martes, 17 de agosto de 2021

"La mano muerta", de Wilkie Collins.

  Cuatro relatos "góticos" de William Wilkie Collins editados por Montesinos. Esto de "gótico", aplicado a la narrativa, ya se sabe, hace referencia a un estilo en novela y relato que se caracterizaba por el gusto por los misterioso, algunas veces rayando en el terror, y lo oscuro. Quién y cuándo utilizó por primera vez ese término aplicado a lo literario es algo que me importa muy poco; en realidad, no es más que otra etiqueta más que facilita la clasificación y que los editores usan para orientar a sus lectores. Desde un punto de vista más riguroso, habrá que hacer referencia al Romanticismo literario para explicar ese gusto que anidó principalmente en las mentes de escritores anglosajones, a uno y otro lado del Atlántico, desde finales del XVIII, pero que tuvo su esplendor en el siglo XIX, en la llamada (otra etiqueta más) "Literatura victoriana". Pues bien, victoriano por los cuatro costados era el bueno de Wilkie Collins, según las biografías, amigo íntimo de uno de los genios que definen tal etiqueta, Charles Dickens.
 Y, en mayor medida que Dickens, Collins abundó en esa narrativa misteriosa y fantástica que no podría llamarse en puridad "de terror", ya que insinuaba más que mostraba lo sobrenatural, principalmente fantasmas, aparecidos y demás entes extraños. Los cuatro relatos recopilados por Montesinos hacen honor a tales características, y, al igual que su ínclito amigo, Collins escribe en una prosa preciosista, lenta, preñada de epítetos y frases subordinadas, que obliga a una lectura reposada y concienzuda para sacar hasta el más mínimo jugo de sus descripciones. De esos cuatro relatos, el más notable es el más largo, Monkton el loco, muestra palmaria de que esta "literatura gótica" no necesitaba de elementos terroríficos para crear terror, pues el ambiente creado por Collins con la locura de un joven en su gran mansión es suficientemente perturbadora por sí mismo.
 Siempre que pienso en literatura victoriana no puedo dejar de pensar en las grandes novelas de Dickens: David Copperfield, Oliver Twist, Grandes esperanzas, Historia de dos ciudades o La tienda de antigüedades (las cinco reseñadas en este humilde blog), pero hay que reconocer que el relato es un formato narrativo que se apresta muy bien a esta narrativa fantástica y misteriosa. Esto es así, porque es difícil (incluso para un Dickens o un Collins) mantener la intriga de una historia de fantasmas en una novela de más de mil páginas, por ejemplo, pero también porque se me antoja que una historia fantástica debe ser como un puñetazo al estómago: rápido y duro. Esto se puede comprobar desde Dickens y Poe hasta Lovecraft.

 Otro aspecto del que creo haber hablado largo y tendido en este blog es el de la sociedad que pergeña esta narrativa: la de una época de cambios (aunque, ¿cuándo no ha sido época de cambios?) de una sociedad rural y agrícola en otra urbana e industrial, con desigualdades e injusticias sociales insoportables (véase Oliver Twist, por ejemplo) de las cuales, uno de sus mayores detractores fue el propio Dickens; pero otra sociedad (otra parte de esa misma sociedad, en realidad) es la que un tanto despectivamente denomino como aquélla que consumía "literatura de té y pastas". Sí, es un abuso, lo admito, pero no puedo dejar de imaginar a orondas damas de mediana edad leyendo embelesadas las entregas que el bueno de Dickens y otros publicaban semanalmente en esas revistas que la biempensante sociedad británica consumía en sus pacíficos fines de semana. Incluso estos relatos misteriosos podrían encajar en esa "literatura de té y pastas" que los acomodados burgueses leían mientras la mayor parte de su sociedad se mataba por un mendrugo de pan. Sí, soy injusto y simplista, lo sé. En todo caso, ciento y pico años después nos ha dejado unas joyas exquisitas, como estos relatos de Wilkie Collins... para leer con o sin té y pastas...

jueves, 12 de agosto de 2021

martes, 10 de agosto de 2021

"Carpe Jugulum", una aventura del Mundodisco, por Terry Pratchett.

