, que publican las editoriales dominantes-), pero me parece desaprovechado. Tanto en Paisaje con reptiles como en Lucifer Circus echo en falta más mordiente, más giros de la trama que me dejen sorprendido y entusiasmado, finales más desconcertantes, más asombrosos, no tan previsibles... en definitiva, lo que se encuentra en casi cada relato de los verdaderamente grandes como Poe o Lovecraft.
  Tal vez esté siendo injusto al comparar a Pedraza con esos dos gigantes, pero es que aprecio una calidad que sí podría ser comparable a otro de los grandes escritores de literatura fantástica en español como fue el uruguayo-argentino Horacio Quiroga; no me cabe duda de que la española podría sacar más de sí misma hasta dejar narraciones casi impecables.
 Al margen de mis preferencias, siempre subjetivas, por tanto relativas, Pilar Pedraza parece tener un gusto un tanto morboso en la temática. No es propiamente dicho literatura de terror, ni siquiera totalmente fantástica, sí se podría incluir en la llamada "literatura gótica" que, a pesar de que en el mundo anglosajón tiene unas características muy definidas, en nuestras literaturas se ha convertido en un cajón de sastre en el que cabe todo lo difícilmente clasificable. La autora en cuestión tiene, claramente, un gusto morboso por lo anormal, lo diferente, lo que se sale de lo cotidiano en esta mediocre sociedad, pero sin llegar a lo inverosímil de lo que se ocupaba, por ejemplo, el arriba citado escritor de Providence. 
  Esta novela, como su nombre indica, refleja a una "troupe" de gente del circo: el andrógino, la mujer barbuda, el domador de elefantes, los animales más extraños como el llamado "ligre" (híbrido entre león y tigre), etcétera. Son todos, incluso los más "normales", verdaderos frikis de nuestra sociedad, pero no verdaderos monstruos, son, simplemente, los márgenes de la normalidad, gentes que no se encuentran en la media absoluta en todos los parámetros como nos encontramos los demás.
 La presentación de Valdemar, en su colección El Club Diógenes es, una vez más, una gozada para todos aquellos que disfrutamos de los libros como un verdadero fetiche: encuadernación en cartoné, papel de buena calidad... un libro que nos puede acompañar décadas en nuestras ominosas existencias.

martes, 8 de julio de 2014

Inciso cinematográfico: "A Torinói Ló", dirigida por Béla Tarr

 A Torinói Lo, "El caballo de Turín", es un film presentado en 2011 al Festival Internacional de Cine de Berlín (vulgo, Berlinale), que mereció el Gran Premio del Jurado. Según el director, Béla Tarr (Tarr Béla según la antroponimia húngara), la película supone una continuación de la conocida anécdota de Friedrich Nietzsche, el cual, estando en Turín, vio a un cochero maltratar a su caballo a latigazos y, no pudiendo evitar la conmiseración con la bestia, apartó al hombre y se abrazó al caballo... una anécdota peculiar que, según los biógrafos del filósofo, antecedió a su caída en la enfermedad mental y consiguiente muerte. Al margen de Nietzsche, la película narra con una lentitud exasperante la mísera vida de dos campesinos húngaros, padre e hija, en una rutina aplastante que, en mi opinión, casi los animaliza. 
  Los animaliza porque los convierte más en bestias que siguen su instinto que en personas pensantes capaces de aprovechar su libre albedrío.
 Según Tarr, la película trata sobre "la pesadez de la existencia humana" y a fe mía que lo consigue transmitir. La cinta dura dos horas y media, en las cuales solo hay una sucesión de días, seis para ser exactos, en los que los dos protagonistas, en todo momento silentes, repiten con deshumanizadora monotonía los mismos hábitos: sacar al caballo y uncirlo al carro, luchar contra el sempiterno viento, comer con las manos un par de patatas como toda comida y dormir en la mísera casucha que habitan. Eso es todo, no hay nada más, tan solo la visita de un conocido que despotrica sobre la sociedad humana y un grupo de gitanos que acosa a la pareja y trata de robarles agua del pozo son las únicas novedades destacables en esa terrible existencia.
  Para reforzar la sensación de monotonía, soledad, pobreza y desesperanza, el film está rodado en blanco y negro; hay mucha steady-cam que evita los cortes y por tanto los cambios en la rutina diaria; y la banda sonora está constituida por una sola pieza musical que de forma machacona nos acompaña de principio a fin.
 Es de reconocer que es una película estéticamente bella, con un extraño magnetismo y desde luego totalmente original, pero desde luego acaba uno un tanto "desinflado anímicamente" después de las dos horas y media. El director, reputado en Hungría, con una decena de películas a sus espaldas además de colaboraciones televisivas y documentales, afirmó que esta sería su última obra... en realidad no me extraña.

