martes, 1 de enero de 2013

De "Oblómovs" y "Bartlebys"

  Hablemos de metaliteratura. Periódicamente resurgen en los mentideros literarios personajes que se salen de los estereotipos heroicos capaces de rehacer sus vidas contra viento y marea; se retoman aquéllos que se caracterizaban precisamente por lo contrario, por su indolencia y ociosidad, se les psicoanaliza de nuevo, en busca de un nuevo gesto que nos permita tomarlos como ejemplo a seguir, típicamente Oblómov de Goncharov y Bartleby de Melville, aunque podríamos incluir otros como El hombre que duerme de Perec.
   Esos personajes, ya lo apunté, personalizan la falta de decisión, la inacción, incluso el tedio... ¿Por qué nos atraen tanto? Obviamente todos nos hemos enamorado, al menos en nuestra juventud, de los enérgicos personajes de Melville, el capitán Akab, Ismael, Billy Budd... todos impecables aventureros aunque también con personalidades complejas e incluso atormentadas; Bartleby, por el contrario, es un simple escribiente que no participa de las pasiones propias de sus compañeros y jefe, todo lo arregla con un "preferiría no hacerlo". El Oblómov de Goncharov es un rico terrateniente de la Rusia rural que deja la vida pasar, considera todo demasiado cansado y es, en consecuencia, víctima de abusos por parte de otros vecinos que se aprovechan de su indolencia. En este último caso no hay duda de que Goncharov quería denunciar la actitud de sus contemporáneos, que simplemente habían heredado sus posesiones y no sacaban rendimiento alguno de sus muchas posesiones; igual que Cervantes quería ridiculizar las novelas de caballería y sus ensoñaciones, Goncharov criticaba esa actitud improductiva de las clases dominantes de su "Rusia eterna". En el caso de Melville, quizás se tratase de un mero ejercicio literario o intelectual, fruto, desde luego, de una potente capacidad de creación. En Perec, (el personaje de El hombre que duerme es un chico joven que de un día para otro abandona todo aquello por lo que lucha: carrera universitaria, amigos, vida propia, por una indolencia muy estudiada) no me cabe duda que es un intento consciente de ahondar intelectualmente en dichos personajes.
   Los que somos lectores compulsivos nos hemos enamorado de casi todos los personajes literarios que hemos conocido en profundidad, quizás nuestra facilidad para fijarnos en ellos y descubrir facetas de personalidad que a otros no se les alcanza se deba a que todavía, independientemente de la edad que tengamos, seguimos buscando en los libros la luz que ha de guiar nuestra vida, aunque ésta esté próxima a su fin. 
  Recuerdo perfectamente el rechazo que mis padres tenían al "exceso de tiempo que pasaba con la lectura", especialmente mi padre criticaba que siempre estuviese "con novelitas" en lugar de estar con chicos de mi edad buscando aventuras... lo que él jamás pudo comprender es que las aventuras que he vivido con la lectura no se pueden disfrutar aunque se disponga de cuatro vidas consecutivas... en fin, supongo que quien sea aficionado a la lectura me entenderá. En este contexto, aquellos personajes indolentes y ociosos no lo eran tanto, sino gentes con una rica vida interior que despreciaban las fútiles aventuras de "los otros". Los que hemos vivido más en los libros que en la "vida real" los podemos comprender fácilmente.