  Vigésimo tercera entrega del Mundodisco, ese planeta con forma de disco que descansa sobre los lomos de cuatro gigantescos elefantes que, a su vez, pisan sobre el caparazón de la tortuga cósmica, la Gran A'Tuin; dicha tortuga cósmica, ya se sabe, surca la inmensidad del Multiverso.
 Ahora toca el "arco argumental de las brujas", es decir, son las brujas los personajes principales con las que se narra la acción. La anciana, Yaya Ceravieja; su "segunda" Tata Ogg; la más juvenil, Agnes Nitt; y la reconvertida a reina, Magrat, luchan contra una invasión de vampiros que tratan de hacerse con el Reino de Lancre, del cual son soberanos Verence y Magrat.
 El título de la novela es una parodia del Carpe Diem horaciano, si éste se podría traducir por "aprovecha el día" o "agárrate al día", análogamente, Carpe Jugulum se traduciría por "agárrate a la garganta". Todo muy propio de los vampiros... Pero los vampiros que nos ocupan son muy distintos de aquellos recreados por Bram Stoker, éstos han abandonado la tradición en favor de lo políticamente correcto; así, ya no son vampiros sino "vampyros"; tratan de convencer más que de conquistar a base de mordiscos; e incluso toleran el ajo y los símbolos religiosos.
 Pero esto es Terry Pratchett, es decir, una parodia de la realidad a través de un mundo paralelo. Es obvio que los vampiros de Carpe Jugulum son los líderes sociopolíticos de este apesadumbrado mundo nuestro: como nuestros líderes, los vampiros controlan a la sociedad a través de las mentes de los más simples (casi todos, en realidad), con formas muy suaves, haciendo creer a los incautos que son "héroes y libertadores", cuando, en realidad, sólo quieren chuparles la sangre y esclavizarlos. En esa tesitura, la inmensa mayoría de la sociedad de aquel ficticio Reino de Lancre (léase lo mismo para este mundo nuestro) acepta con alegría a sus dominadores, los vampiros, de hecho, incluso ayudan a encumbrarlos y se convierten ante ellos en "ganado parlante". ¿Todos caen ante el encanto y la elegancia de los vampiros? No, aquellos que no forman parte del rebaño, los que tienen criterio propio y no siguen los dictados de la masa consiguen identificar a los chupasangres como verdaderos depredadores sociales. En la novela de Pratchett, estos librepensadores son las brujas, seres abominados por la sociedad, alejadas de ésta y, por ello, inmunes a la estupidez generalizada que domina a la masa.
 Es muy fácil (para los que tenemos criterio propio) identificar como vampiros a los gobernantes y divos mediáticos. Estos grupos, como los vampiros de Pratchett, son capaces de hipnotizar a la masa borreguil y, con la impagable herramienta del miedo, hacer de ellos lo que quieran para conseguir sus espurios intereses (principalmente poder y dinero); son capaces de convencer a las masas de que hay que iniciar una guerra contra un enemigo determinado, o que hay que confinarse y ponerse trapos sucios en la cara por una hipotética pandemia... Eso sí, ellos nos salvarán de esos terribles problemas... sólo tenemos que darles todo el poder y humillarnos... igual que los vampiros de Pratchet.

 Porque esa es la genialidad de Terry Pratchett: su capacidad de ironizar sobre nuestra egregia y estúpida sociedad, la sociedad de la apariencia y la superficialidad, la sociedad de la masa idiotizada y manipulada... nuestra sociedad, vaya.

sábado, 7 de agosto de 2021

"Twelve Rules for Creativity", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com)

 








Images taken from the website www.incidentalcomics.com

Segundo grupo de libros históricos del Antiguo Testamento: "Crónicas (I y II)", "Esdras" y "Nehemías".

