domingo, 29 de diciembre de 2013

Inciso cinematográfico: "Think Fast, Mr. Moto" (1937)

 En otras entradas hablé de uno de mis actores favoritos, inolvidable protagonista de M, el vampiro de Dusseldorf o "Der Verlorene" e impagable secundario en joyas como Casablanca, El halcón maltés o Arsénico por compasión. Estoy hablando, por supuesto, del gran László Löwenstein, conocido artísticamente como Peter Lorre.
 Pues bien, Peter Lorre encarna a Kentaro Moto, un personaje de ficción creado por John P. Marquand. El tal Marquand escribió seis novelas en las que Mr. Moto, un japonés residente en Estados Unidos, ejerce como detective aficionado desenmascarando delincuentes con su pulcro estilo de vestir y su maestría en artes marciales. Las adaptaciones cinematográficas, dirigidas por Norman Foster, siguen el mismo camino de las películas de espionaje y detectives tan usuales en los años 30 y 40 del pasado siglo, de las que Casablanca o El halcón maltés antes citados son obras cumbre. Los papeles de Lorre, como es habitual, son excepcionales. Parece mentira que este "pequeño hombrecillo" con sus limitaciones físicas (en un Hollywood de galanes que más semejaban atletas que actores) deslumbre por la verosimilitud y naturalidad que consigue.
 Desafortunadamente, los personajes japoneses cayeron en desgracia a raíz de la entrada en guerra de aquel país con los Estados Unidos, de manera que las películas, que habían cosechado un notable éxito tanto de crítica como de público, quedaron en el olvido por no ser tan "patrioteramente" americanas como debían.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Ahora leyendo: "Antología universal del relato fantástico"

 Sigo con las recopilaciones... parecerá un poco simplista, pero, si están bien hechas, pueden esconder verdaderas joyas que hayan permanecido ignotas para el lector. Esta vez es de la editorial Atalanta, de los mismos dueños que Ediciones Siruela... ya sabemos...
  Uno que, perdón si ofendo a alguien, no es muy amigo de esas pretenciosas tradiciones europeas en las que unos ciudadanos se creen superiores a otros y se otorgan a sí mismos títulos, léase nobleza, se congratula de ver que algunos miembros de la misma no se dedican a pasear palmito por las portadas de la prensa rosa a cuenta de amoríos y desventuras, al menos otros parece que ejercen profesiones dignas, entre ellas la edición de textos. A buen entendedor...
 La selección de relatos fantásticos es ciertamente amplia e interesante (quizá un poco excesivo lo de "universal"), comienza con E.T.A. Hoffmann y termina con Naiyer Masud, incluyendo a gigantes como Lovecraft, Balzac, Poe, Dickens, Kipling, Machen, Dunsany, Borges, Cortázar o Bioy Casares... la crème de la crème.
  Siempre dije, ahora el pretencioso soy yo, que compro libros para leer y no para presumir ante otros, por lo que el "formato" en el que estén es secundario. Así, en mi biblioteca abundan las ediciones de bolsillo y baratas. Es cierto, no finjo. Sin embargo, me pareció demasiada mala la edición (en el ámbito material) del texto, sobre todo a juzgar por el, a mi entender, elevado precio (55 euros). Las tapas, se aprecia en los escaneados, son cartoné, pero el papel es papel biblia; pienso yo que igual podría haberse mejorado, incluso aunque hubiese exigido la  edición de dos volúmenes.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Ahora leyendo: "Los osos", de Vsévolod Garshin

 Un autor poco conocido de la época de oro de la literatura rusa, contemporáneo de Tolstoi, Dostoievsky o Turgueniev, este último lo citó como gran novelista, a pesar de ser tan solo autor de relatos. Desgraciadamente murió muy joven, 33 años, arrojándose por el hueco de una escalera. Su, aparentemente, desgraciada existencia se trasluce en su obra la cual está preñada de negatividad y pesimismo. Lo poco que he leído hasta el momento me ha recordado sobremanera a la prosa de Richard Barham Middleton, otro autor maldito, en este caso inglés, que acabó sus días de forma voluntaria en su juventud.
  Sin embargo, la narrativa de Garshin es muy "rusa", con un tempo lento, rica en adjetivación y con numerosos monólogos interiores. Esta última característica, la de los monólogos interiores, es, según los entendidos, una constante en su obra. Los personajes, quizás como el propio autor, llevan vidas desgraciadas, como la del joven burlado que se enrola en el ejército y marcha a la guerra como promesa a una joven y que, cuando vuelve de la misma sin una pierna, encuentra que su prometida ha roto su palabra y está en trance de casarse con otro.
  En el relato que da nombre a la recopilación, los protagonistas son esos osos domesticados que antaño no debían ser tan raros de ver en las pequeñas ciudades rusas acompañando a gitanos que los explotaban como monstruos de feria; los animales tendrán que ser sacrificados en aras de la modernidad, perseguida por las leyes locales. Este cuento es ejemplo de la transformación que sufría en el siglo XIX la sociedad rusa, que trataba de dejar atrás las tradiciones para buscar la convergencia con Europa.

martes, 17 de diciembre de 2013

Inciso cinematográfico: "Lore", dirigida por Cate Shortland

 Lore (nombre hipocorístico de la protagonista, Hannelore) fue premiada en la sección de "Mejor nuevo director"de la Seminci 2012. Una cinta rodada en Alemania con actores alemanes pero dirigida por una australiana y con parte de la financiación de aquel país austral, lo que llevaría a ser presentada como propia de aquel país. Lore no es una película fácil de ver, no debía serlo; está ambientada en una terrible época para este lacerado continente: la última posguerra. Una familia alemana y nazi, formada por un ferviente padre permanentemente uniformado y fiel a su Führer; una madre con la imagen de Hitler en lo más alto del panteón germánico; una hija mayor, Lore, obligada a ejercer de madre de sus hermanos cuando debía dedicarse a descubrirse a sí misma; y cuatro hermanos pequeños, entre ellos unos gemelos y un bebé lactante; son puestos a los pies de los caballos ante la evidente pérdida de su guerra, de su estatus y de su modo de vida. Los padres deciden entregarse sabiendo que difícilmente podrán salvar la vida, pero con una indiferencia ante la muerte que solo puede provenir de la desesperación, no en vano, la madre (Mutti la llaman cariñosamente) acabará por decir ante un retrato de Hitler "le hemos roto el corazón". Ante esta situación, Lore de apenas dieciséis años ha de cargarse en los hombros a sus cuatro hermanos y huir andando, atravesando las impuestas fronteras de los triunfadores hasta Hamburgo donde vive una abuela también fervientemente nacionalsocialista.
  La cinta, por supuesto, hace burla del fanatismo político y racial de aquellas generaciones alemanas, los pone contra su piedra de toque (la sencilla brutalidad de la derrota militar y la aniquilación total de aquel "Reich que debía durar mil años") dolorosamente encarnada en cinco niños. Las peripecias de aquellos chicos, antaño la élite de su racista sociedad, convertidos de la noche a la mañana en parias sin patria, luchando por sobrevivir, por conseguir unas míseras patatas que comer aunque sea prostituyéndose, obteniendo la escasa comida por la ayuda de un circunstancial compañero de aventuras también otro desheredado pero del bando contrario, un "sucio judío" como le llama Lore, se antojan brutales, sin compasión, sin sitio para sensiblerías... lo que es cualquier guerra y posguerra que el ser humano se encarga de promover de cuando en cuando.
  El frío realismo del film deja lugar, no obstante, para un manejo artístico de la fotografía, que contrasta la inalterable y serena belleza de los paisajes alemanes con la situación de miseria física y moral en la que se ve envuelta toda su sociedad. Finalmente, los chicos, tras semanas de vagabundear por todo el país y sufrir la muerte de uno de los gemelos, llegan a la casa hamburguesa de la abuela, que, aparentemente, no llega a comprender muy bien la tragedia terrible que han vivido y que los ha hecho madurar bruscamente, y tan solo está empeñada en que recuerden con cariño a sus padres y piensen que "no tienen nada de qué avergonzarse".
 Una excelente película, profundamente antibelicista, que nos recuerda a dónde puede llevarnos la estupidez de unos cuantos cientos de seres humanos por la dejadez de otros cuantos millones.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Ahora leyendo: "Zipper y su padre", de Joseph Roth

