miércoles, 14 de julio de 2021

"La partida de los músicos", por Per Olov Enquist.

  Enorme diferencia de esta novela con las dos que leí con anterioridad de Enquist (El libro de las parábolas y La biblioteca del Capitán Nemo). En estas decía que la estructura estaba deslavazada, que parecían las típicas notas y reflexiones cogidas a vuelapluma de forma inconexa, como un cuaderno en el que uno anota las ideas que le vienen a la cabeza. La partida de los músicos, sin embargo, es lo contrario: estructura lineal, con pocas analepsis o prolepsis, sigue la línea cronológica natural. Por otro lado, hay algunas semejanzas, como la ambientación en el norte de Suecia (Västerbotten y Norrland) y algunos personajes que se repiten (Eva-Liisa y Josefina Malkström) y, por supuesto, una semejanza estilística que no deja duda de la autoría de Enquist para las tres, pero, ya digo, La partida de los músicos tiene una estructura convencional, la propia de la novela del siglo XIX. Teniendo en cuenta que esta novela fue publicada en 1978 y las otras dos ya en el siglo XXI, se me plantea una duda: ¿tuvo Enquist que adaptarse a esta convencionalidad estructural en la época, y ya siendo ampliamente conocido y respetado pudo escribir "a su manera", o, por el contrario, las editoriales suecas publicaron las dos novelas menores cuando el autor ya era claramente rentable? Supongo que no lo sabré nunca, pero, una vez más, mosquea mucho, francamente.
  El argumento se centra en los inicios del sindicalismo en el país escandinavo, ambientado en las dos regiones septentrionales que he citado y en la línea temporal de 1903 a 1910. Personajes principales son el sindicalista y agitador Elmblad, que, viajando desde Estocolmo, trata de hacer comprender a los atrasados norteños que pueden y deben organizarse para evitar abusos por parte de los empleadores; así como las ya mencionas Eva-Liisa y Josefina, además del tío Aron y Nicanor. Estos últimos son habitantes de Västerbotten, gente que son retratados de forma inmisericorde como analfabetos acobardados que sólo saben cumplir órdenes del patrón o del pastor, que, naturalmente, les instan a ser sumisos y dóciles cual borregos.
 Los hechos narrados mantienen la brutalidad propia de este autor, como siempre narrados con una naturalidad que raya en la indiferencia, aun cuando abundan las amenazas, palizas y agresiones de todo tipo, acabando incluso en el suicidio. Parece ser que Enquist gusta de pergeñar personajes duros que sufren en silencio situaciones sociales y personales que hoy se nos antojan insoportables; sin duda son hijos del clima y el paisaje de ese norte remoto.

 Un detalle especialmente interesante concierne a la traducción del texto. Parece ser que Enquist, que escribe en sueco estándar, la variedad hablada en Estocolmo o Upsala y considerada la versión culta, hace hablar a sus personajes en el dialecto propio de Västerbotten, lo cual aumenta las dificultades de comunicación del estocolmense Elmblad con los obreros de los aserraderos locales. Bien, para no perder esos giros dialectales, los traductores de la edición de Nórdica (Marina Torres y Francisco J. Uriz) han optado por sustituir los diálogos en dialecto por una variedad dialectal del aragonés, por contraposición al castellano al que está vertido la práctica totalidad del texto. El resultado es brillante, pues mantiene esas diferencias dialectales que son fundamentales en el libro y sin las cuales éste quedaría mermado, y, a la vez, el lector hispanohablante medio entiende perfectamente esos pequeños fragmentos en dialecto aragonés. Además, estos traductores firman el prólogo en el que aparte de explicar su forma de abordar el texto, aportan datos sobre la situación política y social de Suecia en los años en los que se desarrolla la novela. Esto es francamente útil para poner en antecedentes a los lectores en español que, como un servidor, desconocen los pormenores sociopolíticos del país escandinavo. Ambas cosas ennoblecen la difícil e ingrata tarea de traducir cualquier texto, especialmente cuando, como éste, lo están en dos variedades dialectales.

viernes, 9 de julio de 2021

"La juventud de Martin Birck", por Hjalmar Söderberg.

