martes, 30 de septiembre de 2014

Ahora leyendo: "La roja insignia del valor", de Stephen Crane

 Un autor injustamente olvidado (como tantísimos) que, también debido a su temprana muerte (a los veintiocho años) pasó al gigantesco Parnaso de los despreciados, a pesar de esta excelente novela.
  La roja insignia del valor es un texto fundamentalmente antibelicista, que narra las terribles experiencias de un chico enrolado en el ejército de la Unión en la Guerra de Secesión americana. Crane consigue una verosimilitud histórica más que notable, pero, sobre todo, logra transmitir los pensamientos y sentimientos del personaje, Henry Fleming, de una manera que se anticipa a lo que algunos denominan "Impresionismo literario" que, al igual que el más conocido estilo pictórico, antepone lo subjetivo a lo objetivo. 
 La prosa es rápida, con frases cortas y no muy abundante adjetivación, aunque fuera elogiada por un reputado autor de estilo antagónico, Henry James; tal rapidez permite transmitir la ferocidad de la batalla, la alternancia de la victoria y la derrota, la futilidad de la vida humana...
  El antibelicismo de la novela se trasmite, en mi opinión, por la frialdad y realismo con los que se narra. No se trata de una idealización del guerrero en el acto sublime de la confrontación bélica... todo lo contrario: de principio a fin vemos a un chico asustado que pasa los primeros días de la guerra pensando si no acabará por desertar y huir para salvar la vida, escuchándose a sí mismo como si de un animal de laboratorio  se tratara. El salvajismo de la guerra, la indiferencia o incluso la negligencia de los militares de rango superior y la sinrazón de la matanza acaban por demostrar, al menos a aquellos de nosotros que tenemos sensibilidad, que la guerra es, sin lugar a dudas, la actividad más simiesca del ser humano.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Ahora leyendo: "El cielo en llamas", de Mário de Sá-Carneiro

 La jovencísima edad a la que murió este hombre, veintiséis años, nos privó de uno de los más talentosos autores en lengua portuguesa. Contemporáneo y amigo de Pessoa, Sá-Carneiro presenta una innegable influencia de Poe, con ese gusto por lo sobrenatural que está "a la vuelta de la esquina". En su poesía, donde más destacó, se acerca al Decadentismo y al Simbolismo, tan en boga a finales del XIX, como al Modernismo, en pleno auge entre las dos guerras mundiales. 
  El cielo en llamas es una recopilación de cuentos y relatos en los que esa influencia "gótica" de Poe se percibe en cada párrafo.

 
 Además de estos pocos libros de poesía y narrativa, también formó parte de la llamada "Generación de Orpheu", epónima de la revista literaria creada por él mismo y Pessoa.
 Desgraciadamente, ese enorme talento y sensibilidad artística tenían como contrapunto, como es bastante habitual, un carácter depresivo y tremendista que le llevó al suicidio a tan temprana edad.
 En mi humilde opinión, Mário de Sá-Carneiro fue más importante como potencial que como realidad, me explico: sus relatos son altamente ingeniosos, están escritos con una calidad difícil de alcanzar que junto con su originalidad les hacen dignos de ser tenidos en cuenta para una literatura tan importante como la escrita en lengua portuguesa, pero, con todo, no puedo obviar la sensación de estar leyendo a alguien que todavía está afianzando su estilo literario, que no ha alcanzado su madurez.

martes, 16 de septiembre de 2014

Álvaro de Campos

¿No será mejor
no hacer nada?
¿Dejar que todo vaya en tropel, vida abajo,
a un naufragio sin agua?

¿No será mejor
no coger nada
en los rosales soñados,
yacer quieto, pensando en el exilio de otros,
en las primaveras por haber?

¿No será mejor
renunciar, quizá, como revientan
las burbujas en las atmósferas de feria,
a todo,
sí, a todo,
totalmente a todo, en absoluto?


