Una de las mejores cosas que tiene la lectura es que cada lector tiene una interpretación única y particular que, en mi opinión al menos, es tan válida como la del propio autor. Esto hace que cada obra literaria se convierta en millones, tantos como lectores tenga.
Ubú rey es una obra teatral burlesca como pocas. Se burla, precisamente, de lo más caro al género humano: la ambición. Una pequeña obra que desnuda todas las vergüenzas del género humano, todos los fallos de un animal bípedo que cree haber sido creado "a imagen y semejanza" de un dios todopoderoso.
Ubú somos todos. Bonito eslogan que hoy en día oímos tanto (cuando queremos acompañar anímicamente a alguien atacado o vilipendiado decimos que "ese somos todos" o "yo soy ese"). Pero aquí no es un gesto altruista, aquí es un reconocimiento de nuestras más mezquinas realidades. El ansia del poder por el poder, teniendo como arma principal la más poderosa que todo humano tiene: la estupidez.
En este país se representó la obra de Jarry, actualizándola a la coyuntura política y temporal con el archiconocido grupo teatral "Els Joglars", que la rebautizaron como Ubú president. Esa es una de las mayores ventajas que tiene la buena literatura, que es atemporal, por ello cambiando un poco lo superficial podremos, tal vez, entenderlo mejor. El miope nacionalismo español vio con agrado lo que ellos creían ser una burla del nacionalismo catalán, cuando en realidad era burla del ansia de poder.
Alfred Jarry ambienta la obra en Polonia, pero con una acotación queda todo explicado: "La acción transcurre en Polonia, es decir, en ninguna parte". Todos somos pues en mayor o menor medida unos locos arrogantes, borrachos de poder, estúpidos e ignorantes... todos somos Ubú. Como nuestro gran rey, repitamos al unísono su famosa interjección: ¡Mierdra"