Adaptar cualquier obra literaria al cine es complicado: o se cae en el defecto de ser demasiado literal o en el de que el director (que suelen tener grandes egos) quiera dar una visión demasiado personal de la novela. En el caso del Oliver Twist de David Lean quizás se escore hacia el primer caso que es, en mi opinión, el menos dañino. Lo cierto es que David Lean es uno de los mejores directores cinematográficos que ha dado Reino Unido y que, precisamente, se destacó como fiel adaptador de grandes novelas inmortales: además de la que nos ocupa, también rodó una versión de Grandes esperanzas del mismo novelista; Lawrence de Arabia, basada en la vida, mitad de aventurero, mitad de militar imperialista británico de Thomas Edward Lawrence; o la inolvidable Doctor Zhivago de Boris Pasternak. Uno de los grandes, vaya.
Con Oliver Twist hubiera sido fácil caer en la patraña sentimentaloide para que los dignos burgueses británicos se emocionaran en el cine al recordar la terrible vida que sufrió gran parte de la infancia y el conjunto de la sociedad en la época más brillante (según los nacionalistas británicos) de su país, la era victoriana; pero no, Lean es fiel al texto de Dickens sin buscar efectismos. El uso de la fotografía es clásico pero con interesantes avances, teniendo en cuenta que fue rodada en 1948. Así, los decorados de los barrios más degradados de Londres siempre están en tonos muy oscuros y con paredes de geometrías inverosímiles que recuerdan lejanamente la sensación opresiva del cine surrealista alemán y que contrastan vivamente con los grandes salones luminosos y lujosamente decorados de las mansiones de los ricos. Con respecto a los actores, los chicos, incluido el que interpreta a Oliver están perfectamente creíbles y dignos en su papel, el resto también, pero sobre todo destaca uno que, aunque controvertido, sigue encandilando al que esto escribe: Alec Guinness.
El gran Alec Guinness, Sir Alec Guinnes, uno de los mejores actores que esa pequeña isla ha dado al mundo. Su papel en Oliver Twist es el de la imagen superior: el judío Fagin, perista y líder de los chiquillos que utiliza para robar a las damas y caballeros desapercibidos. El papel, lo estereotípico de judío que tiene, logró una denuncia de la Liga Antidifamación por antisemitismo manifiesto. Lo cierto es que en el texto de Dickens se pinta a Fagin como un "alegre vejete" y no se hace referencia a los tópicos antisemitas de siempre: enorme nariz ganchuda, larga barba desaseada y, sobre todo, desaforado amor por la riqueza, hasta llegar a la usura. Es probable que tanto en la concepción dickensiana como en la interpretación de Lean haya algo de antisemitismo, o, al menos, de seguir propalando viejos estereotipos, pero, al margen de esto, aun siendo importante sin duda, la actuación del inglés es espectacular. La de los maquilladores también lo fue, está claro, como ejemplo véase la secuencia siguiente:
En cualquier caso, admitiendo que se perpetúan viejos mitos antisemitas, la película es una excelente adaptación de la novela de Dickens, una escapatoria fácil para aquéllos (me temo que son demasiados) que prefieren visionar la película a leer la novela, aunque pierdan mil detalles de tramas secundarias y descripciones de paisajes y personajes.