                      Álvaro de Campos (Pessoa)

Ahora leyendo: "Un amigo de Kafka", de Isaac Bashevis Singer

 Lamentablemente, en Europa hemos perdido no hace tantas décadas otra cultura (una más junto, por ejemplo, a la sefardita o la morisca), la cultura judía askenazí, que, como todos saben, fue barrida en campos de concentración, entre torturas, cámaras de gas y hornos crematorios. De aquellos judíos que los bárbaros nazis  juzgaban "infrahumanos" no quedó ni rastro de la rica cultura que poseían: lengua propia (el yidish o judeoalemán), tradiciones centenarias, formas literarias únicas como el teatro yidish... afortunadamente, escritores como Isaac Bashevis Singer (que recibió el Nobel de Literatura en 1978) nos recuerdan esa inmensa parte de Europa que los fanáticos trataron de aniquilar hace siete décadas.
 Un amigo de Kafka es solo uno de los múltiples relatos compilados en este pequeño tomo, muestra fiel, sin embargo, de esa enorme cultura desaparecida. Millones de europeos de pasados siglos hubieran encontrado esos relatos como ejemplos claros de las características de sus vidas y las de sus familias... hoy, son mera historia.
 Isaac Bashevis Singer es, por tanto, no solo un narrador más sino un verdadero testigo de aquella sociedad, un historiador que nos recuerda con cuanta facilidad, en apenas unos años se puede borrar del mapa todo tipo de sentimiento humano: alegrías, tristezas, sufrimientos, esfuerzos, recompensas, piedades religiosas, lujurias, amor, odio, éxitos, fracasos, satisfacciones, frustraciones... vida, en definitiva.
 Su imagen de viejecillo frágil, su voz atildada, su fortísimo acento germánico al hablar en inglés, nos despierta una vena compasiva en uno de los grandes de la literatura en yidish, una literatura ya extinta.

Álvaro de Campos

¡Ah, siempre me gustó que se divirtiera la plebe,
porque le soy ajeno a la alegría, pero no a que la tengan!
Yo deseo que sean a su manera alegres.
A la mía no, serían tristes.
Pero yo no pretendo ser como ellos, ni que ellos sean como yo.
Cada uno en su lugar, con su alegría.
Cada uno en su punto del espíritu y hablando su idioma.
Oigo su alegría y, sí, la amo, pero no participo, no la puedo tener.


                      Álvaro de Campos (Pessoa)

domingo, 14 de septiembre de 2014

Inciso cinematográfico: el inefable señor Alex van Warmerdam

 Probablemente el representante más genuinamente holandés del actual cine europeo. Un tipo que, habitualmente, dirige, firma el guión y actúa en todas sus películas: Alex van Warmerdam.
  De todos estos, aquí en Cannes con todo el elenco de Borgman, el primero por la derecha, (por cierto en esa misma foto, su mujer, que también es habitual en sus películas es la quinta por la derecha, Annet Malherbe).
 Como director, van Wardermam está activo desde los años 80, y aunque no ha firmado muchas películas (9 en casi 30 años), ha marcado de forma clara la cinematografía de los Países Bajos. Recientemente ha sido noticia por la película Borgman que hemos podido ver en nuestro país (otras no han llegado nunca a visionarse en nuestras salas aunque están disponibles hoy en internet). Borgman es un paradigma de su trabajo: un argumento que deja un tanto atónito, que no sabes si es una comedia de sutil humor negro, una agria crítica social, una visión surrealista y deformada de la realidad o simplemente una peculiar obra de autor.
   En Borgman, el personaje principal, interpretado por Jan Bijvoet, es una suerte de vagabundo carismático y manipulador que, junto a otros cuatro amigos de una supuesta banda, es capaz de subvertir el aparente orden de una acomodada familia para acabar todo en tragedia no se sabe muy bien con qué finalidad. Una película que gusta, atrae, hipnotiza, pero uno se acaba preguntando: "¿pero esto qué es?". 
 Ya dije que hoy están disponibles en internet, en versión original, las películas de van Wardermam y, a pesar de que entre una y otra pasan lustros es evidente la semejanza que existe con estas últimas. Así, por ejemplo, en Abel (1986) se nos presenta a un "adolescente de 32 años" que vive con sus padres en una aparentemente normal familia de clase media, pero en la que subsisten problemas, empezando por la extrema pasividad (rayando en ser un "hikikomori") del hijo interpretado por el propio director; una extraña relación triangular con una bailarina de striptease sacará todas las miserias de la disfuncional familia. 
 En De noorderlingen (1992), que podría ser traducido por los nórdicos, o los septentrionales (quizá haga referencia a que la cinta está rodada en Haarlem, de donde es el propio van Wardermam, y que está al norte de su país), es, en mi opinión, una burla de la acomodada sociedad holandesa con sus inveteradas costumbres y rutinas, todo con un sutil humor negro que la hace realmente extraña. 
 En De jurk (1996) (traducible como El vestido), es más difícil distinguir el humor negro de la crítica social o simplemente de la peculiar visión de este hombre. Aquí, el hilo conductor es un singular vestido de mujer que, aparentemente, trae problemas y desgracias a todas aquellas que lo visten. Especialmente por la figura del intruso-violador que está representado por el propio director.
 En todas las películas, el personaje principal es siempre alguien que borda, si no la locura, sí al menos la marginalidad social (un hombre de 32 años que vive como un chico, una comunidad rural llena de rarezas, un violador o un merodeador e intruso). Lo que más me gusta, sin embargo, es cuan desapasionadamente se presentan esos personajes, sin dar ningún juicio moral sobre sus más que extrañas actividades. Por lo demás, las películas de van Wardermar están muy cuidadas en cuanto a la fotografía y llegan a enganchar a pesar del extraño argumento.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Ahora leyendo (en narrativa): "Un mundo feliz", de Aldous Huxley

