viernes, 9 de octubre de 2020

Joseph Roth, periodista. Malos tiempos para la lírica.

                                              

Joseph Roth. Imagen tomada de Wikimedia Commons
 Joseph Roth es un escritor dotadísimo para el ensayo periodístico, ya lo dije. Sin embargo, leyendo los artículos compilados en Primavera de café se observa un estado anímico del autor que, probablemente, no sea bien comprendido por el lector. Me explico: 1919, año en que fueron escritos, fue un terrible año para Austria en conjunto y Viena en particular; la derrota en la Gran Guerra supuso el fin del imperio y el despertar a la terrible realidad: destrucción física del país, parálisis económica, desempleo generalizado, grandes bolsas de pobreza, usura y estraperlo... el desastre, vamos. Roth lo refleja fielmente en sus artículos, pero de forma aséptica, sin compadecerse, sin mostrar empatía, lo hace de forma brillante pero sin sentimiento. Hoy, 2020, aun comprendiendo la situación socioeconómica y política de aquel país, se pueden leer los artículos disfrutando de la genialidad del autor, de su capacidad de crear metáforas, símiles (como, por ejemplo, cuando compara las pompas de jabón que ha visto hacer a unos niños en la calle con las mentiras propagandísticas de los políticos para insuflar patriotismo en los maltrechos corazones de los combatientes), podemos leer todos esos recursos literarios, digo, y valorarlos de forma abstracta, en sí mismos. Pero es comprensible que para el lector austriaco del Der Neue Tag (periódico en el que fueran publicados) en 1919, esos alardes literarios fueran malentendidos, llegando a ser considerados, incluso,  como una burla, sorna inaceptable sobre los millares de muertos y lisiados o sobre los destruidos económicamente por los desastres de la guerra. Así, es comprensible que Roth sea mucho más leído, comprendido y admirado por los lectores del siglo XXI (ya pasado, por no decir olvidado, los fracasos y desastres de aquella guerra) que por sus coetáneos.
 Pocas frases más tradicionales y usadas como aquella que reza: "nadie es profeta en su tierra", pero, tal vez, en el caso de Joseph Roth habría que añadir: "nadie es profeta en su tiempo".

miércoles, 7 de octubre de 2020

"Names for my Novel", by Grant Snider (incidentalcomics.com).

Image from www.incidentalcomics.com
Image from www.incidentalcomics.com

"Primavera de café. Un libro de lecturas vienesas". Joseph Roth.

  Conjunto de artículos periodísticos publicados principalmente en Der Neue Tag de Viena entre 1919 y 1923, es decir, entre los veinticinco y veintinueve años de edad. Son artículos de sociedad, en el sentido de que versan sobre el comportamiento y los avatares que sufrían los vieneses de aquellos años tan aciagos, no es que traten sobre la alta sociedad. Lo de la edad de Roth lo digo para dejar claro lo joven que era y, sin embargo, la extraordinaria madurez literaria de la que hace gala. ¿Los temas? Retratos de bares y cafeterías y la fauna que allí mora. Uno se imagina al joven Joseph Roth, con su escaso cuerpecillo, sentando a una mesa en un rincón, anotando en una libreta sus pensamientos, juzgando con sus ojillos de roedor a todos los parroquianos. ¿Y las formas? Las formas son lo mejor; Roth es un verdadero cirujano de la lengua, un artista capaz de usar todas las figuras literarias para dar brillantez a su prosa sin caer en pedantería alguna; diríase que es prosa poética si no fuera porque no es aplicable (al menos en puridad) al ensayo y la prosa periodística, en todo caso, es tan excelsa que deja al nivel del betún (por no decir mejor, al nivel del excremento de perro que pisa el zapato embetunado) a los actuales periodistas, capaces de las mayores afrentas posibles a la lengua escrita.
 Las descripciones de Roth son tan detalladas que dan perfecta imagen de la Viena de aquellos años, una ciudad enorme para un país que, tras la Guerra del 14, se había quedado en nada, en un país macrocefálico repleto de muertos, lisiados, pobres, estraperlistas y mendigos y que, sin embargo, trataba de mantener la elegancia y glamur de sus mejores tiempos. No obstante, los artículos no son lacrimosos en absoluto, ni siquiera compasivos, Roth aplica una mirada de entomólogo que pincha sus mariposas en un corcho, perfectamente conocedor del insecto, pero a la vez inmisericorde.
 Los artículos están compilados y prologados por Helmut Peschina, un escritor y editor austriaco especializado en la obra de Joseph Roth, de los cuales Acantilado ha publicado varios tomos. Es francamente interesante el gusto que tiene toda Europa por la obra de Roth, tanto por el mero placer literario como por la interesantísima reflexión sobre la guerra, la sociedad pervertida que ésta genera y la desesperanza general de la población. En todo caso, su reflexión no debió ser muy escuchada si apenas veinte años más tarde volvían a matarse con toda ilusión y dedicación.
 Lo que sí puede leerse entre líneas es una tendencia del carácter del escritor al desánimo, cuando no a la depresión mayor. Esto le llevaría a una muerte temprana a sus cuarenta y cinco años, sumergido hasta el moño en alcohol, una verdadera pena, que un tío con tanto talento tuviera tan pocos años para producir textos de esta calidad.
 Otra reflexión que me sugieren los artículos y sobre todo el prologo de Peschina es lo terriblemente precaria que fue la vida de Roth, precaria en lo económico y laboral que, probablemente, era reflejo de la inestabilidad psicológica que padeció toda su vida. Esto es un drama en sí mismo y refleja la realidad literaria para cientos de miles de escritores de toda época, que vivieron prácticamente en la indigencia mientras que editores, críticos e incluso libreros vivieron y viven de su talento. ¡Triste!

