martes, 3 de abril de 2018

"La torre de los siete jorobados", de Emilio Carrere.

 Una pequeña joya de la literatura fantástica española, una rareza "gótica" en el mar realista de nuestra literatura, obra de un rara avis patrio: Emilio Carrere. En el prolijo prefacio de Jesús Palacios se asegura que esta novela no es obra completa de Carrere, sí sería el padre espiritual del argumento, pero parece que un tal Jesús de Aragón pudo haberla terminado y pulido algún capítulo. Sea como fuere, Emilio Carrere fue autor incontestable del argumento principal, así como de muchos poemas y artículos en la prensa del momento.
  La torre de los siete jorobados es una novela sin grandes pretensiones pero que engancha; su argumento es, tal vez, demasiado lineal pero no demasiado simplón; es una novela de lectura fácil y rápida, pero tiene su atractivo para un lector aficionado a la "literatura gótica", especialmente alguien que conozca bien la ciudad en la que se ambienta. Esa ciudad no es otra que mi ciudad natal, Madrid, con su Plaza de la Cebada, la Plaza del Alamillo, la Cava Baja, la Costanilla de San Andrés y tantos otros lugares de aquella vieja y maltratada ciudad. Allí transcurre la vida de un jugador empedernido (parece ser que como el propio autor), Basilio Beltrán, que es visitado por espectros del Más Allá, entre ellos el señor Catafalco, que le encargará que averigüe quién fue su asesino. La trama se complica con el descubrimiento de un Madrid subterráneo habitado en tiempos pasados por judíos.
   El texto tampoco indaga mucho más, ni en la herencia sefardita de Madrid, ni en la cábala, ni en la posibilidad de la vida futura... en realidad, es una novela de entretenimiento, no tiene afán filosófico. Uno se imagina al bueno de Carrere como alguien alegre, bohemio (en el sentido de vividor más que de artístico) y, quizá, un tanto superficial. En todo caso, su novela más notable merece unas cuantas horas de lectura.