sábado, 23 de diciembre de 2017

Thomas Hardy y Marcel Proust.

 Leí los siete tomos de En la busca del tiempo perdido de Proust en una época muy concreta de mi vida: la "mili". Afortunadamente no tengo malos recuerdos de aquel periodo; poco antes de coger aquel tren nocturno para Ferrol en septiembre de 1991 y que supondría un año completo de uniforme azul marino y "trajecito de Primera Comunión", todos te aleccionaban sobre el importante paso en  tu vida. Algunos, los más ancianos y conservadores, lo daban como un periodo de maduración necesario para el afianzamiento de la virilidad (¡¡!!); otros, la mayoría, lo consideraban una pérdida de tiempo y recomendaban una actitud pasota que permitiera el paso inopinado del tiempo hasta que llegara la ansiada "blanca"; todos, sin embargo, coincidían en que era una época para aguantar tonterías, ver a adultos comportarse como niños... Estos últimos tenían razón, pero, tristemente a la vez se equivocaban: he seguido viendo a hombres adultos comportarse como niños durante toda mi vida.
  En fin, lo cierto es que si sobrellevé con cierto donaire el servicio militar fue porque me leí de cabo a rabo siete tomos que son considerados universalmente como un tostón, ¿por qué lo hice? Lo hice porque la prosa lenta y anodina de Proust y, sobre todo, su temática simplona sobre la vida de un joven acomodado con pocos ideales en la cabeza y mucha vida social (vivida o imaginada) me facilitaba escapar de la rutina cuartelaria. Puede que estuviera de guardia en un vetusto cuartel (en pleno centro, por otra parte, de mi propia ciudad) con ropa absurda y aguantado las estupideces simiescas de los militares, pero en mi cabeza estaba a orillas del Sena.
 Esto lo comprenderán quienes sepan leer de verdad, enfrascarse en la lectura hasta desaparecer como individuo. Es la capacidad de evasión que facilita la literatura y que tantas veces he sentido en mi vida como una verdadera necesidad que me permite seguir alentando.
Imagen tomada de Commons Wikimedia.
  No es un prejuicio tonto: En busca del tiempo perdido es un tostón. En realidad no pasa prácticamente nada durante siete tomos, al menos pasa mucho más en la cabeza del autor (y protagonista) que en la vida real. Desde luego la prosa es maestra, no hay duda de que es una lección de escritura sin parangón. Estoy seguro, de hecho, que muchos escritores sobre todo francófonos aprendieron a escribir con Proust, al menos en el plano formal.
 De Thomas Hardy se puede decir casi lo mismo. Esa "literatura de té y pastas" con la que injustamente califico la también mal llamada "literatura victoriana" por tener, en muchos casos, una actitud ante la vida propia de las señoronas con muy poco que hacer aparte de invitar a los Smith o los Brown a tomar el consabido té con pastas adolece muchas veces del mordiente que hoy necesitamos en una novela.
Imagen tomada de Commons Wikimedia.
  De nuevo soy injusto, porque ya dije que muchas de las novelas anglosajonas de aquella época eran furibundas críticas a la injusta sociedad que emanaba de la Revolución Industrial, así como la búsqueda de un sentido de la vida que sobrepasaba lo meramente terrenal, eso por no hablar de la perfección estilística que ofrecían. Lo que ocurre es en la obra de todo escritor hay muchas variaciones, y en la de Hardy no iba a ser menos. 
 En Tess d'Uberville, El alcalde de Castlebridge o Lejos del mundanal ruido, Hardy desarrolla esa capacidad de denunciar sin ofender, de acusar sin insultar, de delatar sin injuriar. Así quien quiera entender entenderá, y quien quiera leer una amable novela sin trasfondo socioeconómico y político también quedará satisfecho. Sin embargo, en Unos ojos azules, la crítica es mucho más sutil, está, desde luego, pero más suavemente descrita. Hay una censura implícita a la hipocresía social que juzga a los individuos por el grosor de su cartera y sus orígenes y no por el valor de la persona en cuestión; tal vez, también se aprecie un reproche por el cinismo social que asegura que lo importante es mantener la apariencia, aunque, a puerta cerrada, se practique lo contrario que se proclama. Esto último es evidente cuando Elfride se preocupa terriblemente de la "pérdida de la honra" que puede suponer que sea vista con un hombre pasar la noche; o aquello cuando Swancourt acepta inicialmente a Stephen Smith como yerno porque lo cree emparentado con alguien de posición y luego lo rechaza cuando descubre que es hijo de un sirviente. Todo esto está allí, pero es demasiado sutil. Tanto que, estoy seguro, a la mayor parte de los lectores les pasará inadvertido, quedándose solo en la vida regalada y un tanto superficial de los Swancourt o de los Smith. También puede ser, claro está, que las imposiciones editoriales que solo buscan el beneficio y por tanto la venta masiva de ejemplares (en este caso de ejemplares de revistas, pues Unos ojos azules fue publicada por entregas) obligara al autor a suavizar la crítica y hacerla casi invisible.

lunes, 11 de diciembre de 2017

"Unos ojos azules", por Thomas Hardy.

 La novela más autobiográfica de Hardy, con la ambientación en una parroquia de Cornualles (semejante a la que vivió en sus primeros años de vida al ser hijo de un pastor anglicano de aquella zona sudoccidental de Inglaterra), la eterna lucha de clases y lo que se pierde sin haber podido luchar por ello (como la renuncia forzosa que tuvo que hacer el autor a continuar estudios), o un padre, el clérigo, que, perdido en su misticismo, no llega a comprender totalmente el drama de su hijo. Todo eso lo vivió Thomas Hardy y conforma el armazón de Unos ojos azules. Es bueno recordar esto para no leer superficialmente la novela, que quedaría limitada a los amores y desamores de la protagonista, Elfride, con un joven arquitecto o un viejo hombre de letras, y así se perdería la enorme crítica social que Hardy vierte sobre su "esplendorosa" sociedad.
  Porque, claro, en la época victoriana no se podían hacer críticas explícitas sobre, por ejemplo, la brutal desigualdad social que había provocado la Revolución Industrial, se corría el riesgo de no publicar en vida nunca más. Pero un buen lector reconocerá la sátira y el sarcasmo en todas las obras de Dickens, muchas de Hardy, bastantes de las de las Brönte, algunas de Henry James y ninguna, eso sí, de la pedorra de George Eliot. Quizás críticas muy suaves para nuestros explícitos días, pero que reventaban la supuesta brillantez del Imperio. 
 Es como si la novela tuviera dos lecturas: la más simplona con los amoríos de una joven como tema principal, y la más profunda con la crítica social mencionada. En esta última lectura está la denuncia de una sociedad que basa sus juicios de valor sobre las personas en la tenencia de dinero y títulos nobiliarios o en la hipocresía religiosa como método para trepar.
  La novela fue publicada, como era habitual en la época, por capítulos en una revista semanal, lo cual exigía que cada capítulo acabara con un giro argumental o una promesa de complicación temática para enganchar al lector, un mal menor presente en casi toda la literatura victoriana.

viernes, 8 de diciembre de 2017

"Libro de familia", de Modiano.

