lunes, 23 de diciembre de 2019

"Es mi alma", Juan Ramón Jiménez.

Juan Ramón y Zenobia, el día de su boda. Imagen tomada de wikipedia.org
No sois vosotras, ricas aguas
de oro, las que corréis
por el helecho, es mi alma.

No sois vosotras, frescas alas
libres, las que os abrís
al iris verde, es mi alma.

No sois vosotras, dulces ramas
rojas, las que os mecéis
al viento lento, es mi alma.

No sois vosotras, claras, altas
voces, las que os pasáis
del sol que cae, es mi alma.

sábado, 21 de diciembre de 2019

"El misterio de Salem's Lot", de Stephen King.

 Otra más del autor más exitoso que ha tenido nunca el Estado de Maine. Una de las primeras, en verdad. Al menos de las que publicó, la primera fue Carrie, en 1973; después ésta que comienzo ahora; continuó con El resplandor y luego ya fue un éxito tras otro hasta convertirse en el mito que es en la actualidad. Y con el éxito y las superventas llegaron las envidias. "Que si era un escritor mediocre", "que si todas sus novelas se parecían demasiado", "que si sólo sabía escribir novelas de suspense y terror"... Lo cierto es que King ha llevado al summum el concepto del escritor exitoso que parece un verdadero Rey Midas de la literatura. Hace décadas que es un mito no porque todas sus novelas sean éxitos de ventas y críticas (al menos de los críticos que no son resentidos escritores fracasados), tampoco porque muchas obras suyas se hayan llevado con mayor o menor éxito a la gran pantalla (algunas sí que han conseguido llegar a ser obras de referencia en la cinematografía de la época), Stephen King es un mito porque ha creado un estilo literario que imitan o incluso plagian centenares de escritores por todo el mundo. Su estilo es rápido, directo, quizás incluso periodístico, pero no es narración pura, sus descripciones (tanto físicas como psicológicas) son extraordinarias; por otro lado, su forma de estructurar las novelas es excelente para mantener el suspense, explotando de golpe toda la trama en el tercio final. Eso es lo que lo convierte en un maestro.
 La mayoría de la literatura de terror que he leído pertenecían a la época dorada del subgénero: la llamada "Narrativa gótica". Así, relatos y novelas de Bram Stoker, Mary Shelley, Edgar Allan Poe, Henry James, Arthur Machen, incluso algo del mismo Dickens han plagado mis sueños con sus miedos (que en realidad no son sino los miedos que todo animal tiene a ser depredado y que le pone en alerta para poder sobrevivir), con sus formas literarias un tanto anacrónicas y pretéritas. Otros más modernos pero que escribían con un estilo atávico, principalmente Howard Phillips Lovecraft, continuaron abundando en cantidad y calidad de este subgénero. Stephen King no es en absoluto anticuado. Su prosa es la típica de finales del siglo XX; sus ambientes, muy frecuentemente el Maine rural, son contemporáneos; las criaturas que atemorizan bien pueden provenir del pasado remoto, pero son, en sentido estricto, muy del presente; los personajes y las relaciones que establecen entre ellos son tan actuales que se podría decir que las novelas tienen un trasfondo de estudio sociológico de ese Estados Unidos de pequeñas ciudades que parecen haber caído en el olvido del imparable progreso tecnológico dominante en otras partes de ese país.
 El misterio de Salem's Lot continúa con el tema del vampirismo, tan en boga en el siglo XXI (pero con películas y novelas de una calidad ínfima), traído a los tiempos actuales y un país moderno. Parece ser que el propio King contó en una entrevista que siempre fantaseo con escribir una novela sobre la llegada de Drácula a Estados Unidos en la actualidad, y bromeaba afirmando que acabaría siendo atropellado por un taxi. Lo cierto es que la manera en la que el autor crea un suspense hace que nada sea previsible hasta bien entrada la lectura, algo en lo que también era maestro Lovecraft, aunque, eso sí, con estilos prosísticos totalmente diferentes.
 En esta época vacacional, para mí con largos viajes en avión, necesito autores que no sean muy exigentes, novelas que se lean fácil, que enganchen sin esfuerzo y me alejen del tedio de los aeropuertos y demás...

miércoles, 18 de diciembre de 2019

¿Por qué no releer?

 Cumplidas ya las cuatro décadas de lector empedernido, se comienza a hacer inmenso el acopio de lecturas (unas retenidas, la biblioteca, y otras perdidas pero presentes en la memoria), y uno recuerda de muy distinta forma dichas lecturas. Por supuesto, los recuerdos son subjetivos y están ligados a distintas épocas de nuestras vidas, a eventos positivos y otros negativos (o, mejor dicho, que juzgamos positivos o negativos); así, esos juicios son, como siempre, excesivos y nos llevan a error.
 Todo este rollo seudofilosófico lo suelto porque estoy releyendo a Verne. Ya conté en otra entrada que Verne formaba junto con Kipling, Salgari, Stevenson, Conrad y algún otro más el parnaso de escritores que nos enganchó a miles (millones, más bien) de jóvenes lectores europeos y occidentales y consiguieron, indirectamente, que la lectura habitual formara parte de nuestras vidas, forjara nuestros caracteres y, en definitiva, nos marcara de forma indeleble. Así, ligados a esos recuerdos, los nombres antes citados son como dioses todopoderosos a los cuales uno casi no se atreve ni a mirar de soslayo. Pero claro, lo bueno de la lectura (la buena lectura, la reflexiva y con critero propio) es que nos convierte a todos en iconoclastas furibundos, dispuestos a destruir lo más sagrado. Así que... vamos allá...
Imagen tomada del sitio wikipedia.org
 A Julio Verne lo leí con doce o trece años. ¿Quién era aquel chico? Probablemente un chaval bienintencionado, corajudo, optimista y esforzado que no sabía que habría de darse todas y cada una de las hostias que un ser humano puede darse en esta vida. Bien, ahora tengo casi cincuenta años, tristemente, el coraje, el optimismo y las ganas han sido sustituidas por el cansancio, el hartazgo y la suspicacia... Escribo esto para ser honesto (de las poquitas virtudes que me esfuerzo por mantener) y así dejar claro que el juicio que hago ahora sobre Verne puede ser tan inválido como el que hice a los trece años. Bien, lo cierto es que al leer La isla misteriosa me he cansado decenas de veces de lo insensatamente pueril que es la novela, de la sociedad ñoña pero, a la vez, autoritaria e injusta que el autor parece preconizar. De nuevo otro aviso que mi mente me dicta: cuidado, estoy juzgando a un escritor del siglo XIX bajo criterios morales del XXI, eso es injusto (valga la redundancia) y simplista. Sí, lo que hago es injusto y simplista, pero no puedo y no voy a dejar de hacerlo. En la otra entrada hablé de racismo en el texto de Verne. Bueno, pues a medida que avanza la novela, esto ya clama al cielo. El negro de la novela, Nab, es comparado abiertamente no ya con el perro, Top, sino con un orangután amaestrado, llamado Jup. Esto es hecho de forma explícita, me sorprende (y, por otro lado, no me sorprende en absoluto) que no me haya dado cuenta cuando leí a Verne en mi adolescencia. El tratamiento a Nab es, verdaderamente, perturbador; uno tiene que recordarse una y otra vez que está leyendo un texto escrito a mediados del siglo XIX y que la sociedad ha cambiado tanto que lo canónico se ha convertido en inaceptable y viceversa. Pero, por otro lado, la jerarquización extrema de esa pequeña sociedad formada por cinco hombres demuestra también un sistema social opresor en el que, según el autor, el eslabón más bajo tiene que sentirse agradecido y sumiso al  superior como si fuera un demiurgo omnipotente que permite la vida del inferior... ¡Buff, qué difícil me está siendo escribir esto!
 En fin, no quiero terminar sin reconocer a los autores que antes cité como los grandes promotores de la lectura en adolescentes y jóvenes desde aquel mediado siglo XIX hasta finales del siglo XX, pero, las cosas cambian (uno mismo cambia) y la relectura duele. Duele más que nada porque uno se percibe distinto al releer, no mejor ni peor, distinto, muestra evidente del paso del tiempo que acabará finalmente por laminarnos a todos.