 Otra novela breve que leo de Roth. Autor complejo, hasta cierto punto difícil, sobre todo por la nostalgia con la que habla de un mundo, de un país (Austria-Hungría) en el que él, como judío, sería ciudadano de segunda. Es probable que, haciendo psicología barata, el bueno de Joseph solo añorase su juventud, su plenitud física y mental, como casi todos los nostálgicos, pero lo cierto es que de aquella añoranza han salido un puñado de excelentes relatos y novelas breves.
  Puede, incluso, que su tardía conversión al catolicismo fuera, en verdad, un extraño afán por reafirmarse en la religión mayoritaria de aquel extraño país, aunque fuera a costa de renunciar a sus raíces... ¡Quién sabe! En cualquier caso sus últimos años de vida fueron un descenso a los infiernos bien regado por el alcohol, por esa terrible nostalgia de mejores tiempos pasados, por los recuerdos ominosos del asesinato de su mujer por la aplicación de las leyes eugenésicas nazis y por la destrucción irrevocable de una Europa más plural, más mestiza, y su sustitución por la de nuestros días, con Estados "monoculturales" y anodinos.
  Sí, es probable que el Imperio Austrohúngaro de Roth (a pesar de sus seguras discriminaciones raciales, culturales, nacionales y religiosas) fuera culturalmente más estimulante que la penosa Europa que nos ha llegado tras la Segunda Guerra Mundial, en la que, de ninguna manera, podían convivir dos individuos con diferente lengua... había que anular la minoritaria o formar otro país... Tristemente esos terribles nacionalismos, siguen hoy vigentes  como podemos ver en nuestro atribulado país.

domingo, 15 de diciembre de 2013

"Lovecraft, la antología gráfica"

 Otro cómic más basado en los relatos de Lovecraft, esta vez editado por una de las grandes del sector en nuestro país, Norma editorial.
  La obra "lovecraftiana" es excelente para dignificar el mundo del cómic o novela gráfica, llámese como se quiera. Norma editorial ha traducido y publicado en castellano la obra de una editorial londinense, "Selfmadehero", que, a su vez, ha seleccionado la mayor parte de los relatos archiconocidos del autor y se los ha entregado a excelentes artistas, cada uno con su propia visión de la obra del solitario de Providence. Una gran labor.
  Ya puestos a pedir, no a Norma que no está en sus manos (probablemente no esté en las de nadie) me gustaría mucho ver la obra de Lovecraft pasado a cómic por genios europeos como Jacques Tardi o Vittorio Giardino, de hecho creo que Tardi sería un maravilloso dibujante de su obra, especialmente por el gran enfoque de lo macabro en la barbarie de la Gran Guerra.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Inciso cinematográfico: "Nosferatu, Phantom der Nacht"

 El género vampírico es uno de los más socorridos de los últimos tiempos, no hay más que ver la cantidad de películas, series, relatos, cómics, dibujos animados... que lo utilizan total o parcialmente, tanto que, desgraciadamente, lo han pervertido en muchos casos. Lo han pervertido por que todos los relatos de terror han de infundir eso... terror, para eso fueron escritos, han de mantener fidelidad a la finalidad social para la que fueron escritos... Sí, los cuentos de terror que se contaban a la luz de un hogar en cualquier punto de la Europa medieval y en tiempos posteriores tenían una finalidad social: enseñar a los niños y jóvenes que la vida no era una fiesta como todo infante cree sino un lugar proceloso, en el que esos peligros acechan en todo momento. Ahora bien, que me digan que peligros pueden intuir los adolescentes y jóvenes que se se atontan con la mediocre superproducción de "Crepúsculo"; todo porque a los jóvenes les parece muy "guay" el "look" pálido y retraído del vampiro o la "peluda" lozanía de los hombres lobo (de hecho no hay más que ver que más que actores, los protagonistas son puros modelos, guapos y guapas con muy poquito que ofrecer)... ¡En fin, qué le vamos a hacer! Afortunadamente no tiene nada que ver la versión que en 1979 rodó Werner Herzog basándose en la novela de Bram Stoker.
  No tiene nada que ver con esa pésima colección de películas porque es fiel a la obra de Stoker, apenas unos cambios: Londres como ciudad a la que llega desde la lejana Transilvania el pérfido vampiro es sustituida por la germánica Wismar; el vampiro no se convierte en un murciélago ávido de sangre humana sino que mantiene su fantasmagórica imagen; los personajes secudarios, Renfield y Mina Harker por ejemplo, ven cambiadas características que, en mi opinión, realzan la trama... y nada más, la fidelidad a esa obra cumbre de Stoker es máxima. En algunos casos Herzog mantiene una notable lealtad no solo a Stoker sino a su predecesor, Murnau, que nos lleva al cielo con una excelsa y, para su época, revolucionaria adaptación en la admiradísima Nosferatu, eine Symphonie des Grauens de 1922, como por ejemplo la vivienda elegida para Nosferatu, una vieja fábrica abandonada que acentúa la sensación de terror.
 En realidad esta película es ciertamente excelente, Werner Herzog es capaz de dar una versión que quedará para los anales de la cinematografía y que en absoluto desmejora la obra literaria como, por desgracia, estamos acostumbrados a que ocurra. Si en la película de Murnau se aprovecha la atmósfera opresiva que daba el llamado Surrealismo cinematográfico que dejó en aquella República de Weimar un puñado de excelentes películas, directores y actores, en la obra de Herzog también se respira esa opresión con una fotografía (dirigida por Jörg Schmidt-Reitmein) que recalca la incomprensión de Jonathan Harker ante la maldad arcaica de Nosferatu. El elenco actoral del film es extraordinario: un Klaus Kinski terrorífico lleva a cotas que solo Max Schreck había conseguido, algún maldiciente dirá que al físico de Kinski solo hacía falta ponerle los colmillos...; para Jonathan Harker, Herzog escogió a uno de los mejores actores germánicos (suizo en este caso) que ha dado el siglo XX, especializado en papeles complicados (pocos papeles más difíciles hay para un actor germanófono que Hitler), Bruno Ganz está sencillamente inconmensurable, como siempre; para el papel de Mina Harker, rebautizada aquí como Lucy, está Isabelle Adjani, que cumple plenamente con las expectativas de enamorada atemorizada por los cambios que observa en su enamorado. En definitiva, la película es francamente excelente, con un presupuesto, según dicen, muy bajo, el resultado es inolvidable.

