viernes, 4 de julio de 2014

Ahora leyendo: "El Golem", de Gustav Meyrink

 Una gran y extraña novela compuesta por capítulos aparentemente inconexos, solo sutilmente hilados por el personaje principal, Athanasius Pernath y por el ghetto judío de Praga, omnipresente. Multitud de personajes se atropellan unos a otros sin evidente relación. Es un texto difícil en el sentido kafkiano: la sensación opresiva de estar viviendo una pesadilla o un estado febril permanecen de principio a fin. Lo irreal predomina en los pensamientos del personaje principal al que, de forma velada, sus coetáneos tratan como loco.
  La archiconocida historia del Golem persiste también, pero no en el sentido clásico, el del rabino Löeb que crea un muñeco de barro para proteger al ghetto, sino como álter ego del personaje. El Golem es por tanto nuestro otro yo, el lado oscuro, el lobo estepario de Hesse, el Mr. Hyde de Stevenson... el lado salvaje que todos tenemos.
 El ghetto judío de Praga se convierte en un protagonista colectivo, de hecho se podría decir que es una novela coral. Su abigarrado y caótico urbanismo se impone en esa abrumadora realidad onírica y febril del relato: callejones oscuros, casuchas sin ventanas, laberintos sin sentido, pasadizos secretos... un submundo que ya no existe salvo en las kasbas de algunas ciudades magrebíes.
 Los personajes secundarios son más esbozados que definidos: irreales, absurdos, enfermizos... son los perfectos habitantes de la judería, como ella son grotescos y extraños. Sus vidas son obsesivas y sin sentido, dedican su existencia a ocupaciones estúpidas pero centenarias, tan centenarias como el propio ghetto.
  Es difícil no relacionar a Meyrink con Kafka, el epíteto kafkiano se aplica a la perfección a "El Golem". Dicen, yo hasta el momento no he leído más del autor, que Meyrink repitió una y otra vez el modelo en la estructura de sus novelas, al parecer por el éxito cosechado por esta. 
 El ocultismo, mejor dicho el esbozo del ocultismo, es otra característica de la novela, se citan someramente aspectos de la Cábala y del Tarot, pero sin llegar a profundizar en absoluto en ellos.
 La prosa, por otro lado, es rápida, poco profusa en adjetivos, de lectura rápida, que alivia ligeramente la opresiva sensación que deja la trama. Es una narración casi periodística, impropia de un texto de 1915.  
 Las semejanzas con Kafka son enormes: el tiempo que Athanasius Pernath pasa en la cárcel acusado del asesinato de Zottman es típicamente kafkiano, tanto como El proceso, ya que un aspecto surrealista inunda esos pasajes (la sinrazón del encarcelamiento, el absurdo comportamiento del juez de instrucción, los carceleros y los internos...). 
 Finalmente, la destrucción del ghetto judío de Praga que se muestra en la conclusión de la novela es el punto final al que Kafka se refirió en varias ocasiones, sobre todo cuando recuerda que los "judíos tienen más del antiguo ghetto que de las higiénicas avenidas modernas". La pregunta clave es: ¿hubo influencia de uno sobre otro? El Golem se publicó en 1915, el mismo año que La metamorfosis, pero, sin embargo, El proceso o El castillo fueron publicadas de forma póstuma el año 25 -aunque escritas una década antes-; Meyrink y Kafka no se conocieron -probablemente- con lo cual ¿pudieron relacionarse de forma epistolar o como escritor-lector? Tampoco parece probable. Lo interesante es, por tanto, que la sociedad angustiosa que muestran debió existir no solo en sus mentes, pues es harto improbable que dichas subjetividades se parecieran tanto. En este punto es curioso como la crítica tradicional ha descrito el mundo de ambos -sobre todo el de Kafka- como una intelectualización subjetiva, debida a la particular psicología del autor; a la luz de este razonamiento, es más probable que la sociedad centroeuropea del cambio de siglo fuera efectivamente deshumanizadora, absurda y opresiva, y que no solo estuviera en la cabeza de estos escritores.