  Temo haber leído en orden inverso las tres novelas de Söderberg que he leído recientemente. Leí primero Doctor Glas, luego El juego serio y ahora La juventud de Martin Birck, y lo cierto es que el autor sueco publicó esas novelas en 1905, 1912 y 1901 respectivamente. La fecha de creación de las novelas no es baladí, no ya en Söderberg sino en cualquier autor, pues todo escritor tiene una evolución temática y estilística que es fácil seguir. En el caso en cuestión me ha parecido apreciar que la técnica más depurada, libre ya de exageraciones juveniles se da, como era previsible, en El juego serio y, en menor medida, en Doctor Glas. No es que La juventud de Martin Birck tenga defectos de escritor novel, sin embargo, sobre todo en la segunda mitad de la novela, la prosa se vuelve extrañamente ampulosa, un tanto pretenciosa; en las otras dos novelas, la prosa es ya más directa, sin tanta afectación, es, sin duda, una técnica ya más propia de la madurez del escritor.
 En fin, La juventud de Martin Birck es lo que se ha dado en llamar "novela de aprendizaje" o "de formación", en el sentido de que narra la transición de la infancia a la edad adulta. Esto de la novela de aprendizaje no deja de ser una etiqueta más, pero es cierto que hay centenares o miles de novelas que relatan esa suerte de metamorfosis que todo ser humano sufre y que, bien pergeñada, es el periodo más interesante, principalmente por la evolución del carácter, algo que brinda redondez al personaje.
 Söderberg es un maestro de la descripción psicológica de sus personajes, lo cual permite apreciar el más mínimo cambio en Martin Birck, desde su infancia crédula y sumisa hasta la adultez descreída y sin futuro. 
 La novela acaba teniendo un regusto muy amargo, la verdad. Narra de forma descarnada ese desencantamiento con la vida y el futuro que, en mayor o menor medida, toda criatura inteligente ha sufrido. Acaba incluso con un punto nihilista que no tiene nada de particular teniendo en cuenta la fecha de escritura y que se cita varias veces a Nietzsche. Teniendo en cuenta precisamente la fecha de composición y utilizando otra de esas manidas etiquetas, cabría decir que es una novela fin de siècle, que, como ya se sabe, hace referencia a las novelas ambientadas a final del XIX y que proponían ese decadentismo que arremete contra la hipócrita moral burguesa. Esto último es especialmente notable en la relación amorosa que el propio Birck establece con una mujer que "ya no es joven" (pues había pasado de los treinta) y con la que, ni se casa ni se comportan como meros amantes; es una relación que hoy en día se nos antojaría perfectamente normal, pero que sí rompe con la moral establecida de la época. 

 Pero, por encima de todo, destaca la búsqueda de sí mismo que no es sino el proceso natural de maduración del individuo; como muestra, este botón:
 Leía y pensaba. Buscaba en los libros y en sus propias ideas lo que con tanta frecuencia uno busca en la juventud para luego, en la edad adulta, olvidar que alguna vez le preocupó: una fe según la cual vivir, una estrella por la que guiarse, una relación entre las cosas, un sentido y una meta.

miércoles, 7 de julio de 2021

Dialogue between Gandalf and Pippin. "The Return of the King".

 PIPPIN: I didn't think it would end this way.

GANDALF: End? No, the journey doesn't end here. Death is just another path, one that we all must take. The grey-rain curtain of this world rolls back, and all turns to silver glass, and then you see it.

PIPPIN: What, Gandalf? See what?

GANDALF: White shores, and beyond, a far green country under a swift sunrise.

PIPPIN: Well, that isn't so bad.

GANDALF: No. No, it isn't.

lunes, 5 de julio de 2021

"The Inner Critic" (o el peor crítico, la propia negatividad), by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).

 

Image taken from the site www.incidentalcomics.com

"El libro de las parábolas", por Per Olov Enquist.

