lunes, 29 de enero de 2024

"Un tributo a la tierra", un cómic de Joe Sacco.

 Tengo dos cómics en casa de Joe Sacco (Malta, 1960), Gorazde y Días de destrucción, días de revuelta. Este tercero no lo he comprado sino que lo he sacado de la biblioteca, porque a la vez que creo que Sacco es uno de los historietistas más talentosos de la actualidad, no lo soporto. Me explico: el propio autor dice que cultiva el "periodismo cómic" y no puedo estar más de acuerdo. Con esa expresión quiere decir que es un periodista que en lugar de hacer su tarea profesional en los dos modos clásicos, a saber, la palabra (escrita u oral) y la fotografía, él utiliza sus cómics para hacer periodismo. Y así es, en efecto, si tomamos la definición que hace la RAE de periodismo que dice: "Actividad profesional que consiste en la obtención, tratamiento, interpretación y difusión de informaciones a través de cualquier medio escrito, oral, visual o gráfico". Lo malo (en mi modesta opinión, por supuesto, esto es algo subjetivo, sólo aplicable a mi humilde persona) es la "interpretación" de esas informaciones. Precisamente interpretar en el sentido de darle un sesgo con una finalidad concreta. Lamento ser crudo con esto, pero es lo que pienso. El periodismo actual (y el de siempre, ¡qué caramba!) ha estado perpetuamente al servicio de unos espurios intereses políticos, sociales o económicos. Por ello es tan fácil ligar los medios de comunicación a uno u otro partido político, por ejemplo, porque en realidad están defendiendo sus tendencias sin querer buscar la verdad. Estas palabras mías pueden parecer ingenuas, quizá lo sean, pero por esta comunión entre medios de comunicación y grupos políticos, sociales o económicos existen las guerras, conflictos y demás miserias que entenebrecen la vida de millones de personas. Dicho de otra forma, que ser periodista supone cerrar la vista a la verdad y defender los fines de un grupo determinado aun a costa de cualquier principio moral. Lamento si esto ofende a alguien, pero es fácilmente constatable.
 Bueno, todo el rollo anterior iba para decir que el tal Joe Sacco está en el ajo del periodismo y, según yo lo veo, el arte del cómic (sí, considero un arte al cómic) está muy por encima en el plano moral de defender este o aquel fin político. Lo cual es una pena para un dibujante tan talentoso como Sacco, con su estilo de "línea clara" tan elegante, clásico y preciso. Si el maltés hubiera dedicado su pericia a la ilustración de narrativa de ficción, por ejemplo, habría sido más defendible por todos. Pero no, Sacco ha decidido promover unas ideas, secundar unos partidos políticos, posicionarse ideológicamente y así entrar en el negocio de la manipulación mental de la sociedad. ¡Una pena!
 Gorazde era una obra ambientada en la Guerra de Yugoslavia, concretamente en la localidad bosnia de ese nombre. Por supuesto la orientación política de Sacco (eso es lo malo del periodista, que, al militar en un bando, todos saben de "qué pie cojea") es de tipo izquierdista pero menos, vamos como lo que defiende el Partido demócrata de Estados Unidos (Sacco es maltés de nacimiento pero reside en el país americano desde la infancia). Así, en la Guerra de Yugoslavia (y en su obra, Gorazde) toma partido por los bosnios, presentando a los serbios como meros tiranos incapaces del más mínimo sentimiento humano y, por extensión, justificando los bombardeos de la OTAN como un mal necesario. Aquí acaba la labor de un seudoperiodista, un periodista con sentido de la moral trataría de ir más allá y no obviar los extraños intereses en desintegrar Yugoslavia para tener mayor influencia en los Balcanes con esos países pequeños y derrotados, además de los intereses de la industria armamentística occidental en destruir la industria armamentística yugoslava, entonces una de las más potentes del mundo. En fin... como se puede ver siempre que se "interpreta una información" se puede reinterpretar en el sentido contrario, con lo que nunca se alcanza la verdad del asunto ni por asomo.
 Un tributo a la tierra explora la realidad de las llamadas "naciones originarias" de Canadá (la palabra "indio" está totalmente prohibida según el catecismo de lo políticamente correcto), especialmente las del territorio del noroeste, zona ya de clima subártico en el que las últimas tribus vivían de la explotación (en calidad de mera subsistencia) del bosque y la tierra. El título es un supuesto reconocimiento a la íntima unión entre los indios y el medio que habitan. Por supuesto, según el sesgo político del autor, los indios son víctimas inocentes de la terrible codicia de los blancos que son portadores de todo mal que existe sobre el planeta. Que los indios están alcoholizados, culpa del hombre blanco que les proporciona el bebercio; que los indios no saben si son indios o blancos, culpa del hombre blanco que acultura a los que conquista; que los indios tienen el porcentaje más alto de "violencia familiar" de todo el Canadá, culpa del hombre blanco que ha quitado a los indios su relación con la tierra; que los indios tienen el porcentaje más alto de abandono escolar de todo el Canadá, culpa del hombre blanco y sus estereotipos televisados... Y así hasta el fin de los tiempos. Victimismo se llama. En fin, una pena, porque los que se creen esas patrañas sólo tienen una receta para los pobres indios: darles subvenciones para que no tengan que salir de su casa, ni siquiera para cazar, con lo cual se deprimen y vuelven a empinar el codo, círculo vicioso...
 Desde el punto de vista técnico, ya dije, los dibujos de Sacco son extraordinarios, la obra en sí es de un trabajo extenuante, de años de tarea, algo que, de nuevo en mi humilde opinión, se ve traicionado por el marcadísimo sesgo político del argumento.

