jueves, 6 de febrero de 2020

Inciso cinematográfico: "The Windermere Children", dirigida por Michael Samuels.

 En Enero pasado se cumplió el setenta y cinco aniversario de la liberación del Campo de exterminio de Auschwitz. Con fin de rememorar para que nunca se repita un horror semejante (en realidad, cualquiera en la que un grupo de seres humanos se considere superior a otro y decida exterminarlo) se han repuesto multitud de películas sobre el Holocausto (la Shoah, según los judíos), algunas mejores que otras, con muy diferentes presupuestos y distintos enfoques; también se han estrenado algunas cintas. Uno de estos enfoques no muy manidos es la de la solidaridad de aquellos ciudadanos de bien que, horrorizados ante la masacre, trataron de dar una segunda vida a aquellos que habían tenido la fuerza y fortuna de sobrevivir a la barbarie. The Windermere Children narra una historia real sobre setecientos chicos que fueron refugiados en el Distrito de los Lagos de Inglaterra, en un paisaje paradisíaco (teniendo en cuenta el clima predominante en la "pérfida Albión"), la amistad que surgió entre ellos y, en última instancia, la capacidad del ser humano para superar traumas aparentemente insuperables.
Imagen tomada del sitio www.base.com
 La cinta narra de forma eficiente el drama de los chicos (adolescentes en su mayoría) sin caer en sensiblería alguna. La fotografía es excepcional, dados los maravillosos paisajes circundantes; el elenco actoral es más que aceptable, con pocos actores consagrados (Iain Glen, Thomas Kretschmann o Tim McInnerny) y un verosimil grupo de jóvenes promesas de la interpretación polacas y alemanas. 
 Aunque no hay sensiblerías, es una película dura, como no podía ser de otra forma, los chicos sufren en sus sueños todo tipo de pesadillas que los acosan sin piedad; sin piedad también los acosan otros chicos del pueblo, locales que no aprueban el trato deferente que se da a los supervivientes; y los adultos (judíos o no) que les recuerdan que no tendrán trato de favor alguno por haber sido torturados en campos de exterminio nazis o por haber perdido a toda su familia a tan temprana edad. En este último papel está el actor Iain Glen (el sólido Jorah Mormont de Juego de tronos), como el del entrenador de fútbol que descubre un chico con futuro deportivo.
Imagen tomada del sitio www.newstatesman.com
 En definitiva, una aproximación diferente y original, pero no marginal, al tema del Holocausto; como decía antes, un recordatorio de hasta dónde puede llegar la maldad humana y, por otro lado, la capacidad de regeneración y resiliencia del mismo ser humano.

"Antología española de literatura fantástica", seleccionada por Alejo Martínez Martín, editada por Valdemar.

 Reconozco cargar las tintas en demasía contra los editores: que si son meros mercaderes de libros sin sensibilidad alguna, que si explotan a los escritores como si fueran vacas lecheras, que si son como los señores feudales de la literatura... Alguno dirá que, aunque tal vez excesivas, esas quejas no son del todo infundadas y que, aunque parezca pueril, es la única defensa (la del pataleo) de los lectores y escritores. Sin embargo, y aun a riesgo de parecer antediluviano, trato de comportarme en este valle de lágrimas de acuerdo a una serie de principios morales que denuestan con fiereza la mentira y la falsedad; por ello he de afirmar dos cosas, una obvia y la otra no tanto. La primera es que no habría libros sin editores (esto lo firmaría Perogrullo), cosa que se nos olvida con frecuencia y que, me atreveré a afirmar, puede que haya editores capaces de leer con asiduidad; el segundo aspecto en defensa de dicho gremio es aquél que asegura que hay editores que realizan una loable misión transmisora de conocimiento y de promoción de la literatura. Aun a riesgo de caer en la más abyecta adulación, diré que los de la Editorial Valdemar entran en este último supuesto.
 Porque los años pasan y las ediciones se agotan y descatalogan, haciendo imposible la obtención de ciertos textos (algunos egregios) como no sea en alguna remota librería de viejo. Esa es una función fundamental de un buen editor: recuperar novelas, poemarios, ensayos, dramas... que por mor de los cambios en el gusto de los lectores han caído en el olvido; aquí Valdemar, reeditando ciertos clásicos, ha cumplido más que de sobra. Esta tarea se puede facilitar con las antologías que, bien pergeñadas, son auténticos diamantes que todo buen lector atesora en su biblioteca. Bien es sabido que Valdemar se dedica principalmente a la literatura fantástica y de terror (desgraciadamente desprestigiada y, a veces incluso, ninguneada) de todos los tiempos; pues esto es lo que tengo en las manos ahora mismo, una espléndida selección de textos fantásticos españoles compilada por Alejo Martínez Martín.
 Como el propio Martínez afirma en el prólogo: "no ha sido la literatura española a lo largo de los siglos pródiga en fabulaciones fantásticas", pero, pienso yo, quizás más por la inmensa calidad de la narrativa de corte realista que ha sido la preponderante. En todo caso, la selección incluye cincuenta relatos de estos tipos (quizás al lector le suene alguno): Alfonso X el sabio, Don Juan Manuel, Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Torres Villarroel, Bécquer, Pérez Galdós, Pardo Bazán, Clarín, Rubén Darío, Valle Inclán, Unamuno, Baroja, Gómez de la Serna, Pedro Salinas, Rosa Chacel, Max Aub o Torrente Ballester.
 Vamos, que si fuera un equipo de fútbol serían campeones del mundo sin discusión. Pues sí, así es la antología, canela fina. El mero hecho de editar este volumen es, a mi entender, una labor cultural sin parangón. La edición tendrá el éxito que tenga con las reediciones que sean necesarias (el ejemplar que tengo en mi poder es la cuarta edición), pero dar al gran público una selección tan exquisita de tan insignes autores de nuestra lengua es, en sí misma, una magna tarea. Valga este desagravio de mi parte para todos los editores y muy en particular para los de Valdemar.