  Tengo una aberrante tendencia a repetir lecturas de autores concretos. En vez de irlos dosificando e intercalando con otros autores, leo todo aquello que encuentro en las bibliotecas; craso error, pues acabo empachándome del autor en cuestión. Ahora me he enviciado con autores escandinavos, principalmente suecos, relativamente contemporáneos. Digo "relativamente contemporáneos" porque Söderberg murió en el 41 y Enquist hace poco más de un año. De este último acabo de leer El libro de las parábolas, del cual he sacado conclusiones semejantes al primero que leí, La biblioteca del Capitán Nemo, y alguna más que me huele a cuerno quemado. Lo cierto es que, según los de Planeta, El libro de las parábolas fue publicado por primera vez en sueco en 2013, y en español en 2017; es decir, es uno de los últimos libros del autor sueco, y a su estructura deslavazada, que ya noté en el primero que leí, se suma la repetición de temas de una forma alarmante. Temo ser demasiado prejuicioso contra las editoriales, pero es que estoy tan harto de leer cosas ilegibles cuando un autor deviene famoso... Pues eso, que no tengo claro que El libro de las parábolas debiera haberse publicado si no fuera por la fama notable que adquirió el bueno de Enquist. Ya se sabe que todo escritor escribe muchos más libros de los que publica, en parte porque algunos no lo merecen y en parte porque se tienen muchas historias que acaban siendo desechadas; pero, claro, si la editorial presiona, se publica hasta lo que se escribe en papel higiénico...
 Releyendo lo anterior puede parecer un poco extremista, pero muchos estarán de acuerdo conmigo en que esas poderosas máquinas de hacer dinero que son las editoriales no se paran en mientes a la hora de publicar cosas impublicables si piensan que les es rentable.
 Bueno, al turrón, El libro de las parábolas narra, de nuevo, la vida de un individuo que se parece mucho, pero mucho mucho al propio Enquist. En ningún momento se dice que es un alter ego, pero releyendo la biografía del autor no queda duda. Ahora es un chico joven que, al igual que el autor fue criado en el norte remoto de Suecia (ya comenté lo peculiar que ha de ser la vida en en condiciones climáticas tan extremas); también, al igual que Enquist, queda huérfano de padre en la primera infancia, es criado inicialmente por su madre, que, al tener graves problemas mentales, cede la custodia a los abuelos. También coincide con La biblioteca del Capitán Nemo en provocar la avalancha de recuerdos con un objeto antiguo, recuperado de forma casi milagrosa; ahora es un pequeño cuaderno de su padre, rescatado de las llamas, aunque marcado por ellas y en el que apuntaba poemas propios. La llegada a su poder de ese cuaderno desencadena todo ese torrente de recuerdos, entre los que el más importante es su primera relación sexual, a los quince años, con una mujer de más de cincuenta. Lo anómalo de esta relación, su excepcionalidad extrema, como rodeada por un paréntesis, permite que Enquist hile su adolescencia de forma, como ya dije, un tanto deslavazada.
 Además, coincide con la otra novela en las referencias religiosas, de una religiosidad un tanto obsesiva e insana, claramente impuesta por algunos familiares que parecen querer solucionar todos los problemas con referencias directas a la Biblia. La mezcla de las reflexiones de ese chico de quince años sobre las duras experiencias familiares, las filípicas religiosas y la extraña relación sexual forman el cuerpo central de esta novela, todo, claro está, con el poso que va dejando el paso de las décadas que hace ver todo de distinto color.

domingo, 27 de junio de 2021

"Levítico", "Números" y "Deuteronomio".