jueves, 12 de diciembre de 2013

¿Cuál soy?

 De nuevo John Kenn (http://johnkenn.blogspot.com.es/)


martes, 3 de diciembre de 2013

Ahora leyendo: "El que abre el camino y otras 24 historias macabras", de Robert Bloch

 Para la mayor parte de los espectadores, el nombre del guionista, o peor aún, el autor de la obra sobre la que se ha adaptado el guión permanece totalmente desconocido. Es lamentable. Por muy importante que sea el director, que sin duda pone su buen hacer a la hora de conjuntar tantos esfuerzos en una película; o los actores encargados de encarnar los distintos personajes; el director de fotografía, con sus capacidades; o incluso el productor capaz de hacer números de magia con el dinero y su distribución; el guionista o el novelista que inspira el guión son fundamentales aunque desconocidos. Ese es el caso de Robert Bloch.
  Digo esto porque Robert Bloch es el autor de Psicosis, que Hitchcock convertiría en una de las películas de suspense más conocidas de la historia... ¿Quiénes de los que han visto la película conocerían su nombre? Gracias, de nuevo, a Valdemar, estos autores están siendo justamente reconocidos en nuestra lengua; muchos de ellos ni siquiera habían sido publicados y otros habían visto sus ediciones descatalogadas.
  Por lo poco que he leído, Bloch cultiva casi todos los subgéneros de la novela de ciencia ficción: es reconocido como parte del glorioso "Círculo de Lovecraft"; cultiva el terror psicológico y el suspense como en la ya citada Psicosis; también otros temas clásicos como el vampirismo y los fantasmas... Es, en general, uno de los escritores de temas fantásticos más dotados del pasado siglo, un verdadero genio.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Ahora leyendo: "El Anticristo", de Joseph Roth

 Lo más notable de los grandes escritores es, posiblemente, cuán polifacéticos son. Joseph Roth es capaz de escribir una novela de corte historicista como La marcha Radetzky, una pequeña obra satírica como La leyenda del santo bebedor, una novela completa y barroca sobre un mundo desaparecido en Job, y un ensayo filosófico (aunque con tintes autobiográficos) como El Anticristo.
  Ignacio Vidal-Folch, en un extraordinariamente agudo prólogo, identifica a Roth como alguien que fue, paulatinamente, perdiéndolo todo. Perdió primero su cultura, la de los judíos del este de Europa; después su complejo país, Austria-Hungría; por arte de la mayor barbarie del siglo XX, el nazismo, perdió a su mujer, "eutanasiada" como tantos enfermos mentales que no cuadraban en ese "nuevo orden"; ya a mitad de siglo perdió, o más bien se perdió, en un mundo que ya no reconocía, con la ayuda del alcohol, hasta el final de su vida. Todas esas pérdidas influyeron, sin embargo, en un vivísimo sentido de la realidad que le rodeaba que lo mostraron como un excelente pensador, característica por otra parte inherente a todo buen escritor.

  En El Anticristo toda esa finura de pensamiento se revela casi profético, pues, habiendo sido escrito en 1934, conserva una modernidad rabiosa de pura atemporalidad. Es, no obstante, el pensamiento de un hombre herido, marginado, que sin duda cató las mieles del triunfo social para ser luego desposeído de ellas y lanzado a la exclusión (quizás en buena parte autoexclusión). Roth nos envuelve en un humanismo no exento de una visión paternalista de Dios todopoderoso para rechazar la brutalidad mecanicista y materialista del siglo en el que todos los adultos de hoy nacimos.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Ahora leyendo: "Trece para el diablo", compilado por Valdemar

 A este paso los señores de Valdemar van a tener que hacerme socio honorario... por lo mucho y bien que hablo de ellos y sus publicaciones... no es para menos, se lo merecen. Comienzo con una recopilación de trece (en realidad catorce) cuentos, relatos, poemas sobre el "príncipe de las tinieblas".
  Sin embargo, al leer estas compilaciones poco a poco voy repitiendo autores y relatos, y es que, si no he contado mal entre los anaqueles, tengo ya veintiún libros de esta editorial. Así, por ejemplo, el primer cuento de este tomo, El Diablo de Guy de Maupassant, un delicioso relato a medio camino entre el naturalismo, el relato picaresco y el cuento de terror, ya lo degusté en otro libro... no me quejo en cualquier caso.
   Además de De Maupassant, este tomo incluye a Alan Moore, Anatole France, Jacques Cazotte, Robertson Davies e incluso al propio Sigmund Freud entre otros. Como bien prologa Frank G. Rubio busca que "cada uno de los trabajos seleccionados recapitulara un aspecto definido y distinto del que ha sido calificado como el Señor de las Mil Máscaras"; y ciertamente lo logra, al retratar esas catorce veces a uno de los personajes literarios más interesantes: el diablo.

martes, 26 de noviembre de 2013

Ahora leyendo: "Animales y más que animales", de Saki

 Gracias a las recopilaciones de la editorial Valdemar conocí a Saki, seudónimo literario de Hector Hugh Munro, británico (nacido en las colonias) y miembro de esas generaciones tan prolíficas nacidas en el siglo XIX.
  De lo poco leído hasta ahora deduzco un humor muy británico, a medio camino entre la ironía y el humor negro. Sin duda Saki fue un gran crítico de su sociedad, tan superficial, tan hipócrita, tan... "eduardiana" (qué diferente de nuestra sociedad: sincera, honesta, solidaria, sin mácula alguna...). Pues sí, ese era Saki, no estaba muy lejos del sarcasmo de Ambrose Bierce aunque con menos amargura. Es por ello para mí un misterio la razón por la que, a pesar de no tener obligación ninguna al haber pasado de los cuarenta años de edad, se alistó como simple soldado raso en el ejército de Su Majestad para recibir un tiro mortal en una fangosa trinchera francesa... ¿Suicidio encubierto?
  Si esa fuese la explicación también coincidiría con Bierce, el cual se unió al ejército de Pancho Villa con más de setenta años sin motivo aparente para desaparecer sin dejar rastro. Al margen de esas peripecias vitales (o mortales más bien) los cuentos de Saki muestran un agudo talento, ingeniosidad que lo sitúan cerca de los mejores escritores anglosajones del XIX.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Ayer, hoy y siempre.