lunes, 9 de diciembre de 2019

"La isla misteriosa", de Julio Verne.

 Una lectura que me retrotae a mi ya lejana primera juventud. Como generaciones enteras de chicos (primordialmente varones) tuvimos a famosos autores decimonónicos de las llamadas "novelas de aventuras" como inicio del hábito lector que nos ha de abandonar cuando exhalemos nuestro último aliento. Aparte de Julio Verne, estoy pensando en Emilio Salgari, Rudyard Kipling, Robert Louis Stevenson, Joseph Conrad... Raro será el que no haya sido raptado en la adolescencia por su prosa sencilla pero cuidadosa (que más quisieran la mayoría de los escritores contemporáneos que tener su calidad), sus temas de aventuras que hacían volar la imaginación de un chico de quince años en su tediosa rutina familiar y escolar... De todos los anteriormente citados, fue Verne el que más me enganchó. De hecho, todavía hoy guardo como oro en paño una pequeña colección que mis padres me compraron en torno a esa edad, entre los títulos: El faro del fin del mundo, Norte contra sur, De la Tierra a la Luna, 20.000 leguas de viaje submarino, Héctor Servadac, Ante la bandera, La vuelta al mundo en 80 días o Miguel Strogof. Puede ser que la nostalgia senil comience a rondarme en el inicio de mi quinto decenio de vida, porque lo cierto es que decidí volver a Verne, aunque, para evitar males mayores, no hacerlo sobre esta colección leída y releída cien veces, sino "aventurarme" con un título todavía no disfrutado.
  Como era previsible, los recuerdos fluyen en mi cabeza; algunos buenos, otros no tanto. Volví a entender porque un chico de quince años podía enamorarse de Julio Verne, de esa forma de narrar y describir de forma somera pero intrigante, fácil de seguir pero cuidada, y, por encima de todo, unos temas que ahora no me interesan tanto pero en su momento eran una promesa de aventura, de ensoñadora acción. Sí, no puedo dejar de pensar que es una excelente lectura para un adolescente. Una suerte de aprendizaje de vida para quien está comenzando a vivir.
 La isla misteriosa es, como bien dicen los de Alianza, una "actualización y a la vez refutación del mito de Robinson Crusoe". Cinco individuos que huyen de las tropas sudistas (en la Guerra de Secesión Americana, claro) roban un globo aerostático y, de forma francamente inverosímil, atraviesan todos los Estados Unidos (desde Virginia en la Costa Este hasta salir por California) y continúan hacia el sureste, acabando por caer en una isla aislada (valga la redundancia) en mitad del Océano Pacífico. Ahí comienza la aventura: explorando la isla, consiguiendo refugio y comida, trazando planes para ser rescatados... en definitiva, sobreviviendo contra viento y marea. Los cinco tipos son un ingeniero (el protagonista principal, Cyrus Smith), un periodista, un marinero, un chico de quince años, un negro y, por añadidura, un perro. Releo la última frase y parece racista a más no poder... pero no falto ni un ápice a la verdad de la novela... ahora me explico.
  La isla misteriosa fue escrita a mediados del XIX. Esto, como todo, influye para bien y para mal en su naturaleza. Yo, humildemente, incluiría a Julio Verne entre las pocas personas que he conocido que tuvo una visión fuertemente moralizada de la existencia. Moral seguramente proviniente del cristianismo que a su vez deriva de una moral natural de respeto a todo ser humano. Pero Julio Verne era un tipo del XIX, sí, inteligente, culto y bienintencionado, de esos que creían firmemente en el progreso de la Humanidad sin dejarse a nadie atrás, pero también con lo malo de aquel siglo. Así pues, el francés trata de una forma muy diferente a sus personajes: el protagonista principal, el ingeniero, es una suerte de "hombre para todo" capaz de sobrevivir a un huracán en el mar, como de proveer alimento y refugio para sus compañeros, así como, por supuesto, no amilanarse jamás ante las más terribles dificultades; el periodista y el marinero son tratados de forma semejante: son entusiastas y sufridos, sin llegar jamás a la habilidad del ingeniero, pero tienen sus respectivas cualidades que facilitan la supervivencia del grupo; luego está el chico de quince años, todo ilusión ante la adversidad y ganas de aprender, quizás el protagonista con el que el lector se tiene que identificar; y luego están (perdón si esto suena racista, pero a continuación lo justifico) el negro y el perro. ¡Pero qué dice este tío! Lo siento, pero es así, tanto el "afroamericano", Nab, como el perro, Top, tienen las mismas cualidades: lealtad, obediencia y capacidad de trabajo. No quiero decir que Julio Verne fuera racista, ni mucho menos, pero sí que la visión decimonónica de otras razas los trataba (aunque teóricamente nadie dudara de su humanidad, y menos que nadie el propio Verne) como una suerte de seres inferiores sólo aptos para lo mismo que es apto un buen perro. Quien no me crea que lea o relea La isla misteriosa, se dará cuenta de que no exagero ni un ápice.
 En fin, todos somos hijos, queramos o no, de nuestro tiempo, con sus virtudes y defectos. Los que tropezamos por el siglo XX y XXI seremos juzgados con igual severidad por nuestros descendientes de siglos posteriores (y los que no lo seamos, que nadie se engañe, será porque no llegaremos a ser ni una milésima parte de importantes o recordados que el propio Verne).

miércoles, 4 de diciembre de 2019

Inciso cinematográfico: "Now, Voyager", dirigida en 1942 por Irving Rapper.

