sábado, 11 de julio de 2020

"Mil y una aventuras. Los mejores relatos de aventuras aparecidos en Valdemar (1987-2003)".

 Saliendo de las negruras metaliterarias de Danilo Kis, tenía muy claro que quería leer algo más optimista, más sencillo en sus formas e incluso más superficial. Recordé mis lecturas juveniles con todos aquellos "monstruos" de la literatura como Verne, Stevenson, Kipling, Conrad, Salgari, Jack London... todas hoy superadas, demasiado ingenuas tal vez, pero, sin duda, las lecturas que me hicieron lector de por vida. Empecé a buscar en los océanos internáuticos y recordé la editorial de la que he leído más en los últimos años: Valdemar. De ellos busqué en su colección "El Club Diógenes", de la que ya escribí con anterioridad; en mi humilde opinión una excelente colección, ya que recoge autores que, desgraciadamente, habían caído en el olvido, poniéndoles de nuevo en el candelero y, esto es lo mejor, en un formato de bolsillo que asegura un precio ajustado y un formato reducido para todos aquellos que leemos allá donde nos apetezca. De dicha colección encontré este pequeño volumen (pequeño en las dimensiones exteriores pero enorme en ambición literaria) que a continuación reseño.
 La propia portada deja bien a las claras la temática principal. Por cierto, por hacer justicia a su autor, la ilustración es obra de N.C. Wyeth, se titula Romance of Adventure. En fin, antes decía pequeño tomo, pero son 779 páginas, casi todo de relatos, pero también incluye tres novelas breves. ¿Los autores? Los más sublimes de este subgénero narrativo: Daniel Defoe, Edgar Allan Poe, Melville, Mark Twain, Ambrose Bierce, Bram Stoker, Stevenson, Howard Pyle, Conrad, Conan Doyle, Kipling, Chesterton, William Hope Hodgson, Jack London, H. G. Wells y Robert Howard... ¡casi nada! 
 Efectivamente, son lecturas sencillas, ingenuas incluso, por su argumento lineal, sin apenas sorpresas, como por lo estereotipado de los personajes (buenos y malos, héroes y villanos...), sin embargo, la calidad prosística es muy alta. Son lecturas relajadas, sin prisas, recordando la juventud, un periodo quizá sin tantos problemas (o no, depende), pero, en todo caso, sí un periodo de romanticismo literario, de idealismo sin mácula, y ese romanticismo y ese idealismo están en todos y cada uno de los relatos de este tomo.
 Nunca he creído a pie juntillas aquello de que en función de la estación del año o la vida que se lleve se ha de leer esto o aquéllo, pero hay que reconocer que los relatos aquí contenidos encajan muy bien para leerlos en la piscina, playa o parque público, para disfrutarlos en verano, ¡vaya!