domingo, 26 de agosto de 2018

"Antología de cuentos de terror, 2", compilados por Alianza editorial.

 Y he aquí el segundo volumen de cuentos de terror cuya primera entrega leí hace algunas semanas. Han sido ordenados de forma cronológica, con lo cual este segundo tomo ya incluye la época dorada de la narrativa breve de terror: el siglo XIX, escritos principalmente en inglés. También han sido escogidos por Rafael Llopis, afamado crítico y antólogo en estos temas.
  Curiosamente, y al igual que en el primer tomo, el subtítulo no es exacto, pues si en el primero olvidaban nada menos que un relato de Lope de Vega, el primero de todos, en este libro "olvidan" el último, el de Noel Clarasó. Tal vez, en su obsesión comercial, la editorial ha considerado que el subtítulo "de Bram Stoker a H.P. Lovecraft" vende más que el de "de Bram Stoker a Noel Clarasó", toda vez que el escritor catalán no tiene el prestigio internacional que tiene "el solitario de Providence". Decisiones editoriales al margen, este libro contiene relatos de terror (no los mejores de cada autor, todo hay que decirlo) de lo más florido del subgénero narrativo, con Bram Stoker, M.R. James, Arthur Machen, Algernon Blackwood o el propio Lovecraft.
  Estas antologías, ya lo escribí otra vez, tienen la virtud de condensar en un pequeño volumen de no más de quinientas páginas, la crème de la crème de la temática en cuestión y de dar a conocer a autores que o bien no llegaron al gran público, o pasaron al olvido hace tiempo por mor de la volatilidad de las modas.

martes, 21 de agosto de 2018

"El muchacho silvestre", por Paolo Cognetti.

 Cuando se está inmerso en la ímproba tarea de escribir una novela se juntan decenas de hilos argumentales al principal, y muchos de aquéllos son descartados, quedando arrumbados en cuadernos, hojas o archivos informáticos. Tantos son y no todos tan malos que, entrelazándolos entre sí, dan a menudo para escribir otra novela o, al menos, un relato. Esto parece ser que le ocurrió a Paolo Cognetti con los argumentos de Las ocho montañas y con esta novela breve titulada El muchacho silvestre.
  Entiendo que la novela a la que se dedicaron todos los esfuerzos y los mejores temas fue Las ocho montañas, que, además del gran éxito comercial, recibió importantes premios tanto en Italia como en Francia, mientras que la novela hecha con retazos de la principal es esta que acabo de leer.  El muchacho silvestre es, por tanto, muy parecida a la obra más conocida de Cognetti: la búsqueda voluntaria de la soledad en la alta montaña, tratando de encontrarse a uno mismo por la ausencia de los otros y, sin embargo, conociendo a otros muy dispares a uno mismo que, paradójicamente, lo acercan a ese fin. De hecho, algunas historias que se encuentran en esta breve novela están, más desarrolladas, en Las ocho montañas, con un tratamiento más exhaustivo y trabajado.
  No quiero ser injusto, pero, en muchas ocasiones, estas novelas hechas con retazos rechazados de otras novelas mayores suelen ser imposiciones editoriales que obligan al escritor a comportarse como una suerte de "funcionario de la escritura", dando una producción fija al año, como si el talento literario pudiera exprimirse de forma regular cual vaca lechera. Esto es lo que siento al leer El muchacho silvestre, aunque sigue teniendo una calidad más que aceptable y sea recomendable su lectura.

sábado, 18 de agosto de 2018

Lecturas veraniegas: Agatha Christie.

 Me ha vuelto a pasar: me llevo pocos libros al viaje de veraneo (pensando que leeré menos que en el tiempo ordinario) y acabo buscando desesperadamente una librería en la ciudad de estancia vacacional. Como quiera que ésta es la típica ciudad de veraneo, las librerías son más papelerías que otra cosa y la literatura que tienen se reduce a poco más que "best sellers", de modo que tengo que conformarme con autores que no son de mi total agrado. En este caso le ha tocado a Agatha Christie.


  Ambos libros están publicados por Booket (Grupo Planeta). El primero, La muerte visita al dentista, tiene por protagonista al peripuesto Hércules Poirot (si es que las novelas de esta autora pueden ser consideradas de otro modo que no sea como novela coral con tantos protagonistas como presuntos asesinos, asesinados e investigadores). La segunda, El tren de las 4.50,  está encabezada por Miss Marple, tan sagaz como el belga.

  Son novelas de lectura fácil pero a la vez interesantes y bien pergeñadas. A pesar de los giros continuos en la trama, no se pierde el hilo de la misma y cumplen a la perfección su función de entretenimiento.
 Tengo la fortuna de poder leer en los viajes, ya sean en coche, avión, tren o barco sin marearme lo más mínimo; de modo que el método que uso para que los tediosos desplazamientos a mi lugar de vacaciones sean más breve (toda vez que descarto los somníferos o drogas más potentes) es la lectura: ahí estoy yo como un bendito, libro en mano, disfrutando en este último viaje de la buena de Agatha Christie mientras hago cola en un atestado aeropuerto o ya "acomodado" en mi ridículamente pequeño asiento de avión... y así que pasen las horas... ¡y luego dicen que la lectura no es una forma de huir de la realidad!

"El brazo marchito y otros relatos", de Thomas Hardy.