  Comparando con las tremendas y atemporales historias del Génesis y el Éxodo, los otros tres libros del Pentateuco son más sosos, fundamentalmente porque no están preñados de arquetipos humanos y de comportamiento y son mucho más coyunturales, tanto en el espacio como en el tiempo. Son coyunturales en el espacio porque, claramente, son aplicables a una sociedad mediterránea, o, al menos, a una sociedad que viva en clima templado, cuyos alimentos principales sean los derivados del trigo, la vid y el olivo,  esto es, para sociedades típicamente circunmediterráneas (aunque, obviamente, podamos llevar esos tres cultivos a otros continentes); y son coyunturales en el tiempo porque, de nuevo, sirven a sociedades tribales que tratan de asentarse en zonas preferentes luchando contra otras tribus, algo que sucedió en esas zonas circunmediterráneas en torno a hace tres mil y pico años.
 El Levítico contiene una enorme colección de leyes de culto (de ahí su nombre) que rigen hasta el más mínimo detalle: cómo hacerlo, con qué, a qué hora, quién ha de hacerlo... Todo muy útil para un pueblo tribal que vivió en un desierto hace cuatro o cinco mil años. ¿Y de qué sirve ahora? Pues eso, de nada, salvo para unos cuantos miles de fanáticos que se siguen guiando por la Ley del Talión y estos preceptos anacrónicos y aberrantes. Que un pueblo, etnia o cultura haga bandera de los preceptos del Levítico sólo puede explicarse de dos maneras: que sean unos hipócritas y vivan de forma moderna aunque aseguren guiarse por esos principios, o que sean unos fanáticos capaces de lapidar a alguien por trabajar en sabbat. Muchas normas que parecen anacrónicas (¡qué diablos, lo son!) son las normas higiénicas propias de un pueblo primitivo, acientífico. Ejemplos muy conocidos: los de los alimentos puros e impuros, para luchar contra la triquinosis, que debía ser patología frecuentísima en la época, nada más eficaz que prohibir comer cerdo... y punto. Se dice que el cerdo es animal impuro porque un dios cruel y lejano así lo dice y fin de la triquinosis (que ellos no tenían ni p*ta idea de que tipo de parasitosis era ni cómo se transmitía); tres cuartos de lo mismo con la lepra, se describe ligeramente cómo es la lesión y se dice que aquél que la presente es impuro y ha de alejarse de los demás. Y como esas mil normas estúpidas y anacrónicas sobre el puerperio, la calvicie, las "impurezas sexuales" del hombre y la mujer... Todo muy útil... para ser puesto en práctica hace tres mil años...
 Números comienza por tener el título mal traducido, debía haber sido traducido por "en el desierto", ya que es, en realidad, la continuación del Éxodo, pero lleva aquel nombre porque se numera, se cuenta a las tribus de Israel (es un censo aproximado en los que salen 600.000 individuos, contando sólo los varones mayores de veinte años). En todo caso, acaba siendo eso, una continuación del Éxodo, alguna metáfora sencilla pero interesante, como la que hace de la falta de agua por falta de fe, o la del desierto como la vida terrena y la tierra prometida como la vida eterna. Poco más.
 El Deuteronomio incluye otro buen puñado de normas anacrónicas  para saber cuáles son los animales puros, cómo han de ser sacrificados... En este libro se encuentran algunos conceptos que explican comportamientos aberrantes en siglos posteriores, como las normas de "condenación de la idolatría" que prohíbe la representación figurativa, algo que llevó a la iconoclastia también en el ámbito cristiano (por ejemplo en el Imperio Bizantino entre 726 y 842) y que llevó a la inmisericorde destrucción de importantes obras de arte de incalculable valor. Muchas normas contenidas aquí siguen en vigor hoy en día para muchos judíos, algunas son incluso señas de identidad, como la de las famosas mezuzot en los quicios de las puertas, que tal vez pudo haberse tomado en sentido figurado, pero que se hizo en sentido literal, y todavía hoy, no hay casa de familia judía que se precie de serlo que no tenga esos cilindritos con el texto del Deuteronomio en los quicios de las puertas. 
 En fin, tres libros, como antes decía, coyunturales tanto en el espacio como en el tiempo. Para algunos señas de identidad a respetar, para la mayoría simples normas anticuadas de un pueblo que lucha por sobrevivir hace cuatro mil años y que no tiene sentido mantener en la actualidad.

sábado, 26 de junio de 2021

"El juego serio", por Hjalmar Söderberg.

  Segunda novela del tal Söderberg que leo, la primera fue Doctor Glas, que me pareció tremendamente actual, teniendo en cuenta que fue escrita hace más de ciento quince años. Algo semejante he sentido con ésta. Tal vez las sociedades humanas que urden, las escandinavas del principio de siglo XX, sean actualmente las que disfrutamos y sufrimos en toda Europa, con la crisis de la moral cristiana que se escinde en una suerte de humanismo moral (presente ya en el cristianismo luterano) y una vuelta a la animalidad, a los instintos más primarios. Söderberg narra todo con naturalidad, cabría decir que con pasividad e indiferencia incluso que podría ser fruto de ese estereotipo escandinavo de gente fría y cerebral que o bien no tiene pasiones o bien las someten con gran éxito. Bueno, pues tanto Doctor Glas como El juego serio narran pasiones, pasiones llevadas a trompicones, como corresponde, pero con la elegancia de esos tipejos altos y rubios, los suecos, que los españoles, tipejos bajos y morenos, aparentemente no tenemos.
 En El juego serio, el protagonista principal, Arvid Stjärnblom, tiene rasgos muy parecidos a Söderberg, hasta el punto de que algunos críticos lo consideran alter ego del autor. Como el autor es periodista y escritor, como el autor reparte su amor entre su mujer y su amante, como el autor padece una neurosis in crescendo, y como el autor decide "tomar las de Villadiego" cuando todo se tuerce irremediablemente.
 Lo mejor de las dos novelas de este autor sueco es la capacidad de descripción psicológica de los protagonistas, de sus cambios y evoluciones. Lo hace tan bien que los personajes son redondos, verosímiles, creíbles como llegan a serlo los del autor en el que pensamos inmediatamente en la perfección de creación de personajes: Dostoievsky.
 Con respecto a la actualidad de las relaciones entre personajes se nota en la independencia que tienen las mujeres con respecto a los hombres, no tanto independencia económica, pero sí emocional, algo que en las sociedades del sur de Europa se ha conseguido hace muy pocas décadas. Las mujeres de Söderberg no están pendientes de prejuicios, dimes y diretes, sino que se aferran bien fuerte al timón de sus vidas, arramblen con quien arramblen.