 Esta película, traducida en España como La extraña pasajera, es una obra menor de la época. Menor incluso para la estrella protagonista, Bette Davis, y para los actores secundarios, Paul Henreid y Claude Rains; sobre todo menor porque en esa década se dan obras maestras como Casablanca (1942, también con Rains y Henreid), El halcón maltés, Rebeca, Ciudadano Kane, El tercer hombre, El ladrón de bicicletas, Arsénico, por compasión, Historias de Filadelfia, ¡Qué bello es vivir! y tantas otras (¡caray, vaya producción cinematográfica en una década con una guerra mundial de por medio!). En todo caso, Bette Davis está enorme; en un papel típico de esta mujer pequeña, de ojos saltones y párpados caídos que no podía, evidentemente, representar adecuadamente los papeles de mujer de bandera que podía hacer, por ejemplo, Marilyn Monroe. No, el papel de la Davis es el de una mujer con problemas psicológicos graves, atormentada, maltratada por una madre posesiva y destructiva, que trata de vivir su propia vida contra viento y marea. El otro tipo de papel típico de esta actriz, por cierto, es el de mujer malvada, fría y calculadora. En ambos roles fue siempre extraordinaria.
Imagen tomada del sitio criterion.com
  El resto del elenco actoral es también destacable, especialmente Claude Rains (el inolvidable Capitán Renault en Casablanca) y Paul Henreid (Victor Laszlo en esa misma película) y, no puede pasarse por alto, Gladys Cooper (la malvadísima madre posesiva y destructora).
 El argumento es, ya lo esbocé, la lucha de la protagonista, que vive recluida en la mansión familiar bajo una supuesta depresión, para marcar el rumbo de su existencia. Tras una estancia liberadora en la residencia psiquiátrica dirigida por el doctor Jaquith (Rains), Charlotte Vale (Davis) comienza a respirar, a valorarse y pensar que su vida puede tener un sentido. Por consejo del psicólogo, inicia un crucero (de ahí el título) que facilita que conozca al que será el gran amor de su vida (Henreid) y que subirá su autoestima a cotas que le permitirán mirar con optimismo esa broma macabra que llamamos vida.
 Y hasta ahí la película. Ya digo, no es una obra maestra, es una película correcta en la que destaca el trabajo excelente de una gran actriz. Pero a mí, la verdad, me ha llegado más hondo el tema del maltrato familiar que otra cosa. Me he sentido dolorosamente reflejado en el personaje principal, víctima de abuso de esa madre posesiva y castrante. Una madre que inocula un sentimiento de culpa que anula al hijo (hija, en la película) y que nunca acaba hasta la muerte de esa persona que a la vez que dio la vida al hijo, también lo hunde en esa misma vida.
Imagen tomada de mubi.com
 Ya se sabe que la relación progenitores-hijos es una de las más difíciles y que más traumas provocan. En Now, Voyager el sentimiento de culpa, la anulación del hijo está extraordinariamente representada en la relación entre los personajes de Gladys Cooper y Bette Davis. Empezando por considerarse hija no deseada, continuando por un sentimiento de fracaso permanente (casi siempre infundado) y una sensación de inutilidad y bajísima autoestima que acompaña por siempre al maltratado. En fin, qué voy a contar que no hayamos visto en nosotros mismos o en gente cercana. 
 Ésta es otra gran virtud del cine y de la literatura: la capacidad de describir vidas que pueden tocarnos muy cerca, no sé si para poder cambiar algo en algún sentido, pero sí al menos para no sentirnos tan solos.

martes, 3 de diciembre de 2019

"Reader's Block", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).

Imagen tomada del sitio www.incidentalcomics.com

Citas de "Walden", de Henry David Thoreau.

 La mayoría de los hombres lleva vidas de tranquila desesperación. Lo que se llama resignación es desesperación confirmada.

 En la práctica, los viejos no tienen consejos muy importantes que dar a los jóvenes, pues su experiencia ha sido tan parcial y sus vidas han sido fracasos tan miserables...

 La mayoría de los lujos, y muchas de las llamadas comodidades de la vida, no sólo no son indispensables, sino que resultan verdaderos obstáculos para la elevación de la humanidad.

 ¿Por qué debemos vivir con tal prisa y gasto de vida? Estamos resueltos a pasar hambre antes de estar hambrientos.

 Que cada uno se ocupe de lo suyo y trate de ser como ha sido creado.

domingo, 1 de diciembre de 2019

"Lores y damas. Una aventura del Mundodisco", por Terry Pratchett.

 Decimocuarta entrega de la genial saga del Mundodisco. La gigantesca tortuga espacial Gran A'Tuin sigue navegando por el multiverso, portando en su concha cuatro inmensos elefantes sobre cuyos lomos descansa el mundodisco. Ahora toca el turno a las brujas. Las tres conocidas en tres novelas anteriores (Ritos iguales, Brujerías y Brujas de viaje), Yaya Ceravieja, Tata Ogg y Magrat Ajostiernos, siguen haciendo que el mundodisco siga funcionando de forma medianamente engrasada... todo lo engrasado que pueda estar un mundo constituido por tal cantidad de enloquecidos personajes. Ahora Magrat se ha retirado. En Brujas de viaje se había enamorado de Verence, antiguo bufón reconvertido en rey (obsérvase el mordaz humor del inglés), lo cual la convierte en reina... más o menos... En todo caso, las dos brujas más viejas siguen velando por el orden cósmico, al menos el orden tal y como lo entienden ellas.
  Pero, además, las viejas brujas ahora tienen competencia: unas jovencitas de diecisiete años han empezado a jugar con cosas ocultas, a vestirse de negro, pintarse de negro las uñas y comenzar e invocar a seres extraños... y lo malo es que lo hacen tan bien como las "brujas oficiales". Esto, claramente, no puede ser. Yaya Ceravieja y Tata Ogg no pueden permitir unas niñatas que no tiene ni idea de la vida les pisen el terreno... sobre todo porque tiene toda la pinta de que saben ya casi tanto como ellas... El caso es que, encima, han dejado abierta una puerta que comunica con ese más allá y por el cual amenazan con colarse esos seres de cuento tan angelicales llamados elfos y que, en verdad, son criaturas brutales capaces de las mayores atrocidades.
  Y, como siempre, al final lo menos importante es el argumento. Lo de más es la capacidad de sátira que glorifica a Pratchett. Con un poco de honestidad (virtud distribuida en dos o quizás tres personas desde que el mundo existe) nos veremos reflejados en los vicios de los personajes, en sus pequeñeces y miserias. Es como ponernos a todos ante un espejo y quitarnos las vendas de los prejuicios y vanidades. Un ejercicio de reconciliación con nuestra naturaleza humana.

martes, 26 de noviembre de 2019

"Annabel Lee", Edgar Allan Poe.

It was many and many a year ago,
   In a kingdom by the sea,
That a maiden there lived whom you may know
   By the name of Annabel Lee;
And this maiden she lived with no other thought
   Than to love and be loved by me.