  El segundo grupo de libros históricos en  el que los exégetas incluyen los dos de Crónicas, el de Esdras y el de Nehemías. Continúa la narración de hechos "muy judíos", importantes, supongo, para los creyentes de esa religión, prácticamente irrelevantes para los cristianos.
 Crónicas (I y II): se inicia con una genealogía desde Adán hasta David; continúa con el reinado de David; una tercera parte con Salomón; y, por último, el reinado de Judá. Historia arcaica pura y dura, aunque tratando de presentar a los héroes con virtudes  imitables, como ejemplos a seguir para un buen gobernante. Así, David es presentado más como un rey guerrero que como rey sabio, en tanto que Salomón tiene el "don de la sabiduría". Son más interesantes, al menos desde un punto de vista literario, los reyes menores, pues son más verosímiles, falibles, con un Dios que castiga inmisericorde sus defectos, pero que también premia cuando éstos se convierten de forma sincera a la fe de sus mayores.
 Esdras: libro del destierro en Babilonia, que narra la reconstrucción del templo y el restablecimiento de una nueva comunidad judía. Esto, muy probablemente, pueda ser interpretado como una metáfora de la reconquista de una nueva identidad religiosa. En el destierro babilónico se dan semejanzas con aquel en tierras egipcias, aunque es menos doloroso y los líderes mesopotámicos (Ciro y Darío) son comprensivos y respetuosos con los judíos, a diferencia de los faraones. Hace especial hincapié en un aspecto que los judíos ortodoxos y ultraortodoxos de hoy siguen manteniendo: la abominación total hacia los matrimonios mixtos, que, según ellos, desvirtúan al "pueblo elegido".
 Nehemías: el tal Nehemías fue un judío al servicio del rey persa, que (de acuerdo al relato, obviamente) mantenía su "judeidad sin mancha" incluso bajo el dominio del rey opresor. Como gobernador de Jerusalén reconstruye sus murallas, renueva su alianza con Dios (es, por tanto, líder religioso además de político) y se apresta a expulsar a los no judíos de Jerusalén.
 En fin estos tres (cuatro, en realidad) libros siguen manteniendo una visión arcaizante de "pueblo elegido". Esta expresión, modificada como "pueblo de Israel" tiene un carácter incluyente en el Nuevo Testamento, pues es aplicable a todo aquél que escuche el Evangelio, se convierta y viva su vida a la luz del mismo, sin exigencias previas o de nacimiento; en sentido veterotestamentario, sin embargo, "pueblo elegido" es una expresión xenófoba y racista que excluye a todo aquél que no sea hijo de madre judía, tenga el pito circuncidado, separe la leche de la carne y demás zarandajas. Lo triste es que para un minoritario grupo de judíos sigue siendo norma de comportamiento incluso en 2021 (o 5782, según su calendario). 

viernes, 6 de agosto de 2021

Eclesiastés (Qohélet) 3, 1-15.

 Ecl3 1* Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo*:  
2 Tiempo de nacer, tiempo de morir; | tiempo de plantar, tiempo de arrancar;  
3 tiempo de matar, tiempo de sanar; | tiempo de destruir, tiempo de construir;  
4 tiempo de llorar, tiempo de reír; | tiempo de hacer duelo, tiempo de bailar;  
5 tiempo de arrojar piedras, tiempo de recogerlas; | tiempo de abrazar, tiempo de desprenderse;  
6 tiempo de buscar, tiempo de perder; | tiempo de guardar, tiempo de arrojar;  
7 tiempo de rasgar, tiempo de coser; | tiempo de callar, tiempo de hablar;  
8 tiempo de amar, tiempo de odiar; | tiempo de guerra, tiempo de paz.  
9 ¿Qué saca el obrero de sus fatigas? 10 Comprobé la tarea que Dios ha encomendado a los hombres para que se ocupen en ella: 11 todo lo hizo bueno a su tiempo, y les proporcionó el sentido del tiempo, pero el hombre no puede llegar a comprender la obra que hizo Dios, de principio a fin.  12 Y así he comprendido que el único bien del hombre es disfrutar y pasarlo bien en la vida. 13 Pero que el hombre coma, beba y se regale en medio de sus fatigas es don de Dios. 14 Comprendí que todo lo que hizo Dios durará siempre: nada se puede añadir ni restar. Y así hace Dios que lo teman. 15 Lo que es ya había sido, lo que será ya es, pues Dios hace que el pasado se repita. 

jueves, 5 de agosto de 2021

"La campana de Islandia", por Halldór Laxness.

