domingo, 4 de febrero de 2024

"Macbeth", de William Shakespeare.

  Macbeth es otro de los dramas que inmortalizó a Shakespeare. Igual que Othello es el arquetipo de los celos y las envidias; Hamlet, del sentimiento de culpa y la venganza; el judío Shylock de El mercader de Venecia, de la codicia y el resentimiento; Macbeth es el arquetipo de la ambición desmedida que lleva a la traición, la locura y la muerte. La grandeza del Bardo de Avon lo lleva a crear personajes tan redondos, tan verosímiles, que superan sus características espaciotemporales (dejan de ser ingleses, escoceses, judíos o moros de época medieval) para convertirse en paradigmas de comportamientos inapropiados en los que los sentimientos se van haciendo con el control del individuo hasta llevarlo a la ruina y la destrucción.
 Los temas principales en Hamlet son, pues, la ambición desmedida y la traición, pero también los sentimientos de culpa y las visiones enloquecidas que acaba generando.
 Resumiéndolo mucho, el argumento por actos de la tragedia es el siguiente:
 Acto I: tres brujas se encuentran en un páramo con Macbeth y Banquo, ambos generales del rey escocés Duncan, que acaban de derrotar militarmente una invasión de tropas noruegas. Las brujas saludan a Macbeth como señor de Glamis, título que ya posee, pero le anuncian que será señor de Cawdor y, finalmente, rey. A Banquo le dicen que su descendencia será regente.
 Al llegar a presencia del rey Duncan, Macbeth es investido como señor de Cawdor (como le habían augurado las brujas), pues éste ha sido ejecutado al participar en la invasión noruega. Macbeth, lentamente, empieza a creerse la profecía de las brujas y que acabará siendo rey, aunque este honor debería recaer en los hijos del rey legítimo, Malcolm y Donalbain.
 Macbeth habla con Lady Macbeth sobre el encuentro con las brujas. Su mujer enferma agudamente de ambición, viéndose ya a sí misma como reina de Escocia, aunque sea asesinando al rey. Macbeth, ambicioso como es, considera desmesurada la actitud de su esposa; ella, por su parte, lo considera un pusilánime.
 Acto II: Macbeth hace partícipe a su amigo, el general Banquo, de su seguridad de la profecía brujeril y, por tanto, que está llamado a ser rey. Finalmente, Macbeth asesina al rey Duncan, auxiliado por Lady Macbeth que droga a sus guardianes. Lo hacen de manera que parezca que éstos han sido los asesinos. Por otro lado, presas del miedo, los hijos de Duncan, Malcolm y Donalbain, huyen de Escocia, aparentando así ser instigadores del crimen.
 Acto III: Macbeth ya ha sido investido rey. Se han cumplido sus elevados deseos, pero lejos de sentirse satisfecho, la inseguridad le corroe. Recuerda que en el encuentro con las brujas, éstas aseguraron que Banquo sería padre de reyes, mientras que él, Macbeth, no tiene descendencia. En su delirio, Macbeth cree que los hijos de Banquo acabarán asesinándole para alcanzar el trono. Para evitarlo envía asesinos a matar a Banquo y a su hijo Fleance.
 Lady Macbeth y su esposo, en un momento de cordura, dialogan sobre la inseguridad de la vida que se sustenta en la ambición y el poder, de la soledad que genera y los sentimientos de culpa que impiden disfrutar de lo conseguido.
 Los asesinos enviados por Macbeth matan a Banquo, pero fallan con Fleance. El sentimiento de culpa comienza a atenazar a Macbeth hasta el punto de hacerle ver visiones: en una reunión con nobles se le aparece el fantasma de Banquo, haciéndole desvariar en sus diálogos. Lady Macbeth trata de encubrir la locura de su marido atribuyéndola a la tensión de la regencia. La nobleza sometida a Macbeth, sin embargo, ya empieza a tratarlo como un tirano enloquecido.
 Acto IV: las brujas celebran otro aquelarre al que asiste Macbeth; allí le previenen contra el noble Macduff y sus supuestas ambiciones. Macbeth, enloquecido, decide matarlo; envía asesinos que no consiguen eliminarlo (pues huye a Inglaterra, donde se encuentra Malcolm, hijo de Duncan), pero sí a su mujer e hijos.
 Acto V: Lady Macbeth enloquece. Es sonámbula, y en sueños se limpia las manos de la sangre de Duncan y Banquo, a la vez que verbaliza el sentimiento de culpa que la corroe.
 Malcolm (hijo mayor del asesinado rey Duncan) es auxiliado por Seyward (noble inglés) para juntar un ejército que derrote a Macbeth. Se posicionan en el bosque de Birnam, donde sus soldados cortan ramas de árbol para camuflarse. Macbeth, abandonado y solo en su castillo, siente la derrota, mientras que los partidarios de Malcolm se ven victoriosos. Lady Macbeth muere sin recuperar la cordura. Desde su castillo, Macbeth cree ver que el bosque de Birnam al completo se mueve hacia él (son los soldados camuflados, claro), pero lo considera como si la propia naturaleza quisiera destruirlo. 
 Las tropas de Malcolm llegan al castillo tras descubrir que el tirano ha sido abandonado por sus súbditos. Macduff se encuentra con Macbeth y decide vengar a su mujer e hijos, matando y decapitando a Macbeth. Malcolm será el nuevo rey de Escocia.
 En fin, es una tragedia por la multitud de muertes violentas que se producen (el rey Duncan, Banquo, la mujer e hijos de Macduff, el propio Macbeth...), pero sobre todo por la autodestrucción de Macbeth, un triunfador premiado por su señor, que, movido por una ambición desmesurada, acaba arruinando su vida y la de los que lo rodean. Por ello esta historia es extrapolable a cualquier ser humano, pasado, presente o futuro, y de cualquier localización terrenal. La ambición está en el corazón de todos los hombres; en muchos como una pequeña semilla que apenas crece, en otros como un monstruoso árbol que todo lo destruye. Lo terrible es que aquéllos que ostenta poder suelen pertenecer al segundo grupo. Aquí está la genialidad y la atemporalidad de Shakespeare, como verdadera guía de comportamiento para los que tienen inteligencia y sensibilidad suficientes.