domingo, 28 de enero de 2024

Inciso musical: concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, dirigida por Thierry Fischer. Obras de Liádov, Kabalevski y Beethoven.

  Tengo la costumbre/manía, ya lo conté, de preparar el concierto que voy a escuchar con días de antelación. A mis cincuenta y tantos años, más de cuarenta de melómano, mi discoteca particular es francamente amplia, pero, en todo caso, hoy en día tenemos en internet un enorme repositorio de música clásica disponible en todo momento. Así, uno puede escuchar distintas versiones en función de las orquestas y directores más famosos para así anticipar lo que va a escuchar pocos días después. Tal vez sea una estupidez, pero a mí me gusta esa sensación de preparar la audición como si fuera un examen que uno ha de pasar, creo que se llega al concierto con una conciencia más clara de lo que va a escuchar y se disfruta con mayor plenitud del mismo.
 Bueno, pues eso mismo hice del concierto de ayer, pero he de reconocer que he escuchado muy poquito a un par de autores y un "muchito" al otro. ¿Se prevé cuál? Pues sí, entono un mea culpa sobre rendirme a la calidad conocida en lugar de la supuesta bondad desconocida; vamos, que he escuchado mucho la Segunda Sinfonía de Beethoven y muy poco las obras de Liádov y Kabalevski.
 En fin, este fue el octavo concierto de abono de la temporada 23-24 de la OSCyL, y comenzó con tres pequeñas obras de Anatoli Liádov. Liádov destacó precisamente (además de como discípulo aventajado de Rimski-Kórsakov) como gran compositor de poemas sinfónicos de pequeña duración, muchos de ellos inspirados en leyendas o lugares rusos. Tres "miniaturas" nos presenta la OSCyL hoy: Baba-Yaga, El lago encantado y Kikimora. La primera hace referencia a una suerte de bruja que devora niños traviesos, uno de esos personajes para conseguir que los niños se porten bien y que son tan frecuentes en la cultura tradicional europea. La música de Liádov para representar a esta bruja no podía sino ser enérgica e impactante, me recordó notablemente a Una noche en el Monte Pelado de Músorsgski; la temática, sin duda, es semejante. El lago encantado tiene un tempo y unas melodías opuestos. Como en todo poema sinfónico que se precie, el oyente con sensibilidad puede llegar a "ver" las imágenes que el compositor pone en su cabeza, en este caso el movimiento de las aguas mecidas por el viento se "sienten" perfectamente, tanto como en otros poemas sinfónicos más conocidos que también tienen que ver con las aguas, léase La mer de Debussy o El Moldava de Smetana, por ejemplo. Kikimora es otro corto poema sinfónico de Liádov que describe otra criatura mitológica del folclore eslavo, una criatura doméstica que tiene que ver, por lo visto, con las pesadillas nocturnas.
 Luego llega el turno de Dmitri Kabalevski y su Concierto para violonchelo y orquesta nº 2. Aquí es donde un servidor pasaba de esa pieza a la Segunda Sinfonía de Beethoven cuando lo escuchaba en el reproductor de música. Parece ser que Kabalevski (1904-1987) comulgó plenamente con el el comunismo soviético en el que vivió la práctica totalidad de su vida; esto explica la gran cantidad de "obras musicales patrióticas" que compuso para ensalzar las supuestas bondades de la Revolución comunista. Esas obras apenas han tenido representación en Europa Occidental, siendo justamente las sinfonías y los conciertos para violín y piano los que traspasaron las fronteras de la Unión Soviética. En todo caso, el Concierto para violonchelo y orquesta nº 2 no es una obra de fácil audición par el público general. Uno puede disfrutar con la virtuosidad del chelista (en este caso, el británico Steven Isserlis) y su extraordinaria compenetración con el instrumento, pero es de reconocer que la obra de Kabalevski es francamente áspera y difícil de escuchar. Es curioso, porque, como es sabido, en estos conciertos, el solista regala al público un bis para agradecer los aplausos, y normalmente elige una pieza mucho más conocida (en el caso de ayer, de Bach) que acaba por conseguir que el gran público del auditorio se reconcilie plenamente con el instrumentista, es como si todos dijeran "ah, sí, esto sí".
 Y, tras el descanso, la Segunda Sinfonía de Beethoven. En la primera reseña de los conciertos de abono de esta temporada ya comenté la magna intención que se había autoimpuesto la OSCyL de representar las nueves sinfonías de Beethoven a los largo de tres temporadas. La notable dificultad de escenificar las nueve maravillas de Beethoven hace imprescindible disponer de varios años para llevarla a cabo. Pero, claro, además están los tres periodos básicos en los que los musicólogos dividen la obra de Beethoven: temprano, medio y tardío. En el periodo temprano (hasta 1802) la influencia de Haydn y Mozart es evidente, aunque la personalidad del genio de Bonn ya se hace notar, pero las obras compuestas en ese tiempo (las dos primeras sinfonías, los seis cuartetos para cuerdas, los dos primeros conciertos para piano o la primera docena de sonatas para piano) encajan perfectamente en la pureza del Clasicismo musical con ese equilibrio, ese rechazo de excesos del periodo barroco. La Sinfonía nº 2 en concreto es una belleza sin mácula, excelsa, que lo reconcilia a uno con el ser humano en sus mejores manifestaciones artísticas. Sus cuatro movimientos rozan lo sublime, pero el scherzo del tercero, con su alegría de baile, de minuetto es de una jovialidad magnífica. El bueno de Beethoven, con su sordera, su carácter huraño y su misantropía compuso con la Segunda Sinfonía, sin embargo, una oda a la vida, a la reconciliación y al amor. No llega a los extremos de optimismo de la Sexta Sinfonía (la Pastoral), claro, pero sí es una obra que se regocija en la vida. Una verdadera maravilla a escuchar cuando uno tenga uno de esos días bajos de ánimo.

