Cada vez que releo a un autor de la Generación del 98 me siento como si volviese a una antigua casa que no visito desde mi juventud, reencuentro viejos personajes, formas acostumbradas, argumentos conocidos... Ahora vuelvo con el maestro donostiarra con su Camino de perfección.
Camino de perfección es paradigma del cambio acaecido en este genial grupo de escritores: del Costumbrismo propio del siglo XIX al Modernismo que revitalizaría el albor del nuevo siglo; la descripción objetiva de paisajes y personajes pierde importancia en favor de la visión subjetiva de los protagonistas. La culminación de esta evolución en la obra barojiana sería en la archiconocida El árbol de la ciencia. Por otra parte, las características propias de la Generación del 98 se plasman claramente: la preocupación por la decadencia, no solo del país como Estado sino de la sociedad en su conjunto; la vuelta a la espiritualidad y el misticismo representados en la austeridad del paisaje castellano... De hecho, el personaje principal, Fernando Ossorio, es claramente un trasunto de España, un tipo abúlico que no es capaz de decantarse por nada y que gracias a viajes por la geografía española consigue reencontrarse en su más íntimo ser.
Baroja, que murió a sus ochenta y tres años con perfecta lucidez mental, escribió Camino de perfección con tan solo veintiocho... un verdadero maestro. Maestro en verdad, la prosa, no solo de Baroja sino de todo los noventayochistas, es un ejemplo a seguir, por su claridad expositora, su escrupuloso respeto a las normas gramaticales y sintácticas -aspecto que, por desgracia, no se puede resaltar de muchos autores actuales, incluido alguno que fue reportero de televisión y ahora es Académico-, y por sus enormes personajes descritos con sencillez y gusto.