miércoles, 12 de abril de 2023

Inciso cinematográfico: "Flamingo Road", dirigida en 1949 por Michael Curtiz.

  Flamingo Road es un clásico menor, aunque, según parece, tuvo un gran éxito de taquilla y crítica en su momento, y se hizo un "remake" en forma de serie de televisión a principios de los años ochenta. Pero es un "clásico menor" porque habiendo sido realizada en una de las épocas doradas del cine de Hollywood y contando con un excelso elenco, no tiene ni un final apropiado ni acaba de tener el empaque de otras obras de Michael Curtiz (principalmente, claro está, la inolvidable Casablanca). Supongo que cuando uno tiene el inmenso honor de haber firmado una película que alcanza la más altas cotas de eso que se llamó (en este caso, justificadamente) "séptimo arte", cualquier cosa posterior parece una menudencia. Vale, Flamingo Road es, pues, una menudencia comparada con Casablanca, pero tiene suficientes virtudes como para "perder" una hora y media visionándola.
Imagen tomada del sitio www. filmaffinity.com
 El argumento es sencillo: la lucha de una mujer que se gana la vida como puede, Joan Crawford, contra la corrupta política encarnada en el sheriff, Sydney Greenstreet, de una pequeña ciudad del Sur de los Estados Unidos. Y son precisamente estos dos actores, la Crawford y Greenstreet, los que elevan con sus interpretaciones la categoría de la película. El resto es más o menos pasable: el argumento, ya dije, acaba siendo un tanto previsible y ñoño en su final; el resto del elenco actoral es aceptable pero sin brillantez, con Zachary Scott y David Brian entre los más notables; y la fotografía y otros aspectos son del montón.
 Joan Crawford fue, ya se sabe, una de esas actrices que sufrió con dureza la transición del cine mudo al sonoro. Fue estrella juvenil en el primero y le pilló ya talludita el cambio, no adaptándose bien a una maquinaria cinematográfica que demandaba jovencitas guapas y tontas para los papeles protagonistas. La Crawford, por el contrario, tenía fama de tener un carácter fuerte y difícil, además de un físico raramente atractivo pero no al uso de los años cuarenta. En realidad, entraba en el mismo grupo que otras actrices "de carácter" como Bette Davis o Gloria Swanson. Así, los papeles que la ofrecieron tras la Segunda Guerra Mundial eran ya esos de "mujer fatal". Al rodarse Flamingo Road, Joan Crawford, que representa a una mujer al final de su juventud, tenía la friolera de 46 años, y, aún así, borda el papel. Lo borda porque representa, precisamente, a una mujer que ya no es joven para tragar con todo, que tiene experiencia en la vida como para no amilanarse ante nada ni nadie. Su actuación es, sin duda, lo mejor de la película.
 ¡Y qué decir del inmenso Sydney Greenstreet! Un secundario de lujo que engrandecía todas las películas en las que trabajaba, un actor forjado en mil batallas teatrales en Inglaterra que asombró en Hollywood. En Flamingo Road tenía 70 años y encarna a ese sheriff cruel pero a la vez refinado que sabe utilizar la política en su propio beneficio, utilizando a la vez a todas las personas que lo rodean como si fueran meros objetos.
Imagen tomada del sitio www.lavanguardia.com
 Probablemente, Flamingo Road habría pasado desapercibida sin esos dos gigantes de la interpretación, habría sido otra peliculita más con final feliz. Aquí sí que temo que la censura debió actuar con potencia. Si en Casablanca el propio Curtiz crea un final un tanto almibarado, pero hasta cierto punto verosímil, en Flamingo Road el final (los buenos triunfan, los malos fallecen, la política se regenera y se pone al servicio de los ciudadanos) es, tristemente, inverosímil; pero, claro, no creo que a finales de los años cuarenta (no olvidemos que con la famosa "caza de brujas" en Hollywood que también se denominó "macartismo", y que buscaba paranoicamente comunistas hasta debajo de las alfombras) se hubiera podido filmar una película que pusiera tan en tela de juicio la honradez de la política estadounidense.
 Al margen de temas políticos y sociales de la época, Flamingo Road quedará como película más que aceptable con dos actores principales que dan una lección de profesionalidad y buen hacer digna de los más grandes.