sábado, 12 de enero de 2013

Fernando Pessoa

  Otro autor apabullante, en este caso en poesía. Nada más y nada menos que 72 heterónimos... ¡72! Si antes hablaba de Perec como una mente privilegiada, capaz de hacer todo tipo de malabarismos lingüísticos para demostrarlo, qué pensar de un tipo que creó personajes de su propia identidad, cada uno con su propio temperamento creativo... ¡Verdaderamente abrumador!
   Cada heterónimo tenía su historia, así, por ejemplo, Alberto Caeiro, sin estudios formales, genera una poesía directa, sin florituras, directa; Álvaro de Campos escribe una poesía "muy de su época" (los años 20 y 30 del pasado siglo), es decir se inicia con el decadentismo y se pasa a un futurismo marinettiano; Ricardo Reis, por el contrario, es la encarnación del clasicismo, no solo en poesía, también en su propia vida.
  Pessoa fue capaz de generar todas esos genios dentro de sí mismo, cada uno de ellos habría sido un fenómeno literario, así podremos entender mejor la inmensidad de un hombre aparentemente vulgar que llevó una vida gris en la Lisboa del cambio de siglo.

Ahora leyendo: "¿Qué pequeño ciclomotor de manillar cromado en fondo de patio?" de Georges Perec

  ¡Y seguimos con Perec! ¡Qué obsesión! No, lo cierto es que leer a Perec es un ejercicio semejante al de un descubridor en un mundo desconocido. Antes leí Las cosas, quizás su obra más "convencional"; luego La vida, modo de empleo, con su descripción de los habitantes de un bloque de viviendas a lo largo del tiempo, pero usando como recorrido el movimiento del caballo del ajedrez; después Un hombre que duerme, ejemplo de la llamada "literatura Bartleby", un tipo que de un día para otro abandona toda acción y, cabe suponer, toda pasión, lo cual hace que el lector (al menos yo así lo hice) reflexione sobre la futilidad de las rutinas; seguí con El secreto, tremendo ejercicio de poder literario, un lipograma en el que se omite la letra E, la más frecuente en francés; hace unos días continué con Cámara oscura, un "diario de sueños" en tres años de la vida de Perec; por último empiezo la breve ¿Qué pequeño ciclomotor de manillar cromado en fondo de patio?
   Me adentro en él con una prevención gozosa... prevención porque Perec es tan provocador intelectualmente que nadie sabe que habrá tras su nombre, pero prevención gozosa al fin, pues sé que en uno u otro sentido me sentiré sorprendido, apabullado incluso por el talento de Perec.
   Reconozco que Georges Perec me está marcando más de lo que yo suponía, lo cierto es que fue una temible pérdida su muerte prematura (con tan solo 45 años, inicio de la madurez creativa en casi todos los autores), si estuviera vivo actualmente (tendría 76) nos habría dejado una obra verdaderamente portentosa.