domingo, 4 de octubre de 2020

Miseria de la vida humana. Sirácida, capítulo 40.

 40 1* Penoso destino se ha asignado a todo hombre, | pesado yugo grava sobre los hijos de Adán, | desde el día en que salen del seno materno, | hasta el día de su regreso a la madre de todos*.  2 El objeto de sus reflexiones, la ansiedad de su corazón | es la espera angustiosa del día de la muerte.  3 Desde el que está sentado en un trono glorioso, | hasta el que yace humillado en la ceniza y el polvo,  4 desde el que lleva púrpura y corona, | hasta el que se cubre con harapos: | todos conocen la ira y la envidia, la turbación y la inquietud, | el miedo a la muerte, el resentimiento y la discordia.  5 Y mientras descansa en el lecho, | los sueños nocturnos alteran sus pensamientos.  6 Descansa un poco, apenas un instante, | y ya, en sueños o en vigilia, | se ve turbado por sus propias visiones, | como si fuese un fugitivo que huye del combate,  7 que, justo al sentirse libre, se despierta, | sorprendido de su infundado temor. 1: Gén 3,16-19; Job 7,1s | 5: Dt 28,65-67; Job 7,1-10; Ecl 2,23; 8,16. El fin del malvado 
 
 8 Esto ocurre a todo viviente, del ser humano hasta la bestia, | pero para los pecadores es siete veces peor:  9 muerte, sangre, discordia, espada, | adversidades, hambre, tribulación, azote.  10 Todo esto fue creado para los malvados, | y por su culpa se produjo el diluvio.  11 Todo cuanto viene de la tierra, a la tierra vuelve, | todo cuanto viene del agua, en el mar desemboca.  12 Sobornos e injusticias desaparecerán, | pero la honestidad subsistirá por siempre.  13 Las riquezas de los injustos se secarán como un torrente, | son como un gran trueno que estalla en la tormenta.  14 Al abrir sus manos el injusto se alegrará, | pero los transgresores desaparecerán por completo.  15 La estirpe de los impíos tiene pocas ramas, | las raíces impuras solo encuentran piedra áspera. 
 16 Caña que crece en el agua o al borde del río | será arrancada antes que las otras hierbas.  17 La caridad es como un paraíso de bendición, | y la limosna permanece para siempre. 11: Eclo 41,10 | 16: Job 8,11-12. Lo bueno y lo mejor 
 
