jueves, 28 de enero de 2016

Ahora leyendo: "La torre herida por el rayo", por Fernando Arrabal.

 Lo primero que leo de este hombre, reputado dramaturgo y personaje excéntrico, más conocido en los últimos años por haber montado algún numerito en el plató de un programa televisivo cultural. 
 La verdad es que este tipo de personajes con un cierto porcentaje de exhibicionista me suele echar atrás a la hora de leer. Me pasaba igual con Cela. Es una tontería, lo comprendo, pero todavía sigo pensando que un escritor famoso y valorado debe ser un tipo circunspecto que se "debe a su arte" y no un payasete de tres al cuarto... Simplona conclusión, cada uno es como es, al margen de que se "gane la vida" como escritor, funcionario, proxeneta o charcutero.
 En cualquier caso, La torre herida por el rayo ganó el premio Nadal de 1982 y el premio Nabokov de novela de no sé cuando. Esto es, para mí, un acicate y un freno a la vez para leerla: por un lado entiendo que son millones de novelas las que se han presentado a esos premios a lo largo de los años y poquitas las que lo han ganado, pero, a la vez, no puedo olvidar que son premios comerciales, entregados por editoriales cuya única función es vender y hacer dinero, al margen de la calidad literaria.
 De momento, lo que más me ha gustado de la novela es la estructura, en la que alterna las jugadas de ajedrez del campeonato mundial que los dos personajes (Amary y Tarsis) disputan con la vida previa de estos, sus complicadas infancias y juventudes y sus no menos complejos presentes. El modo de narrar, por otro lado, es bastante descarnado, nada de "buenismos" estilísticos que como mucho insinúen, no, aquí se muestra a Elías Tarsis como un putero que acaba por convertirse, por puro vicio, en proxeneta de su propia novia, todo ello descrito sin escatimar en escabrosidades. 
  Según reza la breve biografía del autor dada en la solapa del libro, Fernando Arrabal no era ningún chaval cuando publicó esta novela, superaba los cincuenta años, pero el aire general se me antoja de enfant terrible, de jovencito tremendo capaz de avergonzar a la respetable concurrencia con procacidades sexuales... Nada que objetar, todos tenemos que reivindicarnos y matar al padre según explicaba Freud, pero se nos está pasando el arroz... la verdad es que así no desentona el Arrabal de aquel programa televisivo conducido por Sánchez Dragó en el que muchos dijeron que estaba "di-vino".