 Ya comenté en otra entrada que, a mi entender, lo peor de la literatura victoriana es lo supeditada que estaba a las imposiciones editoriales (¡y cuándo no ha sido así!), de forma que las novelas que se publicaban por entregas en revistas semanales tenían una estructura un tanto deslavazada al estar obligados los escritores a que cada capítulo tuviese su atractivo especial por sí mismo y diera un quiebro o dejase algo a esperar para así enganchar al lector y hacerle que esperase ansioso el próximo número de la revista. Esto, claro está, no afecta a los relatos o cuentos, toda vez que eran publicados íntegros, ya fuera en revista o en libro, sin necesidad de "lonchearlos" como si fuera panceta (perdón, quería decir bacón o beicon). Unido esto a que los escritores victorianos fueron excelentes autores de cuentos, si no propiamente dicho de terror, sí de temática fantástica, me llevó a leer este pequeño tomo editado por Penguin.
  Así, el cuento que da nombre a la recopilación, El brazo marchito, es de dicha temática (la maldición de una mujer hacia otra que hace que su brazo se necrose y la posterior venganza de la afectada). El resto de relatos es más asuntos románticos que otra cosa, algo, por cierto, también muy en boga en tiempos victorianos, cuya literatura (como al resto de la europea) pertenecía al Romanticismo literario. Pero el primer romántico al que me refiero hace referencia al amor galante, siempre complicado y, normalmente, en un triángulo amoroso. Con todo, la maestría de Hardy supera las desafecciones que un lector como yo pueda tener hacia esa temática.
 Mención aparte hago de la traducción. En la portada del libro aparece como traductor al escritor Javier Marías, quien es conocido deudor de la literatura victoriana y traductor de un buen número de obras escritas en la lengua de Shakespeare, de todas ellas yo destacaría la peculiar Tristam Shandy de Laurence Sterne, publicada por Alfaguara. Bien, lo cierto es que los de Penguin dicen que Marías es traductor en este volumen, no dicen si lo es sólo de El brazo marchito o de todos los relatos contenidos en él. Yo quiero pensar que sólo lo es del relato principal, pues en otros la cantidad de leísmos e incluso la traducción inapropiada de palabras de aquella lengua, los llamados "false friends", es decir, palabras de grafías muy semejantes en ambas lenguas pero con distinto significado es verdaderamente espantosa.
  Con respecto a los leísmos, Javier Marías es, como quien esto escribe, madrileño, y, temo mucho, que el leísmo es uno de los defectos gramaticales más frecuentes en la capital; con todo, un académico como Marías no cae en los errores tan frecuentes entre sus paisanos. Más evidente es lo de los "false friends" en alguien que domina la lengua de "la pérfida Albión" como lo hace don Javier (todo sea dicho, en el ámbito de la lectura y la traducción, porque en la pronunciación -archivos hay en You Tube para quien quiera comprobarlo- es francamente macarrónica). Por tanto, me inclino a pensar que Javier Marías es traductor de El brazo marchito, pero no de otros relatos contenidos en este libro.

sábado, 4 de agosto de 2018

"Rechicero", una novela del Mundodisco, por Terry Pratchett.

 Es curioso, el primer volumen de la saga Mundodisco me pareció un tanto anodino. Me gustó, pero, en su momento, pensé que no leería más. Otro cambio: éste es la quinta novela y ya compré la sexta. Con cada novela de Pratchett que leo, menos me fijo en el argumento principal y más en la forma, sobre todo en lo sarcástico y el humor negro en partes aparentemente secundarias. Si juntásemos todas esas frases irónicas haríamos un diccionario enciclopédico Pratchett-Vida, Vida-Pratchett que sería realmente imprescindible para sobrevivir a esta vida sin sentido con una sonrisa en la cara, o, al menos, media sonrisa.
  En esta entrega se vuelve al "arco argumental" de Rincewind, personaje impagable que de mago apenas tiene, pero de superviviente lo tiene todo. Un rechicero, según el texto, es el octavo hijo del octavo hijo de un mago. Como se supone que los magos han de ser célibes, no suelen darse, lo cual es afortunado, pues su capacidad mágica es muchísimo mayor que las de los magos del máximo poder, lo cual pone en serio peligro la existencia misma del Mundodisco.
 Y, sin embargo, ese argumento, al menos para mí, es irrelevante. Lo mejor es que el Mundodisco es, obviamente, una burla de nuestro pobre planeta, el cual no tiene más culpa que la de tener que soportar más de siete mil millones de seres humanos (según datos de Naciones Unidas) que no valen sino para creerse, todos y cada uno de ellos, por encima de los demás... y si no se inventan un titulito de una universidad (como los de la Universidad Invisible de Pratchett) que dice que sabe aunque no sepa hacer la "o" con un canuto. Es verdaderamente asombroso la cantidad de individuos que he visto parodiados en estos libros, así, por ejemplo me he encontrado con mi familia al completo parodiados como gente pretenciosa y arrogante que, en realidad, apenas saben limpiarse el culo.
  Pero lo mejor es que la parodia es optimista, nada de resentimientos ni rencores... obviamente, no lo merecen. Terry Pratchett se ríe de la grandilocuencia humana de una forma que le reconcilia a uno con la vida... con una vida más decente, al menos en lo moral.