I was a child and she was a child,
   In this kingdom by the sea,
But we loved with a love that was more than love—
   I and my Annabel Lee—
With a love that the wingèd seraphs of Heaven
   Coveted her and me.

And this was the reason that, long ago,
   In this kingdom by the sea,
A wind blew out of a cloud, chilling
   My beautiful Annabel Lee;
So that her highborn kinsmen came
   And bore her away from me,
To shut her up in a sepulchre
   In this kingdom by the sea.

The angels, not half so happy in Heaven,
   Went envying her and me—
Yes!—that was the reason (as all men know,
   In this kingdom by the sea)
That the wind came out of the cloud by night,
   Chilling and killing my Annabel Lee.

But our love it was stronger by far than the love
   Of those who were older than we—
   Of many far wiser than we—
And neither the angels in Heaven above
   Nor the demons down under the sea
Can ever dissever my soul from the soul
   Of the beautiful Annabel Lee;

For the moon never beams, without bringing me dreams
   Of the beautiful Annabel Lee;
And the stars never rise, but I feel the bright eyes
   Of the beautiful Annabel Lee;
And so, all the night-tide, I lie down by the side
   Of my darling—my darling—my life and my bride,
   In her sepulchre there by the sea—
   In her tomb by the sounding sea.

sábado, 23 de noviembre de 2019

Inciso cinematográfico: "Tulip Fever", dirigida en 2017 por Justin Chadwick.

 Una pequeña obra maestra que pasó desapercibida por las salas de este país (al  menos), que destaca sobre todo por su cuidadísima fotografía y ambientación, amén de tener un guión atractivo, enrevesado y sugerente. Lo peculiar es que, a pesar de estar ambientada en el Ámsterdam del siglo XVII, fue rodada en Norwich, Inglaterra, con un resultado, sin embargo, perfecto.
 Como desvela su título, la película está localizada en la época de la "burbuja de tulipanes" que se produjo en Holanda allá por el 1637, cuando la burguesía comerciante de su capital llevó la admiración por los tulipanes a un aumento de precio sin precedentes que estalló (como toda burbuja artificialmente hinchada) de un día para otro, dejando a centenares de inversores arruinados. En este contexto se plantea un trío amoroso... o un cuarteto... o quinteto, no sé muy bien, un lío de amantes, matrimonios y pasiones que provoca un nudo al estilo de la inmortal obra de Fernando de Rojas, La Celestina.
Imagen tomada del sitio foxtelmovies.com.au
  Ahora que lo pienso, la comparación con la inmortal obra tragicómica castellana no está nada mal traída. Especialmente porque como decía antes, la fotografía y ambientación de la película es excelente, tanto de interiores como de los canales de Ámsterdam, así como los ropajes y demás atrezo; es algo que agradecemos los que somos especialmente cuidadosos al visionar una película y no queremos sorprendernos con la imagen de un reloj digital o cualquier chorrada actual embutida por error, errores que, al menos a mí, me sacan de la película y acabo por aborrecerla.
 Con respecto al elenco actoral, es muy difícil hablar de protagonistas y secundarios, toda vez que es una película coral, destaca (por mis gustos) un siempre verosímil y extraordinario Christoph Waltz, una espléndida Judi Dench, una sobrebia Alicia Vikander, una poderosa Holliday Grainger y un sobrio Dane DeHaan. Pero, en realidad, son más de quince actores en los que no se ve flojear por ningún lado.
 El argumento es también muy parecido a La Celestina, muy clásico, aquel del "planteamiento, nudo, desenlace". Inicialmente se trata de un rico comerciante ya maduro (Waltz) que, casado con una joven huérfana (Vikander), trata de conseguir un heredero a toda costa. Como era frecuente entre los gustos de los acomodados de la época, el rico burgués encarga un cuadro a un tal Jan Van Loos (DeHaan) que acaba enamorándose perdidamente de la señora. Por otro lado, la sirvienta (Grainger) queda inesperadamente embarazada de su amante. Tras las amenaza de despido de la señora hacia la criada y la "contraamenaza" de ésta de descubrir a aquélla ante su marido, pergeñan un enrevesado plan en el que el hijo de la criada será pasado como propio de la señora. Este engaño se irá desbaratando poco a poco hasta aclararse al final. ¿Recuerda a La Celestina o no?
Imagen tomada de infobae.com
  En definitiva, una película rodada con esmero, especialmente en la fotografía y ambientación, con un elenco actoral soberbio y, principalmente, un guión enrevesado y atractivo que crea una pequeña joya, algo que, desgraciadamente, no es muy frecuente de ver en nuestros días.

martes, 19 de noviembre de 2019

200 años del Museo del Prado.

 No sólo las pinacotecas, todos los museos son para los "letraheridos" y en general para los introvertidos un refugio de calma, de paz y erudición. Allí nos sentimos protegidos de la rudeza de la vida y de los otros. Hoy, uno de los grandes, el Museo del Prado cumple 200 años. Doscientos años alumbrando la vida cultural de la ciudad y el país que me vieron nacer. Brindo por otros doscientos.
Imagen tomada del sitio museodelprado.es
 

domingo, 10 de noviembre de 2019

"The Man Between", dirigida y producida por Carol Reed en 1953.

