martes, 28 de enero de 2025

"Amor se escribe sin hache", de Enrique Jardiel Poncela.

  Las etiquetas, en principio, no son más que meros nombres que ponemos a las cosas. Supongo que es la necesidad de simplificar y facilitar el conocimiento de todo, la razón por la que se usan tanto. Enrique Jardiel Poncela está "etiquetado" como dramaturgo, a pesar de que también escribió narrativa e incluso ensayo; sin embargo, parece que está bien catalogado como tal. Y no sólo porque haya tenido mucho más éxito con sus obras de teatro que con sus novelas, relatos y ensayos, sobre todo porque sus comedias son muchísimo más interesantes que el resto de sus obras. Amor se escribe sin hache es ejemplo de esto que digo: probablemente ni siquiera habría sido publicada si no hubiera tenido un éxito tremendo con obras de teatro como Eloísa está debajo de un almendro, Carlo Monte en Monte Carlo, Cuatro corazones con freno y marcha atrás o Los ladrones somos gente honrada. Si se echa un ojo a la producción literaria de Jardiel se sorprende uno de la cantidad de relatos y novelas que escribió y lo poco conocidos que son. Amor se escribe con hache no está mal escrita, ni mucho menos, pero seguro que si fuera una comedia habría tenido más mordiente, y como consecuencia, más éxito. Da la sensación de que la novela se le alarga demasiado al autor, que no acaba de tener la experiencia suficiente como para darle un cuerpo apropiado. Hay que recordar, no obstante, que la escribió en 1928, con menos de veintisiete años, con lo que la falta de experiencia puede ser literal. En todo caso, en Amor se escribe con hache se aprecia la mordaz ironía de Jardiel Poncela, su genial burla hacia todo lo establecido, su gusto por el humor absurdo y el uso del doble sentido y la comicidad del lenguaje. Ese sí que es el mismo Jardiel, ya sea en teatro o en narrativa.
 Argumento de Amor se escribe con hache: Lady Sylvia Brums, británica, ninfómana ("amó a toda la servidumbre que se afeitaba") se casa con un español, Arencibia, quien, como es de suponer no puede satisfacer las ansias concupiscentes de su mujer. El bueno de Arencibia se limita a escribir una carta a los amantes de su mujer, presentándose y recordándoles que no les guarda rencor alguno. Cuando la pobre Lady Sylvia comienza, por la edad, a tener problemas para encontrar amantes que la requiebren se decide a buscarlo en los anuncios del diario. Así encuentra a Elías Pérez Seltz, Zambombo, otro español, sorprendido por los requerimientos amatorios de tan extraña dama. De ahí en adelante se producen los encuentros amatorios entre Zambombo y Sylvia, la cual se enfría rápidamente cuando no hay novedad en un plazo corto de tiempo. Como consecuencia, Zambombo y Sylvia viajan por París (la ciudad del amor), Londres (y su glamour) y hasta una isla desierta del Pacífico. Finalmente, como era predecible, Sylvia se cansa de Zambombo y desaparece. Él vuelve a España, desanimado de Sylvia, pero sobre todo del amor, aquí se encontrará con un antiguo amigo que le hará partícipe de una herencia millonaria. Finaliza la novela con una disertación sobre el amor, llegando a la conclusión de que todo lo importante en la vida se escribe con hache (se ponen numerosos ejemplos para atestiguarlo), y, como amor no se escribe con hache, el amor no es importante. Esto último, claro, explicita el título.
 El argumento es, pues, estrambótico cuando no absurdo, lleno de situaciones cómicas inverosímiles, equívocos léxicos y personajes ridículos. Pero lo más importante no es el argumento, sino los temas que Jardiel cultiva en su novela.
 El tema principal es la burla de las novelas rosas que tan en boga estaban en las primeras décadas del siglo pasado. En esas novelas el amor era una fuerza inconmensurable que arrastraba a los personajes hasta heroicidades increíbles. Todo muy ingenuo, ñoño, previsible y pueril. Pero esas novelas rosas, que como digo estaban de moda en tiempos de Jardiel Poncela, han seguido teniendo su público, mayoritariamente femenino, hasta la actualidad, un ejemplo evidente es la superventas Corín Tellado, quien publicó decenas de esas novelas desde finales de los cuarenta hasta el cambio de siglo. En fin, pues Jardiel, al igual que hizo en su comedia teatral ¡Madre! (el drama padre), pone en solfa esas novelas cursis para adolescentes. 
 Por otro lado, la novela resulta bastante avanzada, incluso temerariamente avanzada, para haber sido publicada en 1929, años en los que la censura dominaba para mantener la "decencia editorial". Se plantea en la novela el entonces llamado "amor libre" como práctica habitual, por no hablar de los cambios de pareja, la sexualidad desinhibida sin el más mínimo interés procreativo, etcétera. Una vez más, Enrique Jardiel Poncela se adelantaba a su tiempo y, supongo, se ganaría la enemistad eterna de líderes sociales y políticos de la época que lo verían como un perverso revolucionario.
 Como conclusión diré que la novela no está mal, si bien, como afirmaba al principio, hubiera dado mucho más juego si fuera más corta y, sobre todo, si se hubiera escrito como comedia teatral.