sábado, 23 de enero de 2021

"Huracán en Jamaica", por Richard Hughes.

  Segunda novela que leo de este autor inglés, la primera fue El zorro en el ático, de la que ya dije que encontré altibajos de calidad y parece que no estuviera rematada. De ésta veo los mismos defectos... y las mismas virtudes.
 Huracán en Jamaica es, pese a la menor longitud de la anterior, la obra más reseñable de Hughes. En la edición de Alba Minus (y en todas, en realidad) se muestra esta novela como una alegoría social en la que son niños los protagonistas pero con perversas actitudes que son perfectamente trasladables a la sociedad humana adulta; tanto es así que es comparada a la más famosa alegoría entre sociedad de niños y sociedad de adultos plasmada en novela: El señor de las moscas, de William Golding. Como en la novela de Golding, en la de Hughes se fija en niños pequeños y su relación entre ellos y, al menos en la última, con los adultos. En ambas novelas los tres aspectos más destacables entre los niños son: la búsqueda de liderazgo, que lleva a los individuos a cualquier desatino con tal de conseguirlo; el sectarismo que obliga a alinearse bajo una bandera y enfrentarse a los otros; y el uso de la violencia como aparente arma única para conseguirlo todo.
 Esas alegorías sociedad de niños-sociedad de adultos funcionan muy bien porque pretendemos ver a los niños como adultos que todavía no han sido pervertidos por la rapiña humana que todos hemos conocido; la diferencia de las novelas con la vida real es que la práctica totalidad de los niños han crecido rodeados de adultos (padres, abuelos, tíos...) y, por lo tanto, ya han sido manchados por su brutalidad en la más tierna infancia (la brutalidad de padres, abuelos y tíos, quiero decir); sin embargo, en estas novelas se presentan sociedades de niños aislados de adultos o que, al menos, los adultos no tienen influencia sobre ellos y no los educan (como sí educan o pervierten padres, abuelos, tíos...). Es el famoso experimento real de Kaspar Hauser, aquel niño salvaje que supuestamente se crío solo en el bosque y que se comportaba más como un animal que como un humano.
 Estas novelas están muy bien, son muy atractivas, pero es indudable que si funcionan lo hacen en buen grado por el morbo que despiertan, morbo insano que, muchas veces, se ve en los dichosos reality shows televisivos en los que meten a un grupo de gente en una casa plagada de cámaras.

  Así, Hughes pergeña en Huracán en Jamaica esa alegoría entre ambas sociedades. El argumento principal es éste: unos niños ingleses residentes en Jamaica son enviados a su país de origen tras un terrible huracán que destruye todas las propiedades de la familia. El barco en el que viajan es abordado por unos supuestos piratas que esclavizan a las pobres criaturas (ya se sabe, el famoso argumento de niños buenos, adultos malos). Lo cierto es que ni los piratas son tan malos (realmente no son piratas en el sentido estricto) ni los niños son tan buenos. Esto último es lo principal, pues se muestra a los niños (especialmente a la mayor, Emily, de sólo diez años) como criaturas capaces de cometer cualquier atrocidad para conseguir sus más nimios objetivos, capaces de mentir, fingir, hacer el vacío, maltratar e incluso asesinar (no, no he dicho políticos ni gobernantes, he dicho niños). En fin, el resultado es bastante desasosegante pero no muy sorprendente para aquéllos que han probado las "mieles" (heces, en realidad) de la egregia sociedad humana.
 Aun con la interesante reflexión a la que lleva, la novela, en mi humilde opinión, no está bien rematada. Le pasa un poco como a esa otra de El zorro en el ático, uno espera más, o tal vez que sea más explícito. El señor de las moscas (Golding) está más desarrollado y es más interesante, en parte por una extensión mayor que facilita el mejor desarrollo del argumento.