 18 Dulce es la vida del que se autoabastece y del trabajador, | pero todavía más la de quien encuentra un tesoro.  19 Tener hijos y fundar una ciudad perpetúan el nombre, | pero todavía más la mujer de conducta intachable.  20 El vino y la música alegran el corazón, | pero todavía más el amor a la sabiduría.  21 La flauta y la cítara hacen el canto agradable, | pero todavía más la lengua dulce.  22 Gracia y belleza el ojo desea, | pero todavía más el verdor de los campos.  23 Amigo y compañero se encuentran a su hora, | pero todavía más la mujer y su marido.  24 Hermano y protector ayudan en la desgracia, | pero todavía más salva la limosna.  25 Oro y plata aseguran el paso, | pero todavía más se estima el consejo.  26 La riqueza y la fuerza dan confianza, | pero todavía más el temor del Señor. | Al que teme al Señor nada le falta, | no necesita buscar otra ayuda.  27 El temor del Señor es un paraíso de bendición, | protege más que cualquier otro escudo. 24: Prov 17,17. Mendicidad 
 
 28 Hijo, no lleves vida de mendigo, | más vale morir que mendigar.  29 Hombre que suspira por mesa ajena | vive una vida que no es vida. | Deshonra su boca con comida ajena, | pero el instruido y educado se guarda de ello.  30 La mendicidad es dulce en la boca del descarado, | pero en sus entrañas es un fuego abrasador. 

sábado, 3 de octubre de 2020

"Tres piezas góticas", compiladas por la editorial Valdemar.

  Tres novelas cortas, de esas llamadas "góticas" que tanto gustaban el el Romanticismo Literario (esto es, desde finales del XVIII hasta mitad del siglo XIX). Coincide en el gusto con la construcción de jardines en los que se edificaban ruinas de iglesias o castillos para dar un aire decadente y sugerente a los paseantes (hoy parece ridículo, pero sí, se construían edificios ya en ruinas). Ese gusto por lo oculto, el pasado visto con añoranza, lo caballeresco mezclado con lo fantasmagórico... se traslada a la literatura con resultados bastante interesantes. Los tres escritores que ha seleccionado la editorial Valdemar son paradigma de este movimiento, de hecho, El castillo de Otranto, junto con Los misterios de Udolfo de Ann Radcliffe o El monje de Matthew Lewis se ponen como ejemplo de esta narrativa. La vida de los autores también es característica, ya que llevaron vidas cortas pero intensas, con viajes a regiones exóticas, amoríos apasionados cuando no duelos y afrentas. Eso sí, todos eran unos pijos redomados. En un tiempo en que la gente malvivía de cualquier modo, ellos pertenecían a la nobleza británica, la mayoría educados en Eton y sin necesidad alguna de ganarse la vida. También es verdad que la mayoría vivieron tan intensamente que murieron muy jóvenes, así, de los tres tipos recogidos en este tomo, sólo Walpole llegará a viejo (79 años), Lewis muere a los 42 y Shelley a los 29, por cierto, este Shelley es el que fuera marido de Mary, que tomará su nombre para publicar Frankenstein o el moderno Prometeo, novelón donde los haya que excede la novela gótica para inaugurar lo que llamamos hoy novela de terror. En cualquier caso, las tres novelas breves recogidas por Valdemar son muy buen ejemplo de aquella moda literaria.
 El bueno de Walpole, por ejemplo, es uno de esos afortunados (pijos inmundos, diría algún envidioso) que dedicó unos cuantos años de su juventud a lo que se llamó "Grand Tour", un viaje por la Europa continental, principalmente Francia e Italia, visitando todas las ciudades culturales (la Italia renacentista era, por ejemplo, un must)  y disfrutando de todo lo bueno que la juventud y el dinero pueden comprar. Recientemente, la alta clase dirigente británica (ya sea en lo político, económico o social, que, por otra parte, son hijos, nietos y bisnietos de los que estaban en el poder antes que ellos) ha hecho creer a la masa (ya se consideren working  o middle class) que eso del "Grand Tour" era una moda que tenían todos los ingleses de bien que querían ampliar sus conocimientos artísticos y que demuestra la superioridad racial anglosajona, cuando, en realidad, no eran más que cuatro o cinco niños pijos que malgastaban las fortunas de sus papás. Eso sí, hay que reconocer que entre esos cuatro o cinco niños pijos había algún talento literario de la altura de Lord Byron o Mary Shelley. Pues eso, que Horace Walpole, hijo de primer ministro, también atravesó Europa para quedar rendido ante las bellezas itálicas (parece ser que sólo artísticas, pues en lo carnal fue categorizado como "asexual" por sus biógrafos, a diferencia de otros participantes del "Grand Tour" que aprovechaban para follarse como conejos), llegando hasta la región de Apulia, donde, en la ciudad de Lecce, se encuentra el verdadero Castillo de Otranto, que Walpole aprovecha para contar una historia mitad sobrenatural mitad de pura ambición humana.