 Otro peliculón de Carol Reed, muy parecida (en su tema, ambientación, fotografía, tratamiento...) a otra joya del cine de la época, The Third Man. Tal vez The Man Between no sea tan redonda como la protagonizada por Orson Welles, Joseph Cotten y Trevor Howard, pero es, probablemente, una de las mejores películas de espionaje. Es verosímil, intrigante, atractiva y tiene una actuación memorable de uno de los gigantes de la época, James Mason.
Imagen tomada de ebay.com
  Las semejanzas entre ambas películas son patentes: están rodadas con apenas cuatro años de diferencia, en 1949 y 1953; las dos muestran capitales europeas destrozadas por la guerra, en la de Orson Welles es Viena y en ésta es Berlín; en ambas los personajes son "buenos" y "malos" a la vez, no están delineados de forma tan simplista como en otras cintas; y, por último, las dos acaban, tras una larga persecución, de forma trágica para los protagonistas principales. Obviamente, hay diferencias: esta vez no hay amigo traicionado (que, en realidad, en El tercer hombre es el protagonista principal); falta también el audaz policía que colabora en la detención del héroe-antihéroe; y, lo que marca la diferencia de calidad, el guión no es tan apabullante y perfecto. Con todo, el toque del genial Carol Reed se deja ver en todo momento, haciendo de estas películas, como antes decía, auténticos hitos de la cinematografía de todos los tiempos.
 En mi opinión lo mejor es la dualidad de los personajes principales, o, mejor dicho, que no es tan infantiloide como en decenas de películas americanas en las que un superhéroe inmaculado se enfrenta a un villano repulsivo. No, aquí el protagonista principal es un canalla con carisma, atractivo (enamora perdidamente a sendas protagonistas femeninas), interesante... alguien que despierta sentimientos contradictorios en el espectador; Orson Welles y James Mason, con sus magnetismos animales de grandes actores capaces de personificar a espléndidos villanos y magníficos héroes.
Imagen tomada del sitio imdb.com
  ¿El argumento? The Man Between (por cierto, traducida en España como El otro hombre) está ambientada en el Berlín destrozado por las bombas y dividido en cuatro sectores (igual que la Viena de El tercer hombre), aquí el terrible contrabandista es Ivo Kern (James Mason) que trabaja como espía secuestrando a sujetos que uno u otro bando busca; una joven inglesa se enamorará de él y de su complicada subsistencia y protagonizará una huida que, naturalmente, sólo puede acabar en el tiroteo final en el control fronterizo que también recuerda a la película protagonizada por Cotten.
 En fin, ya digo, un peliculón atemporal que muestra cómo hacer cine para adultos inteligentes que quieran recrearse en una historia de espionaje sin que caiga en el adoctrinamiento de los espectadores o, siquiera, en el juicio apresurado de quien reposa en un cómodo sofá. ¡Un placer! 
 No puedo evitar copiar un pequeño fragmento del diálogo entre  Sussane Mallison (Claire Bloom) e Ivo Kern (Mason). La última frase de Ivo Kern, la que dice que cualquier refugio que proteja de la vida es una riqueza inalcanzable representa muy bien la filosofía vital del espía y su terribles últimos tiempos de vida.
  • When you get to the West I'll help you, so will Martin.
  • No, you will not. You will take the first plane to London. And go on with your rich and happy life.
  • I'm not rich.
  • Any shelter from life is unattainable wealth.

viernes, 8 de noviembre de 2019

8 de noviembre, Día de las librerías.

 Para cualquier lector empedernido las librerías no son un negocio más. Tienen alma, vida espiritual, son nuestros refugios, los lugares a los que encaminamos nuestros cansados pasos para alejarnos de la crudeza de vivir.
 Para conmemorarlo pongo una imagen de una de las librerías más hermosas que conozco y que supuso para mí un periodo de plenitud, de felicidad al conocer allí a la persona amada. Se trata de la librería Waterstones, en Bradford, Inglaterra; en un edificio histórico, el Wool Exchange Building, neogótico, que refuerza la belleza reposada de los libros.
Imagen tomada del sitio www.bradfordfestivalchoralsociety.org.uk
 

miércoles, 6 de noviembre de 2019

"E ti vengo a cercare", Franco Battiato.

E ti vengo a cercare
Anche solo per vederti o parlare
Perché ho bisogno della tua presenza
Per capire meglio la mia essenza
 
Questo sentimento popolare
Nasce da meccaniche divine
Un rapimento mistico e sensuale
Mi imprigiona a te
 
Dovrei cambiare l'oggetto dei miei desideri
Non accontentarmi di piccole gioie quotidiane
Fare come un eremita
Che rinuncia a sé
 
E ti vengo a cercare
Con la scusa di doverti parlare
Perché mi piace ciò che pensi e che dici
Perché in te vedo le mie radici
 
Questo secolo oramai alla fine
Saturo di parassiti senza dignità
Mi spinge solo ad essere migliore
Con più volontà
 
Emanciparmi dall'incubo delle passioni
Cercare l'Uno al di sopra del Bene e del Male
Essere un'immagine divina
Di questa realtà
 
E ti vengo a cercare
Perché sto bene con te
Perché ho bisogno della tua presenza

"La ratesa", de Günter Grass.

 Otro Nobel más. Mira que me lleno la boca despreciando todos los premios literarios, especialmente los internacionales, por considerarlos pura herramienta de mercadotecnia y poco más. Algunos, los más prestigiosos, especialmente los Nobel, parecen especialmente injustos por escasos, siempre acabamos diciendo que si éste o aquél lo merecieron entonces otros muchos también... En fin, tal vez sea pura envidia o afán de mostrar superioridad moral por mi parte esto de despreciar a los premiados. Sea como fuere, yo mismo me encargo de desautorizarme constantemente, lo cual me agrada sobremanera, y para continuar en la tónica, aquí el bueno de Günter Grass, Premio Nobel de literatura de 1999.
  Ya hablé de la llamada "Literatura de escombros", término con el  que algún sesudo crítico englobó a los autores alemanes que escribían tras la Segunda Guerra Mundial, siendo los tres más conocidos el propio Grass, Siegfried Lenz y Heinrich Böll y que reescribían la historia de su país desde una crítica feroz pero no exenta de compasión. Lo que me interesa en este caso es precisamente eso: la autocrítica; algo que creo imprescindible para que el ser humano sea medianamente digno. De forma paralela (aunque, evidentemente, con muchos cambios por la distancia geográfica, cultural y temporal), la Generación del 98 española puso en solfa la idea de España tras el Desastre del 98, la necesidad de buscar una identidad social (o nacional, si se quiere) fuera ya de la periclitada idea imperial predominante en el siglo XIX y anteriores; probablemente gracias a los escritores de la Generación del 98 los españoles de hoy somos quienes somos. Así pues, las generaciones literarias que surgen tras procesos terribles como guerras y otros conflictos tienen la llave para que la sociedad resultante pueda pasar página aprendiendo de los errores y mejorando como tal grupo humano.
 La ratesa es un ejemplo de esta literatura de posguerra, o, al menos, de un autor de posguerra "perdido" ("not all those who wander are lost") en mil y una cavilaciones acerca de la existencia, de la sociedad, del pasado y del futuro. Hasta tal punto esto es así que la novela se encuentra a medio camino entre la novela y el ensayo. Es, si se quiere, un ensayo novelado, con un personaje ficticio, la rata, que se ríe de la humanidad, que asegura que ya no existe y que son los roedores los que mandan en el planeta. Estas reflexiones se intercalan con digresiones ambientadas tanto en el presente como del pasado, dejando claro que lo de la rata es sueño, pero, ¿es un sueño inverosímil o altamente probable? Esa pregunta la habrá de contestar cada lector en función de su experiencia vital y su raciocinio, y de ahí la necesidad de la literatura como vía de introducir dudas y preguntas en cabezas inteligentes...

domingo, 3 de noviembre de 2019

"Bookshelf Organization (For the Obsessive-Compulsive)", by Grant Snider (incidentalcomics.com).

Imagen tomada del sitio www.incidentalcomics.com

"Misterios", de Knut Hamsun.