domingo, 21 de enero de 2024

Frente a la distorsión mediática de la realidad, la observación calmada y con criterio propio.

  Una cosa sé: andando, mirando, meditando, observando, siguiendo la marcha, el mundo se presenta de un modo distinto de como se presenta en los periódicos.

 Cita extraída del ensayo Ayer, de camino. Peter Handke (Premio Nobel 2019).

viernes, 19 de enero de 2024

"Breakdowns", un cómic de Art Spiegelman.

  Hay autores famosos que, en realidad, sólo tienen una obra memorable, siendo el resto morralla olvidable; da igual que sean escritores o historietistas. Es el caso de Art Spiegelman, el creador de Maus, uno de los mejores cómics de toda época, si no el mejor. En Maus, Spiegelman relata las terribles experiencias de sus padres durante la ocupación nazi de Polonia, su reclusión en el campo de exterminio de Auschwitz, su supervivencia en condiciones extremas y la vuelta a la vida en Estados Unidos. Es un argumento tan brutal que cuesta asumirlo como propio de seres humanos (hasta que se ve un informativo de un día cualquiera con la relación cotidiana de guerras, desastres y asesinatos con los que se entretiene el mono con pantalones), pero, además, la calidad técnica de los dibujos es altísima, muy elaborada (en la técnica clásica de la línea clara), de extrema originalidad (representando a los judíos como ratones, los nazis como gatos, los americanos como perros, los franceses como gatos, los suecos como ciervos, los polacos como cerdos y los gitanos como insectos). Es una obra que impacta, aunque no gusten los tebeos, llega al corazón. Diría que si fuera un texto literario tendría un gran valor (según la calidad de la técnica literaria, claro) pero con esos extraordinarios dibujos lo convierten en un clásico imprescindible.
 Tan alto es el nivel de Maus, que periódicamente me obligo a pensar que este tal Art Spiegelman tiene que haber creado algo más de calidad. Tras comprobarlo una y otra vez, constato que me equivoco. Spiegelman no ha creado nada que se acerque remotamente a Maus.
 En esas comprobaciones está este tomo de gran formato llamado "Breakdowns" (traducible por "crisis mentales", "colapsos") publicado en 1978, en el que Spiegelman, entonces de unos treinta años, busca su estilo literario y artístico entre serios problemas de salud mental. Por aquella época ya estaba trabajando en Maus, que sería publicado en 1991 en un solo tomo. Mientras tanto, Breakdowns es un típico "cómic underground" estadounidense de la época, que trata de subvertir la sociedad de su momento. No olvidemos que estos tebeos surgen a finales de los sesenta y tienen su momento álgido en la primera mitad de la década siguiente, perdiendo fuerza en los ochenta. Es decir, surgen con un cambio tremendo y sin vuelta atrás de la sociedad estadounidense y occidental en general.
 Pero la propia idiosincrasia de los cómics "underground" era autodestructiva, pues a la vez que apuntaban como lectores a enormes capas de la sociedad, su afán de provocar y romper moldes los llevaba a una clara marginalidad. En esos tebeos se incluían escenas que, ayer y hoy, pueden ser tildados de pornográficos, por ejemplo. Nada más rompedor y provocador que el uso de la pornografía para remover las aburguesadas conciencias. 
 En todo eso se mueve Breakdowns, pero con una calidad literaria y artística baja. Incluye, no obstante, unas páginas memorables: precisamente las que incluyen una historia del ámbito de Maus, con los mismos dibujos. Lo demás, no interesa.

