El argumento es la lucha por la vida de dos familias americanas, los Trask y los Hamilton, desde la Guerra de Secesión hasta las postrimerías de la Primera Guerra Mundial. Inicialmente ambas familias residen en el este del país (en Boston, concretamente), pero dirigirán sus pasos hacia el Valle de Salinas californiano, donde serán vecinas y acabaran por emparentar. En un principio, Steinbeck narra en primera persona haciendo referencia a su propia familia (el propio escritor nació y residió la mayor parte de su vida en Salinas), aunque a medida que avanza el texto va reservando la primera persona para algunos capítulos introductorios de cada una de las cuatro partes en que se divide la novela, mientras que el resto está escrito en tercera persona. Lo narrado no es ambiguo, ingenuo ni complaciente: se trata de familias problemáticas, tan problemáticas que son totalmente verosímiles. Los enfrentamientos entre hermanos se dan generación tras generación, emponzoñando las relaciones fraternas y los caracteres durante toda la vida.
El argumento es, pues, duro y áspero, pero los temas son más interesantes aún. El título de la novela no es casual, es una referencia clara al Génesis; de hecho, toda la novela tiene ecos veterotestamentarios, con personajes semejantes a los patriarcas bíblicos: caracteres recios, indomables, llenos de asombrosas virtudes pero también de deleznables vicios. Entre todos los vicios, el afán de culpabilizar a los hijos está presente de principio a fin. Si según el Génesis, Dios creó a Adán y Eva, y éstos engendraron a Caín y a Abel, Steinbeck crea a dos hermanos Adam y Charles Trask, pusilánime aquél y violento éste. Adam engendrará gemelos, Aron y Cal, de una prostituta (Cathy/Kate) que intenta matarlo cuando lo abandona. Claro, Aron y Cal son el día y la noche: Aron es inocente, rubio y trabajador, Cal es retorcido, moreno y mezquino; vamos, una reedición de Abel y Caín.
La novela tiene así las formas de una epopeya bíblica. Pero lo mejor es la capacidad de John Steinbeck de retratar la psique humana, como decía antes. Son personajes arquetípicos (como los bíblicos) que representan lo mejor y lo peor del ser humano, y que, en realidad, están presentes tanto unos como otros en un mismo hombre. Todos tenemos algo de Caín y de Abel, de Caleb y de Aron.
Bien, pues con todo esto que digo, la película de 1955 dirigida por Elia Kazan (que tantos premios y admiración popular cosechó) no es más que una pequeña parte de la novela, concretamente desde el capítulo 37 hasta el final (son 55); pero, además, la película omite personajes y situaciones que son fundamentales y que dan empaque a la novela (entiendo que algunas de ellas no son fácilmente trasladables al celuloide, en todo caso). Así, un personaje ignorado por la versión cinematográfica es Lee, chino de origen, aunque nacido ya en Estados Unidos que, oficialmente, es el criado de Adam Trask, pero que, en realidad, es más un confidente y filósofo de andar por casa. A través de Lee se expresan los otros personajes, pues se convierte en un contrapunto de los distintos caracteres, que les permite comprenderse a sí mismos y a los demás. Otro personaje apenas esbozado en la película es Cathy, mujer de Adam, madre de Aron y Cal, reconvertida en prostituta y regente de burdel; toda maldad y rencor, es un personaje que, en la novela, dinamita la paz familiar, creando sentimientos de culpa que perduran toda la vida.
En definitiva, Al este del Edén es, en mi opinión, una de las mejores novelas del siglo XX, al menos de las escritas en inglés. Tiene una profundidad tal que la convierte en eterna, será leída dentro de varios siglos y será perfectamente entendida y admirada, algo que sólo lo consiguen las grandes obras como El Quijote. Al igual que la obra cervantina, la novela de Steinbeck no trata de personajes inventados, sino que todos los seres humanos están condensados en esos personajes. ¡Una extraordinaria obra literaria!