miércoles, 30 de diciembre de 2020

"Muerte de la luz", por George R.R. Martin.

  La primera novela publicada del archiconocido autor de Juego de Tronos; ésta, a diferencia del best seller, está ambientada en un hipotético futuro, en el que la Humanidad ha tenido que colonizar centenares de planetas, variando morfológicamente con el paso de los milenios y formando, por tanto, distintas razas que comienzan a tener conflictos entre sí. Bueno, pues en esa tesitura, Martin presenta a los personajes: Dirk t'Larien, un humano que recibe una joya susurrante (supuesto aplicación de mensajería de ultimísima generación) en el que una antigua novia, Gwen Delvano, le pide que vaya a visitarla al lejano planeta de Worlorn. Cuando el tal Dirk llega a ese planeta se encuentra con que es un astro moribundo, prácticamente deshabitado y que, año tras año, es más frío al irse alejando progresivamente de su estrella; pero lo peor es que la emisora del mensaje está casada (aquí está el tomate, en el tipo de relación) con un tal Jaan Vikary, un tipo perteneciente a la estirpe de los kavalar, una raza guerrera y violenta. El tomate de la relación está en que los kavalar no tienen pareja al estilo humano, esto es, con libertad de elección e igualdad entre los dos, sino que la hembra es una especie de protegida en el sentido peyorativo: protegida y controlada; además, hay un tercero en discordia, otro kavalar macho que tiene una extraña relación de camaradería subordinada con el primero y que, parece ser, también tiene "derecho de pernada" con la hembra.
 Entiendo que el título de la novela hace referencia precisamente a la pérdida paulatina de la luz y el calor que se da en el citado planeta; tal vez un detalle menor. George R.R. Martin pasará a la historia como un escritor de fantasía histórica más que de ciencia ficción, la saga de Canción de hielo y fuego (que es el nombre completo de la saga, Juego de tronos es la primera de las cinco novelas que la componen) pesa mucho más que las de ciencia ficción pura. Con todo, Martin destaca no tanto en la descripción de planetas desconocidos, tecnologías de transporte espacial o viajes estelares, como en las relaciones entre personajes, ahí sí que es un verdadero maestro. Es decir, este autor es muy bueno al narrar las vicisitudes que afectan a los encuentros y desencuentros de sus personajes. 
 Los de la editorial Gigamesh dicen que "Muerte de la luz es una de las historias de amor más hermosas jamás contadas", pero yo no estoy de acuerdo. La novela destaca por dibujar las tácticas de diplomacia, enfrentamiento, amistad, enemistad... entre personajes, lo de menos es la historia de amor. Porque, vamos a ver, sí, aparentemente hay un triángulo amoroso entre los dos humanos y el kavalar, que, como todo triángulo amoroso, existe porque uno de sus vértices, el de la mujer, quiere mantenerlo, pero es todo más complejo. En mi opinión, esta novela (publicada en 1977) es un anticipo de Juego de tronos que narra, como todo el mundo sabe, las intrigas, las ansias de poder, las alianzas, traiciones, asesinatos, etcétera de unos hipotéticos reinos en un hipotético planeta Tierra. Bueno, pues en Muerte de la luz también se narran todas esas intrigas, aunque de forma mucho más reducida y condensada. De hecho, la cuestión principal de la novela es un duelo por honor mancillado... como si fuera en una novela de fantasía medieval. En realidad, el hecho de que nos encontremos en un planeta lejano, que existan distintas razas alienígenas y que haya naves espaciales es lo de menos, donde destaca Martin, ya digo, es en las relaciones entre personajes. 

  Al margen de esas relaciones, la prosa de Martin es bastante ligera, predominando la narración sobre la descripción (narración en el sentido de cambio, de evolución, de esas relaciones). No es, en absoluto, una ciencia ficción dura al estilo de Asimov, con especificaciones técnicas de las innovaciones tecnológicas que tienen sus personajes.

miércoles, 23 de diciembre de 2020

"Maestros del horror de Arkham House", publicado por Valdemar.