sábado, 13 de enero de 2024

Inciso musical: concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, dirigida por Roberto González-Monjas. Obras de Ottorino Respighi, Ralph Vaughan Williams y Mozart.

 Séptimo concierto de abono de la temporada 23-24 de la OSCyL. Hoy el director habitual, Thierry Fischer, es sustituido por el joven violinista y director vallisoletano Roberto González-Monjas. El concierto comenzó con Ottorino Respighi, el talentosísimo director italiano, creador de cuadros musicales apabullantes en forma de poemas sinfónicos. Precisamente de estos poemas sinfónicos de Respighi los más notables son la llamada Trilogía de Roma, por haber sido la ciudad eterna donde encontró la inspiración, sólo falta el tercero, Feste romane, por interpretarse aquí. Le fontane di Roma (Las fuentes de Roma) tiene querencias de otros grandes compositores románticos (Respighi por edad caería en lo que llamaron post-romanticismo) como Maurice Ravel y Richard Strauss; sus movimientos se equiparan a cuatro famosísimas fuentes romanas que sirvieron de iluminación al autor, a saber: la fuente del Valle Giulia, la fuente del Tritón, la Fontana di Trevi y la fuente de Villa Medici. Bien, es un poema sinfónico espectacular, la verdad, pero yo no acabo de imaginarme ninguna de estas fuentes, las cuales conozco personalmente (hoy, especialmente la Fontana di Trevi habría que describirla como una fuente monumental en una pequeña plaza, sí, pero, sobre todo, como una aglomeración desmesurada de turistas), bueno, a lo que iba, Le fontane di Roma no me evoca especialmente esas monumentales fuentes romanas, esto contrasta vivamente con el poema sinfónico por excelencia que un servidor disfrutó en su primera juventud y que lo convirtió en melómano de por vida, El Moldava de Bedrich Smetana. A orillas de ese río checo no he estado nunca, pero la genialidad de Smetana imita el curso del arroyo primero, para ir creciendo poco a poco y convertirse en un enorme río que desemboca en el Elba; las fiestas campesinas que se celebran en sus orillas también están recogidas con verosimilitud casi de folklorista. Le fontane di Roma no es tan claramente evocadora, aunque pinta cuadros musicales capaces de arrancar interminables aplausos en pie.
 Contando con Roberto González-Monjas como violinista y director, la elección del Concierto para violín y orquesta en Mi bemol de Mozart es un acierto. Son tres movimientos, cada cual con su genialidad: el primero, Allegro, tiene un tutti que arrastra a los espectadores con una intensidad que sólo el genio de Salzburgo sabía conseguir; el segundo, Andante cantábile, muestra una serenidad fascinante, con un solo de violín que hace las delicias de los espectadores, especialmente cuando el virtuoso solista es de la tierra; por último, en el tercero, Rondeau: Andante grazioso, Mozart entreteje un tema en el que escuchamos la clásica danza que tan fácil es de escuchar.
 Ralph Vaughan Williams fue un compositor inglés del cambio de siglo XIX al XX. También influenciado por Maurice Ravel y por Claude Debussy, fue un apasionado de la poesía, especialmente de la de Walt Whitman. En la obra que la OSCyL interpreta hoy, The Lark Ascending (La alondra ascendiendo) se inspira en un poema del poeta victoriano George Meredith y en la propia ave, un sencillo pajarillo de colores parduzcos. El resultado es una composición etérea, vaporosa, de gran sensibilidad y delicadeza, que queda un tanto desleído en una gran sala sinfónica. En este sentido, la diferencia entre salas de cámara y salas sinfónicas me parece un tanto forzada. Creo que obras de gran intensidad y potencia necesitan una sala de tamaño grande, pero esta de Williams, aunque su orquestación no lo justifique, debería ser interpretada en una sala más pequeña, con menos público, así se podría disfrutar sus frases musicales delicadas y sutiles con mayor propiedad.
 El concierto de ayer terminó con I pini di Roma (Los pinos de Roma), de nuevo de Ottorino Respighi. Ésta es la obra más conocida del compositor italiano, que tiene una energía verdaderamente apabullante, especialmente en su último movimiento, I pini della Via Appia (Los pinos de la Vía Appia), que ponen el auditorio en pie en el aplauso final. En este caso es lo contrario que lo de Ralph Vaughan Williams, Respighi da un peso tremendo al viento metal y a la percusión de una manera que sólo Wagner, Bruckner o Richard Strauss se atrevieron a dar. El resultado es de una intensidad arrolladora, en las antípodas de la etérea The Lark ascending de Vaughan Williams. Por cierto, I pini di Roma fue una de las piezas elegidas por Disney para esa película de animación con música clásica llamada Fantasía 2000 y que rememoraba otra sesenta años anterior llamada Fantasía a secas. Esas dos películas supusieron notables hitos en el cine de animación, pero también en la excelente combinación de éste con la música clásica. Lo curioso es que los de Disney no pensaron en pinos ni en la Vía Appia de Roma cuando pusieron imágenes gráficas a la música, sino una especie de ballet colectivo interpretado por ballenas jorobadas, que salían de su medio acuático natural para volar entre nubes. Puede parecer extraño, pero el resultado fue muy apropiado, por eso es por lo que antes decía que en los poemas sinfónicos de Ottorino Respighi la música no evoca directamente lugares o hechos concretos, aunque al compositor se lo inspirara, claro. 