  Concretamente, lo que Walpole narra es la herencia del castillo en favor de un heredero legítimo de Alfonso de Aragón en lugar del usurpador que la detenta. Claro, todo muy previsible, con el usurpador (Manfred) como un canalla sin entraña capaz de cometer la fechoría más abominable con tal de mantenerse en el poder, y, por el otro lado, la bella damisela en peligro, asistida por el caballeroso pretendiente al título. A eso se le suma la sobrenatural aparición de una estatua gigantesca que cobra vida y favorece al héroe y ya tiene usted la novela gótica. Previsible pero eficaz, bien narrado aunque con falta de mordiente. Con todo, este tipo de novela gótica ha dado obras extraordinarias que han marcado la narrativa hasta el presente.

domingo, 27 de septiembre de 2020

"El sastre embrujado", de Sholem Aleijem.

  Fue grata la lectura de Potocki, sobre todo por la segunda parte del libro, como ya dije, que mejora notablemente la calidad total, te deja un buen sabor de boca... Pero ahora paso a lo contrario no sé si desde el punto de vista literario o simplemente desde el punto de vista humano; paso a uno de los pesos pesados de la narrativa humorística de todos los tiempos, a  un campeón de la resiliencia vital frente a las dificultades de la existencia, a aquéllo de "al mal tiempo, buena cara" (tan necesario en estos tiempos), paso, en definitiva, a Sholem Aleijem.
  Y esta vez, también es un libro prestado de la biblioteca pública, lo cual tal vez sea un error, pues tener textos de Aleijem en casa permanentemente es un antídoto excepcional contra la depresión, el desánimo y el mal humor. De este ucraniano genial (ucraniano por decir algo, por no decir mejor judío universal) tengo en casa sólo Tevie el lechero y Menajem Mendel, excelentes obras, sobre todo la primera, que fue adaptada en 1971 al cine como El violinista en el tejado, con un Chaim Topol inmenso. Bueno, pues El sastre embrujado es muy parecido a Tevie, en realidad, todo Aleijem (por cierto, el pseudónimo literario es, obviamente, una parodia del saludo judío por excelencia, su nombre real era Sholem Rabinóvich) es semejante: es una mirada burlesca pero tierna, mordaz pero entrañable, demoledora pero cariñosa de la sociedad judía europea, esa sociedad que fue brutalmente aniquilada y expulsada entre los pogromos rusos, los soviéticos y el holocausto perpetrado por los nazis. Los personajes de Aleijem son sencillos campesinos de los más distintos oficios: lecheros, sastres, carniceros, rabinos... todos con mil y un defectos como seres humanos que son, pero todos con mil y una virtudes como seres humanos que son. Quizá esa sea la mejor definición, hombres y mujeres que luchan contra las miles de dificultades propias de la vida además de las sobrevenidas por la persecución inmisericorde y secular.
 En El sastre embrujado, el protagonista es Shimen-Eli, una imagen especular de Tevie, charlatán, extrovertido, tesonero y peleón, que va arrastrando su cuerpo por el mundo interpretando torticeramente la "Torah" y citándola cuando le parece bien aunque no venga al caso. Ahora, su gran aventura, consiste en comprar una cabra lechera (inmensa riqueza con la que dar en las narices a sus vecinos) que le ha encargado su mujer y que supone una lucha sin cuartel (lucha incruenta, meramente verbal) con los vendedores y la propia parienta. Los enfrentamientos, siempre en clave de humor, sacan a relucir decenas de refranes y frases hechas de esa cultura asquenazí a la que antes me refería.