 Hamsun no es el único autor, ni mucho menos, con el que tengo sentimientos encontrados. De hecho, un autor austriaco que ha sido recientemente galardonado con el Premio Nobel me genera los mismos sentimientos: por un lado los aprecio y por otro los detesto. ¿Tendrá que ver, pues, el hecho de que ambos hayan sido Nobel? No lo creo, más bien tendrá que ver con formas particulares de redactar o puntuar. En el caso concreto del noruego es verdaderamente demencial el uso de los signos de puntuación; no es que sea singular es que es anárquico: los guiones de diálogo aparecen cuando le viene en gana; las comas, puntos y coma y puntos son distribuidos de una forma tan peculiar que hay que concentrarse sobremanera para no perder el hilo en más de una ocasión. 
  El personaje principal, Johann Nilsen Nagel, es característico de Hamsun: un tipo tan intempestivo, variable en su sociabilidad, imprevisible y, en definitiva, raro que a veces diera la sensación de ser un enajenado. De hecho, por comparación con un personaje secundario, El Minuto, que supuestamente es un loco, el propio Nagel parece más desequilibrado que el "tonto oficial" del pueblo.  Es un personaje claramente inadaptado socialmente, pero que tiene encanto suficiente como para no ser rechazado por la sociedad, es simplemente un tipo muy variable, un día agrede verbalmente a alguna y al día siguiente se le declara; miente como un bellaco, hasta el punto de desdecirse constantemente (a veces dice ser rico y otras ser pobre, niega saber tocar el violín y luego lo toca primorosamente...). Es un tipo desconcertante, para los personajes secundarios que pululan en el libro y, por descontado, para el propio lector; y, sin embargo, la descripción tan exhaustiva de Hamsun consigue delinear su personalidad (cercana a lo que formalmente podríamos entender como locura) hasta el punto que se termina por conocer al tal Nagel como a un viejo amigo.
  En todo caso, el resultado es extrañamente atrayente. Formalmente, la prosa de Hamsun es rápida, es todo narración, no hay apenas descripciones, tampoco oraciones subordinadas ni adjetivación; así, se lee rápidamente y con facilidad. Los cambios de pensamiento y comportamiento del personaje principal dan un aire imprevisible y un zigzageo que imprime un ritmo más rápido si cabe.

martes, 29 de octubre de 2019

Tomás de Kempis

Imagen tomada del sitio heraldos.sv
 "In omnibus requiem quaesivi, et nusquam inveni nisi in angulo cum libro"
 Por doquiera busqué la paz, sin hallarla más que en un rincón y con un libro.

lunes, 28 de octubre de 2019

Inciso cinematográfico: "House of Strangers", dirigida en 1949 por Joseph Mankiewicz.

 House of Strangers no es, ni de lejos, la mejor película de Mankiewicz. House of Strangers no es, ni con mucho, la mejor película de Edward G. Robinson. Sin embargo, es una película rodada con el preciosismo que el director de Eva al desnudo o Carta a tres esposas imprimió a toda su cinematografía; es, así mismo, una actuación genial (como casi siempre) del actor de Little Ceasar o Soylent Green. Con todo, a mí me ha gustado especialmente, o, mejor dicho, he conectado con ella por el tema principal: las malas relaciones paterno-filiales y el envenenamiento que muchos padres causan en sus hijos de por vida.
Imagen tomada del sitio IMDB.com
  La trama es la historia de miles de familias estadounidenses: inmigrantes (en este caso italianos) que, desde un origen extraordinariamente humilde y pasándolas canutas durante años, acaban por llegar a lo más alto en el sentido económico y social. El patriarca familiar, Gino Moretti (el genial Edward G. Robinson, haciendo gala de su capacidad actoral, interpretando a un italo-americano incluso en el acento), es un hombre hecho a sí mismo. Ha conseguido el tremendo éxito de llegar a ser un banquero para su comunidad, ha pasado todo tipo de estrecheces para llegar al olimpo social; es, sin embargo, un tirano con sus hijos (o precisamente, tal vez, por haberlo pasado tan mal), de modo que insulta y menosprecia públicamente a tres de ellos y manipula al cuarto. Es un hombre de éxito social pero roto por dentro. Sus hijos acaban siendo burdas fotocopias de él mismo, al menos en su carácter desabrido y vengativo.
 Y hasta ahí, más o menos. Ya decía, no es una obra maestra. Es una película correcta con una gran actuación de Robinson.
Imagen tomada del sitio cbsnews.com
  Ya en el ámbito personal, la película me toca muy de cerca porque yo (quizás todo el mundo en mayor o menor medida) pertenezco a una familia de "fuertes caracteres" que es el eufemismo que se emplea para decir gente difícil y complicada para convivir; gente, en definitiva, que marca de forma indeleble las vidas de sus hijos, habiendo sido ellos mismos víctimas de trato degradante por parte de sus padres. Vamos que el maltrato se concatena por generaciones, amenazando con perpetuarse per saecula saeculorum. No obstante, he aquí que esta peliculilla pasable da con una sencillísima pero eficaz solución: romper con la cadena de odios, rencores y venganzas para ser lo que uno quiera ser e incumplir lo que otrora se hubiese considerado como designios obligatorios impuestos por padres y madres... Pues eso, en eso estamos...

lunes, 21 de octubre de 2019

"Nido de nobles", de Iván Turguénev.

 Tercera novela que leo de Turguénev tras Padres e hijos y Diario de un hombre superfluo, y, de momento, la que más me está gustando. De la primera que cito saqué una cierta decepción, tal vez por lo mucho que esperaba, sobre todo en relación con el nihilismo al que todas las recensiones que leía hacían referencia; del Diario de un hombre superfluo saqué más jugo al leerla más libremente. Tal vez esto sea lo que me está ocurriendo con Nido de nobles.
  Lo cierto es que me parece, como muy bien dice su traductor (Joaquín Fernández-Valdés Roig-Gironella) "una hermosa y melancólica novela sobre la persistencia del deseo, testimonio de una generación perdida en la Rusia del momento, una generación que solo podía lenvantarse en medio de la oscuridad". Es una pequeña novela con reminiscencias tolstoyanas y dostoievskanas, que delinea una sociedad rusa en decadencia, con nobles rurales que no se adaptan a la sociedad moderna (que son verdaderamente hombres superfluos). Aquí, el protagonista es Fiódor Lavretski, alguien criado por un vividor que quiso hacer de su hijo lo contrario, un espartano insensible al dolor, centrado en el estudio de un modo estoico. Años después, cercana la treintena, Lavretski se enamora de una joven peterburguesa que, tras la boda, lo engaña con petimetres franceses. Así, desengañado de todo, vuelve a su hacienda rural donde planea aislarse del mundanal ruido; sin embargo, allí conocerá (según parece, mi lectura todavía no ha llegado allí) a otra joven de la que se enamorará perdidamente.
  Es una lectura amable, reposada, ciertamente melancólica (por los caracteres dados a la introversión y por la tendencia al abatimiento anímico) que deja un poso agridulce. Los tumultuosos avatares amorosos, narrados, eso sí, de forma pausada, retrotraen al gran Tolstoi de Ana Karénina, con la descripción de la psicología de los personajes llevada a cabo de forma magistral. Otra novela atemporal que engorda la abultadísima nómina de la literatura rusa.

lunes, 7 de octubre de 2019

"Los silencios del Dr. Murke", por Heinrich Böll.

