Vigésimo tercera entrega del Mundodisco, ese planeta con forma de disco que descansa sobre los lomos de cuatro gigantescos elefantes que, a su vez, pisan sobre el caparazón de la tortuga cósmica, la Gran A'Tuin; dicha tortuga cósmica, ya se sabe, surca la inmensidad del Multiverso.
Ahora toca el "arco argumental de las brujas", es decir, son las brujas los personajes principales con las que se narra la acción. La anciana, Yaya Ceravieja; su "segunda" Tata Ogg; la más juvenil, Agnes Nitt; y la reconvertida a reina, Magrat, luchan contra una invasión de vampiros que tratan de hacerse con el Reino de Lancre, del cual son soberanos Verence y Magrat.
El título de la novela es una parodia del Carpe Diem horaciano, si éste se podría traducir por "aprovecha el día" o "agárrate al día", análogamente, Carpe Jugulum se traduciría por "agárrate a la garganta". Todo muy propio de los vampiros... Pero los vampiros que nos ocupan son muy distintos de aquellos recreados por Bram Stoker, éstos han abandonado la tradición en favor de lo políticamente correcto; así, ya no son vampiros sino "vampyros"; tratan de convencer más que de conquistar a base de mordiscos; e incluso toleran el ajo y los símbolos religiosos.
Pero esto es Terry Pratchett, es decir, una parodia de la realidad a través de un mundo paralelo. Es obvio que los vampiros de Carpe Jugulum son los líderes sociopolíticos de este apesadumbrado mundo nuestro: como nuestros líderes, los vampiros controlan a la sociedad a través de las mentes de los más simples (casi todos, en realidad), con formas muy suaves, haciendo creer a los incautos que son "héroes y libertadores", cuando, en realidad, sólo quieren chuparles la sangre y esclavizarlos. En esa tesitura, la inmensa mayoría de la sociedad de aquel ficticio Reino de Lancre (léase lo mismo para este mundo nuestro) acepta con alegría a sus dominadores, los vampiros, de hecho, incluso ayudan a encumbrarlos y se convierten ante ellos en "ganado parlante". ¿Todos caen ante el encanto y la elegancia de los vampiros? No, aquellos que no forman parte del rebaño, los que tienen criterio propio y no siguen los dictados de la masa consiguen identificar a los chupasangres como verdaderos depredadores sociales. En la novela de Pratchett, estos librepensadores son las brujas, seres abominados por la sociedad, alejadas de ésta y, por ello, inmunes a la estupidez generalizada que domina a la masa.
Es muy fácil (para los que tenemos criterio propio) identificar como vampiros a los gobernantes y divos mediáticos. Estos grupos, como los vampiros de Pratchett, son capaces de hipnotizar a la masa borreguil y, con la impagable herramienta del miedo, hacer de ellos lo que quieran para conseguir sus espurios intereses (principalmente poder y dinero); son capaces de convencer a las masas de que hay que iniciar una guerra contra un enemigo determinado, o que hay que confinarse y ponerse trapos sucios en la cara por una hipotética pandemia... Eso sí, ellos nos salvarán de esos terribles problemas... sólo tenemos que darles todo el poder y humillarnos... igual que los vampiros de Pratchet.
Porque esa es la genialidad de Terry Pratchett: su capacidad de ironizar sobre nuestra egregia y estúpida sociedad, la sociedad de la apariencia y la superficialidad, la sociedad de la masa idiotizada y manipulada... nuestra sociedad, vaya.