 Todos los libros de Patrick Modiano que he leído, y ya van unos cuantos, tienen tintes autobiográficos. Como tantos otros autores deforman lo vivido en aras de mantener la privacidad, pero sobre todo para darle a todo un aire más novelesco, menos vulgar. Sin embargo, en Libro de familia incluso los nombres coinciden. No muy sorprendentemente, los personajes de esta novela breve llevan (el propio autor, su familia, sus amigos) vidas azarosas pero sin brillantez, como en neblina, vidas que son llevadas de un lado a otro como hojas por el viento.
  De puro azarosa, la trama tiene un punto cómico que no había descubierto hasta ahora en Modiano, las incongruencias vitales que son absorbidas por los personajes con un punto de estupor dan un ritmo más rápido, a veces incluso trepidante al texto. Todo comienza con un trayecto al registro civil para inscribir a la hija recién nacida, y es narrado de un modo que parece sacado de una película de humor de cine mudo. A partir de ahí, Modiano empieza a indagar en sus orígenes familiares con pistas verdaderamente estrambóticas y débiles, sin embargo consigue su propósito.
  Y, naturalmente, París. Creo que Modiano no sería Modiano sin que esa ciudad grande, gris , deshumanizada formara parte del argumento. Es como un útero nutricio para sus personajes, que, también son a veces grises y deshumanizados... hijos de su propia madre...

lunes, 4 de diciembre de 2017

"El arte del asesinato. Once relatos de crimen e investigación", de G. K. Chesterton.

 Gilbert Keith Chesterton es uno de los grandes de la "literatura de té y pastas" por mí así denominada. Esto es una broma excesiva, claro. Fue mucho más. Fue un extraordinario pensador (o, mejor dicho, un hombre pensante, algo cada vez más escaso) que puso negro sobre blanco sus disquisiciones, principalmente las religiosas y sociales. Pero también es cierto que se vio obligado como todo mortal a comer todos los días y, consecuentemente, a ganarse el pan de la forma menos onerosa posible, en su caso escribiendo. Así, el bueno de Chesterton volvió su enormes ojos lacrimosos de perro pachón hacia las damas de su biempensante sociedad, y así escribió unos relatos y novelas breves (nada largo, que no sea enojoso) de tramas sencillas, agradables... de té y pastas, vaya. La retahíla de cuentos de tipo detectivescos entran de lleno en este estilo.
  Esta "literatura de té y pastas" no es precisamente algo que haga pensar, todo lo contrario, a las cinco de la tarde se tiene toda la sangre en los intestinos, no llega al cerebro (esto para los anglosajones). Como consecuencia, las tramas son un tanto previsibles, los personajes muy dicotomizados (o muy buenos o muy malos) y, en general, de lectura facilona. ¿Por qué leo entonces a Chesterton? Porque en realidad toda esta tontería de la "literatura de té y pastas" es una injusticia como la copa de un pino. Sí, creo que estos autores anglosajones publicaban textos con una calidad muy inferior a la que eran capaces con la única y entendible razón de vender y conseguir dinero, lo cual disminuía notablemente su valor, pero, a pesar de todo, la calidad narrativa que tienen es muy, pero que muy superior a los "super best sellers" de nuestros días, el ínclito señor Follett incluido.
  Sí, temo que mi afirmación sea innegable, y es que la industria editorial de nuestros días es muy potente, y para leer en el metro o el autobús más vale algo livianito y llevadero. Por otro lado, el bueno de Chesterton era el típico inglés guasón con un sentido del humor ácido capaz de aplicarlo en cualquier situación, por muy tétrica que fuera. Todo esto hace que a pesar de ser "literatura de té y pastas" sea francamente recomendable.

martes, 28 de noviembre de 2017

"Domingos de agosto", de Patrick Modiano.

 Ahora no es París sino Niza. Esa es la diferencia principal de esta novela breve con las que anteriormente leí del autor francés. Por lo demás, los personajes siguen siendo tan laxos como siempre, jóvenes que viven en una situación laboral, económica y social que hoy podría ser calificada como marginal, pero todo sin rasgo de sordidez, con una inconsciencia cuasi animalesca que atrae por su sencillez y aparente falta de energía. Domingos de agosto.
  Es claro que Modiano es un escritor que engancha, a mí, desde luego, me ha enganchado, aunque reconozco que tiene una prosa facilona (o quizá por eso, porque no hay afectación o amaneramiento), lo cierto es que una novela breve (como esta, que apenas pasa de las ciento sesenta  páginas con una letra ideal para Mr. Magoo) se lee casi de un tirón en unas pocas horas. La sensación que me deja es  agridulce: me gusta, pero reconozco que es poca cosa... y sin embargo sigo comprando y leyendo a este tío...
  En la contraportada de Anagrama habla de "personajes en penumbra" y de "genial manejo de la ambigüedad", estoy de acuerdo, estas son características siempre presentes en Modiano, parece que no pasa nada, que los personajes fueran de plastilina, sin sangre, todos se parecen: jóvenes sin futuro, con vidas anodinas que ocupan sus vidas en tareas grises... y ya no sé cuántos libros llevo del dichoso Modiano.

domingo, 26 de noviembre de 2017

"Hope", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com)


Images taken from the web www.incidentalcomics.com

"The Sound of Silence".Written by Paul Simon, sung by Simon & Garfunkel.

Hello darkness, my old friend
I've come to talk with you again
Because a vision softly creeping
Left its seeds while I was sleeping
And the vision that was planted in my brain
Still remains
Within the sound of silence

In restless dreams I walked alone
Narrow streets of cobblestone
'Neath the halo of a street lamp
I turned my collar to the cold and damp
When my eyes were stabbed by the flash of a neon light
That split the night
And touched the sound of silence

And in the naked light I saw
Ten thousand people, maybe more
People talking without speaking
People hearing without listening
People writing songs that voices never share
And no one dared
Disturb the sound of silence

Fools, said I, you do not know
Silence like a cancer grows
Hear my words that I might teach you
Take my arms that I might reach you
But my words, like silent raindrops fell
And echoed in the wells of silence

And the people bowed and prayed
To the neon god they made
And the sign flashed out its warning
In the words that it was forming
And the sign said, the words of the prophets are written on the subway walls
And tenement halls
And whispered in the sounds of silence

viernes, 24 de noviembre de 2017

"La colina de los sueños", por Arthur Machen.