 "¡Te has muerto de hambre, como yo voy a morir, como moriremos todos los españoles dignos! ¡Te habían cerrado todas las puertas, y te has vengado muriéndote de hambre! ¡Bien hecho! ¡Que caiga esa vergüenza sobre los cabrones de la Academia! ¡En España es un delito el talento!"

 Don Latino ante el cadáver de Max Estrella. Escena decimotercera de "Luces de Bohemia". Ramón María del Valle-Inclán. 

viernes, 15 de noviembre de 2013

Ahora leyendo: "¿Quién anda ahí...? Los mejores relatos de fantasmas aparecidos en Valdemar".

 Felizmente, Valdemar lleva ya muchos años luchando contra el afán monopolizador de esa editorial capitaneada por el señor Lara, tanto que pueden editar recopilaciones como esta:
  Lo mejor de esas recopilaciones es descubrir a autores desconocidos para uno. Para alguien aficionado a la lectura de cuentos de terror, es una herramienta excepcional que permite adentrarse en lo oscuro como quien descubre un baúl lleno de ignotos tesoros en un desván. En esta en concreto otra ventaja, para mí, es que lo han sacado en edición de bolsillo, en una colección que llaman "El club Diógenes", lo cual abarata considerablemente el libro (esto es especialmente interesante, ya lo dije antes, para aquellos que compramos libros para leer, no para presumir ante otros).
  Como es habitual, los mejores autores en este subgénero narrativo son anglosajones del siglo XIX, pero en cualquier caso siempre descubro alguien que no conocía y me supone una ilusión casi tan grande como cuando leía embelesado a Verne, Kipling, Conrad o Stevenson a mis ya muy lejanos quince años.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Ahora leyendo: "Job", de Joseph Roth.

 Esta es, junto a La marcha de Radetzky, la obra fundamental de Joseph Roth, un escritor marcado por la desgracia, por la desaparición de su mundo y el alcoholismo.
  Precisamente de la desaparición de toda una sociedad, toda una cultura es sobre lo que trata esta novela. Aunque Roth no perteneció a ningún grupo ortodoxo judío, de hecho una cita suya revela su judaísmo como un hecho inopinado al cual nunca dio importancia, trata aquí las dificultades, las particularidades de una familia judía, la de Mendel Singer. 
 Roth se consideró a sí mismo como representante de la literatura alemana del exilio, el alemán fue su lengua creativa, sin embargo, unas absurdas leyes eugenésicas le impedían poseer una plena ciudadanía austriaca.
  Joseph Roth es uno de los autores más dotados del siglo XX, con una prosa fácil y rápida que atrapa por su sencillez y corrección. Otro relato conocido suyo es La leyenda del santo bebedor", un pequeño divertimento literario que pone en evidencia su talento.

martes, 12 de noviembre de 2013

Leído: "La tormenta de nieve", de Lev Tolstoi

 Pequeño relato, cortísimo en comparación con otras obras tolstoyanas, sobre una brutal tormenta de nieve que sufre el autor (y sus lacayos) en la estepa rusa.
  Un pequeño relato que no justifica que los señores de Acantilado lo presenten en un solo volumen, ya lo dije en otra entrada: quizá sea el excesivo coste de los libros y la reciente brutal subida del IVA, pero sería mucho más deseable que fuera presentado junto con otros relatos de Tolstoi. El relato en cuestión  fue escrito en plena juventud del genio ruso y, aunque hay quien quiera ver que en un maestro como Lev Nikolaievich Tolstoi todo es oro... me temo que no es así. Todos, incluido el gran Tolstoi uno de los grandes pensadores del cambio de siglo (obviamente del XIX al XX), escribieron relatos perfectamente olvidables... este es uno de ellos.
 La tormenta de nieve fue escrita en juventud del autor, mantiene como en toda su obra una facilidad de narración que le distingue del resto de los mortales, pero no es tan memorable como la contraportada nos dice. No lo es porque  no existe tal reflexión sobre la futilidad de la vida, la perenne cercanía de la muerte... no, eso lo intuimos los apasionados lectores de Tolstoi. Más de una vez he dicho que considero al ruso uno de mis padres espirituales, lo he leído prácticamente todo de él, suficiente para saber cómo presenta los temas, siempre lo hace de forma explícita, pedagógica, como un maestro que instruye a sus alumnos; Tolstoi nunca escribió de forma sutil, con indirectas. En este relato no se hace la más mínima referencia a esos pensamientos existenciales, somos nosotros que queremos ver más allá, que conocemos al autor y su pensamiento.
 

lunes, 11 de noviembre de 2013

Ahora leyendo: "Escuadra hacia la muerte" y "La mordaza" de Alfonso Sastre

 La apabullante falta de libertad en este mentado país explica por qué uno de los tres grandes dramaturgos de la posguerra (junto con Paso y Buero Vallejo) no haya puesto sobre las tablas ninguna de sus múltiples obras desde hace décadas.
  Sí, Alfonso Sastre cometió el "horrible pecado" de hablar claramente en el ámbito político y defender el derecho de autodeterminación de todos los pueblos, se encuentren en el Estado en el que estén. En realidad, sus dramas son bastante inocuos, no tocan temas delicados para el "establishment" y sus adormilados ciudadanos; en Escuadra hacia la muerte, por ejemplo, se recapacita sobre los comportamientos humanos ante la sinrazón de la vida, trastocada aquí en la de la guerra, con respuestas suicidas, desesperadas y violentas... pero nada más, no se menciona nada que sea sacrosanto para la "unidad nacional"...
  No puede explicarse de otro modo el exilio interior de Sastre si no es por su compromiso político paralelo a su actividad creativa... Ya se sabe, aquellos que quieran salir del rebaño habrán de sufrir postergación sean quienes sean.

Inciso cinematográfico: "La mejor oferta", de Giuseppe Tornatore

 Con diferencia, uno de los mejores guiones cinematográficos de los últimos tiempos, mejorado con un espectacular Geoffrey Rush y una cuidada fotografía que apuntala el ambiente en el que se mueven los personajes.
  Acostumbrados a los previsibles y mezquinos guiones de las superproducciones de Hollywood, esta producción italiana rodada en inglés goza de una trama verdaderamente envolvente, sorprendente, que atrapa al espectador durante sus más de dos horas de duración. Tornatore firma ese guión que, en mi opinión, es lo más destacable del film; Rush está inconmensurable, es uno de esos actores que apenas tiene que hablar para llenar la pantalla y justificar una película; la banda sonora es de un ya octogenario Ennio Morricone (quién con más experiencia); y la glamurosa fotografía de diversas ciudades italianas así como de Viena y Praga. Una gran película, de las mejores que he visto últimamente.