Ahora leyendo: "Relatos de lo inesperado", de Roald Dahl

 Hay una razón clara y evidente por la que no me gusta leer literatura contemporánea: no saber hasta que punto estoy ante una buena novela que me aportará aquello que busco -evasión en novela fantástica o de terror, reflexión en novela social y actual, formación en novela clásica...-, o ante una éxito novelesco producto simplemente de una buena promoción editorial. Porque, sí, estoy un tanto harto de leer a autores de los que todos hablan maravillas, las escasas revistas literarias que leo promueven y las librerías recomiendan. Ya hablé de, en mi opinión, el fraude editorial que es el señor Salinger, el de El guardián entre el centeno, un escritor mediocre que fue elevado al parnaso literario por la potente industria editorial estadounidense; eso por no hablar de aquellos escritores que son subidos al carro de una generación literaria entre los que los hay mucho más dotados que ellos -véase la pléyade de escritores escandinavos que publican bazofia reconvertida en best seller-; todos ellos se beneficiaron de esa industria y son, por tanto, fenómenos editoriales, no literarios. Frente a ellos, el tiempo pone a cada uno en su lugar, y si perdura es, sin duda, porque tiene calidad. Me temo que entre estos fenómenos editoriales están el señor Roald Dahl.
  No quiero ser injusto, Dahl es un escritor interesante: los relatos que componen este tomo son imaginativos, audaces, con giros inesperados -buena elección del título- y, en general, dejan un buen sabor de boca, pero no justifican el gran éxito internacional que tuvo este galés de origen noruego. Sé, por supuesto, que es principalmente conocido y admirado como autor de literatura infantil, entre los que se cuentan clásicos como Charlie y la fábrica de chocolate, Las brujas o James y el melocotón gigante. Pero de ahí a escribir literatura para adultos hay un mundo; no quiero decir que la literatura infantil sea en modo alguno inferior a la de adultos, simplemente son diferentes, no todo el mundo puede escribir de todo. Lo malo es que los señores editores cuyo objetivo principal no es otro que ganar dinero les tiene sin cuidado la calidad de lo escrito y solo tratan de aprovechar la fama que el escritor se haya granjeado en otro subgénero.
  Con todo, Relatos de lo inesperado es un libro ameno, un tanto disparatado, de lectura fácil y agradable, muy oportuno para este periodo estival en que buscamos textos más livianos.

domingo, 6 de julio de 2014

Inciso cinematográfico: "The Railway Man", dirigida por Jonathan Teplitzky

 Una gran producción (en el sentido económico) con grandes actores del momento: Colin Firth, Nicole Kidman o Stellan Skarsgard. Basada en una historia real: un soldado británico que es apresado, junto con sus compañeros, en Singapur y torturado por el Ejército Imperial Japonés; décadas después, el británico, que está literalmente perdido en recuerdos terribles hasta el punto de ser casi un despojo social, descubre (sus amigos lo hacen por él) que el torturador sigue vivo y trabaja como guía turístico en el mismo lugar donde tuvo lugar la ominosa tortura... decide ir a buscarlo, para vengarse.

  La película es correcta. Correctas son las interpretaciones de los personajes principales. Más que correcta es la hermosa fotografía de paisajes asiáticos... y poco más. En realidad es una película antibelicista, que denuncia la brutalidad de la guerra que enfrenta a dos hombres que no tienen nada que ver, que los convierte en bestias sanguinarias y destruye sus vidas para siempre (el protagonista, con más de 60 años, casi cuarenta años después de la guerra, dice: "yo sigo en guerra"). Eso es, para mí, lo mejor de la película, pero a pesar de todo y haciendo un ejercicio de autocrítica, me parece que está demasiado orientada en un sentido occidental.
  Obviamente el guión se basa en las vivencias de Eric Lomax y por tanto ya existe una subjetividad, pero se podía haber hecho un esfuerzo de empatía para que, ya que es una película antibelicista, dar sentido a las vivencias del soldado japonés y las razones de su comportamiento. Porque si no es así, parece que los malditos "japos" no eran más que salvajes imperialistas sedientos de sangre mientras que los británicos no eran más que buenos chicos que estaban ayudando a los locales, verdaderos "boy-scouts". Cabe preguntarse entonces qué diablos hacían en Singapur a miles de kilómetros de su tierra...

sábado, 5 de julio de 2014

...