 Renazco con Machen. Después de haber leído (de nuevo) al afamado multimilllonario señor Follett vuelvo a la literatura de calidad con uno de los grandes escritores del cambio de siglo (XIX al XX): Arthur Machen. Porque el galés aúna las dos condiciones que elevan a la más sublime categoría la literatura, a saber: calidad prosística y temática atractiva. No negaré que Follett sepa dar giros a un tema llamativo y mantener así el suspense hasta el final, pero en lo referente a calidad narrativa... deja muchísimo que desear. En realidad es como comparar lo escrito con mucho afán por un chico de quince años y lo de alguien en la madurez cumplida... no hay color. Por cierto, acabo de caer en la cuenta de que ambos son galeses, cuando me refería antes a esa nacionalidad británica lo hacía sobre Machen, evidentemente.
  Yo, haciendo una síntesis rápida, considero que las novelas de los grandes best sellers del momento son literatura de consumo que "no me hacen pensar". Están bien, entretienen... pero poco más. 
 Arthur Machen es un escritor difícil de encuadrar. Podría ser un victoriano tardío, ya que sus primeros relatos fueron escritos en vida de la reina a la que se hace referencia. En todo caso, habiendo sido alguien longevo (84 años) no solo conoció el reinado de Victoria sino también  de cuatro de sus descendientes (Eduardo VII, Jorge V, Eduardo VIII y Jorge VI, todos ellos tristes remedos de aquélla y que llevaron a su país por el tobogán de la decadencia y la mediocridad), pero en el ámbito estilístico sí puede ser comparado con los grandes de la Literatura victoriana (Dickens, las Hermanas Brönte, Thomas Hardy, Henry James, William Thackeray, George Eliot...), en cuanto a la prosa cuidada, lenta, muy adjetivada, con descripciones minuciosas... pero también tiene algo que no era del todo ajeno a los nombres que he citado antes y que da un nuevo aliciente a la lecutra: el gusto por lo extraño, lo anormal, lo fantástico.
  En La colina de los sueños, Machen retrata tan bien la sociedad de su momento que uno cree vivir en la Inglaterra del cambio de siglo... o puede que sea porque la descripción del alma humana sea tan atemporal que no pueda verse sino a un triste ser humano resbalando en su propia inmundicia sin avanzar un ápice, así desde la Prehistoria hasta nuestros días. El protagonista, Lucian Taylor (tal vez álter ego del autor), es alguien excluido de su sociedad que descubre con horror (¡ay, cuantas semejanzas con lo vivido!) que el fragmento de humanidad que lo rodea aúna todos los vicios posibles enfundados, eso sí, en bellas sedas de falsedad. El bueno de Taylor es, por tanto, un rara avis, un fracasado de nuestra insigne sociedad que, sin embargo, tiene unas condiciones intelectuales y morales que lo sitúan a miles de kilómetros de la mediocridad de los "grandes hombres". Su espiritualidad le permite ver más allá de lo evidente, apareciendo ante sus ojos el mundo de lo desaparecido pero aún presente, bajo la forma de vestigios, en la actualidad. Puesto en roman paladino: una novela que mejora al lector al hacerle pensar en su realidad y la que le circunda.

domingo, 19 de noviembre de 2017

"En el blanco", de Ken Follett.

 Habrá mucha gente que crea que aquello de decir que no leo best-sellers no sea sino una pose intelectualoide para quedar bien. Pues no, y aquí está la prueba. De Follett leí, como casi todo el mundo, Los pilares de la Tierra. Me gustó. Mucho. De hecho recuerdo haber recomendado su lectura a varios amigos, uno de los cuales se acabó quedando con la copia que le presté. Sí, me pareció una novela épica, a ratos apasionante, con personajes bien delineados y una trama muy bien traída. Pero claro, eso fue hace casi treinta años. Lo leí cuando salió a la luz allá por el ya lejano 1989, así que yo tendría entre dieciocho y diecinueve años... un pipiolo, vamos. Ahora, acechando peligrosamente los cincuenta no me gustaría tanto, estoy seguro. Al menos es lo que pienso ahora que estoy leyendo esta novela menos exitosa del galés: En el blanco.
  Ahora bien, no quiero ser injusto. Esta novela está escrita de una forma muy efectista; la trama está muy bien armada, juntando el ambiente profesional y el personal, y enmarañándolo todo con la cuestión meteorológica; los personajes tienen un desarrollo suficiente para que no sean planos sino perfectamente reconocibles (aunque un poco estereotipados); por otro lado, el tema del virus letal que se escapa (con ayuda, claro) de un laboratorio farmacéutico poniendo así en riesgo a toda la humanidad es muy actual e incluso hasta cierto punto verosímil... todo ello convierte a esta novela en, como la tapa de Debolsillo oportunamente recuerda, un best-seller mundial. Con todo, En el blanco no es Los pilares de la Tierra, le falta mordiente y, probablemente, armazón narrativo. Pero, ahora viene mi crítica, la prosa es bastante pobretona comparada, por ejemplo, con la novela de Simenon que leí antes. Las frases son un tanto ramplonas, demasiado fáciles de seguir, sin una construcción esmerada; es una novela de lectura fácil, que no exige un gran esfuerzo intelectual. Empalidece comparada con obras de Dickens, Henry James, Dostoievsky y compañía... No, no es afán "pseudointelectualoide", es la pura verdad.
 Por eso no leo novela contemporánea, porque sé que el tiempo (con mayúsculas, como poco un siglo) pone a todos en su sitio, y el señor Ken Follett, hoy respetadísimo y riquísimo a base de vender novelas como rosquillas no será casi leído a la vuelta de cien años.

domingo, 12 de noviembre de 2017

"Las hermanas Lacroix", por Georges Simenon.

