miércoles, 6 de agosto de 2014

Inciso cinematográfico: "Johnny Got his Gun", dirigida por Dalton Trumbo

 Ahora que nos bombardean -nunca mejor dicho- casi a diario con el centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial es un buen momento para recordar un puñado de excelsas películas que abordan el luctuoso evento desde la única visión intelectualmente honesta: el antibelicismo. De entre ese grupo de películas destacaré Johnny cogió su fusil.
  Dalton Trumbo fue autor primero de una novela que luego adaptó a guión cinematográfico y que dirigió personalmente. No es casualidad tanto protagonismo, Trumbo fue uno de los intelectuales más comprometidos con el antibelicismo, el reparto equitativo de las riquezas y la igualdad de todos los seres humanos; tanto que le valió numerosos juicios en la ominosa época del "Macarthismo" y el apartamiento de la vida pública estadounidense.
 La película retrata con dureza y realismo la esencia de la sociedad belicista que nos ha tocado vivir: la generación deliberada de pobreza y desigualdad social que obligará a los jóvenes más desfavorecidos a entregar su vida o su salud para mantener las prebendas y canonjías de una pequeña élite. A este respecto hay una más que esclarecedora frase en la que el padre del protagonista -interpretado sencilla pero genialmente por John Huston- explica a su hijo como es necesario que haya guerras y que los jóvenes luchen por no tener casa propia.
  El film está narrado de forma simple pero efectiva. La constante utilización del flash-back con escenas en blanco y negro para mostrar el presente angustioso del joven que ha quedado brutalmente mutilado de por vida y las escenas en color para el pasado prometedor de un sencillo chico con, al menos entonces, toda la vida por delante. El resultado es excelente, duro y brutal, sin concesiones a sentimentalismo alguno, pero de una validez capaz de desengañar al más ingenuo. 

martes, 5 de agosto de 2014

Ahora leyendo: "Noctuario", de Thomas Ligotti

La editorial Valdemar, de nuevo, presenta a este moderno buscador del dolor psicológico, de lo incómodamente extraño y perturbador: Thomas Ligotti.
  No lo consideraría como un autor de terror clásico, ni siquiera dentro del relato fantástico. Es más un escritor peculiar con extraño regusto por lo morboso, lo que duele por dentro, te destruye pero no te mata.
 Noctuario es una colección de relatos de distinto tipo pero protagonizados por tipos que pueblan abundantemente la sociedad actual: solitarios, depresivos, atípicos y asociales. En el prólogo de Jesús Palacios, muy acertadamente, se indica que esos personajes son más frecuentes en los relatos de Lovecraft que en los de, por ejemplo, Stephen King. Por supuesto los argumentos no tienen nada que ver con los del "solitario de Providence" ya que no hay nada de terror cósmico.
  Reflexionando sobre la llamada "literatura de terror", es posible que tenga mayor libertad creativa que en otros subgéneros narrativos más encorsetados tanto en argumentos como en formas. Aquí tiene cabida todo lo que no es propio de otros subgéneros y se sale de los temas políticamente correctos de esta sociedad falsa de sonrisa hipócrita.

Rayando en la enfermedad mental

 Son mayoría las noches en las que me despierto a las dos o las tres de la madrugada con un grado de excitación, ansiedad y malestar que me lleva a menudo a la imposibilidad de conciliar el sueño de nuevo. Solo cuando la luz solar empieza a rayar por el Este puedo recuperar, parcialmente, el control de mis emociones.
 En esas noches de insomnio todos los pensamientos catastrofistas aparecen uno tras otro para recordarme que todo lo que puede salir mal saldrá, que siempre fracasaré y decepcionaré, como lo he hecho siempre y como siempre me aseguraron que lo haría desde que era pequeño.
 Nada, en realidad, me falta, y, sin embargo, siento que me falta todo. Me falta su estúpido optimismo injustificado, su ego hiperdesarrollado, su insensibilidad supina ante el dolor ajeno... me falta, en definitiva, capacidad de lucha, en un mundo, una sociedad que no premia el talento sino el tesón, aunque normalmente este se convierta en testarudez.