 Tengo que hacer una mención especial a la excelente traducción de Josén Andrés Alonso de la Fuente. Los textos de Aleijem, en parte por estar escritos en yidis (tan alejada de nuestra lengua románica, pues, ya se sabe, es lengua germánica preñada de hebraísmos, -judeoalemán-) en parte por la cantidad de refranes, frases hechas y modismos son extraordinariamente difíciles de traducir al castellano. La versión de Tevie que tengo es de la editorial argentina Riopiedras, que, no quiero ser injusto, no es que esté mal traducida, es que simplemente lo está hecha con expresiones propias del país austral que se entienden pero extrañan (no extraña, sin embargo, que se tradujeran en la Argentina, toda vez que el país sudamericano es, con diferencia, el que tiene la mayor población judía asquenazí de todo el ámbito hispanohablante). Lo cierto es que la traducción de El sastre embrujado por parte del citado Alonso de la Fuente acierta plenamente con esos modismos, esas frases populares que lo convierte a un castellano moderno y vivo de la España de los siglos XX y XXI, Es muy importante la traducción, pues si no se perdería gran parte del humor descacharrante de Aleijem.

sábado, 26 de septiembre de 2020

Cambios en la prosa de Jan Potocki.

  Es normal que haya evolución en la técnica de los escritores; normalmente es simple mejora, ya sea por puro entrenamiento o por la adquisición de mayor madurez personal con el paso de los años. Así, no tiene nada de extraño que leyendo dos obras de un mismo autor, si éstas fueron escritas con varias décadas entre medias, se note algún cambio, ya sea en la forma de redactar, en los argumentos... Pero lo que se observa entre las dos partes de Manuscrito encontrado en Zaragoza es incluso hasta sospechoso.
                                      Jan Potocki. Imagen tomada de Wikimedia Commons.
 Manuscrito encontrado en Zaragoza tiene dos partes. Según parece, la primera fue publicada en 1804 y la segunda en 1813, pero, además, hay varias ediciones que difieren notabilísimamente  en la extensión, algunas de las cuales tiene hasta sesenta y seis jornadas y otras (como la de Alianza Editorial que he leído) no llega a las veinte. Parece ser, incluso, que en 2002 se publicó una nueva edición con textos descubiertos a principios de este siglo ¡¡¡¡!!! En fin, cualquier cosa. Ya se sabe el afán de los editores por trocear, descuartizar, ampliar o deformar un texto para hacerlo más vendible. Puede ser cualquier cosa... y a mí, como lector, me trae sin cuidado. Eso sí, como lector también, noto unas diferencias en calidad prosística entre la primera y la segunda parte de la publicación de Alianza. No es que la primera parte (más o menos, dos tercios de la novela) esté mal escrita, es que, llanamente dicho, es simplona a no más poder. Por simplona quiero decir predecible, sin mordiente, que no tiene los giros que uno espera en una novela romántica (del Romanticismo literario, claro, no de Corín Tellado) sino que es plana e incluso un pelín tediosa. La segunda parte, sin embargo, aun con la misma temática y estructura formal que la primera, es mucho más enrevesada, en absoluto predecible, tiene más jugo, más mordiente... Puede ser, siendo bien pensado, que esa década escasa que pasó entre la publicación de sendas partes el autor mejorara notablemente su capacidad de poner en negro sobre blanco historias semejantes. ¡Por qué no, es perfectamente factible! O Dios sabe que tejemanejes haya habido entre medias, porque, francamente, da la impresión de que fueron dos autores distintos los que escribieron esta novela (siendo, esta vez, malpensado).

martes, 22 de septiembre de 2020

"Manuscrito encontrado en Zaragoza", por Jan Potocki.