"La casa de Jampol", de Isaac Bashevis Singer.

  He perdido la cuenta de cuántas novelas de Isaac Bashevis Singer he leído. Si me hubieran preguntado en mi juventud que autores favoritos tenía hubiera citado a Hermann Hesse o a Kafka, más tardíamente habría incluido a Primo Levi, y recientemente mencionaría a Knut Hamsun y a Isaac Bashevis Singer. Singer es, junto con Hamsun, uno de los premios Nobel que verdaderamente lo merecen (si se pretende que los Nobel son la excelencia de la excelencia). Es un escritor tan enorme, con tal capacidad de descripción de personajes y lugares, sin merma de la narración de acontecimientos que sus novelas lo convierten en uno de los mejores de todos los tiempos. Algún bobo podrá decir que los personajes de Singer (los suyos y los de sus hermanos Israel Yehoshua y Esther) son judíos, que sus personajes son siempre hebreos, ya sea en Polonia o en Estados Unidos, sí, es cierto, pero la descripción de los mismos es tan meticulosa que llega a la mera urdimbre de la que estamos hechos los humanos. Así, los personajes de Singer no son judíos sino universales, como universales son sus pensamientos, sentimientos, alegrías y pesares. Son verdaderos arquetipos, como Quijote y Sancho no son sólo castellanos sino arquetipos, de idealismo hasta lo imposible el primero, de sensatez mundana el segundo.
 La casa de Jampol está ambientada en la Polonia bajo administración rusa tras el fracaso de la insurrección nacionalista polaca de 1863. Ese levantamiento fallido hará que la nobleza polaca, involucrada en su desafío militar al zar, sea reprimida con dureza. En Jampol, pequeña localidad del sudoeste polaco, cerca ya de la actual frontera ucraniana, el máximo representante de dicha nobleza, el conde Jampolski será desterrado a Siberia y todas sus posesiones confiscadas por el Imperio ruso, quien las enajenará en subasta. Así es como la casa solariega del conde llega a parar a Calman Jacoby, judío emprendedor y tesonero que en pocos años levantará un pequeño imperio empresarial gracias a la construcción del ferrocarril en esa zona de Polonia. Por supuesto, Calman Jacoby establecerá relaciones tormentosas, especialmente con el sexo femenino (tema recurrente en la narrativa de Singer) con sus dos esposas, Zelda, que fallecerá prematuramente, y Clara, mucho más joven que el marido. Quizá el personaje de Clara esté mejor delineado aún que el de su marido, es una mujer inteligente, ambiciosa y con ganas de disfrutar de la vida; parte de esa vida se la puede proporcionar Jacoby, la material, claro, pero no la sentimental y sexual, que no tendrá embarazo en buscar fuera de casa. Y precisamente eso, el embarazo, será lo que lo provocará su caída.
 En fin, así como lo escribo yo, sin la genialidad de Singer, puede parecer una novela rosa más, pero el talento del autor lo eleva a cotas muchísimo más altas, pues todo esto es la intrahistoria humana de asuntos más grandes (los temas de la novela) que tienen que ver con los cambios sociales, la relación entre padres e hijos, las distintas respuestas a distintos problemas...
Isaac Bashevis Singer. Imagen tomada de Wikimedia Commons
 Un pero que tengo que referir sin poder obviar: la pésima traducción. Bien es sabido que Isaac Bashevis Singer escribió siempre en yidis (llamado antaño "judeo-alemán"), hablaba polaco e inglés con fluidez tras haber vivido más de cincuenta años en Estados Unidos aunque con un fuerte acento askenazí, pero siempre utilizó la lengua de sus mayores para poner sus apasionantes historias en negro sobre blanco. De hecho, es el único escritor en esa lengua que ha recibido el Premio Nobel de literatura. En fin, el ejemplar de la editorial Noguer (hoy englobada en el Grupo Planeta y dedicada a literatura infantil y juvenil) fue traducido a partir de la versión inglesa (titulada The Manor) por el fallecido escritor y Premio Planeta de 1959 Andrés Bosch. En su currículum figuran numerosas traducciones del inglés de autores tan notables como Nabokov, Virgina Woolf, Updike o Henry James. Estoy seguro que el tal Bosch fue un gran traductor del inglés, pero no ha traducido correctamente (al menos referido a las tradiciones culturales judías) este texto. Se repite constantemente el término "asideo" cuando en yidis, estoy seguro, decía "hasidim" haciendo referencia a los judíos ultra-ortodoxos askenazíes actuales, cuando el término "asideo" sólo se podría aplicar a los judíos en tiempo de los macabeos; además de hablar de "la Torá" (libro sagrado de los judíos, el Pentateuco de los cristianos) como "el Tora", en masculino y con acentuación llana; también llama "patillas" a los tirabuzones que se dejan los varones de este grupo religioso (llamados "payot" en hebreo). En fin, son errores de falta de documentación, algo imperdonable en un buen traductor. Ocurre también que en español estamos, en los últimos tiempos, acostumbrados a tener excelentes traducciones del yidis (muchas de novelas del propio Singer) por el matrimonio formado por Jacob Abecasís y Rhoda Henelde que ha trabajado para la Editorial Acantilado "vertiendo" (como les gusta decir a los propios traductores) al español los textos directamente del yidis. El hecho de que ambos pertenezcan a la cultura judía evita terribles errores como los que mencionaba antes.