 Uno de mis autores favoritos, junto con Siegfried Lenz y Gunther Grass, y junto con ellos autor de la llamada "Literatura de escombros", época terrible socioeconómicamente para Alemania, pero también época de crisis (en el buen sentido, en el de la oportunidad de cambio) y superación del pasado para aquel país y el resto de Europa. De esos tres autores, Böll me parece el más honesto, el más reflexivo, el que podía superar el terrible pasado que avergüenza a los alemanes de bien (que, probablemente, sean la inmensa mayoría). Porque el bueno de Heinrich Böll fue, como casi toda la población alemana viva en el momento, nazi. Se vio arrastrado por esa locura pangermánica influenciado, tal vez, por la terrible crisis económica que arrasó el país en la década de los años veinte y primeros treinta del pasado siglo a comprar la basura de Hitler y sus adláteres. Böll no tuvo miedo (como sí parece que lo tuvo Grass) en mostrar a la prensa una foto de su juventud con el uniforme nazi. Por supuesto, Heinrich Böll no fue un "buen" nazi, su alta moral se lo impedía. En realidad, fue alguien con una elevada exigencia cristiana que entendía a todos los hombres como hermanos por ser todos hijos de Dios (esto, evidentemente, chocaba frontalmente con el racismo y supremacismo nacionalsocialista).
 Böll siempre estuvo influenciado por la visión social de la Iglesia católica, pero sin la arrogancia de los prelados y altos cargos de la milenaria institución. A fecha de hoy, el nombre de Heinrich Böll sigue encabezando la fundación política sin ánimo de lucro que se encuentra en el ámbito del partido alemán Alianza 90/Los Verdes.
  Por nada del mundo pretendo hacer un alegato político, aunque sí quisiera dejar claro que personajes como Böll, haciendo de la honestidad su bandera, han tratado de llevar el principio moral más elevado del Cristianismo (la igualdad del ser humano por ser hijos del mismo Dios) como principio fundamental de vida y que este, en muchos casos, ha estado más cerca de posiciones políticas consideradas clásicamente "de izquierdas".
 Al margen de temas políticos, Böll ha sido un revulsivo moral, siempre. En los rellatos recogidos en este pequeño volumen editado por Alianza se muestran la búsqueda de la honestidad como motor de la propia vida. El relato más largo, No sólo en Navidad, el autor, haciendo gala de un sutil humor, satiriza las costumbres inveteradas que se repiten maquinalmente sin sentimiento alguno; obviamente la celebración de la Navidad como mero hecho secular está en el centro de la sátira.
  Pese a lo que se pueda pensar, Böll es un autor atemporal; válido en su época, válido hoy y válido siempre. La defensa de la moral más pura, la denuncia de la hipocresía y el hermanamiento universal de todos los hombres son los motores que movieron su obra y su vida; principios todos ellos muy alejados, desgraciadamente, de las motivaciones principales de la mayoría de la actual sociedad humana.

Y, sin embargo, vivir...

 A mis casi cincuenta años, ya sé que estoy más muerto que vivo. Todo es cuestión de tiempo. Tal vez, el infarto de miocardio que me matará ya ha empezado por la obstrucción paulatina de arteriolas miocárdicas; o, quizá, el ictus cerebral que me matará ya se ha iniciado con un debilitamiento hasta ahora inapreciable de la pared de un vaso cerebrovascular; o puede que el cáncer que me matará ya haya comenzado a crecer en mi interior, metastatizándose rápidamente; o, quizás, el coche que me atropelle mortalmente ya ha arrancado; o, tal vez, la bala que me alcance ya ha sido disparada, o la navaja que me apuñale ya esté en un bolsillo... Todo es cuestión de tiempo. Algo de esto pasará, tan solo cabe dudar si será dentro de treinta años o de treinta minutos. Pensándolo bien, siendo todo cuestión de tiempo, ya estoy más muerto que vivo.

Edgar Allan Poe

 Hace hoy ciento setenta años, cuando sólo contaba cuarenta, murió uno de los grandes maestros, que habría de influenciar a millones de lectores y cientos de escritores con su poesía deslumbrante y su prosa terrorífica.
Imagen tomada de Commons Wikimedia
  I have great faith in fools; self-confidence, my friends call it.

domingo, 29 de septiembre de 2019

"El círculo se ha cerrado", por Knut Hamsun.

 Leí hace años Hambre, del mismo autor. Me gustó aunque la dureza del tema hacía difícil de tragar; se trataba de un tipo que decidía vivir de lo que escribía, resultado: miseria absoluta. Hamsun lo narra con un realismo seco, sin adornar, de un modo que se hace más duro si cabe. Luego leí Pan, un relato breve que me impactó menos que la novela anterior. Ahora comienzo con El círculo se ha cerrado.
  En este caso es la vida de Abel Brodersen, un noruego que en su juventud emigra a Estados Unidos, en Kentucky se casa y lleva una vida arrastrada. Años después vuelve a su país y trata de reiniciar su vida. Desde el punto de vista temático, el tratamiento que da a los personajes me recuerda mucho al de Patrick Modiano; tanto en el noruego como en el francés crean personajes pasivos, indolentes, que asisten perplejos al discurrir de sus vidas más que vivir en sí. En este caso, Brodersen es alguien que no opta por buscar una vida a su regreso a Noruega, hereda una pequeña cantidad de dinero que le permite sobrevivir y aparentemente no busca nada más. Recuerda también (aunque no es tan excesivo) al bueno de Bartleby de Melville.
  Con respecto a la forma, Hamsun tiene una prosa ligera, con oraciones cortas, sin adjetivar, sin ninguna oración subordinada que da como resultado una lectura rápida, casi de artículo periodístico. Lo que no me gusta nada, aunque no sé si es atribuíble al autor noruego o a la traducción, es el extrañísimo uno de los signos de puntuación, algunos inexistentes como la raya para marcar los diálogos en estilo directo... Es un tanto desconcertante, aunque al no haber oraciones largas no es tan problemático.
 Como siempre, la discusión sobre si este tipo es merecedor del Premio Nobel y la subsecuente retahíla de escritores que se nos ocurre que, dado el nivel presente, también lo hubieran merecido. Con El círculo se ha cerrado no siento esa atmósfera tan opresiva como en Hambre, es todo más relajado, incluso indiferente ante la adversidad, como decía antes.

martes, 24 de septiembre de 2019

"El candelabro enterrado", por Stefan Zweig.

