sábado, 19 de septiembre de 2015

A vueltas con Tolstoi.

  Siempre se pone como ejemplo a Dostoyevski para hablar de la descripción psicológica de los personajes, esto es: cuál es su pensamiento íntimo, cómo ha ido evolucionando a lo largo del tiempo hasta el momento actual; tómese como ejemplo a Raskolnikoff, el inmortal protagonista de Crimen y castigo. Desde el principio de la novela se muestra  a un estudiante atribulado por las deudas, pero también por las dudas sobre la moralidad, sobre el bien y el mal, sobre la supuesta imposibilidad moral del asesinato. Toda una lucha interior entre los principios en los que fue educado, de claro origen cristiano, y el instinto animal de supervivencia, el de comer o ser comido, que no se detiene ante la eliminación física del otro si con esto se obtiene algún beneficio. Finalmente, acaba asesinando a la prestamista sin sentir remordimiento alguno. Esa evolución psicológica es muestra del extraordinario talento creativo de Fyodor Dostoyevski.
  Pues bien, en Tolstoi yo encuentro la misma capacidad de mostrar la psique de los protagonistas. Se aprecia en Guerra y paz y en Anna Karennina, pero, debido a la enjundia de los argumentos de ambas novelas no es tan evidente como en el relato Sonata a Kreutzer. Aquí el personaje que narra, con asco, su vida conyugal muestra su evolución en el tiempo, desde su juventud hasta la madurez, explicando sus más íntimos pensamientos y sentimientos, mostrando incluso la perplejidad que sentía ante los cambios que tanto él como su mujer iban experimentando. Es una verdadera lección de descripción psicológica que lleva al lector a empatizar con el protagonista aunque no se sienta ni piense como él; algo que también ocurría con Raskolnikoff.
 Será la cercanía cultural entre Dostoyevski y Tolstoi, o la lenta y profusa prosa rusa que facilita la descripción minuciosa, pero lo cierto es que es difícil, si se tiene la sensibilidad suficiente, no maravillarse ante el talento narrativo de estos dos gigantes.