domingo, 14 de junio de 2020

Modernidad y atemporalidad en los temas de Guy de Maupassant.

 Me sentía obligado a escribir esta breve entrada tras la anterior reseñando Bola de sebo. En ésa, afirmaba que la trama es absolutamente atemporal, propia del "mono con pantalones" desde Adán y Eva o el australopithecus, pues trata de la doble moral, la falsedad, hipocresía, cinismo... dígase como se prefiera. La ambientación, obviamente es de hace ciento cuarenta años, significando esto lo obvio, pero el sentimiento que anida en las cabezas y corazones de los personajes es, por supuesto, atemporal.
Guy de Maupassant. Imagen tomada de Wikimedia Commons.
 El resto de relatos contenidos en este volumen de Espasa es mucho más propio del momento. Se trata de relatos que algún sesudo filólogo habrá denominado como "de amor galante" en aquélla época y que, en realidad, se retrotrae hasta la "literatura de amor cortés" de la Edad Media. Hay que reconocer que, leyéndolos en 2020, quedan un tanto demodé; principalmente porque los roles de hombre-mujer han cambiado enormemente (y, aparentemente, hay algunas que quieren cambiarlo más hasta laminar por completo la diferencia de géneros -sexos-). Así, en estos relatos, las féminas pudorosas se insinúan pero esconden, animan pero se ofenden, se muestran pero se tapan para que los varones gallardos se atrevan pero respetando, fuertes pero delicados, insistentes pero comedidos  y acaben llegando hasta el final sin despeinarse una simple guedeja de su cabello. Todo, a ojos de 2020, un tanto falso, afectado, impostado. Hombres y mujeres que se desean mutuamente y hacen lo que hicieron Adán y Eva o el australopithecus macho con el australopithecus hembra, pero con un plus de puritanismo. La historia más vieja del mundo, vamos. 
 Tal vez alguno (más bien alguna) quiera decapitar a Maupassant por esos anticuados temas, pero, al margen de que en su época estaban de plena actualidad y que sea una canallada juzgar ciento cuarenta años después de ser escrito, la calidad literaria del francés hace que sea un verdadero placer leerlo, anticuado, sí, pero un placer.