sábado, 22 de marzo de 2014

Ahora leyendo: "Las extrañas aventuras de Solomon Kane", de Robert E. Howard

 Cuando pienso en lo repugnante de la época que nos ha tocado vivir, con su crisis, "los de siempre" enchufando a sus familiares y amigos, la insensibilidad propia de los humanos elevada a la enésima potencia... busco épocas que, al menos en el ámbito de la creación literaria, hayan sido tan malas o peores (debo ser tan mezquino que me alegro del mal ajeno)... no cuesta mucho, tomemos por ejemplo los años 20 y 30 del pasado siglo. En aquella época, por lo demás gozosa -los felices años 20- época de entreguerras, por tanto mejores que su predecesora y sucesora, en aquella época, digo, los escritores que se salían de la temática predominante -el realismo social- se veían abocados a publicar, y gracias, en unas desprestigiadas publicaciones juveniles llamadas pulp. Eran revistas como Weird Tales en las que escribían los que después serían considerados grandes narradores del subgénero de terror, entre ellos el gran Howard Phillips Lovecraft y el que comienzo a leer ahora: Robert E.  Howard.
  Ya que he colocado juntos a los dos anteriores, no parece equivocado puesto que mantuvieron relación, al menos epistolar, he de decir que siento una enorme distancia, eones en realidad. Lovecraft tiene una prosa mucho más cuidada, con unos argumentos mejor tejidos, los temas son más originales y el vocabulario más amplio; al menos eso he notado al leer por primera vez a Howard. Sin embargo, Howard es autor de multitud de personajes que forman parte del acervo cultural de nuestros días, al menos de eso que se ha llamado despectivamente cultura popular: Conan el bárbaro y Solomon Kane. Kane, en concreto, es un sombrío héroe puritano (entiéndase el término en la acepción antigua como defensor de la pureza evangélica y separación del catolicismo, no como lo utilizamos hoy referente a la cortedad en la moral sexual) que lucha contra toda clase de demonios, espíritus, hombres crueles, sin ningún afán material.
  El cine, aunque debería decir los que se aprovechan del cine, adaptaron sus relatos sin pararse en mantener la pureza de los mismos y mucho menos aún en hacer referencia al autor, de hecho hoy que todo el mundo conoce a Conan, solo los entendidos saben que es hijo literario de Howard. El bueno de Robert Howard malvivió sus escasos treinta años de vida publicando en aquellas revistas pulp para que, casi un siglo después, unos espabilados se lleven las mieles del triunfo... Todas las épocas tuvieron su mezquindad.