 Otro aspecto diferenciado de esta novela con respecto a Doctor Glas es que la ciudad de Estocolmo toma un papel importante, hasta el hecho de conformarse en un personaje más. Un servidor, desgraciadamente, no conoce la ciudad de los Nobel, con lo que no saca el partido a aquéllos que conocen la capital sueca en la actualidad y, más o menos, cómo estaba a principios de siglo XX. Algunos personajes son caracterizados, descritos al menos, por el hecho de pertenecer a uno u otro barrio, o tratar de vivir en un lugar u otro de Estocolmo; esto para los que desconocemos la ciudad es un lastre que nos impide conocer plenamente (al menos, tan plenamente como el autor pretendía) la idiosincrasia local. En este sentido, es de agradecer que los de Ediciones Alfabia hayan incluido un pequeño glosario de nombres y localizaciones que en parte palían esta carencia del lector.

sábado, 12 de junio de 2021

"El país del fin del mundo", por Terry Pratchett.

  Vigésima segunda novela del Mundodisco creado por Terry Pratchett. Esta vez le toca el turno al "arco argumental" de Rincewind, pues sus protagonistas son el propio mago y la dirección de la tronchante Universidad Invisible. Ahora la localización es Australia, o como dice el propio Pratchett, "un lugar muy australiano", un continente en el que nunca llueve, poblado por extraños canguros parlantes y serpientes venenosas que son devoradas por arañas (más venenosas si cabe); en este terrible lugar, denominado XXXX, aparece el caótico mago Rincewind tratando de llevar la desconocida lluvia a tan sedienta tierra. Por otro lado, el claustro de la Universidad Invisible aparece en una playa a través de un portal espacio-temporal, mientras tratan de ayudar al bibliotecario que, por una especie de catarro, estornuda cada poco tiempo, cambiando de su forma habitual, la de un orangután, a otras más extrañas aún como sillones, tumbonas y demás enseres, eso sí, siempre de color rojo.
 La parodia de Pratchett cae, además de en los estereotipos nacionales australianos, en los de los miembros del claustro universitario, tipos de gran cultura, gran erudición, gran vanidad, grandes barrigas, grandes ineptitudes... vamos, lo que cualquiera que haya tenido la desgracia de pasar por cualquier universidad ha podido constatar en sus propias carnes. Eso unido al entrañable Rincewind, un mago fracasado cuya máxima aspiración es sobrevivir en un mundo lleno de peligros (y, ahora, de arañas venenosas) aunque sea por unas horas más compone el core de la novela.
 Quizá sea más coyuntural que otras novelas del Mundodisco, sobre todo por las referencias a la cultura popular australiana que, muy probablemente estuvieron más cerca de la cultura británica siempre que de la hispánica o mediterránea. Entre las burlas está a iconos populares como Cocodrilo Dundee, Mad Max, Priscilla, reina del desierto, probablemente las tres películas australianas más conocidas fuera de aquel país, además de expresiones locales y comportamientos estereotipados. Con todo, la mofa de las vanidades académicas sobrepasa cualquier localización espacio-temporal.
 Y mientras tanto, la gigantesca tortuga estelar, la Gran A'Tuin sigue su recorrido por el Multiverso, portando los cuatro enormes elefantes sobre los que descansa el Mundodisco...

jueves, 10 de junio de 2021

"Por tierras de España", Antonio Machado.

  Viviendo en este país, entre su paisanaje, he pensado mil veces lo que dice Machado... Almas feas, raquíticas, mezquinas y rencorosas... No, no fue por estos campos el bíblico jardín.

