domingo, 1 de abril de 2018

"How to become a literary recluse", by Grant Snider (incidentalcomics.com).

Imagen tomada del sitio www.incidentalcomics.com

"El coronel Chabert", de Honoré de Balzac.

 Siempre me decanto por la literatura anglosajona del XIX, sobre todo por la mal llamada "literatura victoriana", y dejo demasiado abandonada otras literaturas, entre ellas, la francesa. Balzac fue uno de los grandes de la "novela realista" que se enseñoreó de las literaturas europeas de la primera mitad de aquel siglo, mientras que la de los anglosajones era el llamado "Romanticismo literario", más acorde a mis gustos personales.
  El coronel Chabert es un relato sobre la identidad humana, los cambios psicológicos que acontecen con experiencias extraordinarias y la volubilidad de la existencia en general. De Balzac había leído Papá Goriot, las tribulaciones de un hombre que da la vida por sus hijas y cómo éstas acaban por abandonarlo; en definitiva, pone en solfa todas las relaciones humanas: el matrimonio, la paternidad, el buen nombre de todo individuo y la moralidad de la sociedad. Pues bien, El coronel Chabert ahonda en la herida. Ahora es un afamado coronel de los ejércitos napoleónicos que es dado por muerto en batalla, pero que, milagrosamente, sobrevive y vuelve a su patria, solo para descubrir que su mujer ha "rehecho su vida" con un trepa social y que, al haber sido dado por muerto, no tiene derecho a nada de nada, se ha convertido en un fantasma del pasado. El bueno del coronel contratará un procurador para negociar con su mujer y así poder  reiniciar una vida aunque sea más humilde que la que le corresponde. Finalmente, será engañado por la esposa que hace negocio con pingües beneficios con el procurador.
  Es, por tanto, otra burla de las "buenas costumbres" y de la "moral intachable" de la sociedad humana, meras apariencias que a duras penas pueden contener la putrefacción y degeneración generalizadas en nuestra augusta sociedad.

"Clarissa", de Stefan Zweig.

 Con Zweig me pasa algo que no me pasa con su contemporáneo y amigo Joseph Roth. Con aquél tengo sentimientos contradictorios: por supuesto, lo considero un extraordinario escritor, con una capacidad narrativa altísima, pero también lo siento como muy comercial, muy dado a temas burgueses, la típica "literatura de té y pastas" de siempre; con Roth nunca sentí eso. En Clarissa precisamente noto esta dualidad: parece escrito para ser leído por orondas matronas con muy poca preocupación y mucho sobrepeso; eso sí, no es fácil escribir así, eso está claro.
  La temática y época habitual en Zweig: Primera Guerra Mundial, destrucción de un país heterogéneo (Austria-Hungría) que nunca más volverá a existir, y la consiguiente zozobra humana para miles de individuos. En este caso la protagonista principal es una joven hija de un alto mando del ejército del emperador que se enamora de un joven idealista francés (un enemigo, por tanto) y queda embarazada; decide tener el hijo y sobrellevar el supuesto deshonor. La historia tiene un cierto interés humano, pero lo mejor, una vez más, es la capacidad del autor de describir la psique de los personajes, su evolución mental, sus más íntimos sentimientos. Para eso, Zweig es un maestro.
  Con todo, la sensación de estar leyendo un best seller de la época me deja un sabor agridulce.