El hacedor de best sellers, por Javier Lacomba de Maruri

Por fin me decido a dejar “negro sobre blanco” mis experiencias en aquella infame editorial No, no tengo miedo a posibles consecuencias sociales o incluso legales, estoy demasiado cansado como para temer eso; solo quiero poder dormir bien, no sentir esa repugnancia hacia mí mismo cuando me miro al espejo...
Todo empezó cuando respondí a una oferta de trabajo de la Editorial D. Mi currículum estaba sobrado para lo que pedían, ayudante de dirección, y hacia allá me encaminé. De primeras la editorial me pareció más pequeña de lo que me figuraba (apenas cuatro empleados) y me intimidó un poco que el propio señor D. me entrevistara. Su aspecto, su gran mesa de caoba y su actitud, fumando en todo momento un gran puro, reforzaban esa sensación de inferioridad. “Bueno, joven, ¿tiene experiencia en el trato directo con escritores?” Me espetó el señor D. “Abundante”, mentí. A continuación, mi entonces futuro jefe me advirtió, con verdaderos gestos de repugnancia, de la repulsiva condición de aquellos; los consideraba un subproducto de la sociedad, un error de la naturaleza. Para él la vida era lucha y desafío, y solo los más fuertes deberían sobrevivir; eliminando a los más débiles, la sociedad aseguraba su futuro. No me dejó duda alguna, pensaba que los escritores, “creadores” decía con sorna, eran la hez de la humanidad... Sin embargo, lamentablemente, él tenía que tratar a diario con ellos al haber heredado el negocio por vía paterna. La entrevista resultó favorable y, al lunes siguiente, ya estaba en mi pequeño despacho, ¡al fin!
Las primeras semanas de trabajo las pasé en un estado casi eufórico. Mis familiares y amigos casi no podían creer mi buena fortuna, y yo... estaba tan entusiasmado que no cejé en mi empeño por aprender el oficio y satisfacer a mi jefe... supongo que me convertí en un perfecto “lameculos” e imitador de su tiranía. Copié sus gestos, sus costumbres, incluso su forma de pensar; los escritores, hacia los que antes no sentía ni aprecio ni desprecio me parecían ahora lamentables criaturas siempre quejándose de su vida. No lo debí hacer mal, pues a los pocos meses el señor D. me dejó llevar la gestión de los autores más relevantes.
Recuerdo especialmente a A. L. , cuando traté con él ya era un reputado cuentista, sus recopilaciones se vendían como churros. Yo pensaba encontrarme con alguien de fuerte carácter, no sé por qué, pero me topé con un hombre derrotado, perdido, aparentemente víctima de una depresión que lo subyugaba. Pero lo que más me impresionó fue lo que me dijo, me habló con miedo de mi jefe, me pidió, me suplicó en realidad que le ayudara, que mintiera a mi jefe sobre el progreso de su trabajo. Me asqueó tanto que acabé por despacharlo con cajas destempladas... me acabó llamando lacrimosamente “señor” y se le humedecieron los ojos... pensé que se echaría a llorar allí mismo.
Mi jefe me volvió a recordar sus opiniones sobre los escritores: “Lo importante es exprimirlos... en realidad es lamentable que los necesitemos, pero está claro que cuando llegan al punto de no dar nada más debemos facilitar su eliminación... por el bien de la sociedad”. ¿Eliminarlos? La palabreja se me clavó en el cerebro con una insistencia brutal hasta el día de hoy. ¿Acaso insinuaba matarlos? Desde luego el señor D. tenía fama de despiadado... pero también era alguien reputado en su ambiente, un verdadero puntal de la sociedad, no podía creer en esas intenciones.
El día a día en el trabajo me hizo olvidarme de aquella conversación y, solo unos meses después, volví a verme en unas circunstancias semejantes. Esta vez fue otro autor, que había escrito sus mejores novelas hacía años, la editorial lo consideraba acabado y se le tenía un poco apartado de la primera línea del negocio. Tuve que visitarle para liquidar unos haberes pendientes, me habían prevenido de sus ataques de ira agravados últimamente por el abuso del alcohol... no se equivocaban. De primeras me encontré en un lóbrego y maloliente apartamento, me recibió con una sonrisa, pero al presentarme como trabajador de la editorial, su rostro se tornó brutal, su mirada de odio, su amenazante mueca me hizo dar un paso atrás. Entré en aquel antro . El escritor, sin mediar palabra, me dejó solo y entró en otra habitación cerrando tras de sí la puerta; segundos después volvió con un manuscrito en sus manos, me lo lanzó a las manos y me espetó: “aquí lo tiene, puede decirle a la hiena de su jefe que yo cumplo con mis obligaciones, aunque sea a costa de mi salud... ¡y ahora fuera de mi casa, buitre! Fue todo tan brutal, tan salvaje, que solo pude tomar el manuscrito y salir apresuradamente de aquella casa. Tuve que pasear durante más de diez minutos para sosegarme y poder asumir lo ocurrido.
Recuerdo que cuando lo comenté con algún compañero de vuelta a la editorial todos bajaban la mirada con gesto de culpabilidad... nada pudo sorprenderme más, esperaba su comprensión, su complicidad y parecía que casi estaban de parte de aquel energúmeno. Pero mayor fue aún la sorpresa que me deparó mi jefe. Me llamó al despacho y sin dejarme explicar me soltó: “Verá F., me temo que, o bien no me acaba de entender o no tiene las suficientes energías para este trabajo. Mañana sin falta iremos a ver a D. N., quiero que aprenda de primera mano cómo se trata con esos gusanos...”.
Efectivamente, al día siguiente fuimos a ver a D. N. En la puerta de su casa me reconvino: “sobre todo fortaleza, no se deje impresionar por ese llorón”. Dicho y hecho, mi jefe acorraló hasta las lágrimas al escritor, que, de cuando en cuando, me dirigía atribuladas miradas a las que yo no podía corresponder. El señor D. acabó su acometida con un “si no puede escribir más qué vacía e innecesaria debe ser su vida”, que acabó con D. N. sollozando en el suelo... Así acabó la conversación. Ya fuera en la calle, D. me miraba de reojo y, como para justificarse dijo: “no se preocupe, ese ya ha escrito todo lo que tenía que escribir”. Con terrible sobresalto leía en la prensa pocos días después que el famoso escritor D. N. se había quitado la vida al saltar al vacío desde la terraza de su casa.
No creo ser especialmente timorato, pero aquello me dejó para el arrastre, sobre todo porque D. parecía feliz con el desenlace. El suicidio del escritor le había dejado con los derechos de todas sus obras, pues D. N. no dejó herederos... negocio redondo para la editorial.
Me costó asimilarlo, la verdad. No soy tan ingenuo para no saber que este es un “mundo de lobos”, pero aun así creo, o creía, que las relaciones mercantiles pueden estar sometidas a las anticuadas normas de la bonhomía.
A raíz de lo de D. N. empecé a averiguar, primero entre mis compañeros, todos mudos al principio; luego a través de otras editoriales; terminé preguntando a amigos y conocidos de los escritores estrella de nuestra editorial... Las pesquisas me llevaron a una conclusión inaceptable: parecía como si los mejores escritores, aquellos que habían proporcionado pingües beneficios a la empresa se hubieran suicidado dejando como heredero universal a la editorial D. Demasiada casualidad.
Aparte del odio que me mostraron los pocos amigos de los desdichados, los demás me lo contaban con una mezcla de aprensión y vergüenza, como si fuera algo no tan extraño en el mundillo editorial. Alguien debió irse de la lengua, pues el señor D. me llamó a su despacho. Allí tuvo lugar la conversación más surrealista que he vivido y que me decidió a dar el paso de denunciar. Todo empezó con una retórica pregunta sobre mi supuesta continuidad laboral. “¿Supongo que querrá continuar con nosotros?” Estaba tan asombrado por los últimos acontecimientos que contesté: “Por encima de todo quiero tener limpia la conciencia”. Me miró con fiereza: “¡qué inmaduros son los jóvenes de hoy! Ya hubiese querido yo a su edad que me ofrecieron lo que yo... un proyecto laboral a largo plazo”. No consiguió enredarme con sus promesas: “¿Qué pasó con D. N., señor D.? ¿Y con los demás, tuvo algo que ver la editorial con sus muertes?” D. se levantó de su sillón, me miró con desprecio: “Es usted un débil, un desecho social, tanto como esos escritorzuelos de tres al cuarto que solo saben lloriquear. Yo, entérese joven, yo doy a la sociedad lo que quiere: novela, poesía, ensayo, teatro... todo lo que quieren y de la mejor calidad... Soy yo quien lo consigue aunque no lo escriba... ¡Qué importa la vida de esos subhumanos! ¿Acaso no sabe que escriben mejor cuando la depresión los acecha? Ellos mismos lo dicen... Si hay que darles el empujoncito final se les da, total, muchos ya están acabados al escribir su primera novela...”.
Aquella conversación me aclaró la criminal actividad de la editorial. Fui de allí directo a la comisaría. No creo que salga nada de todo ello, el señor D. es un prohombre de la sociedad, pero, al menos, cumplí con mi conciencia.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Ahora leyendo: "La destrucción de Kreshev", Isaac Bashevis Singer