 Zweig llegó a ser un respetado escritor profesional en su época. Esta afirmación se deduce de la variedad de temas que trata, desde el ensayo político y social, pasando por la novela realista e incluso la novela rosa, por no hablar de poemarios y libretos de óperas. Luego, ya es sabido, por mor del fanatismo nacionalista imperante en los años treinta en Austria y Alemania hubo de exiliarse, primero a Inglaterra y luego a Brasil. Pero antes de caer en desgracia, Stefan Zweig disfrutó de un reconocimiento sin duda merecido. Digo esto porque la variedad temática de sus novelas sorprende a quien piense en escritores muy centrados en una visión literaria y vital concreta; por supuesto, esto enriquece su obra literaria, que duda cabe.
  En El candelabro enterrado, Zweig enfoca en el judaísmo, algo que, pese a que Adolf Hitler y sus muchachos pensaran, a él le traía bastante al pairo. Parece incluso que declaró cierta vez que  su judaísmo era meramente accidental. Tanto él como su coetáneo y amigo Joseph Roth tuvieron una relación muy superficial con el judaísmo, al cual ni siquiera valoraban como tradición cultural, muchísimo menos en el plano religioso. Con todo, ése es el tema principal aquí: narra la vida de un judío (Benjamín Marnefesh) que es encargado de recuperar la menorá, el candelabro de siete brazos ritual y simbólico de los judíos. El propio Benjamín será testigo, siendo niño, del robo del mismo por los vándalos en el saqueo de Roma; y  muchas décadas después, al final de su vida, será comisionado para pedir al emperador bizantino Justiniano su restauración. Es, por tanto, una novela histórica. El grado de documentación y respeto a la referencias históricas más fiables es exquisito, nombrándose con acierto al emperador Tito, conquistador de Jerusalén; Genserico, rey vándalo, propulsor del saqueo de roma; o Justiniano y su Renovatio Imperii que llevó la menorá de Cartago a Bizancio.
 Como hiciera Pérez Galdós en sus Episodios nacionales, Zweig narra la Historia como paisaje de la acción, puesto que se centra en la intrahistoria, en personajes pequeños, inventados, que vivieron durante los hechos históricos conocidos. En todo caso, lo mejor de Zweig es la pulcritud de su prosa; su capacidad de descripción, sobre todo psicológica de los individuos. Es notable, a final del libro, el sueño pesadillesco que tiene el propio Benjamín acerca de su propio pueblo, siempre errante tras la menorá que acabará sí o sí en una "tierra con palmeras y cedros" que no es otra que su "tierra prometida". Es interesante, teniendo en cuenta que la novela se publicó en 1937, once años antes de la fundación del Estado de Israel, es, en este sentido, premonitoria. La lectura de Zweig es un placer que ha de cultivarse a fuego lento; su prosa tan lenta y adjetivada, sus descripciones tan complejas no son para leer a salto de mata.

domingo, 22 de septiembre de 2019

"Enough", about self esteem in writing... and in life, by Grant Snider (incidentalcomics.com)

Imagen tomada del sitio incidentalcomics.com

Forges, a cuenta de las bibliotecas públicas.

Imagen tomada del sitio julianmarquina.es

Inciso cinematográfico: "The Public", dirigida en 2018 por Emilio Estévez.

 Película muy personal de Emilio Estévez (hijo de Martin Sheen, hermano de Charlie Sheen, según parece, uno de los pocos de su familia que no tiene miedo a dar su nombre verdadero), ya que es director, guionista e incluso productor ejecutivo de la misma. Se podría decir que es un drama social pues aborda los problemas de pobreza y exclusión a la que se ve sometido un porcentaje cada vez mayor de la población de las sociedades occidentales. Stuart Goodson (Estévez) es bibliotecario de la Biblioteca Pública de Cincinnati, alguien que lleva una vida rutinaria, anodina y cuadriculada, aunque oculta un pasado que luego se desvela. En un país como Estados Unidos en los que los niveles de pobreza aumentan a la vez que disminuyen los caudales públicos para asistencia social, la biblioteca pública es un oasis en el desierto: decenas de personas sin hogar utilizan el edificio para asearse y huir del intenso frío imperante en aquella ciudad del Medio Oeste.
Imagen tomada de filmaffinity.com
  El bueno de Goodson es el santo Job a juzgar por la paciencia con la que trata a estos personajes (que son siempre retratados de forma extraordinariamente benigna), aunque su vida no es fácil ni plenamente satisfactoria. Cuando se acentúa la ola de frío que asola la región y comienza a aumentar el número de mendigos muertos cada noche, los que merodean la biblioteca deciden no abandonarla por la tarde y pasar allí la noche. El bibliotecario, confuso al principio, acaba por aceptar su demanda e incluso se convierte en el abanderado de los desfavorecidos al permitir que se atrincheren en el edificio. Por supuesto, esto no pasa desapercibido, la policía sitia la biblioteca, los medios de comunicación retransmiten en directo el conflicto y el fiscal (el gran canalla de la película) aprovecha la coyuntura para hacer campaña electoral pues se presenta a la alcaldía. Total, que se forma un circo monumental en el que un centenar de personas sin hogar además de unos pocos empleados se atrincheran en la biblioteca pública ante la vista de millones de espectadores que, se supone, empiezan a tomar partido por unos u otros. No destriparé el final, aunque diré que los ocupantes son desalojados pero consiguen una gran victoria en la derrota.
Imagen tomada de comingsoon.net
 La película cosechó una crítica agridulce y un fracaso de taquilla. En mi opinión, es un cinta bienintencionada (buenista, dirían algunos) que toca una situación social con un enfoque un tanto simplista, ya se sabe, hay buenos buenísimos (Estévez y los propios sin hogar, víctimas todos de la cruel sociedad) y malos malísimos (el fiscal -Christian Slater- y el jefe de policía -Alec Baldwin-, que son todo ambición e inmoralidad). Tal vez hay que pensar que esta película tiene menos sentido en Europa que en Estados Unidos, toda vez que aquí la asistencia social a desfavorecidos es, de momento, aceptable en comparación con el capitalismo salvaje del otro lado del Atlántico. 
 En todo caso hay una dimensión que se escapará a muchos pero para otros nos es muy querida: la exaltación de la biblioteca pública como lugar de lucha frente a la injusta sociedad humana (animalesca sociedad, mejor dicho) y, en última instancia, la lectura como salvavidas que ha sido y es para muchos de nosotros. Eso es lo que más me interesa, por eso me siento más cercano a esta película y la considero tan entrañable... tan entrañable como leer en el silencio de una amable sala de lectura de una biblioteca pública en un desapacible día de lluvia y viento...

sábado, 21 de septiembre de 2019

Stefan Zweig.

 
Imagen tomada de Wikipedia.org
"Así, los judíos rezaron todas las noches hasta muy tarde, durante aquellos oscuros y peligrosos días del saqueo. Pues, ¿qué otra cosa podía hacer el hombre justo en un mundo injusto y cruel, donde la violencia prevalece siempre, sino alejarse del mundo y volverse hacia Dios?"
                El candelabro encerrado. Stefan Zweig.