martes, 9 de enero de 2024

"Barry Lyndon", de William M. Thackeray.

  Consideran a Thackeray como el "segundo mejor escritor de la época victoriana", como si se tratase de una competición. Pero si se considera así es porque la novela que he acabado de leer es una de las más analizadas en estudios de Humanidades en los países anglosajones, no tanto por su argumento como por sus temas y, sobre todo, por su estilo, verdaderamente paradigma de calidad excelsa. Y, a decir verdad, la comparación con Dickens se me antoja forzada, únicamente defendible por cuestiones temporales (contemporáneos hasta parecer casi gemelos); pues Dickens tenía un pronto sentimental más marcado, era un escritor prejuicioso (benditos prejuicios, por cierto, que comparto casi en su totalidad), mientras que Thackeray hace gala de un realismo intelectual más puro, protegido, eso sí, por el sarcasmo y la ironía. Exagerándolo un poco, cabría decir que muchas novelas "dickensianas" tienen un sesgo ideológico que parece propio de un propagandista (defensa de los pobres, siempre honrados y trabajadores, ataque a los ricos, siempre avaros y mezquinos); mientras que en Thackeray encontramos un desapego por el individuo, no toma partido, digamos, por nadie. De hecho, al leer Barry Lyndon no he podido dejar de recordar La vida y opiniones del caballero Tristam Shandy de Laurence Sterne, principalmente porque al igual que la de Thackeray tiene más de novela picaresca que de otra cosa, poniendo en solfa mediante el más sutil sarcasmo la apariencia de caballerosidad y nobleza en un tipejo de la más baja estofa; es decir, un espejo de la sociedad humana, cuyos más altos dignatarios son, en realidad, los más despreciables inmorales de todos.
 El argumento de Barry Lyndon es la autobiografía de un rufián, ludópata, misógino y pendenciero que se tiene a sí mismo por un caballero honrado, buen pagador, defensor de las damas y pacifista. Vamos, un auténtico caradura. Se considera descendiente de "los antiguos reyes de Irlanda", si es que estos existieron alguna vez, y todos sus esfuerzos vitales están orientados hacia la consecución de una fortuna que le permita vivir como "alguien de su alcurnia merece". Para enriquecerse se une al ejército de Su Majestad (británica, claro, puesto que Irlanda en aquel entonces pertenecía al Reino Unido) en la Guerra de los Siete Años (1753-1763) donde destacará como camorrista indómito que no duda en cambiar de bando por conseguir una pequeña prebenda; después trata de lucrarse con los naipes, siendo un fullero incapaz de aceptar la derrota, acabando en el atraco y robo si se tercia; finalmente trepará socialmente buscando un matrimonio ventajoso con una rica viuda (la condesa Lyndon) por la que cambiará su nombre de Redmond Barry a Barry Lyndon. A esta pobre mujer y a su hijastro les dará una mala vida de violencia física y verbal que sólo un patán como él es capaz de generar. Con este casamiento conseguirá riquezas que le abrirán las más altas puertas, llegando a recibir un escaño en el Parlamento. Pero, cual si la vida fuera la elipse descrita por un bumerán, el maltrato de Lyndon a su esposa acabará por mandarlo de nuevo al arroyo, siendo desposeído de su título, su riqueza y su castillo, acabando sus días en una cárcel, mísero y alcoholizado.
 Y los temas, pues lo que antes apunté: ironía de las aspiraciones y anhelos humanos, sarcasmo de la apariencia de respetabilidad de los más destacados miembros de nuestra sociedad, burla de los supuestos principios morales de la misma... Por eso es una novela picaresca. Con todo, la ironía no es tan palmaria como en el Lazarillo de Tormes, por ejemplo, donde se mofa de la hipocresía social del momento (y de siempre) con unas pullas evidentes y sangrantes, no, en La suerte de Barry Lyndon es todo más sutil (más anglosajón, quizá), cualquier lector medianamente formado detecta la sátira de un tipejo soberbio, fanfarrón y vanidoso que pretende pasar por ser lo contrario.
 Y con respecto al estilo literario, aquí todo ya es sublime. Antes decía que Barry Lyndon es obra de análisis obligado en cualquier estudio superior de Humanidades en el ámbito anglosajón. La meticulosidad de las descripciones hace de la novela una referencia inolvidable de la imperfecta naturaleza humana, capaz de todos los vicios y siempre aspirante a la máxima virtud; la psicología del personaje es tan redonda que uno cree conocer personalmente a Barry Lyndon, sobre todo por su evolución en el tiempo, pues la autobiografía abarca desde su adolescencia hasta la muerte en la vejez, pasando por toda clase de vicisitudes y evolucionando como individuo con cada una de ellas.
 Es una "novela global", tanto como lo puede ser el Quijote u Oliver Twist, pues aun teniendo unas coordenadas espaciotemporales bien definidas, es extrapolable a cualquier época y cualquier lugar en el que lata un corazón humano. Una gran novela, un enorme disfrute para el lector avezado.