  Hacía mucho tiempo que quería leer a Potocki. Los de la editorial Valdemar lo habían publicado hace relativamente poco tiempo, rescatado del olvido del que lo había sacado Alianza Editorial el año que un servidor nació. De hecho, la edición que leo, sacada de biblioteca pública, of course, es la quinta reimpresión  que data del año 93. Los chicos de Valdemar han tenido la más que loable intención de revivir un clásico que ha estado olvidado demasiado tiempo (en otra entrada ya les doré la píldora a cuenta de esto). Valdemar tiene un catálogo que va ampliando poco a poco (hace no tantos años, por ejemplo, iniciaron una exitosa colección de novela ambientada en el Lejano Oeste), pero tiene como cuerpo central la narrativa de terror y misterio. Manuscrito encontrado en Zaragoza no es ni de terror ni misterio, bueno... esto último sí... un poco... Me explico: de esa llamada narrativa de terror o misterio, la mayoría de autores (al menos los que crearon escuela y fueron seguidos, si no imitados en todo el mundo) eran anglosajones y del siglo XIX y principios del XX. Jan Potocki era polaco, aunque escribía en francés, y nacido en 1761 y muerto en 1815, o sea, que entraría en el paréntesis de fechas antes citado de puro milagro. Con todo, no es el autor tipo de Valdemar; sin embargo, su obra sí se puede englobar en la narrativa de temas misteriosos, lo que los ingleses llaman "literatura gótica" y en el resto del mundo civilizado tienden a llamar "Romanticismo literario", esto es, desde 1770 hasta, aproximadamente, hasta mediados del XIX, justo la vida del autor polaco; además, en este romanticismo literario se da un gusto (a veces morboso) por lo exótico, lo anómalo, lo misterioso y lo fantasmagórico. Ahí encaja Jan Potocki perfectamente, por fechas y por gustos, pero, además, para hacerlo más propio casi de un cliché, Potocki acabó sus días de un pistoletazo autoinfligido. Sí, igual que nuestro Larra.
 Por cierto, que quede claro que el pistoletazo que se pegó el polaco fue a sus cincuenta y cuatro años tras una azarosa vida en lo personal, con disfrute de altos cargos diplomáticos y viajes a lo largo y ancho de Europa, mientras que el español se lo pegó a los veintisiete por un desengaño amoroso. Habiendo pasado ya más de doscientos años de aquellos pistoletazos no es que importe nada ya, pero vamos...
 Bueno, centrándome en Manuscrito encontrado en Zaragoza, es una obra típicamente romántica, principalmente por mostrar una tierra lejana, España (lejana para un polaco, claro) con todos los tópicos románticos imaginables: Sierra Morena llena de bandidos, gitanos embaucadores, criptojudíos practicantes de la cábala, brujas embelecadoras de sensual apariencia, fantasmas de caballeros que purgan una vida de disipación y pecado, moriscos que perduran en las Alpujarras practicando su religión y tratando de convertir a cristianos desprevenidos... Un panorama inverosímil para principios del siglo XIX, cuando fue escrito (salvo lo de los bandidos, claro). En fin, la imagen que proyecta de nuestro país sería equivalente a una novela ambientada en el norte de Noruega, en época actual y poblada por auténticos vikingos que luchan contra trolls y el kraken. "Diver" pero absurdo.  Desde el punto de vista formal, la prosa de Potocki es amena, de lectura fácil para tener doscientos años, con pocas frases subordinadas y adjetivación relativamente escasa.
 El argumento trata sobre un manuscrito hallado en la capital aragonesa que narra las aventuras de un oficial valón del ejército napoleónico , Alfonso van Worden, que se encuentra con todas esas extrañas criaturas en un viaje de Andalucía a Madrid.

  Encuentro que la novela ha debido envejecer mal, con el cambio de gusto del lector medio, que tanto difiere entre el del siglo XIX y el XXI, a diferencia de otros autores de aquel siglo (Dickens y todos los llamados "victorianos", por ejemplo) que siguen siendo leídos con mayor profusión. Con todo, la novela es entretenida y curiosa, quizá la ambientación en nuestro país distraiga algo (o lo centre, según cada lector).

miércoles, 16 de septiembre de 2020

"El cosmos largo", por Terry Pratchett y Stephen Baxter.

