lunes, 6 de junio de 2022

"Recommended Reading", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com)

 

Image taken from the website www.incidentalcomics.com

"Al este del Edén", de John Steinbeck.

 Obviamente, la portada de un libro sólo sirve para vender mejor ese libro. Digo esta estupidez para recalcar que las editoriales no tienen más que ese único fin, cualquiera con perfil comercial vale para conseguir esa meta; no en balde, el fundador de la insigne editorial que publica esta versión empezó a hacer fortuna vendiendo y comprando libros usados, como simple mercancía. Como Austral (Grupo Planeta) quiere vender libros a toda costa, no duda en poner como portada al guapo joven, aceptable actor y excelente icono juvenil James Dean como reclamo (véase la imagen escaneada tras estas líneas). Por supuesto, no está mal traída  esa imagen, toda vez que representa la imagen de Dean como Caleb Trask en la adaptación cinematográfica de Elia Kazan de 1955; lo que ocurre, de aquí mi crítica, es que la película (que recibió varios premios, entre ellos un Oscar y un Globo de Oro, y que fue aclamada como gran obra cinematográfica) no es sino un triste remedo de la novela. Al este del Edén, la película, es destacable si se compara con el resto de películas, pero la novela es sencillamente genial. Por eso digo que la imagen de James Dean en la portada de Austral sólo sirve para atraer compradores, porque la película no llega ni al nivel del betún de la novela.
 He leído poco de John Steinbeck (que, dicho sea de paso, tampoco tiene una obra muy abundante), pero recuerdo haber disfrutado como un enano con Las uvas de la ira, verdadera epopeya de la huida hacia el oeste de la población estadounidense residente en lo que se dio en llamar en la época el Dust Bowl (tazón de polvo), los estados de las Grandes Llanuras que debido a la concatenación de varios años de extrema sequía se convirtieron en un erial cuando antes eran fértiles. Las difíciles experiencias de esas familias, convertidas en pobres de la noche a la mañana son extraordinariamente narradas por Steinbeck, pero principalmente destaca por cómo disecciona el alma humana, sus grandezas y sus miserias, haciendo un retrato psicológico del alma humana que es propio de quien conoce al mono desnudo de manera total. Bueno, pues Al este del Edén es otro novelón del tipo: Steinbeck hace retratos de la condición humana tan excelentes que son universales y atemporales; está ambientado en los Estados Unidos en las inmediaciones de la Primera Guerra Mundial, pero podría trasladarse a cualquier época histórica y cualquier lugar.
 El argumento es la lucha por la vida de dos familias americanas, los Trask y los Hamilton, desde la Guerra de Secesión hasta las postrimerías de la Primera Guerra Mundial. Inicialmente ambas familias residen en el este del país (en Boston, concretamente), pero dirigirán sus pasos hacia el Valle de Salinas californiano, donde serán vecinas y acabaran por emparentar. En un principio, Steinbeck narra en primera persona haciendo referencia a su propia familia (el propio escritor nació y residió la mayor parte de su vida en Salinas), aunque a medida que avanza el texto va reservando la primera persona para algunos capítulos introductorios de cada una de las cuatro partes en que se divide la novela, mientras que el resto está escrito en tercera persona. Lo narrado no es ambiguo, ingenuo ni complaciente: se trata de familias problemáticas, tan problemáticas que son totalmente verosímiles. Los enfrentamientos entre hermanos se dan generación tras generación, emponzoñando las relaciones fraternas y los caracteres durante toda la vida.
 El argumento es, pues, duro y áspero, pero los temas son más interesantes aún. El título de la novela no es casual, es una referencia clara al Génesis; de hecho, toda la novela tiene ecos veterotestamentarios, con personajes semejantes a los patriarcas bíblicos: caracteres recios, indomables, llenos de asombrosas virtudes pero también de deleznables vicios. Entre todos los vicios, el afán de culpabilizar a los hijos está presente de principio a fin. Si según el Génesis, Dios creó a Adán y Eva, y éstos engendraron a Caín y a Abel, Steinbeck crea a dos hermanos Adam y Charles Trask, pusilánime aquél y violento éste. Adam engendrará gemelos, Aron y Cal, de una prostituta (Cathy/Kate) que intenta matarlo cuando lo abandona. Claro, Aron y Cal son el día y la noche: Aron es inocente, rubio y trabajador, Cal es retorcido, moreno y mezquino; vamos, una reedición de Abel y Caín.
 La novela tiene así las formas de una epopeya bíblica. Pero lo mejor es la capacidad de John Steinbeck de retratar la psique humana, como decía antes. Son personajes arquetípicos (como los bíblicos) que representan lo mejor y lo peor del ser humano, y que, en realidad, están presentes tanto unos como otros en un mismo hombre. Todos tenemos algo de Caín y de Abel, de Caleb y de Aron.
 Bien, pues con todo esto que digo, la película de 1955 dirigida por Elia Kazan (que tantos premios y admiración popular cosechó) no es más que una pequeña parte de la novela, concretamente desde el capítulo 37 hasta el final (son 55); pero, además, la película omite personajes y situaciones que son fundamentales y que dan empaque a la novela (entiendo que algunas de ellas no son fácilmente trasladables al celuloide, en todo caso). Así, un personaje ignorado por la versión cinematográfica es Lee, chino de origen, aunque nacido ya en Estados Unidos que, oficialmente, es el criado de Adam Trask, pero que, en realidad, es más un confidente y filósofo de andar por casa. A través de Lee se expresan los otros personajes, pues se convierte en un contrapunto de los distintos caracteres, que les permite comprenderse a sí mismos y a los demás. Otro personaje apenas esbozado en la película es Cathy, mujer de Adam, madre de Aron y Cal, reconvertida en prostituta y regente de burdel; toda maldad y rencor, es un personaje que, en la novela, dinamita la paz familiar, creando sentimientos de culpa que perduran toda la vida.
 En definitiva, Al este del Edén es, en mi opinión, una de las mejores novelas del siglo XX, al menos de las escritas en inglés. Tiene una profundidad tal que la convierte en eterna, será leída dentro de varios siglos y será perfectamente entendida y admirada, algo que sólo lo consiguen las grandes obras como El Quijote. Al igual que la obra cervantina, la novela de Steinbeck no trata de personajes inventados, sino que todos los seres humanos están condensados en esos personajes. ¡Una extraordinaria obra literaria!