  Cambio total de tercio con respecto a Bellow. Si en el americano la prosa es lenta, con mil y una digresiones y reflexiones; en el islandés es rápida, con frases cortas, nada de reflexiones, todo acción. Laxness, premio Nobel de literatura de 1955, plantea una historia en su país natal ambientada en el siglo XVIII, en época de miseria extrema y bajo dominio político danés. La novela tiene (supongo que de forma intencionada) la forma de las famosas "sagas" islandesas, relatos épicos que narran de manera un tanto fantasiosa las hazañas de grandes héroes locales; así, uno de los protagonistas principales recorre Islandia a pie para escapar de una pena de muerte injusta, embarcarse hacia el continente y, tras pasar por Países Bajos y Alemania, llegar hasta Copenhague y pedir el perdón real; de vuelta a Islandia y conseguir el reconocimiento social que le había sido hurtado.
 La novela tiene tintes nacionalistas bastante claros aunque no exacerbados: los islandeses, aunque paupérrimos y brutos, son nobles y honestos, en tanto que los daneses son crueles y falsos; pero, además, el texto es rico en referencias al folklore islandés, tanto literario como histórico. Pero la cercanía a la novela histórica no impide que haya algún momento cómico (escaso, todo hay que decirlo) que me ha recordado a Simplicissimus, como cuando, una vez en Rotterdam, confunde a una prostituta con la mujer de un importante líder, "un pastor o un arcipreste"; es un humor también un tanto anacrónico, más propio de una novela picaresca que de otra cosa.
 Otra cuestión es cómo empatizar con los personajes y sus terribles sufrimientos: no sé si será por la distancia cultural o por la forma arcaica y descarnada de la narración, pero a mí me ha sido imposible acercarme a los sentimientos de esta gente. Tal vez sea por lo que decía al principio, lo áspera que es la narración, sin reflexión ni apariencia de sentimiento humano alguno.
  En fin, una novela "muy islandesa", por la ambientación, el modo de narrar, la actitud apática de los personajes... Para mí, una aproximación en plena canícula a un lejano país que ni entiende de canícula ni calores de ningún tipo.

jueves, 22 de julio de 2021

"Herzog", por Saul Bellow.

  Al final han sido ocho días. No es un libro muy largo, unas cuatrocientas cincuenta páginas, eso sí, de letra pequeña. Pero he tardado ocho días en leerlo porque lo he dosificado para poderlo aguantar... ¡Que no me ha gustado nada, vaya! Para ponernos en antecedentes: Saul Bellow fue un escritor estadounidense fallecido en 2005 y que fue premiado con el Nobel de Literatura en 1976. Su obra está en consonancia con su propia vida: de origen judío ruso, nace en Montreal y pasa su infancia y juventud en Chicago; erudito y académicamente muy activo, pasa su vida adulta entre Nueva York y "la ciudad del viento"; su vida amorosa, parece ser, fue prolífica aunque complicada. Doy tantos detalles porque así explico al personaje principal de esta novela, Moses Herzog, casualmente un judío estadounidense de origen ruso, nacido en Montreal, criado en Chicago y residente entre esa ciudad y Nueva York, que es profesor universitario y reconocido académico, y su vida amorosa es azarosa y compleja. Vamos que el personaje es el paradigma del álter ego de un escritor.
 Parece ser que el resto de la obra de Bellow (yo sólo he leído ésta novela y no pienso leer más) tiene los mismos parámetros, así como una intelectualización continua. Lo novedoso e inusual de Herzog es que el personaje principal reflexiona sobre todo lo humano y lo divino, escribiendo cartas mentales a los personajes más variados; entre éstos están tanto amigos y coetáneos del personaje como otros como Nietzsche, Spinoza, Platón o el mismo Dios. Lo interesante es que alterna la narración en tercera persona (la forma clásica) y en primera (la de las cartas) con total normalidad, sin siquiera separarlo por párrafos, lo cual, he de reconocer, muestra una técnica prosística muy refinada.
 ¿Y por qué digo que no voy a leer más de este tipo? Pues porque la falta absoluta de acción, la intelectualización total son tan excesivas que me aburre soberanamente, aun admitiendo todas sus virtudes. Servidor es muy "clasicote" en esto de la novela: me gusta que haya un principio y un final reconocibles como tales, y en Herzog no hay más que narración de un periodo concreto de la vida de Moses Herzog, no ocurre nada para que comience la novela ni para que termine, es, digámoslo así, un trozo de salchicha, sin principio ni fin. Por otro lado la intelectualización sobre todos los aspectos de la existencia humana, aun cuando está muy bien traída y argumentada, acaba por cansar y parecer un tanto artificiosa... Supongo que será cosa de gustos... pues eso, que tengo como referencia fundamental de la novela la que tenían los escritores del XIX, con variaciones y actualizaciones, claro, pero con las normas básicas presentes.