 Con esto de la subida del IVA ya no hay libros baratos. Ahora, relatos cortos de poco más de un centenar de páginas no bajan de los doce o catorce euros... parece que algunas editoriales, Acantilado entre ellas, utiliza como técnica comercial sacar los relatos individualmente en lugar de la conocida recopilación de relatos que tenía como poco trescientas páginas con la finalidad de abaratar el precio final. Un ejemplo es este:
  En fin, dejando de lado el omnipresente tema económico, este relato de Bashevis Singer sí merece tener libro propio. No es lo primero que leo, pero si lo más original, anteriormente había leído La familia Moskat y me pareció demasiado formal, interesante, pero un tanto plano. La destrucción de Kreshev tiene la originalidad de haber sido escrito en primera persona por el diablo que enreda en las humildes vidas de ese "shtetl" ucraniano, llevando a sus habitantes a "la tentación y el pecado".
  Este tipo de relatos, que mezclan tradición oral judía de miles de años con una cultura barrida por las armas hace menos de sesenta años y la originalidad de sus autores, hace que la literatura en yiddish sea una joya que los europeos modernos no deberíamos desperdiciar, pero claro, el negocio editorial va por otros caminos...

sábado, 9 de noviembre de 2013

Ahora leyendo: "Estoy en Puertomarte sin Hilda y otros cuentos", de Isaac Asimov

 Pequeña colección de relatos policíacos, por supuesto ambientados en un futuro lejano y con el tema espacial omnipresente.
  En el prólogo del propio autor explica cómo cualquier novela de ciencia ficción podría incluir distintos elementos para que fuera considerada de otro subgénero narrativo: novela romántica, de terror, deportiva, policíaca... siempre y cuando estén ambientadas en un futuro lejano y tecnológicamente avanzado. Por supuesto, en ese plano Asimov es uno de los más grandes maestros, y su maestría no depende tan solo de su imaginación desbordante como también de su erudición en dichos campos que dotaba de gran verosimilitud a sus escritos. Al margen de eso, es destacable el uso de personajes que son el álter ego del autor; quizá lo hagamos todos de forma inconsciente, pero Asimov dota a su álter ego, en este caso Wendell Urth de las características más insignificantes que lo identifican como su conocida claustrofilia y rasgos físicos notorios.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Inciso cinematográfico: "Le Havre", de Aki Kaurismäki

 Uno se sorprende de que películas como Le Havre consigan financiación suficiente para llegar a realizarse. Es, en mi opinión, el camino que debe seguir el cine europeo, tan lejos de los cantos de sirena "hollywoodianos".
  El protagonista es un antiguo escritor que, abandonada su ambición literaria, sobrevive con gran dignidad como limpiabotas. Su pequeño mundo se reduce a su oficio, su austera relación con su mujer, sus pocos amigos y el recuerdo del pasado. Su vida se transformará cuando llegue a su vida Idrissha, un chico gabonés que huye de su país rumbo a Londres. 
 En realidad, la cinta es una metáfora de la extraña sociedad en la que vivimos, con la absurdidad de la vida y la evidente igualdad entre todos los seres humanos, quieran comprenderlo aquellos que detentan el poder o no. Los desolados paisajes urbanos de Le Havre facilitan estas visiones a la vez desesperanzadas y esperanzadoras.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Ahora leyendo: "Confesión", de Lev Tolstoi

 Uno de mis grandes padres espirituales (más que literario) y supongo que el de millones más. En otra entrada comenté que considero a Lev Nikolaievich Tolstoi uno de los mayores pensadores del siglo XIX, que, lamentablemente para el destino de la humanidad, parece haber sido olvidado. Es la Editorial Acantilado la que publica este pequeño libro que en verdad es enorme.
  Es enorme porque narra con una sencillez, con una humildad propia de un verdadero sabio, las vicisitudes por la que pasó su pensamiento espiritual: su educación en la fe ortodoxa de modo tradicional e inopinado; su afrontar la vida de un modo mundano en su juventud y primera madurez, con un apego a las efímeras glorias terrenales; y por fin una vuelta a las Sagradas Escrituras desde una interpretación alejada de todo lo tradicional, buscando la verdadera esencia de las mismas. Es, en definitiva, un verdadero mapa para tratar de buscar un sentido a la vida, algo que, en nuestros días, parece más necesario que nunca.

martes, 5 de noviembre de 2013

Todo queda, nosotros pasamos.