 Las semejanzas culturales de sociedades distintas explican la cercanía o lejanía entre ellas. Digo esto porque al leer Las hermanas Lacroix no puedo evitar pensar en mi familia (y obviamente en miles de familias españolas). Eso desde un punto de vista meramente personal, porque en lo literario, esta novela breve de Simenon presenta una temática extraordinariamente semejante a La casa de Bernarda Alba de García Lorca, por ejemplo. Se trata de una familia desestructurada (por la falta de afectos, no tanto en el sentido económico), en la que las dos hermanas del título, se supone ya cincuentonas, dominan de forma brutal al resto. Y el resto no son sino sus tres hijos, sus maridos (uno exiliado en un hospital para tuberculosos suizo y el otro con antiguos amoríos con ambas que le ha llevado al actual rechazo de las dos). Se insinúa incluso una relación incestuosa entre los dos hermanos Genevieve y Jacques).
  Todo lo anterior, claro está, es mantenido en la más absoluto opacidad para que no trascienda fuera de la familia (ahí es, en esa hipocresía social, donde veo la cercanía con la mía propia). Alguien dirá, y no le faltará razón, que no puede haber muchas diferencias entre las sociedades española y francesa, tan cercanas geográfica e históricamente, ambas oprimidas otrora por un catolicismo pacato, mezquino, como de opereta y que, guste o no, ha dejado un sustrato moral que dura hasta nuestros días. 
 Desde el punto de vista formal, la prosa de Simenon es impecable. La narración fría pero a la vez sentida de los hechos que fueron dando cuerpo a las relaciones intrafamiliares y que han desembocado en una suerte de guerra fría es un ejemplo de maestría narrativa muy difícil de alcanzar, doy fe.
  Sé que, en realidad, todo es cuestión de gustos, que no hay estilo superior o inferior, pero no puedo dejar de pensar que las novelas que hicieron famoso a Georges Simenon, las policíacas protagonizadas por el Comisario Maigret, son las obras menores, muy comerciales, eso sí (la novela policíaca sigue siendo un "superventas" en el siglo XXI como lo fue en el siglo pasado), pero inferiores al fin a este extraordinario fresco de la sociedad francesa de mediados de siglo que no solo sirve como maestría literaria sino también como estudio sociológico.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

"Más allá del olvido", Patrick Modiano.

 Tal vez la forma de narrar de Modiano haya hecho mella en muchos escritores contemporáneos. Esa prosa tan anodina, insinuando más que explicando, con personajes vulgares hasta la náusea, protagonistas sin futuro, viviendo un presente vulgar sin esperar nada del futuro... Puede, incluso, que fuera Kafka de los primeros que creó esos personajes tan insignificantes, luego Camus continuó y en el Nobel Modiano vemos un digno heredero. Así es fácil que el lector común y corriente se vea representado de algún modo en la novela...
  Con Modiano, además, hay que leer entre líneas. Le gusta mucho insinuar qué ha pasado en lugar de ponerlo negro sobre blanco. Todo, desde las relaciones entre los personajes hasta las decisiones que estos toman. Así la acción transcurre más insulsamente si cabe. El lector tiene que adivinar que está ocurriendo. En definitiva, a este tío hay que leerlo con mala baba, pensando que no puede ser tan soso como pretende.
  En Más allá del olvido, el protagonista es el propio escritor en su extrema juventud, con una vida azarosa no muy lejos de la indigencia, vive un enamoramiento (insinuado, de nuevo, más que explicado) con Jacqueline, una chica que con un amigo, un tal Van Bever, planea huir a Mallorca. El trío pasa a cuarteto con la inclusión de un tipo de mayor edad, Cartaud, al cual roban y extorsionan para conseguir su objetivo. Lo sorprendente es que, así escrito, parece algo sórdido, y sin embargo Modiano consigue darle un tono que no es en absoluto triste o sucio, sino simplemente anodino.

sábado, 4 de noviembre de 2017

viernes, 27 de octubre de 2017

"Cuentos crueles", de Auguste Villiers de L'isle Adam.

 Encomiable la labor de la editorial Valdemar que está reeditando en español a autores de enorme calidad que habían caído en el olvido. Con la excusa (en mi opinión, noble) de indagar en la narrativa de terror, gótica o de temas fantásticos, están consiguiendo que algunos empecemos a tener una biblioteca en este ámbito francamente extensa, especialmente, pero no solo, de autores anglosajones del siglo XIX. No solo de este periodo y cultura como lo demuestra el tomo que describo:
  Auguste Villiers de L'isle Adam es, como su nombre anticipa, francés, del siglo XIX, influenciado principalmente por el simbolismo. Cumpliría los requisitos para formar parte de la llamada "Colección gótica" de Valdemar por tratar los temas a los que antes hacía vaga alusión: fantasmas, fenómenos paranormales, espiritismo, vampirismo... y eso, tal vez, siembre para muchos una grave duda sobre su calidad literaria. Y es que, desgraciadamente, en las últimas décadas hemos asistido a la publicación de centenares de novelas y decenas de películas que ahondaban en estos temas y que tenían una calidad ínfima... era literatura y cine para adolescentes sin capacidad de crítica que se fijaban más en lo guapos que eran los protagonistas y lo bien que les quedaba la ropa... todo muy actual, muy superficial. Sin embargo, ya lo he defendido en varias ocasiones, el gusto por lo fantástico, por lo sobrenatural existe en la literatura de calidad desde hace mucho, y, definitivamente, fue retomado en el Romanticismo literario, especialmente en la cultura anglosajona, lo que algunos llaman "literatura victoriana".
  Villiers, como buen francés, es influenciado por el Simbolismo, hasta el punto de mantener relaciones personales con los grandes del movimiento (Mallarmé, Baudelaire, Verlaine...) que, por otra parte, también participa de ese gusto por lo oculto, lo misterioso. El movimiento simbolista fue considerado principalmente dentro del ámbito poético, pero, en realidad, se dio en todas las artes, también en la prosa, y aquí Villiers de L'isle Adam es uno de los maestros.

jueves, 19 de octubre de 2017

"Para que no te pierdas en el barrio", por Patrick Modiano.

 Otra novela breve (relato largo) de Modiano, ambientada en París (cómo no) y con personajes perdidos en un marasmo de ensimismamiento que los llega a hacer entrañable. Ahora el protagonista es Jean Daragane (tal vez un alter ego de Modiano, pues se trata de un escritor anciano que lleva una vida simple en un piso de París), que recibe una sorpresa cuando un desconocido le pide una cita para devolverle una pequeña libreta telefónica particular. La extrañeza se convierte en desconfianza ante las rarezas de la pareja que se lo entrega.
  Sin embargo, Daragane comienza a recordar escenas del pasado lejano (su infancia) gracias a estos intrusos que no se sabe si son simples bienhechores o puros chantajistas. Es algo común en las novelas de Modiano: los encuentros casuales que llevan a que el personaje recuerde tiempos pasados de una forma liviana, casi como un sueño. Eso y que los protagonistas parecen que les corra horchata por las venas son dos características siempre presentes. Tal vez eso es lo hipnótico en Modiano. Sus narraciones no son brillantes, todo lo contrario, narra vidas grises hasta la náusea, pero uno no deja de sentirse atraído ante la desidia general.
  Otra cosa ya es si mereció o no el Premio Nobel, y, al menos a mí, siempre se me ocurre lo mismo: no es mal escritor, pero si este tío merece un Nobel hay cientos más que lo merecen.