sábado, 6 de enero de 2024

Epifanía del Señor

 

Durero, Alberto. (1504). Adoración de los Magos. Óleo sobre tabla. Galería de los Uffizi. Florencia.
Imagen tomada de Wikimedia Commons

viernes, 22 de diciembre de 2023

"Poetry Is...", by Grant Snider. (www.incidentalcomics.com)

 

Image taken from the site www.incidentalcomics.com

Inciso musical: concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León dirigida por Elim Chan. Obras de Anna Clyne, Franz Liszt y Stravinski.

  Sexto concierto de abono de la temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, que en esta ocasión (y habrá otras, pues es la directora invitada para la temporada 2023-2024) está dirigida por la directora hongkonesa Elim Cham. El programa de hoy lo tiene todo: brillante música culta contemporánea, melodías románticas a piano y la espectacularidad sinfónica de Stravinski.
 Igual que Cham es directora invitada, Anna Clyne es la compositora invitada para la temporada. Por ello es la segunda obra que se disfruta, y será representada otra vez. Esta noche escuchamos This Midnight Hour (Esta medianoche), una composición de quince minutos de una notable brillantez. Según parece, la compositora londinense se inspiró en un poema de Juan Ramón Jiménez y otro de Baudelaire para componerla. La del andaluz es el titulado La música, que es este breve texto:

¡La música;
-mujer desnuda,
corriendo loca por la noche pura!-

 Por su parte, el poema del francés es el titulado Harmonie du Soir, incluido en su famosísimo Las flores del mal y su primera estrofa es la siguiente:

He aquí que llega el tiempo en que vibrante en su tallo
Cada flor se evapora cual un incensario;
Los sonidos y los perfumes giran en el aire de la tarde.
¡Vals melancólico y lánguido vértigo!