   Esa espléndida costumbre que tiene la editorial Valdemar de compilar relatos de terror, fantasía o macabros en pequeños volúmenes (pequeños, al menos, los de la colección Diógenes) continúa avalada, creo yo, por su gran éxito. Con salvedades. El tomo en cuestión es, en realidad, una compilación hecha por Peter Ruber, editor de la americana Arkham House en tiempos recientes (de 1997 a 2004) de los primeros años de la misma. De hecho, el subtítulo del libro, que apareció en Estados Unidos en 2000, es "una antología retrospectiva de los treinta primeros años de Arkham House en su sesenta aniversario". Para quien no lo sepa, Arkham House es una editorial histórica de narrativa de terror y fantasía que inició su andadura allá por 1939, cuando August Derleth y Donald Wandrei decidieron preservar y continuar la labor de H. P. Lovecraft con un proyecto más estable y serio (una editorial que publicara libros, no sólo revistas) que las famosas revistas pulp que, aunque llegaban a un público muy numeroso, tenían muy poco prestigio. Los propios Derleth y Wandrei, escritores del subgénero ambos, son verdaderas "vacas sagradas" de este tipo de historias, además de amigos epistolares del "solitario de Providence". Es probable que de no ser por ellos no hubiéramos llegado a conocer el mundo literario de Lovecraft. Bien, lo cierto es que la editorial Arkham House aún subsiste, reeditando toda la obra de aquél, además de publicando más obra nueva de otros autores.
  El volumen en concreto es una mezcla un tanto peculiar, pues aunque Ruber fue editor, como ya dije, en tiempos recientes, la compilación es de los primeros años, cuando no formaba parte de la empresa. Además, este libro tuvo una acogida polémica en Estados Unidos, ya que introduce a los autores con una crudeza más que notable, impropia de un editor (no estoy muy seguro de esto que acabo de escribir) o, al menos, no muy elegante. Llega a calificar al propio Lovecraft de "auténtico chiflado" "con personalidad esquizoide", eso por no hablar de todos los escritores de los que cuenta detalles irrelevantes de su relación financiera con la editorial. Vamos que los pone a caldo. Así, en la traducción de Valdemar, salen más de seiscientas páginas, más de la mitad de las cuales son las digresiones del tal Ruber sobre las rarezas de los escritores y detalles sórdidos de sus relaciones laborales y personales que, al menos a mí, no me interesan en absoluto. Afortunadamente, el tomo incluye veinte relatos de esos maltratados autores que dan categoría de libro legible a lo que tengo entre manos. Entre los autores están Wandrei, Ashton Smith, Robert Bloch, Robert E. Howard, Carl Jacobi, Frank Belknap Long o Ray Bradbury, todos ellos consagrados y admirados desde hace décadas.

  Con todo, es de agradecer que Valdemar haya publicado la compilación, tanto por el puñado de excelentes relatos que contiene, como para aclarar la conocidísima difícil relación (siendo benévolo) entre editores y autores.

lunes, 14 de diciembre de 2020

"Strawberry Fields Forever", John Lennon (1967)

 

Fotograma del video oficial. Imagen tomada del sitio www.iloveclassicrock.com

Let me take you down
'Cause I'm going to Strawberry Fields
Nothing is real
And nothing to get hung about
Strawberry Fields Forever
Living is easy with eyes closed
Misunderstanding all you see
It's getting hard to be someone
But it all works out
It doesn't matter much to me

Let me take you down
'Cause I'm going to Strawberry Fields
Nothing is real
And nothing to get hung about
Strawberry Fields Forever
No one I think is in my tree
I mean it must be high or low
That is you can't, you know, tune in
But it's all right
That is, I think, it's not too bad

Let me take you down
'Cause I'm going to Strawberry Fields
Nothing is real
And nothing to get hung about
Strawberry Fields Forever
Always, no, sometimes think it's me
But you know I know when it's a dream
I think, er, no, I mean, er, yes
But it's all wrong
That is I think I disagree

Let me take you down
'Cause I'm going to Strawberry Fields
Nothing is real
And nothing to get hung about
Strawberry Fields Forever
Strawberry Fields Forever
Strawberry Fields Forever

miércoles, 9 de diciembre de 2020

"The Attention Manifesto", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).




Imágenes tomadas del sitio www.incidentalcomics.com

"David Copperfield"... y juzgar demasiado pronto...