 Echarle ganas. Armarme de energías, desafiar todo lo desafiable y salir a la calle vestido de optimismo con una sonrisa... y vivir... Y que un simple contratiempo, una mala cara, una respuesta injusta me recuerde que todo lo que puede salir mal saldrá, que solo soy un muñeco roto por dentro, que no soy capaz de nada... que no soy nada.

viernes, 4 de julio de 2014

Ahora leyendo: "El Golem", de Gustav Meyrink

 Una gran y extraña novela compuesta por capítulos aparentemente inconexos, solo sutilmente hilados por el personaje principal, Athanasius Pernath y por el ghetto judío de Praga, omnipresente. Multitud de personajes se atropellan unos a otros sin evidente relación. Es un texto difícil en el sentido kafkiano: la sensación opresiva de estar viviendo una pesadilla o un estado febril permanecen de principio a fin. Lo irreal predomina en los pensamientos del personaje principal al que, de forma velada, sus coetáneos tratan como loco.
  La archiconocida historia del Golem persiste también, pero no en el sentido clásico, el del rabino Löeb que crea un muñeco de barro para proteger al ghetto, sino como álter ego del personaje. El Golem es por tanto nuestro otro yo, el lado oscuro, el lobo estepario de Hesse, el Mr. Hyde de Stevenson... el lado salvaje que todos tenemos.
 El ghetto judío de Praga se convierte en un protagonista colectivo, de hecho se podría decir que es una novela coral. Su abigarrado y caótico urbanismo se impone en esa abrumadora realidad onírica y febril del relato: callejones oscuros, casuchas sin ventanas, laberintos sin sentido, pasadizos secretos... un submundo que ya no existe salvo en las kasbas de algunas ciudades magrebíes.
 Los personajes secundarios son más esbozados que definidos: irreales, absurdos, enfermizos... son los perfectos habitantes de la judería, como ella son grotescos y extraños. Sus vidas son obsesivas y sin sentido, dedican su existencia a ocupaciones estúpidas pero centenarias, tan centenarias como el propio ghetto.
  Es difícil no relacionar a Meyrink con Kafka, el epíteto kafkiano se aplica a la perfección a "El Golem". Dicen, yo hasta el momento no he leído más del autor, que Meyrink repitió una y otra vez el modelo en la estructura de sus novelas, al parecer por el éxito cosechado por esta. 
 El ocultismo, mejor dicho el esbozo del ocultismo, es otra característica de la novela, se citan someramente aspectos de la Cábala y del Tarot, pero sin llegar a profundizar en absoluto en ellos.
 La prosa, por otro lado, es rápida, poco profusa en adjetivos, de lectura rápida, que alivia ligeramente la opresiva sensación que deja la trama. Es una narración casi periodística, impropia de un texto de 1915.  
 Las semejanzas con Kafka son enormes: el tiempo que Athanasius Pernath pasa en la cárcel acusado del asesinato de Zottman es típicamente kafkiano, tanto como El proceso, ya que un aspecto surrealista inunda esos pasajes (la sinrazón del encarcelamiento, el absurdo comportamiento del juez de instrucción, los carceleros y los internos...). 
 Finalmente, la destrucción del ghetto judío de Praga que se muestra en la conclusión de la novela es el punto final al que Kafka se refirió en varias ocasiones, sobre todo cuando recuerda que los "judíos tienen más del antiguo ghetto que de las higiénicas avenidas modernas". La pregunta clave es: ¿hubo influencia de uno sobre otro? El Golem se publicó en 1915, el mismo año que La metamorfosis, pero, sin embargo, El proceso o El castillo fueron publicadas de forma póstuma el año 25 -aunque escritas una década antes-; Meyrink y Kafka no se conocieron -probablemente- con lo cual ¿pudieron relacionarse de forma epistolar o como escritor-lector? Tampoco parece probable. Lo interesante es, por tanto, que la sociedad angustiosa que muestran debió existir no solo en sus mentes, pues es harto improbable que dichas subjetividades se parecieran tanto. En este punto es curioso como la crítica tradicional ha descrito el mundo de ambos -sobre todo el de Kafka- como una intelectualización subjetiva, debida a la particular psicología del autor; a la luz de este razonamiento, es más probable que la sociedad centroeuropea del cambio de siglo fuera efectivamente deshumanizadora, absurda y opresiva, y que no solo estuviera en la cabeza de estos escritores.