"Providence 3, lo innombrable", por Alan Moore y Jacen Burrows.

 No me gusta Alan Moore. Reconozco que ha supuesto una revolución para el mundo del cómic, que ha ampliado las miras de la novela gráfica... pero tiene un ego insufrible que se llega a respirar en todos sus guiones... en éste también.
  Moore debe ser uno de esos tan enamorados de sí mismos que se regodean en admirarse más que en crear. Las pocas entrevistas disponibles en Youtube y otras plataformas muestran a un tipo que se ha terminado creyendo que en verdad es un genio sin igual en el mundo de la novela gráfica. Es probable que su culmen lo alcanzara con V de vendetta, una obra francamente buena, en la que no tenía miedo de juntar temas tradicionales (el de la conspiración de la pólvora de Guy Fawkes, por ejemplo) con temas atemporales (la lucha contra el poder omnímodo al que tienden las clases dirigentes) y darle a todo un ambiente mitad ciencia ficción mitad realidad que le aportaba verosimilitud. Luego se lanzó a reinterpretar el mito-realidad de Jack el destripador con From Hell, y aquí ya se puso superestupendo y acabó creando un cómic pretencioso e inacabable. Y ahora ya disfruta de sí mismo hasta el onanismo más inconfesable con esta saga de ámbito lovecraftiano.
  No quiero ser injusto, hay originalidad y valor en estas historias, pero leyéndolo no puedo dejar de pensar en el ego desmedido del bueno de Alan, que quiere dejar bien claro que es un erudito sobre el tema.
 Por otro lado, las ilustraciones de Jacen Burrows son de lo mejorcito que hay hoy en día en el cómic. Sus dibujos de línea clara son espectaculares, y el color, firmado por Juan Rodríguez, da un ambiente opresivo a la narración que casa a la perfección con el guión.

martes, 17 de octubre de 2017

"Patterns" (patrones) por Grant Snider. De nuevo la soledad voluntaria... www.incidentalcomics.com.

Imagen tomada del sitio www.incidentalcomics.com

"Fresas", por Joseph Roth.

 Lo de este tío es digno de encomio. No he leído nada de Joseph Roth que no tuviera una calidad literaria muy pero que muy por encima de la media. Es una prosa rápida, moderna, periodística, con frases cortas, escasa pero ajustada adjetivación, sin circunloquios vanos... es fácil de leer, pero tiene condición excelsa a la que hacía referencia. Quizá lo peor (ahondando en los defectos propios de su profesión de periodista) sea que los relatos son demasiado cortos; este en concreto está inacabado, pero los que claramente han sido concluidos también se me acaban demasiado pronto, apenas tiene novelas, y se me antoja que algunos relatos podrían haberse convertido en excelentes composiciones extensas.
  Fresas es un relato muy "rothinesco": narra lo perdido con una nostalgia muy característica. En este caso es la infancia y juventud (ficticia, no la suya propia) en su Brody natal (o en una pequeña ciudad semejante por lo que hoy es el oeste de Ucrania o el sureste de Polonia). Por supuesto es una ciudad de mayoría judía (comunidad variada, desde los ultraortodoxos que viven acorde a la Torá y no a los tiempos que corren hasta los laicos de rabiosa modernidad -de su época- capitalista o comunista), con tipos peculiares que dan contexto de tragicomedia a la narración. Este aspecto tragicómico (característico de otros escritores judíos como Sholem Aleijem o Isaac Bashevis Singer) lo da tanto los personajes como las aventuras un tanto inverosímiles que experimentan. La vida es agridulce pero recordada con melancolía, con un tono de antigüedad propio de tiempos medievales.
  En realidad, este pequeño relato inconcluso de poco más de sesenta páginas no da para más. La información que dan los de Acantilado en la contraportada es muy amplia y adecuada. Esto es un merecido elogio de la editorial, el reproche principal, como ya he dicho, es que no debiera publicarse relatos tan breves de forma aislada, una compilación de varios de ellos sería más deseable... los intereses económicos de la editorial y los lectores van, en este caso, en sentido contrario.

domingo, 15 de octubre de 2017

"El desertor", por Siegfried Lenz.

 Supongo que serán un cúmulo de características personales las que hacen que un individuo sea lector: carácter introspectivo, incluso solitario; gusto por las actividades tranquilas, reposadas; predominio de los intereses intelectuales sobre los físicos; necesidad de huir intelectualmente de una realidad subyugante... todo eso y probablemente algo más nos convierte en lectores. A algunos lo hace contra viento y marea, pues nacemos en familias ágrafas (y nos desarrollamos en sociedades igualmente iletradas) y recibimos todo tipo de presiones para que abandonemos la lectura desde la más tierna edad. Pues bien, a menudo he pensado que ser lector es uno de los peores defectos que puede tener una persona para conseguir un cierto éxito social. Pensémoslo bien, ¿cuántos supuestos "triunfadores" de nuestra sociedad reconocen leer al menos más de tres horas al día y tener en la lectura su hábito favorito? Pocos, poquísimos, y, evidentemente, algunos que lo afirman lo hacen por pura afectación, por postureo pseudointelectual. No me cabe duda: leer perjudica la vida social... y, sin embargo, cuando uno encuentra novelas como El desertor se alegra de haber cambiado el viperino y cambiante mundo social por la soledad del "negro sobre blanco".
  Porque se podría decir que ésta es una novela global, su coyuntura espacio-temporal, aun siendo importante, no es determinante y podría ser extrapolada a cualquier lugar y época de la humanidad. Esa coyuntura espacio-temporal la sitúa en la Segunda Guerra Mundial, en Prusia Oriental, hoy Polonia, a finales del año 44, cuando el III Reich estaba ya en plena desbandada. Allí, un puñado de soldados nazis son literalmente cazados uno a uno por partisanos. El protagonista, Walter Proska, sufre una evolución psicológica tan profunda que se puede decir que muere y renace varias veces en pocos meses; finalmente, haciendo honor al título, acaba por abandonar el nacionalsocialismo por el comunismo. Pero esa sería la lectura superficial de la novela, en una lectura entre líneas se pone en solfa el funcionamiento de la sociedad humana y sus individuos en función de unos principios inamovibles... El desertor muestra la fragilidad humana que busca la supervivencia física por encima de todo compromiso político, social o nacional. Eso es lo que hace esta novela atemporal.
  Y, como debe ser, todo esto es narrado sutilmente, para que solo los buenos lectores sean capaces de comprenderlo plenamente. 
 Me congratulo enormemente de que este gran autor, Siegfried Lenz, esté siendo traducido a nuestra lengua. Ese trípode fabuloso formado por Günther Grass, Heinrich Böll y el propio Lenz y que los críticos alemanes llamaron "Trümmerliteratur" (literatura de escombros) por enfocar la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial desde un punto de vista crítico, sin tapujos ni cortapisas, desnudando las miserias morales del país, es lo más interesante que ese país haya hecho por la humanidad en siglos.