El hombre de estos campos que incendia los pinares
y su despojo aguarda como botín de guerra,
antaño hubo raído los negros encinares,
talado los robustos robledos de la sierra.
Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares;
la tempestad llevarse los limos de la tierra
por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.
Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,
pastores que conducen sus hordas de merinos
a Extremadura fértil, rebaños trashumantes
que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.
Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,
hundidos, recelosos, movibles; y trazadas
cual arco de ballesta, en el semblante enjuto
de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.
Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
esclava de los siete pecados capitales.
Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;
ni para su infortunio ni goza su riqueza;
le hieren y acongojan fortuna y malandanza.
El numen de estos campos es sanguinario y fiero:
al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
veréis agigantarse la forma de un arquero,
la forma de un inmenso centauro flechador.
Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta,
no fue por estos campos el bíblico jardín:
son tierras para el águila, un trozo de planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín.


          Antonio Machado

martes, 8 de junio de 2021

Inciso cinematográfico: "The Whole Town's Talking", dirigida por John Ford en 1935.

  Hay películas que destacan por tener argumentos que atrapan, interesantes y con giros sorprendentes; otras por conectar con la realidad social de forma más o menos coyuntural; otras por tener una fotografía deslumbrante, que las convierte en obras de arte; y hay otras que son, simplemente, puras demostraciones de la valía del actor principal. The Whole Town's Talking encaja perfectamente en esa última categoría. El argumento, aun cuando tiene mordiente suficiente para mantener la atención del espectador, no es novedoso en absoluto, habiéndose empleado en mil ocasiones tanto en literatura como en cine y teatro. Se trata del parecido extraordinario entre dos individuos, sosias el uno del otro, pero claro, parecido físico, no de carácter; aquí son los dos extremos: uno es un criminal buscado por la policía, un matón brutal y sin escrúpulos capaz de la mayor fechoría; el otro es un anónimo oficinista carente del más mínimo carácter, un pusilánime que pide perdón incluso por existir, incapaz de matar una mosca. Y en la mezcla de ambas vidas está la razón de la película, no gran cosa...
Imagen tomada del sitio IMDb.com
 No gran cosa, si no fuera por Edward G. Robinson, que encarna a ambos, al criminal y brutal Mannion, y al pusilánime Jones. En 1935, Edward G. Robinson ya era un actor consagrado, de hecho había firmado alguna de sus mejores actuaciones, incluso la que lo llevó al estrellato y también a un cierto encasillamiento, Little Caesar, la película que consigue que cuando pensemos en un gánster pensemos en el bueno de Robinson, con el sombrero ladeado y su sempiterno puro. El encasillamiento sobrevino además por otras películas de los años 30, bastante peores que Little Caesar, que seguían aprovechando el físico (su expresión facial, más que otra cosa, no su estatura) de tipo sin escrúpulos capaz de vender a su abuelita por un plato de lentejas. En The Whole Town's Talking, que, por cierto, fue presentada en Reino Unido como Passport to Fame, de donde saldría la traducción literal de Pasaporte a la fama con la que se visionó aquí, Edward G. Robinson se duplica para mostrar ese estereotipo gansteril y el de un tipo sin coraje y sin apenas fuerzas para nada. Sus gestos más nimios, sus más leves cambios de entonación son recogidos por la cámara, dando verosimilitud por igual a ambos personajes. 
 Del resto del elenco actoral, la actriz coprotagonista, Jean Arthur, está, no a su altura, eso sería casi imposible, pero sí a muy buen nivel, representando a la compañera del oficinista Jones de la cual éste está secretamente enamorado. Del resto no destaca nadie, ni por bueno ni por malo, aunque Robinson deslumbra tanto que apenas queda sitio para nadie más.
Imagen tomada del sitio torontofilmsociety.com
 Y poco más que contar... Una película para lucimiento de actor, eso sí, ¡vaya actorazo! Cuentan los que lo conocieron que, a diferencia de los papeles de gánster y criminal que lo encumbraron, Edward G. Robinson (cuyo nombre real, por cierto, era Emanuel Goldenberg) era un tipo dulce y familiar en absoluto dado a gritos y exabruptos. En esta película tampoco aparece ese carácter personal, simplemente encarna a dos polos opuestos con la facilidad con la que un camaleón cambia de color.