 Es una composición harto extraña, dividida en dos mitades: la primera con unos choques armónicos brutales, que rozan la atonalidad; la segunda parte es más convencional, con unas oleadas sonoras que dan esa brillantez de la que antes hablaba.
 Después una de las obras más reconocibles de Franz Liszt, el Concierto para piano nº 1 en Mi bemol mayor. El virtuoso ha sido esta noche el pianista ruso Alekxéi Volodin, que ha conseguido levantar al público de sus asientos en un aplauso que se ha prolongado varios minutos. De todas formas, a pesar del protagonismo del piano, el propio Liszt lo consideró un concierto sinfónico, pues la orquesta no es en absoluto una mera acompañante. Como buena obra de compositor romántico, el Concierto para piano nº 1 contiene verdaderas acrobacias pianísticas, pero también melodías arrebatadoras y apasionadas. El resultado final es una obra completa, total.
 Y, hablando de obra completa y total, tras el descanso toca el Pájaro de fuego de Ígor Stravinski. Siendo un ballet, uno podría esperar que las necesarias imágenes que proyectan los bailarines se echarían de menos, restando gran espectacularidad a la música, pero ésta es tan apabullante que no se echa en falta en absoluto las imágenes visuales de la danza. Y es que Stravinski crea una obra en la que no hay punto débil. Cabe decir que todas las familias instrumentales tienen su protagonismo: el viento metal es dominante por momentos, pero luego la melosidad del viento madera toma su importancia, sin desmerecer la omnipresencia de la cuerda y, por supuesto, la espectacularidad de la percusión. Es, ya digo, una obra total, envolvente y sugerente que pinta ideas en la cabeza del espectador sin necesidad de imágenes. En esta ocasión, la OSCyL ha estado acompañada por miembros de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León Joven, músicos ya suficientemente preparados que tan sólo son simplemente más jóvenes. La representación que dirige Elim Cham la vuelve más espectacular cuando sitúa a músicos de viento metal en las esquinas del auditorio, entre el público, consiguiendo un efecto estéreo mucho más impresionante.
 En fin, un concierto para disfrutar de la deslumbrante labor de una orquesta sinfónica. Reconozco que, por mi carácter, disfruto más del intimismo de la música de cámara, pero no puedo negar la fastuosidad sinfónica.

Solsticio de invierno

 

Brueghel "el Joven", Pieter. (1601). Paisaje nevado con patinadores y trampa para pájaros. Óleo sobre tabla. Museo del Prado. Madrid.
Imagen tomada del sitio www.museodelprado.es

Salmo 103

 Dios ama y perdona
1 De David.
Bendice, alma mía, al Señor, | y todo mi ser a su santo nombre.
2 Bendice, alma mía, al Señor, | y no olvides sus beneficios.
3 Él perdona todas tus culpas | y cura todas tus enfermedades;
4 él rescata tu vida de la fosa, | y te colma de gracia y de ternura;
5 él sacia de bienes tus días, | y como un águila | se renueva tu juventud.
6 El Señor hace justicia | y defiende a todos los oprimidos;
7 enseñó sus caminos a Moisés | y sus hazañas a los hijos de Israel.
8 El Señor es compasivo y misericordioso, | lento a la ira y rico en clemencia.
9 No está siempre acusando | ni guarda rencor perpetuo;
10 no nos trata como merecen nuestros pecados | ni nos paga según nuestras culpas.
11 Como se levanta el cielo sobre la tierra, | se levanta su bondad sobre los que lo temen;
12 como dista el oriente del ocaso, | así aleja de nosotros nuestros delitos.
13 Como un padre siente ternura por sus hijos, | siente el Señor ternura por los que lo temen;
14 porque él conoce nuestra masa, | se acuerda de que somos barro.
15 Los días del hombre duran lo que la hierba, | florecen como flor del campo,
16 que el viento la roza, y ya no existe, | su terreno no volverá a verla.
17 Pero la misericordia del Señor | dura desde siempre y por siempre, | para aquellos que lo temen; | su justicia pasa de hijos a nietos:
18 para los que guardan la alianza | y recitan y cumplen sus mandatos.
19 El Señor puso en el cielo su trono, | su soberanía gobierna el universo.
20 Bendecid al Señor, ángeles suyos, | poderosos ejecutores de sus órdenes, | prontos a la voz de su palabra.
21 Bendecid al Señor, ejércitos suyos, | servidores que cumplís sus deseos.
22 Bendecid al Señor, todas sus obras, | en todo lugar de su imperio. | ¡Bendice, alma mía, al Señor!