  Vaya esta entrada en este humilde blog para desagraviar (si es que en mi pequeñez pude hacerlo) al escritor victoriano al que llegué a tachar de anodino en la entrada anterior. Errare humanum est reza la locución latina, así que queda claro que soy humano. Dije en la anterior entrada que me parecía carente de mordiente la novela David Copperfield, que todo era previsible y ñoño... pues eso, que me apresuré... Apenas dos días después haber calificado de esa forma al autor inglés, ahora tengo que desdecirme y, para ser justo, alabar su capacidad de enrevesar lo que parece llano y complicar lo sencillo. Ya me parecía a mí... que este Carlitos no podía ser tan malo...
Charles Dickens. Imagen tomada de Wikimedia Commons
 Con todo, ruego permita el lector que vuelva a aquella injusta aunque algunas veces entendible expresión de "literatura de té y pastas" que he aplicado más de una vez a la literatura victoriana (en realidad, de tanto leer ya no sé si es expresión de mi cosecha o tomada de otro). Lo cierto es que no puedo olvidar que Dickens, al igual que la mayoría de los escritores que trataban de vivir con lo que ponían en negro sobre blanco (así hago distingo con alguno que no tuvo que ganarse la vida, léase, por ejemplo, Henry James). Tal vicio que tenía el tal Dickens (el de querer comer todos los días y vivir en algún sitio más privado y cómodo que debajo de un puente) le obligaba a maltratar a su propia prosa con artimañas que, poco o mucho, algo devaluaban su narrativa. ¿De qué artimañas estoy hablando? Con haber leído un par de novelas de Dickens ya se sabe: los pequeños giros argumentales al final de cada capítulo que dejaban al lector en vilo esperando la siguiente entrega (entrega que llegaba en una publicación semanal); descripciones que pueden llegar a ser sensibleras para la moda actual; "perfilado" excesivo de los personajes, que los convertía en buenos o malos de una forma demasiado evidente... En fin, que este gigante de la literatura universal (no hay sarcasmo aquí) se veía obligado a "vender" su obra a gentes de todo tipo. Uno se imagina a ociosos señorones de la época leyendo un capítulo de David Copperfield y, días después, comentándolo de forma animada con sus amistades... Por eso lo de "literatura de té y pastas". Pero, claro, esto es injusto visto desde aquí o desde Tombuctú. Como decía antes, apenas dos días de la entrada anterior, me arrepiento de lo escrito: en torno a la página seiscientas del tomo, se empieza a enredar todo. Ahora que Copperfield ya es un joven adulto y bien situado en la vida, empieza a reencontrar a sus amistades y enemistades de la infancia de forma casual y... ya se sabe... (presentación, nudo, desenlace). En fin, que fui injusto con Dickens... o no... quizá todo lo que sea criticar en un sentido o en otro es lo que mantiene vivo (como atemporal que es) a la buena literatura. Eso y, por supuesto, leer...

lunes, 7 de diciembre de 2020

"David Copperfield", de Charles Dickens.