domingo, 8 de octubre de 2017

Cita de "Joyita", de Patrick Modiano.

 Con esa lluvia que llevaba cayendo desde por la mañana me entraban ganas de marcharme de aquella habitación y de aquella ciudad. En cuanto tuviera algo de dinero me iría al sur de Francia, e incluso mucho más allá, al Sur. Intentaba aferrarme a esa perspectiva y no ceder e irme a pique de una vez. Había que hacer el muerte, tener un poco más de paciencia.
              Fragmento de Joyita, de Patrick Modiano.

sábado, 7 de octubre de 2017

"Equatoria", nueva aventura de Corto Maltés, ideada y dibujada por Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero.

 Sabido es que los grandes personajes sobreviven a sus creadores, y Corto Maltés no podía ser diferente. Lo importante, en todo caso, es que se mantengan las líneas maestras del mismo tanto en sus historias como en ellos mismos. Eso es, precisamente, lo que han conseguido Díaz Canales y Pellejero con Corto.
  De hecho, si no fuera porque todos sabemos que el genial italiano murió en el 95 y por los propios créditos bien podríamos pensar que esta nueva aventura hubiera sido creada por Pratt. Porque se parece incluso en sus defectos: siempre pensé que Hugo Pratt era mejor dibujante que escritor, que sus historias tenían puntos flojos, mientras que sus ilustraciones eran impecables; en Equatoria pasa algo semejante, el guión no es muy fuerte pero los dibujos son estupendos.
  En fin, en todo caso el nivel de este volumen es suficientemente alto y digno como para merecer su edición y llevar el nombre y la fama de Corto Maltés.

"Joyita", por Patrick Modiano.

 A medida que uno envejece va adquiriendo una cierta maestría en la discriminación de las formas de escribir de cada autor, supongo que será la experiencia de tantas décadas como lector. Lo cierto es que, modestia aparte, creo que podría determinar el autor con tan solo leer un par de párrafos. Eso ocurre con Modiano, un tío que tiene una prosa tan característica y un tipo de paisaje urbano y protagonistas que no es confundible con ningún otro autor contemporáneo.
  En Joyita todo ocurre en París, cómo no, y sus personajes son gente joven con apariencia de vidas rotas o, al menos, sin un futuro claro; su prosa, por otro lado, es rápida, periodística y poco complicada, con escasísima adjetivación y frases subordinadas.
 No sé qué tiene Modiano, pero reconozco que me engancha. Hay que reconocer que son lecturas sin complicaciones, sus novelas (más bien relatos) se leen en apenas un par de días y, desde luego, no son complejas ni tienen dobles lecturas. Con todo, hay algo extraordinariamente moderno en Modiano que enlaza con Kafka: esa supuesta deshumanización social que lleva a sus personajes a una alienación asumida con resignación, sin lucha pasional. El ensimismamiento de los personajes "modianescos" coincide con los de Gregorio Samsa o Josef K.
  Son, por tanto, vidas perdidas pero que siguen adelante en una suerte de marasmo sin fin, pero todo narrado sin dramas, con una normalidad aparente libre de cualquier arrebato pasional.

viernes, 29 de septiembre de 2017

"La nieve estaba sucia", por Georges Simenon.

 No me gusta la novela negra ni sus autores. De hecho, siempre me gustaron más las novelas y relatos de Conan Doyle que no tenían nada que ver con el detective literario por excelencia (obviamente, Sherlock Holmes); así que Georges Simenon y su Comisario Maigret no iban a ser diferentes. Pero en Simenon reconozco una maestría narrativa difícil de alcanzar, una capacidad de ir enlazando situaciones, de delinear personalidades que lo sitúan al nivel de los mejores prosistas. Por eso, aquellas novelas que no están protagonizadas por Maigret me estimulan tanto, ésta es una de ellas: La nieve estaba sucia.
  La nieve estaba sucia está ambientada en una ciudad europea (se presume francesa, pero no se aclara) bajo ocupación nazi. La extrema miseria material se une, como siempre, a la miseria moral. El personaje principal, Frank, un chico de dieciocho años hijo de la dueña de un burdel aprende a vivir bajo las condiciones más duras y repulsivas posibles, como consecuencia se convierte en un gánster, en un asesino presuntuoso, en un machista sin moral alguna. Lo mejor de la novela es lo extraordinariamente bien que está narrada la psicología del tipo, lo convierte en un tipo de carne y hueso, repulsivo, sí, pero perfectamente verosímil.
  Especialmente repugnante es el trato que el protagonista depara a alguna de las chicas que se prostituyen en el piso de su madre, que ven como su inocencia se rompe brutalmente en horas y son arrastradas al fango moral... un tipo como Frank se aprovecha de esos momentos de debilidad para explotarlas de la forma más ruin. En fin, una novela difícil, áspera, no para románticos enamoradizos... pero una novela que retrata como pocas veces se ha hecho el alma humana cuando la miseria se adueña de todo.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Recopilación de cuentos para adultos de Roald Dahl.

