Tras los cuatro profetas mayores, ahora les toca el turno a los menores; ya dije que, aparentemente, la división entre unos y otros radica más en la extensión de sus textos que en la importancia de sus revelaciones, ¡extraño! Son: Lamentaciones, Baruc, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahún, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías.
Lamentaciones: Más que un libro profético son poemas, concretamente elegías. Son llantos por la destrucción de Jerusalén a manos de los babilonios. Lo cierto es que dejan muy a las claras la forma del pensamiento judío que, lamentablemente, se ha trasladado al cristiano: el sentimiento de culpa que impregna todo. Aquí, queda claro que Dios ha abandonado a Jerusalén para que fuera destruida por los pecados de los judíos que se han alejado supuestamente de la Torá. Además, se incide una vez más en la estupidez de "ciudad santa" frente al resto de ciudades humanas; parece como si un montón de piedras, ladrillos y tejas tuvieran un valor muy superior a otro montón de piedras, ladrillos y tejas, todo, claro está, porque Dios puso Su diestra sobre ella. Esto, es obvio, lleva a un concepto racista evidente: "nosotros somos el pueblo elegido, nuestras vidas valen más que las de los otros", ahora sustituya la expresión "pueblo elegido" por "raza aria" y compare fanatismos...
Baruc: Baruc fue compañero y secretario del profeta Jeremías, pero, según los exégetas bíblicos, hay muchas dudas de que este texto fuera suyo, se duda incluso del nombre... En la temática sigue ahondando en la culpa colectiva del pueblo de Israel en la destrucción de Jerusalén.
Oseas: Libro veterotestamentario donde los haya, en el sentido peyorativo de la expresión. Según este texto, un dios cruel e inmisericorde impone a Oseas vergüenzas públicas: que tome como mujer a una prostituta y que nombre a sus tres hijos con nombres "antijudíos" (Yezrad, "no complacido" y "no-mi-pueblo"). Luego muestra a ese mismo dios cruel cómo castiga a Israel hasta tenerlo de rodillas. Difícil comprensión de este libro para alguien que crea en el Dios del Nuevo Testamento.
Joel: Otro libro infumable que no debería estar en un canon religioso cristiano. De nuevo se culpabiliza a los creyentes de la destrucción de Jerusalén y de todas las desgracias que les ocurren en el desierto; es especialmente duro con una plaga de langosta (fenómeno natural, absolutamente explicable por la ciencia) que el tal Joel atribuye a la infidelidad de los judíos hacia Dios. Parece ser que el tal Joel era sacerdote, es decir, era parte interesada... le interesa introducir sentimientos de culpa en sus fieles para que obedezcan y aumenten las ofrendas (¡$$$!). Lo mismo de siempre...
Amós: Textos poéticos, tal vez bellos en origen, rotos por las traducciones sucesivas. Tema coyuntural, muy coyuntural, pero con posibilidad de encajarlo en cualquier época. Amós era un ganadero (y profeta) que vivió en tiempos de paz. En su país, Judá, había prosperidad económica, no había amenazas de pueblos cercanos (sobre todo, los asirios). ¿Consecuencias del crecimiento económico y la paz? Terribles desigualdades sociales, una clase noble y rica que prospera a costa de explotar a los pobres y prestar dinero con usura. Así, Amós se convierte en un denunciante de esa desigualdad; le da, obviamente, un enfoque religioso, argumentando que Dios no quiere más injusticias en el reino de Judá. Análogamente, en el Evangelio, por supuesto, con clara relevancia en el Sermón de la Montaña, pero en todo el Evangelio en general donde se arguye a favor de la solidaridad material entre los hijos de Dios; de aquí se construye la llamada "política social de la Iglesia", que, desgraciadamente, no pasa por su mejor momento.
Abdías: Texto cortísimo (afortunadamente, mejor sería que ni existiera). Ultranacionalismo jingoísta judío. Se puede leer, literalmente: "¡muerte a Edón! ¡Dios quiere la guerra!". Estupideces como ésta ha tenido enfangada a la humanidad desde sus orígenes. Una vez más, sólo el pacifismo liberador del Evangelio puede alumbrar.
Jonás: Es un libro profético porque predica la destrucción de Nínive. Aparte de eso, el Libro de Jonás es una hermosísima historia corta que todo niño cristiano conoce desde su más tierna infancia. En el Medievo fue motivo de representación en centenares de representaciones artísticas, sobre todo paleocristianas y románicas. Mensaje: aquel que confía en Dios será salvado incluso en las situaciones más extremas (haber sido engullido por un monstruo marino, por ejemplo).
Miqueas: Como Amós, vive en época de prosperidad económica de Israel y Judá, de nuevo surgen injusticias sociales, que el profeta denuesta como antinaturales para el pueblo elegido. También se profetiza que el Mesías nacerá en Belén, la ciudad más pequeña del reino, símbolo de humildad.
Nahún: Brevísimo texto poético que sólo contiene profecías de la destrucción de Nínive, capital asiria, gran opresora de Israel y Judá. Es, por tanto, un pequeño libro ultranacionalista y jingoísta (uno más).
Habacuc: Justificación de la conquista militar de Judá por parte de los babilonios porque el pueblo de Dios ha pecado. Una vez más, todo lo malo es culpa nuestra...
Sofonías: Otro texto poético y breve. Profetiza la destrucción de Jerusalén y la conversión de los paganos. Narra el Día del Señor como un día de ira y destrucción divina.
Ageo: Texto en prosa, muy breve. Babilonia es un imperio. Semblanza del rey Ciro, de carácter liberal, no opresor. Permite reconstruir el Templo de Salomón en Jerusalén.
Zacarías: Penúltimo libro del Antiguo Testamento. Profecías sobre la venida del Mesías y la reconstrucción de Jerusalén.
Malaquías: De nuevo un profeta ultranacionalista. Arrambla con los vicios de los judíos, a saber: opresión de los fuertes, malas prácticas en el templo (ofrendas defectuosas) y, sobre todo, matrimonios mixtos entre judíos y gentiles.
Conclusión: Salvo el bello Libro de Jonás, todos los textos de profetas menores no aportan nada a la vida del cristiano, no ya del siglo XXI, sino de ninguna época. Tienen un valor histórico indudable, pero poco más... o tal vez sí... pueden ser ejemplo... mal ejemplo de una religiosidad equivocada, pueden servir para compararlo con el Evangelio para diferenciar una religiosidad anacrónica, castrante y envilecedora, de otra, la de Jesús de Nazaret, moderna, liberadora y perfeccionadora .