 Hace casi cuarenta años, pero en mis recuerdos, en mis sentimientos fue ayer. Reconforta y duele a la vez ver que lo físico, lo material sigue existiendo, con mínimas variaciones, pero que las personas pasamos, nos esfumamos, desaparecemos. Solo quedan los recuerdos que, poco a poco, se van haciendo más evanescentes, anunciando nuestra pequeñez temporal.
 Todos pasamos... con nuestras luchas, nuestros anhelos, nuestros pequeños éxitos, nuestros enormes fracasos, nuestras alegrías y penas... en realidad, es todo tan rápido que, si lo pensamos bien como decía el poeta medieval, antes de llegado ya es partido.
 Si fuésemos conscientes de esta verdad inmutable seríamos menos dañinos, menos orgullosos, maltrataríamos menos al prójimo, especialmente a "nuestro prójimo". Sabiendo que somos tan poca cosa, tan volubles deberíamos enfocar nuestra visión, nuestras miradas, para conocer, para sentir al otro, "nuestro otro", y así reconfortar nuestras soledades en común.

lunes, 4 de noviembre de 2013

"Las extraordinarias aventuras de Adele Blanc-Sec", por Jacques Tardi

 De los dibujantes de cómics y esa artificial división en europeos y americanos, Jacques Tardi sí es un claro exponente del artista europeo que usa conocidos textos de reputados autores (Léo Malet, Jean Giraud y otros) que no utiliza superhéroes un tanto infantilones para "luchar contra el sistema", sino personajes de a pie que luchan con sus vidas a trancas y barrancas.
  En este caso, Tardi es también el escritor, dejando claro cuán importante aportación cultural pueden  realizar estos "dibujantes de monigotes" tan poco considerados por el establishment cultural. 
 Adèle Blanc-Sec es una joven escritora parisina con ínfulas de investigadora y "desfacedora de entuertos" pero sin pretender apuntalar el sistema moral dominante, sino más bien todo lo contrario. Esta obra es, junto con Puta guerra o La guerra de trincheras una de las mejores de Jacques Tardi, con un depurado equilibrio entre sus preciosistas viñetas y un cuidado guión. 

viernes, 1 de noviembre de 2013

Inciso cinematográfico: "We Are What We Are", dirigida por Jim Mickle

 Otra película que compitió en el pasado Festival de Sitges. No recibió premio alguno, aunque, según parece, sí fue del gusto del público. We are what we are.
  La cinta es la adaptación de otra mejicana, que también pasó por Sitges hace unos años, llamada Somos lo que hay. Busqué esa película en aras de conocer el original, pero no la he encontrado... En cualquier caso, esta dirigida por Jim Mickle me ha parecido muy interesante. Trata de una familia en el medio rural, aparentemente, aunque no se cita, de la Costa Este estadounidense, los Parker; sin dar muchas explicaciones se pone al espectador ante una familia muy tradicional, muy apegada a una costumbre extraña transmitida de padres a hijos... por otra parte son devotos cristianos... En principio una familia normal... ¿normal? ¡Ay de aquellos que caigan en sus manos! Los buenos de los Parker, tan timiditos, tan buenos chicos, tan tranquilitos en su pequeña granja... son caníbales. Se trata de un canibalismo ritual que practican con gran circunspección a la vez que leen las Sagradas Escrituras... toda una tradición. 
  Véase aquí cuán respetuosos son con sus inveteradas costumbres... Serán descubiertos cuando un forense local (que ha perdido a su hija, no hace falta decir cómo acabó) encuentra signos anatomopatológicos de la Enfermedad de Creutzfeld-Jakob en la fallecida madre.
 La actuación del elenco es francamente aceptable (no hay ningún/a chica/o mono/a al que estén lanzando), pero yo destacaría la fotografía, tan importante en una película de terror; en este caso consigue recrear un ambiente verdaderamente diferente y especial para la familia sin caer en la obviedad. 
 En definitiva, una buena película, aunque el final (un desaforado festival antropofágico) la desmerece un poco.

Cuando el maltratador no muere.

 Antaño los hombres no vivían gran cosa... cincuenta o sesenta años, alguno quizá llegaba a las siete décadas... vida suficiente para dañar a otros de forma indeleble, pero al menos se sabía que su fin físico (otra cosa es la memoria) no estaba lejos. Hoy en día, gracias a los avances médicos, nuestras vidas, las de todos, víctimas y maltratadores, se prolongan.
 Recientemente una venerable señora de mi familia lejana ha cumplido la friolera de ciento tres años; pues bien, esa augusta dama no tuvo escrúpulo alguno en desear públicamente la muerte de su primogénita muchas décadas atrás cuando esta le comunicó que estaba embarazada antes de casarse...
 Desgraciadamente no existe justicia alguna, ni terrenal ni divina, sobre las vidas de aquellos que infligen daño sobre otros. Los procesos biológicos y de la casualidad, indiferentes a sus comportamientos, dan largas vidas a aquellos que merecían desaparecer cuanto antes y cortas y atribuladas existencias a los que sufrieron maltrato.
 Con la no-muerte del maltratador, el maltrato recibido en la infancia perdura sin posibilidad de superación, repitiéndose cada día la agresión sufrida. En casos extremos la muerte del maltratado llega antes que la del maltratador, lo cual no supone sino una enésima victoria de la brutalidad y la crueldad sobre la sumisión y victimización. 

miércoles, 30 de octubre de 2013

Ahora leyendo: "El Necronomicón", editado por La factoría de ideas

 Los chicos de La factoría de ideas han aprovechado un tanto ladinamente  el tirón del nombre de este grimorio ficticio ideado por el gran Howard Phillips Lovecraft para nombrar su pequeño volumen. Sin embargo es de agradecer que se hayan tomado el trabajo de recopilar un buen puñado de relatos relacionados con dicho libro.
  Porque, obviamente, tal cual está la portada podría llevar a un incauto al error... afortunadamente, la mayoría de los lectores de Lovecraft son, como suele ser habitual para los escritores de culto, grandes conocedores de la obra del mismo, de sus particularidades y anécdotas más curiosas. La no existencia del tal Necronomicón es una de las más interesantes, pues todos hemos fantaseado alguna vez con que ese tomo de brujería, de invocación de los Primigenios recopilado por el árabe loco Abdul Alhazred (tradúzcase al castellano como Abdul "el que todo lo ha leído") existiera realmente y poder entrever siquiera unas líneas. En fin que el Necronomicón es una de las creaciones más geniales de Lovecraft, no solo por lo que el escribe sino por la literatura que está generando y generará en un futuro.
 Es por tanto loable que se haya rescatado a un buen puñado de seguidores (por supuesto más en la cantidad que en la calidad) del "solitario de Providence". Muchos de estos émulos, por cierto, publicaron en la famosa revista Weird Tales que a pesar del desprestigio (por ser considerados populares y de baja calidad) que tienen las llamadas "revistas pulp" estadounidenses, han sido capaces de escribir algunas de las más brillantes páginas de la literatura moderna de aquel país.

