sábado, 31 de mayo de 2014

A vueltas con las lenguas y los nacionalismos

 Lo dejó claro el Nobel Vargas LLosa: "el nacionalismo es una tara, un regreso a la tribu". Tiene razón, los nacionalismos, en todos los ámbitos, suponen la diferenciación entre el yo/nosotros y el tú/vosotros, es decir, una confrontación humana clásica, aquella que ha provocado millones de muertes, guerras, catástrofes... Lo terrible es que este principio también se aplica a las lenguas, que son utilizadas de forma torticera para enfrentar a unos contra otros. Toda lengua ha de tener, parece, una adscripción nacional que enorgullezca a unos y ofenda a otros... Yo me expreso en español o castellano. Ambas denominaciones hacen clara referencia a entidades político-administrativas: España y Castilla. Toda vez que nuestra lengua se extendió por otros continentes, surge el conflicto: he oído a nacionalistas del otro lado del charco decir que hablan en "argentino" o en "mejicano", ¿tiene esto sentido? Quizá no, pero tal vez tampoco decir que un indígena de Chiapas habla la lengua de un territorio, Castilla o España, situado a miles de kilómetros de su hogar.
 En España, concretamente, surgen los mismos problemas: hasta hace no muchas décadas se defendía la denominación "andaluz" como lengua diferenciada para la variedad dialectal hablada más al sur de Despeñaperros. Algo semejante ocurre con el valenciano, que los lingüistas (al menos los no comprados con altos cargos autonómicos) siguen considerando una variedad dialectal del catalán, pero los valencianos, puede que con razón, no entienden que hablen catalán si no se sienten catalanes... Lo mismo que los argentinos que no siendo españoles no consideran que su lengua sea el español.
 Si no hubiese tan clara referencia geográfica-política en las denominaciones no surgiría tal problema. Es, por tanto, una cuestión de nacionalismos aplicado a la lingüística.
 En tiempos medievales, en nuestro vecino del norte, se hablaban dos lenguas que llamaban "langue d'Oïl" y "langue d'Oc" según dijeran "sí" como "oïl" o como "oc"; posteriormente esas lenguas se conocerán como francés y occitano, haciendo inevitable esa referencia nacionalista, pero , ¿acaso es una denominación más exacta? No, son nombres más estrechos, pero no más exactos, de hecho, en mi opinión, la denominación primitiva era más hermosa en su sencillez y nadie se podía sentir ofendido por creerse o no francés u occitano.
 Análogamente, en nuestro país, hay cuatro lenguas oficiales que, según esta nomenclatura nacionalista reciben los nombres de gallego, español o castellano, vasco y catalán, con los correspondientes conflictos de chovinismos territoriales que esto acarrea. ¿No hubiera sido posible buscar unas denominaciones no nacionalistas? Se me ocurre que se podría sustituir gallego por "lingua", así no habría inconveniente para que asturianos y bercianos la usaran sin sentirse gallegos; español o castellano por lengua; "hizkuntza" para el vasco, se superan así los obstáculos para que la usen los navarros que no se sienten vascos; y "llengua" para el catalán, no más cuestiones con los valencianos o baleares. Así, según los territorios, los carteles, por ejemplo, habrían de rotularse en "lingua", "llengua" o "hizkuntza" además de en lengua; así se sortean las estrecheces provocadas por esa desafortunada nomenclatura nacionalista.
 No obstante, y conociendo la afición humana a destruirse el uno al otro, tal afán de evitar conflictos está irremediablemente condenado al fracaso.