martes, 23 de abril de 2019

"Devoradores de cadáveres", por Michael Crichton.

 Con superventas como Crichton nunca se sabe. Reconozco tener prejuicio frente a aquellos escritores que venden como rosquillas, tiendo a pensar que es todo puro artificio empresarial (editorial) y que la calidad literaria no llega ni a la mitad de lo que se promete. Y claro, poca gente como Michael Crichton es ejemplo de ventas por decenas de millones (superventas de librerías de aeropuertos, por ejemplo); léase: Parque Jurásico, Congo, Timeline, The Lost World y tantas otros éxitos de ventas en todo el planeta. Además, el americano fue guionista de exitosísimas series se televisión como Urgencias. En fin, reconozco que el prejuicio que nos mueve a muchos contra los escritores superventas está en cierta medida basada en la envidia (supongo que insana) a quien se convierte en un Rey Midas del "negro sobre blanco".
  Además, muchas novelas de Crichton han sido adaptadas a la gran pantalla con espectaculares resultados de público y crítica. Así ocurrió con Devoradores de cadáveres (Eaters of the Dead, título original) que fue llevado al cine con el título de El guerrero número trece por el director John McTiernan, protagonizada por Antonio Banderas. 
 En todo caso, prejuicios al margen, la novela en cuestión es muy efectiva, teniendo en cuenta que se presenta como un libro de viajes transcrito de un diplomático bagdadí del siglo X (Ibn Fadlan, personaje real) que será secuestrado por un grupo de vikingos a orillas del río Volga. A partir de ahí, la imaginación del escritor (pergeñador de grandes ficciones, sobre todo relacionadas con el ámbito científico) se dispara. El árabe es llevado a Escandinavia, donde se supone que ha de enfrentarse a una tribu de descendientes de neandertales que con regularidad atacan a los vikingos, que el autor enlaza con el mito de Beowulf. En fin, el argumento es brillante, como casi siempre en Crichton; algunos dirán que es demasiado fantasioso, pero para eso está la narrativa de ficción.
  En cualquier caso, Devoradores de cadáveres es una novela breve interesante, que puede leerse casi de un tirón. No me ha gustado mucho que estuviera como libro de viajes (narrado con sencillez en primera persona) en lugar de la típica narración en tercera persona por un narrador omnisciente, pero he de reconocer la gran capacidad fabuladora que tuvo este tipo.

viernes, 12 de abril de 2019

"Writer's needs", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com)

Imagen tomada del sitio www.incidentalcomics.com

XXVII Feria del libro antiguo y de ocasión, Valladolid

 Un año más, la feria del libro antiguo y de ocasión de Castilla y León. Van veintisiete, que no son muchas, teniendo en cuenta que en esta ciudad ha habido ferias de libro desde tiempo inmemorial.
  Como siempre, el mejor lugar posible: el Paseo central del Campo Grande y en una época, primavera, que parece idónea para pasear entre casetas. Las casetas no son muchas (veintiuna) pero están las más importantes de la ciudad y del resto de la comunidad, además de alguna de fuera.
 Tengo sentimientos encontrados con estas ferias, por un lado siempre voy y normalmente compro algo (hoy, un par de novelas de Mundodisco de Pratchett) y por otro lado siento una terrible pena al ver libros que son mercadeados como fardos. Pienso en sus antiguos dueños, muchos fallecidos, otros indiferentes ante el futuro del libro... Me parece triste porque no concibo una casa sin libros, por muy viejos que estén y poco que nos interesen. Yo, que me crié en una casa prácticamente despoblada de libros y que, tal vez en parte por ello, tengo más de dos mil ejemplares en la mía, siento nostalgia al ver libros fuera de una estantería, la imagen que más me hace sentir "en casa".

sábado, 6 de abril de 2019

"Imágenes en acción", una aventura del Mundodisco, por Terry Pratchett.

 Décima entrega del paródico "altermundo" creado por Pratchett: el Mundodisco, ese extraño mundo con forma de disco que descansa sobre las espaldas de cuatro gigantescos elefantes que, a su vez, reposan sobre la concha de la inmensa tortuga cósmica, la Gran A'Tuin. Ese mundo totalmente inventado por el inglés que, en principio, no tiene nada que ver con el nuestro pero que en verdad es un esplendoroso sarcasmo de nuestra sociedad.
 El protagonista es, como casi siempre, un perdedor nato, un antihéroe que da mas pena que risa, Víctor Tugelbend, un estudiante sempiterno de la Universidad Invisible que, por pura casualidad, acaba siendo la estrella de la incipiente industria cinematográfica de Ankh-Morpork. Y eso que decir industria cinematográfica es mucho decir: se trata de un invento en el que unos pequeños demonios son introducidos en una caja (remedo de una cámara de vídeo) y dibujan a toda velocidad imágenes esquivando los pequeños látigos que les azotan las espaldas al girar la manivela.
  Una vez más, la traducción vuelve a provocar una mala pasada: el título original, Moving Pictures, tiene un doble sentido, el que se ha dado en la traducción española, Imágenes en acción, pero también podría ser traducido como "imágenes emotivas" o "imágenes conmovedoras". Eso es lo malo de no leer en versión original, que se pierden muchos dobles sentidos por muy bueno que sea el traductor. En otros casos la burla de Pratchett es muy evidente y no sufre al traducir, como el hecho de que la ciudad cercana a Ankh-Morpork en la que se rueda se llame Holy Wood (evidente burla de Hollywood). En realidad, la novela es una sátira de esa industria cinematográfica, mostrando actores mediocres que no saben hacer la o con un canuto, directores incapaces de transmitir una idea y productores avaros que perjudican su propia película.
  Cuantísimos actores negados como el tal Tugelbend han poblado las películas de Hollywood, cuántos pésimos directores como Silverfish o productores terribles como Y-voy-a-la-ruina Escurridizo (un tipo capaz de vender los productos más infames a quien no tenía la más mínima intención de comprarlos). En fin, Pratchett vuelve a reírse de todo y de todos con ese humor anglosajón que no deja títere sin cabeza en nuestra honorable sociedad.