 Ignoro cómo será en el resto de su obra, pero en esta novela, la descripción supera amplísimamente a la narración, claro está. He de reconocer que el dominio de la lengua que tenía este hombre es francamente sobresaliente; pero ya para saber si merecía el Premio Nobel de Literatura o no habría que hacer quinielas políticas y sociales y yo no estoy para eso.

domingo, 18 de julio de 2021

"Josué", "Jueces", "Samuel", "Rut" y "Reyes", libros históricos del Antiguo Testamento.

  Los llamados "libros históricos" del Antiguo Testamento son en total, dieciséis libros; los exégetas los clasifican en tres grupos: en el primero incluyen los libros de Josué, Jueces, Samuel (dividido en dos libros), Rut y Reyes (también dividido en dos libros); un segundo grupo incluye Crónicas (otros dos libros), Esdras y  Nehemías; y por último los de Tobías, Judit, Ester y Macabeos. Vamos con los cinco primeros.
 Josué. En primer lugar narra la conquista y distribución de la Tierra prometida. El nombre de Josué es el del líder del pueblo de Israel, el sustituto de Moisés, por tanto. Es muy, pero que muy veterotestamentario, en el sentido de anticuado, arcaico. Llega a ser jocoso el hecho de fomentar la circuncisión masiva del pueblo y nombrar el lugar en el que lo hacen como la "Colina de los prepucios", no, no es broma, así lo llaman. Me llama la atención poderosamente que para ser la Tierra prometida por Dios al pueblo de Israel, ésta ya esté poblada, hasta que incluso tengan que tomar a sangre y fuego las ciudades presentes (eso sí, con una pequeña ayudita divina). Así, por ejemplo, las murallas de Jericó son derribadas con trompetas. Finalmente se reparten la Tierra prometida (Palestina meridional) entre las doce tribus. Es, por tanto, una historia guerrera, sin el más mínimo atisbo de religiosidad o espiritualidad, únicamente se refuerza el famoso temazo del "pueblo elegido".
 Jueces. Parece ser que el título del libro lleva a error, pues no son jueces en el sentido moderno de la palabra, sino líderes sociales y políticos. En este libro ya están asentados en la Tierra prometida, pero sigue el ambiente bélico, concretamente la conquista de Canaan. Por otro lado siguen las desobediencias de Israel y los consiguientes castigos divinos. Luego llega una relación de los jueces que a muchos en este país les podría recordar la lista de los reyes godos. Hay alguna historia interesante (principalmente la de Sansón y Dalila) y poco más.
 Rut. Este libro narra la historia personal de Rut, viuda que casa en segundas nupcias con Booz, y de aquella, hasta el rey David. Esto, tal vez, recalque que los "caminos del Señor son inescrutables", ya que de una época de gran desesperanza se llega a otra de gran esplendor con el rey David, figura central junto con Moisés o Salomón del ideario mitológico judío.
 Samuel I y II. Samuel es el último de los jueces, en su época aparece ya el rey David, que si la mitología hebrea no fuera monoteísta habría que considerarlo casi como un semidiós o un dios menor. En estos libros se contienen hechos fundamentales para la religión judía, que son también ampliamente conocidos por los cristianos: el arca (símbolo de la alianza con Dios) es perdida a manos de los filisteos, aunque recuperada después; David vence a Goliat (historia atemporal y universal del débil derrotando al fuerte)... David es, en cualquier caso, un héroe más "moderno", más verosímil que los del Génesis: se presenta su lado humano, falible, pero también tiene facetas propias de los grandes líderes, de aquellos que concitan la confianza de sus coetáneos.
 Reyes I y II. Historia del pueblo elegido desde David hasta el destierro en Babilonia. Hay un notable cambio con los libros anteriores: no se juzga a los reyes tanto por sus victorias militares como por que caigan o no en la idolatría. La figura mítica central es Salomón, que es presentado como un rey poderoso, pero sobre todo sabio y sensato. Contienen estos libros los famosos juicios salomónicos que todos conocemos y que son paradigma de sabiduría y sensatez. Por supuesto, se narra la construcción del Templo, con medidas exactas dadas por un dios caprichoso y detallista. Es un periodo de prosperidad de Israel, pero también con sus sombras: la poligamia e idolatría con construcción de templos paganos para sus mujeres extranjeras. A diferencia de la época del Génesis o el Éxodo, ya se repudia la poligamia. Sin duda la poligamia es útil para que un pueblo crezca exponencialmente, mas luego, cuando ya es suficientemente grande, la poligamia (biológicamente incoherente con la especie humana) es presentada como un gran pecado (véase doble moral). Sin embargo, se permite a los israelitas dominar el territorio de una manera que parece abominable hoy en día: tomar mujeres por la fuerza entre las extranjeras. Esto es, no cabe duda, una forma de colonización salvaje que sigue recalcando el primitivismo, el tribalismo de este "pueblo elegido".
 Son estos cinco libros más modernos que los del Pentateuco. Alguno de ellos "es muy literario", con esas historias, pasto de guionistas de Hollywood que contienen personajes impagables, cuasi arquetípicos: Sansón y Dalila, el rey David, el rey Salomón...

