domingo, 15 de enero de 2017

Ahora leyendo: "La semilla de Cthulhu", relatos de August Derleth.

 Tras la lectura de ficción muy, pero que muy realista de Bettauer, paso a algo de ficción sobrenatural, para cambiar radicalmente de tercio. De los autores del llamado Círculo de Lovecraft, es decir aquellos escritores que no pudieron liberarse del influjo del "solitario de Providence" hasta el extremo de continuar sus escritos y utilizar sus personajes, destaca August Derleth, uno de los más talentosos y también respetuosos con la obra del maestro. Ahora comienzo con una recopilación de los relatos que tienen a los mitos de Cthulhu como eje central y que han sido recopilados por Alianza Editorial bajo el título: La semilla de Cthulhu.
  Que se está ante uno de los discípulos de Lovecraft se nota tanto en los temas como en las formas. Se tratan de relatos, el subgénero caro del de Providence y que tan bien se adapta al terror; los dioses y criaturas ancestrales también están presentes; pero es, sobre todo, el origen del miedo: lo desconocido y arcaico lo que más aclara el tufillo (verdadero aroma sublime) a Lovecraft. Por otro lado, entre las diferencias entre Lovecraft y Derleth está el hecho de que el último le dio más estructuras a los mitos de Cthulhu. No es que Lovecraft escribiera anárquicamente, sino que, probablemente, concebía su cosmovisión de forma independiente para cada relato; Derleth, por el contrario, relaciona todas las criaturas y los jerarquiza, cohesionando así todos los relatos y haciendo que tengan una estructura clara, facilitando su estudio. Tal vez se podría inferir que August Derleth dota de una lógica academicista a los escritos de Lovecraft. Derleth clasificará los personajes lovecraftianos en Primigenios, Dioses Exteriores y Dioses Arquetípicos.
  Otros elementos lovecraftianos fuera de los personajes extraterrenales también están presentes, como el famoso Necronomicón o el árabe loco Abdul Alhazred (Abdul "el que todo lo ha leído" en la broma semántica del de Providence).

Conclusiones tras la lectura de "La ciudad sin judíos", de Hugo Bettauer.

 1922, el año en que fue escrita esta novela, ese es el dato principal. Ese es el dato que puede explicar cómo fue concebida, con qué finalidad se creó y, en cierta manera, entender los posibles defectos que puede presentar. Se ha presentado a La ciudad sin judíos como una triste profecía de lo que había de acontecer en décadas siguientes: la expulsión sistemática de los israelitas previa campaña propagandística monumental en su contra. Todo eso pasó, sin duda, pero desgraciadamente no solo eso pasó. El autor fue asesinado en 1925 por uno de esos antisemitas furibundos que anhelaba un mundo ario sin rastro de sangre judía, así, Bettauer no pudo asistir a la brutalidad sin fin del Holocausto.
Imagen tomada de Wikipedia.
  Porque la novela se antoja demasiado suave con la terrible situación vivida a mitad del pasado siglo en nuestro atormentado subcontinente. En efecto, el texto se centra en el terrible perjuicio económico que Viena sufriría como consecuencia de la masiva expulsión de los ciudadanos más hábiles en el ámbito financiero y de los negocios: alto desempleo, recesión económica, debilitamiento de la moneda... algo que, sin duda pasó en Austria y Alemania tras la aplicación de las leyes raciales, pero, al menos a quien esto escribe, parece una menudencia. Parece una menudencia comparado con seis millones de seres humanos asesinados de forma sistemática y cruel; todo, por supuesto, reduciendo al hombre al nivel más animalesco al que puede ser reducido. Pero tal vez Bettauer no llegó a anticipar la maldad de la que fueron capaces sus propios conciudadanos ya que el mismo, como antes dije, fue asesinado en 1925, once años antes de que el Partido Nacionalsocialista llegara al poder.
 Es La ciudad sin judíos, pues, una novela de preguerra, escrita antes de que las barbaridades que se cometerían en las décadas de los años 30 y 40 ocurrieran, lo cual explica la suavidad de la misma.