  Que un tipo de la producción literaria de Terry Pratchett tenga colaboraciones con otro autor de renombre del mismo tipo de narrativa de ciencia ficción es un verdadero lujo. Es un verdadero lujo porque los cuarenta y un volúmenes que forman la saga del Mundodisco ya  suponen una creatividad y un talento que muy pocos autores tienen (sobre todo teniendo en cuenta que no hay repeticiones, algo, desgraciadamente, más usual de lo que se supone entre autores de gran éxito); pero, además, es un lujo porque la yuxtaposición de dos talentos parecidos, pero diferentes no sirve sino para que se complementen y generen obras que dejan a sus lectores boquiabiertos y expectantes. Lamentablemente, Pratchett murió a la tempranísima edad de 66 años, plena madurez creativa para muchos escritores, lo cual nos dejó un poco huérfanos a todos sus admiradores. En todo caso, lo escrito, escrito queda, para disfrute de generaciones actuales y venideras.
 La colaboración de Pratchett en este caso es con Stephen Baxter, un renombrado autor de esa llamada "ciencia ficción dura" que tanto gusta a los aficionados, tanto por ser más verosímil como por tener menos errores de bulto en los aspectos científicos. El propio Baxter es matemático e ingeniero, lo cual no merma su capacidad de imaginación de mundos futuros o presentes con diferencias patentes con el actual. 
 Bien, pues Pratchett y Baxter firmaron cinco excelentes libros en común, en la llamada La tierra larga. Éste que leo es la quinta entrega, El cosmos largo.
 Es la quinta novela, sí, el fin de la saga. Cometí el error de empezar por el final. En todo caso, los autores dan la suficiente información sobre la saga en todas las novelas como para que el lector no se quede en ascuas o perdido por cosas que no ha leído antes, además, las novelas son suficientemente independientes como para ser leídas en distinto orden del publicado.
 La tierra larga juega con modificaciones de la dualidad espacio temporal, pero de una manera original, pues no se trata del futuro o del pasado, ni siquiera de lejanos planetas o galaxias, sino de la misma Tierra, que resulta que existe en cantidades casi infinitas. Son mundos idénticos al conocido pero con una diferencia sustancial: no hay seres humanos en ellos. Varían en su geografía, clima, flora y fauna, pero no dejan de ser otra versión de la Tierra, que, al estar libre de humanos, supone una potencialidad sin fin. La tecnología permite que el paso entre planetas sea extraordinariamente sencillo y barato, con una pequeña caja (cruzadora, la llaman) o en dirigibles. Cuando se simultanean un conjunto de desastres, algunos naturales (una erupción volcánica masiva en Yellowstone que aboca el planeta a un invierno permanente) y otros provocados por los propios humanos (estallido de bombas nucleares), la gran mayoría de los siete mil millones de humanos decide abandonar la "Tierra Datum"(nombre que dan al planeta original), pero, al ser tan grande el número de planetas, la mayoría viven aislados, en una suerte de paraíso natural, cazando y recolectando para comer. 
 Ese es el principio básico de la saga, pues el desarrollo se basa en las vivencias de los personajes principales (Joshua Valienté y Lobsang entre otros) que colonizan planetas como si de un capítulo del Génesis se tratara.
 Las aventuras de los personajes, como se puede imaginar, son sorprendentes pero razonablemente verosímiles, y cada libro supone una vuelta de tuerca más en la colonización de los distintos planetas espejo de la Tierra. En la quinta entrega, El cosmos largo, a la situación ya contada se une otra nueva: la recepción de un mensaje desconocido desde alguno de esos planetas, un mensaje enigmático y sugerente: "uníos a nosotros".
 Obviamente, yo no lo narro como Pratchett, pero incluso leyendo esta pobre descripción mía se tiene la sensación de que con el torrente imaginativo de Pratchett y Baxter las posibilidades narrativas son tan infinitas como los millones de planetas Tierra en paralelo. Es un ejemplo para aquellos bobos que piensan que ya está todo escrito y poco queda esperar. Tristemente, como dije antes, Pratchett nos dejó demasiado pronto, ¡quién sabe la cantidad de argumentos y personajes que poblaban esa cabeza y que nos hemos perdido para siempre!

lunes, 14 de septiembre de 2020

"Não tenhas nada nas mãos…", Ricardo Reis (Fernando Pessoa).

 Não tenhas nada nas mãos

Nem uma memória na alma,

Que quando te puserem

Nas mãos o óbolo último,

Ao abrirem-te as mãos

Nada te cairá.

Que trono te querem dar

Que Átropos to não tire?

Que louros que não fanem

Nos arbítrios de Minos?

Que horas que te não tornem

Da estatura da sombra

Que serás quando fores

Na noite e ao fim da estrada.

Colhe as flores mas larga-as,

Das mãos mal as olhaste.

Senta-te ao sol. Abdica

E sê rei de ti próprio.



No tengas nada en las manos

ni una memoria en el alma,


que cuando un día en tus manos

pongan el óbolo último,


cuando las manos te abran

nada te caiga de ellas.


¿Qué trono te quieren dar

que Atropos no te quite?


¿Qué laurel que no se mustie

en los arbitrios de Minos?


¿Qué horas que no te conviertan

en la estatura de sombra


que serás cuando de noche,

estés al fin del camino?


Coge las flores, mas déjalas

caer, apenas miradas.


Al sol siéntate. Y abdica

para ser rey de ti mismo.