jueves, 15 de julio de 2021

Inciso cinematográfico: "Arch of Triumph", dirigida en 1948 por Lewis Milestone.

  Basada en una novela de Erich Remarque, Arch of Triumph no es, evidentemente, Casablanca, pero tiene calidad suficiente para ser una de las grandes películas de una de las décadas, la de los cuarenta, más prolíficas del séptimo arte. Con todo, en los años cuarenta del pasado siglo se  rodaron películas insufribles, muchas, meros panfletos nacionalistas para inflamar el pecho de los incautos para que éstos se hicieran matar en cualquier trinchera defendiendo un trapo de colores; otras películas, sin embargo son maravillosas, aunque  tengan un evidente posicionamiento nacional y político. 
 La novela de Erich Maria Remarque fue publicada en 1946, cuando residía ya en Estados Unidos, con lo cual la Segunda Guerra Mundial, época en la que se ambienta la novela, no la sufrió en carne propia. No le haría falta, en todo caso, Remarque fue veterano de la Gran Guerra y sus desastres, desarrollando allí un antibelicismo que trocó felizmente en una brillante carrera literaria con una obra cumbre, Sin novedad en el frente, extraordinaria novela de la que ya hablé en este blog y que generó dos adaptaciones cinematográficas; esta novela, por cierto, debería ser de lectura obligada para aquellos idiotas que todavía creen que las guerras sirven para algo que no sea destruir vidas y países. Bien, el caso es que Arco de triunfo, la novela de Remarque es, por supuesto, furibundamente antibelicista, aunque ya posee ese posicionamiento (proaliados, evidentemente) al que hacía referencia antes.
Imagen tomada del sitio www.filmaffinity.com
 En fin, el argumento principal es una extraña historia de amor entre dos parisinos de adopción: Ravic, un médico sin licencia que opera clandestinamente, refugiado austriaco (interpretado por Charles Boyer), y Joan, una italo-rumana que se enamora de forma fatal de él, pero que a la vez mantiene un idilio con otro (ésta interpretada por Ingrid Bergman). La historia se entrelaza con otra de venganza por parte de Ravic hacia un oficial alemán, Von Haake, genialmente interpretado por Charles Laughton. El hecho de que los dos amantes sean refugiados sin pasaporte en el París de preguerra complica la situación sobremanera, llevando a Joan a mantener una relación amorosa con un tercero por una cuestión meramente práctica, sacarle dinero. La historia como todas las de Remarque no es, pues, dulce y almibarada en absoluto, de hecho, acaba trágicamente como para recordar que en tiempo de guerra todo ha de acabar mal indefectiblemente.
 Aparte de la actuación de Laughton, siempre deslumbrante, Charles Boyer y la Bergman están sobrios y eficientes como siempre, y luego un puñado de actores de reparto que dan más empaque a la cinta y entre los que destaca Louis Calhern en el papel de un coronel zarista que se gana la vida en París como portero de un garito.

Imagen tomada del sitio www.IMDb.com
 Y luego está la ambientación en las calles de París, que da ese aire de film-noir tan especial y que tanto nos gusta a los cinéfilos, un aire que uno, inmediatamente relaciona con Casablanca, Humphrey Bogart y la propia Ingrid Bergman, película que, como dije antes, está a años luz de esta notable cinta.