  Una de las obras emblemáticas de un autor imprescindible para todo aquél que trate de conocer qué es eso que llaman "literatura"... y, probablemente, una de las novelas menos leídas. Porque, claro, nadie sería tan zafio de despreciar públicamente a un Tolstói (bueno, me temo que alguno sí), pero si se le pide que resuma, lo más sucintamente posible, el argumento de Guerra y paz o el de Ana Karenina, o que hiciera un breve comentario a los principales personajes de sendas novelas... en fin... igual se lo ponía en un aprieto... Pues algo semejante pasa con Dickens y, desde luego, con David Copperfield, y, en realidad, no me sorprende mucho. No me sorprende mucho porque, incluso para mí, un tipo tan raro que disfruta con esa mal llamada "literatura victoriana" y que, a falta de Los papeles póstumos del Club Pickwick que ya tengo en la recámara creo haber leído más del ochenta por ciento de la obra del autor inglés, se me está atragantando un tanto. No se me está atragantando por las mil doscientas y pico páginas de la edición de Alianza editorial, ni por la tradicional estratagema del bueno de Dickens que hacía dejar cada capítulo (sesenta y cuatro en total) con una pequeña incógnita para enganchar al lector (recordemos que Dickens, como tantos otros autores de la época, publicó la mayor parte de sus novelas por entregas en publicaciones semanales), no, la novela se me está atragantando un tanto por lo ñoño y previsible que me está resultando. Acabo de leer lo que he escrito y hasta yo mismo me he alarmado... Veré si puedo argumentarlo.
 En fin, decir que una novela de Dickens es ñoña igual es ir demasiado lejos. Lo que quiero decir es que, a diferencia de Oliver Twist, de Grandes esperanzas, de Nuestro común amigo, de El grillo del hogar, de Historia de dos ciudades, por supuesto de Para leer al anochecer y otros cuentos de temática sobrenatural, incluso a diferencia de La tienda de antigüedades (en esta última, ya no lo tengo tan claro), en David Copperfield todo tiene un tono demasiado previsible, faltan esos giros argumentales que lo dejan a uno con el corazón en vilo; por otra parte, los personajes están, en mi humilde opinión, demasiado encasillados entre los buenos y los malos, apenas se observa evolución en sus caracteres (aparte del personaje principal, claro está). Quiero decir que, por ejemplo, desde el principio se ve que Clara Pegotty será el personaje maternal que el propio David tenga siempre a su lado; que Uriah Heep será un carácter dañino que adula para luego apuñalar por la espalda; que su padrastro, Murdstone, es mezquino y maltratador; o que la tía del protagonista (Betsey Trotwood) es un elemento protector dentro de su excentricidad... Se podría continuar con todos los personajes, ninguno sorprende, todos son definidos de forma plana y evidente sin que haya cambio posible en sus caracteres; a un servidor le hubiese gustado que alguno de ellos cambiaran absolutamente, de blanco a negro, su personalidad o comportamiento, no sé, estoy pensando en el señor Scrooge de Cuento de Navidad; evolución, en definitiva, de los personajes.
 Tal vez sea muy pretencioso por mi parte hacer críticas tan acerbas a una de las grandes obras por excelencia de la literatura universal, pero... así lo siento, perdón si molesto a alguien. En todo caso, los eruditos críticos literarios dicen que David Copperfield es prácticamente una autobiografía, quizá el autor se vio arrebatado por una visión más almibarada que perjudicó su talento creativo... no sé.

  Por supuesto, cuando digo "visión almibarada" no quiero decir que la novela esté libre de situaciones de una dureza terrible, especialmente si consideramos que atañe a la vida de un niño y que, en aquella época victoriana, el hambre, la enfermedad o el maltrato se generalizaban entre los infantes de clase baja hasta el punto de llevar la mortalidad infantil hasta unas cotas que hoy se antojan inadmisibles. En eso sí que es "Dickens puro": un retrato sin tapujos de una sociedad embrutecida en el trabajo para que las clases dirigentes pudieran disfrutar del estatus socioeconómico más alto que había en aquel entonces en la faz del planeta; al igual que en Oliver Twist, Dickens retrata a niños trabajando de sol a sol en oficios peligrosos (deshollinadores, limpiadores, mozos de cuadra...), muchas veces pagados con poco más que un poco de pan y un camastro en un dormitorio comunal. 
 Ahora que lo pienso, lo anodino, más que en lo contado, es cómo lo cuenta. Y de nuevo, otra barbaridad. Decir de Dickens, uno de los genios literarios de todos los tiempos, alguien que fue capaz de compaginar como nadie la descripción y la narración, haciendo que tanto ambientes como personajes fueran delineados perfectamente a la vez que no se perdía un ápice del hilo narrativo, es, cuando menos, arriesgado. Lo que trato de decir es que, en las más de cuatrocientas páginas que he leído hasta el momento, no he encontrado sorpresa argumental alguna, todo está mostrado de antemano. También puede que haya leído "demasiado" a Dickens y ya lo tenga "calado" desde el principio, en fin... Hablando del argumento: vida de David Copperfield (ya digo, álter ego del autor) desde su nacimiento hasta su muerte, así como de los que circunstancialmente lo rodean; seres despiadados que se aprovechan de su candor y otros que lo tratan de proteger de todo mal. Todo narrado en primera persona, cual si de diario personal se tratara, pero de modo retrospectivo.