jueves, 16 de enero de 2014

Inciso cinematográfico: "The Book Thief", dirigida por Brian Percival

 No se me ocurre un tema más manido en el cine europeo de las últimas décadas que la brutalidad de los nazis con la población judía. Por supuesto, socialmente hablando, considero que está más que justificado, el exterminio premeditado de más de seis millones de seres humanos que tenían la terrible desgracia de pertenecer al mismo grupo social que banqueros como los Rothschild, Rockefeller o Fugger (que sí que eran responsables de la implantación de un sistema económico, el capitalismo más despiadado, que empobrecía a propósito a millones de individuos o países completos) sin la más mínima compasión hace apenas setenta años ha dejado una profunda, dolorosa e indeleble cicatriz en la sociedad europea. En cualquier caso, no todas las aproximaciones a tan tremendo tema son afortunadas. Me temo que esta no lo es.
  La ladrona de libros es una película muy efectista. Se nota que ha sido rodada con un alto presupuesto que facilitó una cuidadísima fotografía, unos decorados excelentes y, por encima de todo, la elección de dos de los mejores actores del momento: Emily Watson y -especialmente- Geoffrey Rush. Concretamente el actor australiano da una verosimilitud a la película con esa naturalidad y soltura a la que nos tiene acostumbrados en los últimos años. Desde luego no se puede acusar de poca verosimilitud a la cinta, todo encaja en la archiconocida historia de mediados del siglo XX, entonces... ¿Cuál es el problema? En mi opinión, el guión es terriblemente previsible, no sorprende, no engancha, no emociona (a pesar de la brutalidad intrínseca). Solo Geoffrey Rush levanta la calidad.
 La novela que originó el guión, escrita por un tal Markus Zusak (seudónimo literario), un joven australiano de origen alemán, adolece de ese tirón necesario para emocionar a un aburguesado público ahíto de comida basura. El alto presupuesto mejora el mediocre argumento y, como antes dije, Watson y Rush lo hacen potable.