martes, 2 de abril de 2019

Inciso cinematográfico: "The Left Hand of God" (1955).

 Hay actores que son buenos, otros son malos, pero todos pasan inevitablemente por modas, epocas que las que son admirados o queridos y otras en las que son poco menos que olvidados. Humphrey Bogart ha sufrido estos vaivenes. Allá por los 40 y 50 del pasado siglo, con el mundo occidental en ruinas materiales y morales tras la Segunda Guerra Mundial, este tipo bajito, malencarado, con más arrugas que frente y una actitud que es la de aquel que está harto de todo casaba muy bien con la posguerra. Probablemente, en los 60, 70 y 80 era una especie de personajillo mohoso que no tenía nada que ver con las vidas (o mejor, con las aspiraciones vitales) de los hombres de aquel tiempo y al que las mujeres, evidentemente, no veían el magnetismo, el atractivo del perdedor que habían visto en él sus madres. Bien, Humphrey Bogart lleva más de sesenta años muerto, ahora podemos recordarlos sin las futilidades de la moda. Hoy su estela como actor perdura con un estilo que supera su apariencia física. En el "Star system" de Hollywood que promocionaba actores cuya única baza era medir metro noventa, tener un cuerpo de nadador olímpico, una sonrisa perfecta y una mandíbula con la que se podían partir nueces, Bogart era una rareza, y, sin embargo... un ídolo sexual para muchas mujeres.
Imagen tomada del sitio filmaffinity.com
  Con todo, siguen subsistiendo algunos estereotipos que convierten a los personajes de Bogart en chulos de taberna... en algunos países más que en otros. Una de las mayores dificultades para que una película guste en otro país es la traducción. Muchísimos gags, situaciones o dobles sentidos se pierden en la traducción; es la famosa expresión anglosajona lost in translation; el doblaje muchas veces destruye más que nada. Tradicionalmente se ha afirmado sin rubor que los doblajes en España eran buenísimos... esto lo decían, claro está, quienes los llevaban a cabo. El actor de doblaje de Humphrey Bogart ( no sé quién fue ni lo quiero saber, aunque hoy en día, internet mediante, es bien fácil) estuvo mal elegido. Léase lo anterior bien: "estuvo mal elegido", no digo que fuera un mal actor de doblaje ni mucho menos. Es lo que se llama "casting de actores", una función importantísima en cualquier película. Ese "casting" de actores de doblaje puso a Bogart uno que tenía (o ponía, no sé) vozde duro, un barítono con dejes de chulo de taberna... y Bogart no hablaba así. Su voz era muy nasal, muy poco inteligible (entre los rumores que le afectan está el que dice que como combatiente en la Primera Guerra Mundial sufrió una herida por metralla en la boca que le impidió vocalizar con fluidez, vaya usted a saber si es verdad), no tenía el punto de insolente arrogancia que tiene la del doblaje en español. La voz en español desvirtuó por completo al actor, éste tenía sus papeles principales como el perdedor de vuelta de todo, con una sonrisa cínica, pero que, en el fondo, tenía buen corazón y era noble.
Imagen tomada de Wikimedia Commons.
  En cuanto a la película, The Left Hand of God, parece escrita para él: un cura católico llega a una misión olvidada en el centro de China acabada la Segunda Guerra Mundial. Es un tipo que tiene una actitud impropia de un cura, sus ademanes, sus frases, su pistola... alguno incluso duda de que lo sea. Finalmente, en una charla con un igual (un pastor protestante de una misión cercana) se revela como quien verdaderamente es: un antiguo piloto de guerra que fue derribado y que encontró su supervivencia siendo el segundo ("machaca" los llaman algunos) de un señor de la guerra local que extorsiona a las localidades vecinas. Un asesinato casual  de un cura católico permite al criminal James Carmody convertirse en el Padre O'Shea, toma sus ropas y huye de su vida de violencia convirtiéndose en un farsante. Finalmente, el señor de la guerra al que sirvió ataca la misión católica y todo se descubre, pero el padre O'Shea consigue librarlos a todo de la muerte y la extorsión antes de huir de allí para empezar otra nueva vida. Es una buena película, no es Casablanca, pero mantiene la emoción hasta el final, no es previsible ni ñoña y, por encima de todo, el actor principal, Humphrey Bogart, está a un altísimo nivel.