 Pocas novelas de ficción que representan un mundo futuro y deshumanizado han tenido tanto éxito como la presente o 1984 de Orwell. Si esta última critica la brutalidad estalinista (recordemos que George Orwell era un comunista desengañado), Un mundo feliz analiza la pérdida de individualidad y libertad de un mundo "hiperorganizado" en un modo más propio del capitalismo.
  La genialidad de Huxley, como la de Orwell, está en ser extraordinariamente conscientes de los defectos de sus respectivas sociedades y la posible evolución de los mismas. Lo peculiar es la semejanza en ambas hipotéticas sociedades: la deshumanización final. En el caso de 1984, la utopía comunista se deshace en añicos con la demoledora ideología del partido único: "Guerra es Paz, Libertad es Esclavitud, Ignorancia es Fuerza"; en otra memorable crítica del totalitarismo estalinista de Orwell, Rebelión en la granja, se resume con el conocido: "Todos somos iguales, pero algunos son más iguales que otros". El terrorífico mundo bosquejado por Huxley está en la estandarización de la humanidad en cinco categorías: los alfa, beta, delta, gamma y épsilon. Cada humano, creado artificialmente, recibirá una nutrición y una educación  que lo llevará a comportarse inequívocamente de esa manera. La sátira al capitalismo está, además de en la artificial desigualdad social, en el patológico afán consumista ( continuamente se alecciona por megafonía con joyas como: "Me gusta volar, me gusta volar, me gusta tener vestidos nuevos", "tirarlos es mejor que remendarlos, tirarlos es mejor que remendarlos"... La sociedad de Huxley cuenta el tiempo a partir de la producción en serie del primer Ford T, y nombran la era como "después de Ford", la estandarización, sistematización, el consumo desmedido  y  la deshumanización son, en definitiva las señas de identidad de ese "mundo feliz".
     La lectura, de tan verosímil, es incómoda, alarmante incluso. Obviamente ese mundo nunca existirá totalmente, pero hay claras señales que nos indican que, en parte, ya está entre nosotros, sobre todo lo referente a la generalización de pensamientos totalitarios en un mundo de consumo, una suerte de "fascismo capitalista" que en algunos países ya vivimos y parece que, desgraciadamente, está de vuelta, esta vez el jefe del estado no será un militar sino un político (hombre de paja) que hará aquello que sea necesario para que los verdaderos gobernantes, los representantes del Capital, rijan nuestras vidas.
 Por otra parte, la desigualdad social extrema y la distribución de las funciones y trabajos ya ha existido en tiempos pasados (y todavía existe hoy aunque de forma más soterrada). Si para Huxley la sociedad está formada por intelectuales alfa, clases medias beta y delta, y embrutecidos gamma y épsilon, en la América española del siglo XVI y XVII, los españoles peninsulares ejercían de virreyes, los criollos (descendientes de españoles o portugueses nacidos en América) supondrían una acomodada clase media, los mestizos (hijos de españoles e indígenas) serían clase baja, y los indígenas y negros traídos de África serían meros esclavos sin derecho alguno. Tan terrible e incómodo de recordar como suena. En las modernas sociedades multirraciales el panorama no es mucho más alentador, quizá no haya tal discriminación de facto, pero sí de iure. ¿Habremos de escandalizarnos, pues, ante las premoniciones de Aldous Huxley?