 Debido a la costumbre de las editoriales de categorizar a sus escritores y a la propia manía de poner etiquetas a todo es difícil no dejarse arrastrar por los prejuicios a la hora de leer a un escritor fuera de su categoría característica. Esto ocurre con Roald Dahl, un excepcional cuentista para niños (en mi opinión a la altura de los grandes de todos los tiempos: Perrault, los hermanos Grimm, Andersen...) al que cuesta leerlo en cuentos (relatos cortos con final sorprendente o mágico) para adultos. Tal vez sea por ello por lo que la editorial Anagrama haya iniciado el recopilatorio de cuentos de Dahl con una colección titulada El gran cambiazo, que son cuatro historias de tema sexual bastante explícito.
  En esos relatos contenidos en El gran cambiazo están las características típicas del autor británico de origen familiar noruego: humor negro y cruel, giros inesperados y desconcertantes, o incluso un gusto por lo macabro; sin embargo, estos relatos fueron escritos en los finales años 60 y primeros 70 y, mucho me temo, no han envejecido muy bien. Hoy, de hecho, alguien un tanto quisquilloso podría tacharlos de machistas y anticuados por cuanto están exclusivamente enfocados desde la óptica masculina (maridos que se intercambian las esposas, mujeres que son valoradas únicamente como trofeo sexual...) en fin, tal vez hoy estos cuentos no serían ni publicados.
 Con respecto a los cuentos contenidos en Historias extraordinarias, éstos son de temática más variada, aunque el humor negro y macabro forma parte de sus urdimbres más íntimas.
  Con todo, probablemente Dahl sea mucho mejor cuentista infantil que para adultos, pero, aún así, es un tipo de una originalidad tan característica que merece la pena leerlo aunque más de una vez uno acabe exclamando: "¡Por Dios, qué macabro!".

miércoles, 13 de septiembre de 2017

"Barbagrís", por Brian Aldiss.

 Cosas de la vida: encargué este libro a través de la web Iberlibro unos pocos días antes de que su autor muriera repentinamente (aunque a gran edad); obviamente no pude prever su fallecimiento aunque su extrema ancianidad (92 años) la hiciera probable. No creo en premoniciones, conexiones telepáticas y demás zarandajas, pero no deja de ser una curiosa coincidencia.
 Barbagrís no es Heliconia. Es mucho más superficial en su estructura y los personajes están peor delineados; con todo, me parece una inteligente novela de ciencia ficción, aunque tal vez demasiado coyuntural.
  La acción transcurre en el año 2029 (aunque con numerosos flash-backs) en las cercanías de Londres. Un accidente no especificado, supuestamente nuclear y provocado por gobiernos incompetentes, en 1981 ha desatado el caos en todo el planeta y provocado la esterilización masiva del género humano. Para 2029, por tanto, ya son todos ancianos; el protagonista, Barbagrís es "un joven de cincuenta años". Él, su mujer y otros ancianos huyen del pequeño asentamiento a orillas del Támesis en el que viven.
  Aldiss publicó esta novela en 1964, en plena Guerra Fría, cuando una guerra nuclear no era ningún disparate; esto es quizás lo que la hace más coyuntural y provoque que haya envejecido mal.
 Aún así, la novela está escrita con audacia e interés. Al argumento superficial de tipo apocalíptico le subyace otro más profundo y atemporal sobre la búsqueda de la libertad individual frente a la tiranía de la colectividad.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

"Dulces sueños... 15 historias macabras", de Robert Bloch.

 Conocer plenamente a un autor es, probablemente, imposible, incluso conocerlo bien es difícil. Eso pasa con Robert Bloch, el cual pasó a la historia que conoce la generalidad de los individuos gracias a un clásico cinematográfico, Psicosis, del cual fue guionista. El prologuista de esta colección, Antonio José Navarro, se empeña, sin embargo, en demostrar que Bloch fue más que el autor de aquel éxito, es más, que aquello fue lo menos destacable; para los que estamos enganchados a relatos de terror, Bloch fue también uno de los elegidos que formaron aquel "Círculo de Lovecraft", y autor de un puñado de excelentes cuentos que fueron publicados a mediados del siglo XX en aquellas revistas para adolescentes llamadas "Pulp".
  Y de aquellos relatos fantásticos a medio camino entre lo terrorífico, lo gótico (en el sentido moderno, claro) y lo oscuro está esta colección con quince historias notables más parecidas a Stephen King que a H.P. Lovecraft. Son, cuentos ambientados en la época en que fueron escritos, con personajes sacados de la grisura de la América de los años 40 y 50 que sufren experiencias paranormales; todo escrito con una prosa rápida, periodística, sin grandes exhibiciones formales.
  Por todo ello digo que está mucho más cercano a King que a Lovecaft, y, para ser justo, a la versión más floja del primero.

domingo, 3 de septiembre de 2017

"Writer's Block" (el bloqueo del escritor), por Grant Snider (www.incidentalcomics.com)

Imagen tomada de la web www.incidentalcomics.com

"El reloj"

 Me comprometo, hombre desconocido, a mantener tu reloj en buen estado, a ponerlo en hora y funcionamiento con regularidad, a limpiarlo incluso de cuando en cuando. Sé, hombre desconocido, que tus hijos lo abandonaron sobre un contenedor de papel poco después de tu muerte. Ellos, hombre desconocido, hartos de tu mal carácter, lo hubieran tirado o incluso destruido con saña; pero les pudo el remordimiento ante tu reciente muerte, y lo dejaron a la vista para que algún paseante lo recogiera. Y así fue, hombre desconocido, como encontré tu reloj. Lo limpié, le quité algo que lo personalizaba y lo puse en orden para volver a funcionar. El reloj, hombre desconocido, volvió a su antiguo tic-tac, cuando tu corazón ya no lo hacía más.

sábado, 2 de septiembre de 2017

"La máquina del tiempo y otros relatos", por H. G. Wells.