 

lunes, 28 de octubre de 2013

Inciso cinematográfico: "Matterhorn", dirigida por Diederik Ebbinge

 Tuve noticia de esta película al ser premiada con el "Pilar Miró al mejor nuevo director" de la Seminci 2013. Se trata de una cinta holandesa dirigida por Diederik Ebbinge y protagonizada por René Van't Hof y Ton Kas en la que se da una vuelta de tuerca más (siempre necesaria, nunca suficiente) al tema de la identidad, centrándose sobre todo en la asunción de las identidades propia y la de los seres más cercanos.

  En la cuadriculada y aburrida vida de Fred, puntal de su pequeña comunidad rural holandesa, ejemplo a seguir para los fieles de su parroquia calvinista, se produce un terremoto: la llegada de Theo, aparentemente una alma sencilla, un "pequeño", alguien que, aparentemente, ha perdido todas sus cualidades intelectivas y que, sin embargo, será capaz de enfrentar a Fred con sus fantasmas, haciéndole reflexionar sobre su pasado, sobre su vida y la de su hijo, Johan. La asunción de la homosexualidad de Johan parece el tema principal, pero en realidad Fred se asume a sí mismo, rompe con los convencionalismos e inveteradas tradiciones y se asoma a la verdad de vivir sin las anteojeras de los principios.
  El papel de Theo está a cargo de René Vant' Hof, bien conocido en su país por numerosas actuaciones tanto cinematográficas como televisivas, pero conocido fuera tan solo por la lamentable comedia de situación Los Flodder, humor barato y chabacano; sin embargo, en Matterhorn su participación casi silente llega al espectador, como un niño, un inocente que ha de sacar lo más auténtico que todos tenemos. Ton Kas, el sistemático Fred, es su contrapunto, el paroxismo del orden, que está mucho más cerca de la verdadera locura que Theo. La fotografía, con "pulcrísimos" y ordenados paisajes holandeses,  está muy cuidada para reforzar la sensación de estabilidad, de tranquilidad que, como se demuestra a posteriori, es un orden forzado. La música de Bach, por último, omnipresente hasta casi el final, facilita al espectador la sensación de puritano tradicionalismo.
 En definitiva, una buena película para reflexionar, para buscarnos a nosotros mismos. Quizá demasiado sutil para los países del sur de Europa, pero que seguro que allende los paralelos del Hemisferio Norte, será claramente entendida.

martes, 22 de octubre de 2013

Ahora leyendo: "Más allá de los eones y otras historias en colaboración H.P. Lovecraft"

 Lo tremendo de un genio como Howard Phillips Lovecraft no es solo su enorme creación (que por cierto recogió Valdemar en dos tomos) sino que, además, influyó en decenas de escritores con algunos de los cuales tuvo relación epistolar (los llamaron el "Círculo de Lovecraft") e incluso ayudó a escribir o corrigió textos de otros autores, por supuesto con la misma temática. Los han recopilado en este tomo:
  Es indudable la mano del maestro en muchos relatos, especialmente los de Alphonse de Castro, con esa genialidad que el "solitario de Providence" demuestra y que a pocos ha sido concedida. Es como bucear en un  añoso baúl olvidado en una casa abandonada y encontrar los restos primigenios de quien ya te sedujo decenas de veces.

domingo, 20 de octubre de 2013

Inciso cinematográfico: "The colony", dirigida por Jeff Renfroe

 No soy muy aficionado a las películas de terror (aunque esta sería mejor calificada como "postapocalíptica") recientes, oí hablar de The Colony gracias al Festival de Sitges que ha concluido en estos días.
  De hecho, este film estaba propuesto en la sección oficial: "Fantástic Panorama" de dicho festival, e incluso  ha recibido el premio al mejor largometraje de dicha categoría. La película, ya lo dije, es "postapocalíptica": tras un brutal cambio climático, el planeta Tierra se ha visto sumido en un frío glacial, y los pocos supervivientes han tenido que refugiarse bajo tierra para evitar tales rigores climáticos; además de esos problemas, nuestro aguerrido grupo de protagonistas ha de enfrentarse a un grupo de enloquecidos caníbales que tratan de "merendárselos"... en fin, una dura vida. La fotografía está razonablemente bien lograda para los tiempos que corren, con paisajes polares y lóbregos túneles subterráneos; del elenco actoral destaca mucho, pero mucho, mucho, Laurence Fishburne, el resto está pasable... Véase aquí al susodicho con otro "compi" tratando de huir de los antropófagos...
  No está mal la película, aunque, para mí, es demasiado previsible y el supuesto terror demasiado evidente, yo disfruto más si este es más sutil, que se insinúe más que se muestre descaradamente como un par de "pavos" trocean a otro para cenar... Aun así, es entretenida y mantiene la tensión bastante bien durante los noventa minutos.

viernes, 18 de octubre de 2013

Ahora leyendo: "Fahrenheit 451", de Ray Bradbury

 El poemario que leí de Bradbury, Vivo en lo invisible, me decepcionó terriblemente. No es que me pareciera malo, es que hacía muchísimos años que no leía poesía tan ramplona, tan facilona como esta. Tanto me disgustó, que me propuse, en aras del respeto al escritor y a su reputado nombre, leer la novela por la que adquirió dicha reputación... así que, aquí está:
  Fahrenheit 451 es lo que los anglosajones llaman "distopia" (vocablo, por cierto, no reconocido por la RAE por mucho que otros lo escriban como se debiera leer en castellano, "distopía"), es decir, una novela de ciencia-ficción de una sociedad futura con los cambios necesarios para que sea tal ciencia-ficción. El ejemplo es 1984, de George Orwell que tan aclamada y profética resultó en su tiempo al retratar a una sociedad humana idiotizada y controlada de forma férrea pero sutil por el Gran hermano. La de Bradbury contiene aspectos igualmente preocupantes para nuestra especie, con individuos apartados de la naturaleza (en todos los sentidos, no solo de los animales y plantas sino también de de sus sentimientos) y reducidos a meros consumidores compulsivos.
  Lo que llevo leído de momento, un tercio del libro, no me está disgustando. Se trata de una prosa rápida pero suficientemente adjetivada, los personajes son bastante redondos y la trama se va desvelando poco a poco... nada que ver con aquel poemario. Supongo que todo se debe a la nunca "suficientemente ponderada" influencia editorial, que trata de sacar dinero a toda costa del escritor, llevando a publicar poesía de una calidad tan ínfima que nunca debiera ver la luz...