martes, 9 de septiembre de 2014

Ahora leyendo (en poesía): Segundo tomo de Álvaro de Campos

 De nuevo la editorial Abada con su impagable labor de publicar toda la poesía de los heterónimos pessoanos, con la calidad literaria (bilingüe y con traducción fiel y sentida) y editorial (papel de más que aceptable calidad, formato de letra y composición muy cuidada) que el inmortal lisboeta requiere.
  Este volumen es el segundo tomo de Álvaro de Campos aunque yo lo leí como tercero... cosas de la publicación de poesía que sigue adelante contra viento y marea con exiguas tiradas. Ese hecho no es baladí, ya que la editorial ha publicado todo siguiendo el orden cronológico en que fuera escrito y, conociendo la evolución literaria que cada heterónimo tuvo, se rompe un tanto el conocimiento del poeta, pero... qué le vamos a hacer.
 Porque Álvaro de Campos tuvo varias fases: influido por el decadentismo en sus inicios, se deja vencer por el futurismo que hacía furor en Italia y en toda Europa en las primeras décadas del siglo XX, para acabar renegando de todo con un nihilismo desapasionado... Sí, el señor Fernando Pessoa no solo era capaz no solo de crear personalidades literarias totalmente diferenciadas sino además de dotarlas de algo tan vital como es la evolución personal... verdaderamente apabullante.
  Con evolución y todo, la poesía de Álvaro de Campos es más compleja en los argumentos que la de su maestro Alberto Caeiro. Su formación como ingeniero, que en buena medida facilitará su adscripción al futurismo, y su visión desalentada, que le llevará al nihilismo, rompe con la cosmovisión idílica, pastoril y optimista de Caeiro.

martes, 2 de septiembre de 2014

Ahora leyendo: "La tentación de San Antonio", de Gustave Flaubert

 Cuando un autor tan celebrado como Flaubert tiene una obra de referencia universal como Madame Bovary (primera novela suya, por cierto) el resto queda eclipsado, casi como si fueran obras fallidas, esto ocurre con La tentación de San Antonio.
  Sin embargo, es una pequeña obra interesante: en primer lugar por su forma, presentada como novela aunque con hechuras de obra teatral con sus correspondientes acotaciones; en segundo lugar por la sencillez con la que Flaubert alcanza su ideal "le mot juste" (la palabra exacta) alejándose de la verborrea de la narrativa del XIX; por último, nos permite valorar la erudición del autor, en este caso en el ámbito religioso, al crear discusiones teológicas que no desmerecerían al mejor filósofo de nuestro tiempo.
 He de reconocer que me acerqué a esta obra más por el interés que desde joven sentí por San Antonio Abad y, en general, por los Padres del yermo, ese grupo de eremitas que renunció a unas de las características principales del ser humano, su condición gregaria, para buscar un camino de perfección en el Alto Egipto allá por el siglo IV. Craso error por mi parte, como ya dije no se trata de una narración de la vida, obra y milagros del santo, sino de una pequeña obra teatral en la que Antonio Abad discute filosóficamente con las principales corrientes teológicas (según la ortodoxia católica, heréticas) surgidas hasta su época.
  Con todo, es una obra que da amplia información sobre la vida espiritual de Flaubert que no existe en  Madame Bovary o La educación sentimental. He notado ciertas semejanzas con otro gigante de la literatura universal como es Lev Tolstoi, aunque en el ruso sea más reconocido por la cantidad de obras religiosas que escribió, también en el francés es apreciable esa búsqueda de una verdad que se pueda encontrar tras toneladas de basura de tradición cristiana.