 No tengo duda alguna de que la literatura que más me llena en los últimos años es la mal llamada "literatura victoriana", especialmente relatos de temática fantástica. Porque fue en aquel prolífico periodo (siglo XIX y principio del XX) cuando el todavía Imperio Británico generó una pléyade de escritores de una calidad no alcanzada todavía. Herbert George Wells no puede ser, en puridad, considerado un escritor victoriano, toda vez que la mayor parte de su obra fue escrita en el siglo XX, ya fallecida dicha monarca y entrado Reino Unido en un decaimiento político y social en el que todavía hoy siguen ahondando; en todo caso, la prosa de Dickens, las hermanas Brönte, George Eliot, Thomas Hardy o Henry James dejaron una impronta indeleble en la de Wells, con las modificaciones lógicas del paso de varias décadas. Por otra parte, el gusto por lo fantástico se inicia en el Romanticismo literario (nombre correcto para la literatura victoriana) y fueron los anteriormente citados los que comenzaron una extraordinaria tradición que se mantiene en la narrativa anglosajona hasta nuestros días.
 De hecho, Wells pasó a la historia por un excelente puñado de relatos fantásticos entre los que se encuentra La máquina del tiempo; otros son La isla del Dr. Moreau, El hombre invisible o La guerra de los mundos
 Tal vez me guste tanto este estilo porque se aúnan la calidad literaria más preciosista (descripciones cuidadas, léxico amplio, alejamiento de la prosa facilona y periodística) con temas que enganchan y entusiasman. Es, probablemente, la lectura ideal para la primera juventud, cuando se forja definitivamente un lector. Wells, junto con Verne, Kipling, Conrad, Stevenson y otros tantos escritores de lo que en mi época llamábamos "libros de aventuras" fueron los que me han facilitado la supervivencia en un mundo que es mucho más sórdido y vulgar de los que se pueden leer en sus obras. 
 No es sorprendente que los relatos de Wells hayan sido llevadas al cine con mayor o menor éxito. La máquina del tiempo también fue adaptada, aunque con notables modificaciones, tales que apenas se reconoce en la adaptación de 1979 que fue titulada "Time after Time".
  En el relato de Wells, tras la llegada a un futuro lejano, el Planeta Tierra está dominado por dos formas de vida totalmente opuestas derivadas de los humanos: los eloi, seres que viven en la superficie, son vegetarianos y aparentemente estúpidos; y los morlock, que viven en las profundidades, son carnívoros y agresivos. El protagonista explica su teoría según la cual los eloi derivan de las clases aristocráticas de la sociedad humana y los morlock del proletariado. Es, por tanto, una fantasía con carácter social y filosófico, pues denuncia la brutal sociedad de su época en la que la divergencia social era tan marcada que difícilmente podía hablarse de una sola sociedad. Esto, según algunos, explica el posicionamiento ideológico de Wells que buscaba en el comunismo la superación de toda animalidad humana.

sábado, 19 de agosto de 2017

"Machado" por Julio Llamazares (cuando la política lo mancha todo...), extraído de El País del 19 de agosto de 2017.

 El artículo 155 de la Constitución Española es Machado. Cuando alguien se atreve a decir que Machado, el exilado de todas las patrias que yace en Collioure, donde falleció, arropado por la bandera francesa, era españolista (y anticatalán de paso) es cuando el Gobierno español debe intervenir e inhabilitar al que lo ha afirmado no porque sea independentista sino por imbécil. Porque un imbécil no puede ostentar ningún cargo público, ni siquiera el de historiador de guardia de un Ayuntamiento.
 Se empieza asesinando a ancianos y se termina por no ir a los oficios religiosos, proclamó el inglés Thomas de Quincey refiriéndose a la estupidez humana, y uno piensa en cuánta razón tenía viendo las consecuencias de una política de demonización de lo opuesto que ya había comprobado hace unos años cuando en San Sebastián se propuso quitarle a Cervantes la plaza que tiene en la ciudad por lo mismo por lo que ahora se sugiere que se le quite su calle a Machado en Sabadell: por españolista. Y aún es peor lo de Goya o de Quevedo, a los que, además de españoles, se les tacha de “franquistas”. Puestos a descalificar, se les podría acusar de participar en el fusilamiento del presidente Companys, puesto que al parecer vale todo ya.
 En el verano de 2015 recorrí parte de Cataluña siguiendo los pasos en la ficción de Don Quijote camino de Barcelona, inspirados en los del propio Cervantes, que en varias ocasiones visitó la Ciudad Condal en sus viajes al Mediterráneo. Aparte de un total desconocimiento de ello por parte de los catalanes con los que hablé, percibí en muchos de ellos cierta reticencia hacia el escritor y su personaje, tenidos por españoles, no sé si también por españolistas (supongo que como yo). Una persona llegó a decirme: “Aquí somos más de Tirant lo Blanc”, mostrándome así su distanciamiento de un escritor que curiosamente fue el principal difusor de un libro cuyo protagonista, por cierto, nunca pisó Cataluña. Que Cervantes dedicara a Barcelona los mayores elogios a una ciudad que se le conocen (“Flor de las bellas ciudades del mundo, albergue de los extranjeros, patria de los valientes…”) no le salva de ser español y anticatalanista y quién sabe si franquista también. Lo del pobre Machado, no obstante, supera todas las expectativas. Que alguien sugiera solo quitarle la calle que tiene en Sabadell solo se justificaría si, a cambio, se sustituye por otra a Thomas de Quincey con sus palabras llenas de sabiduría: “Una vez que uno comienza a deslizarse cuesta abajo ya no sabe dónde podrá detenerse. La ruina de muchos comenzó con un pequeño asesinato al que no dieron importancia en su momento”.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Inciso cinematográfico: "The Ottoman Lieutenant", dirigida por Joseph Ruben.

 Llamaba el director Fernando Trueba a una premiada cinta sobre la Guerra de Irak una "peliculita de tiros"... probablemente quería decir que aquellas películas bélicas que no son evidentemente antibelicistas solo sirven como eso, como "peliculitas de tiros". Eso es, me temo, lo máximo que se puede decir de El teniente otomano.
Imagen tomada del sitio metacritic.com
  No quiero ser injusto: la película está rodada hasta con cierto preciosismo. La dirección de fotografía es espectacular, aprovechando las bellezas naturales de Anatolia. El reparto es aceptable, destacando, aunque sea un secundario, el impagable Ben Kingsley; los otros (Michiel Huisman, Josh Hartnett y Hera Hilmar) están aceptables. Pero lo reprobable es el argumento: está ambientada en los albores de la Primera Guerra Mundial (en un evidente error de asesoramiento así la llaman aunque, obviamente, fue conocida como Gran Guerra hasta que llegara la Segunda, -difícilmente la iban a llamar Primera si no había habido más-); pero eso (y otros pequeños fallos como la belleza del teniente turco, que no usa gorro militar alguno para que no le estropee su hermoso peinado) es lo de menos, la película es una coproducción turco-americana y con eso está todo dicho. La visión proturca es tan marcada que parece una caricatura: los armenios (que como ya se sabe fueron masacrados por los otomanos en uno de los primeros genocidios del nefasto siglo XX) son representados como meros terroristas y ladrones de ganado; los rusos como simples borrachos pendencieros; y, por supuesto, los turcos como civilizados hombres de honor. Todas las masacres de armenios son justificadas como las consecuencias de la guerra, como si la guerra fuera algo inevitable de lo que nadie tiene culpa, algo así como un huracán o un terremoto.
 Al margen de ese argumento, también está el aparentemente imposible romance entre una adinerada señorita americana y un rudo pero elegante militar turco. Es lo de menos, esta sí que es una verdadera "peliculita de tiros" para la gloria de Erdogan, sus secuaces y su reinterpretación de la historia.