Los de Alba Editorial tienen un mérito notable, ya lo he comentado con anterioridad, al reeditar clásicos (especialmente de la llamada "Literatura victoriana") que habían quedado descatalogados o que incluso nunca se habían editado en nuestra lengua. En este último caso se encuentra este volumen de Trollope, que compila ocho relatos traducidos por Marta Salís. Son relatos en los que, como su título indica, el argumento principal tiene que ver con relaciones afectivas (esos noviazgos y matrimonios), con sus idas y venidas, sus dificultades y posibilidades, sus alegrías y sus tristezas. El tema romántico es, sin duda, uno de los más frecuentes en esa mal llamada "Literatura victoriana" (digo mal llamada, porque esa es una denominación exclusivamente nacional que hace referencia a un periodo histórico y político concreto, el de el reinado de Victoria en el entonces Imperio Británico, desatendiendo el hecho de que los escritores ingleses también estaban sometidos a las modas y cambios que el resto de los escritores occidentales), y es un tema habitual, digo, porque los lectores (en este caso, más abundantemente, las lectoras) así lo demandaban. No quiero ser injusto una vez más, pero no voy a retirar ese sobrenombre caprichoso que puse a la literatura victoriana: "literatura de té y pastas". Literatura de té y pastas porque estaba escrito para el puro entretenimiento intelectual de orondas señoronas ociosas cuya máxima aspiración en la vida era figurar socialmente. Me puedo imaginar a toda esa pléyade de féminas, señoras de su señor, en su pequeña mansión, maltratando al servicio y leyendo a Dickens, Thackeray, Trollope y demás un par de horitas al día para luego poder discutirlas con sus amigas (también orondas señoronas ociosas) en su propio "club de lectura". Sí, suena un tanto extremo, lo sé, pero también es perfectamente verosímil y así se explicaría la existencia de estos relatos romanticones...
¡Hombre, "relatos romanticones"! Sí, "relatos romanticones", no lo quito. Relatos de gentes ociosas (esta vez, jóvenes) que se enamoran, desenamoran, desengañan, apasionan, alegran, entristecen... porque un joven ingeniero recién llegado a la comarca la ha mirado de un cierto modo en un momento concreto, o porque un atractivo y joven empleado la ha sacado a bailar en una fiesta antes que a su amiga Menganita... Dicho de otra forma, son relatos protagonizados por mujeres jóvenes (y alguna madura de armas tomar) cuyos sentimientos románticos están a flor de piel y a punto de ser sublimados o atropellados por una sutil mirada. Estoy seguro de que las lectoras cuyo corazón latía frenético al leer estos relatos ya peinaban canas, pero recordaban avatares semejantes por los que pasaran unos pocos decenios antes. En fin, literatura romántica para románticas damas sin problemas (literatura de té y pastas, vamos).
Pero, claro, uno de los mayores defectos que tiene el ser humano es ese capricho incomprensible de querer comer todos los días; este defecto lo tienen incluso los escritores. Así, el bueno de Anthony Trollope, como el resto de escritores de su época (y de todas, en realidad), tuvo que plegarse a los gustos y exigencias de su público, y no despreciar a esas orondas señoronas ociosas que también compraban esas revistas semanales en las que publicaban sus relatos. Puede verse como una concesión a la comercialidad y el mercadeo, pero es una necesidad impepinable...
Vale, todo eso parece sensato, pero, entonces, ¿merece la pena leer este volumen? Hombre, sí. Al margen del tema principal, son relatos de Trollope, con su prosa cuidada, adjetivada y lenta, con esa extraordinaria capacidad de descripción del más mínimo detalle, minuciosidad que no se hace en absoluto pesada o empalagosa. La calidad literaria de Anthony Trollope está por encima de unos argumentos de mayor o menor relevancia social. ¡Siempre será Trollope!
Y, bueno, como siempre hay altibajos en la calidad de una compilación de relatos. A mí me ha gustado La mère Bauche, ambientado en los Pirineos franceses, en el que la crueldad interesada de una madre, dueña de un hotel-balneario, lleva al suicidio a una joven enamorada de su único hijo. En otros como El viaje a Panamá, narración de un amor un tanto forzado por las circunstancias económicas, acaba con un final inesperado e imaginativo. En La hija del pastor de Oxney Colne, Trollope discurre sobre el descubrimiento del desamor en un matrimonio precipitadamente acordado. En fin, ocho relatos con unos argumentos que, francamente, me traen al pairo, pero aunque sólo sea por la calidad del autor, merecen ser leídos.