miércoles, 27 de febrero de 2013

Ahora leyendo: "Nada del otro mundo", de Muñoz Molina

  Ya hablé de Antonio Muñoz Molina en una entrada anterior, uno de los escritores contemporáneos más capacitados; aunque desde La noche de los tiempos, publicada en 2009, parece no sacar narrativa, sí algo de ensayo, tanto en "formato tradicional" como en distintos diarios y revistas. Ahora empiezo con Nada del otro mundo, un conjunto de relatos recopilados por su editorial, Seix Barral.
   Tal vez sea que Muñoz Molina no es un escritor rápido, en casi 30 años de carrera "solo" ha publicado trece novelas, eso sí, entre ellas alguna de las mejores en lengua castellana. Puede que el ser académico de la lengua le ocupe más tiempo del deseado... En fin, supongo que cada uno tiene su ritmo. No recuerdo haber leído relatos suyos, aunque algunas novelas como El invierno en Lisboa y alguna otra podía haber sido considerado relato hace algunas décadas, aunque ahora, con el cambio de las teorías literarias, se tiende a llamar novela o como mucho novela breve.
   De este tipo me gusta su sencillez, su naturalidad, harto de ver tanto adefesio que por haber publicado un par de noveluchas creen pertenecer a una estirpe superios... Como ejemplo de sencillez cito: "Gimferrer, editor de Seix Barral, fue a Granada, un amigo le dio mi libro, Gimferrer lo leyó y llamó para decir que le había gustado. Fue un impacto tremendo, porque yo estaba habituado a que nadie me hiciera caso. Cuando le envié la novela que estaba escribiendo y me dijo que la quería editar, fue la alegría de mi vida. Y le doy muchas vueltas a qué hubiera pasado si yo no publicaba aquel primer libro, si Gimferrer no iba a Granada. Es una lección de humildad, porque hay mucha gente con mucho talento que no llega a nada, o llega a mucho menos." No es fácil encontrar tal honestidad, al menos en autores tan exitosos y reconocidos.

martes, 26 de febrero de 2013

Peter Handke

  Uno de los mejores escritores contemporáneos en lengua alemana, junto con Heinrich Böll y Günther Grass, de los que ya hablé en otra entrada.
     Conocí a Handke a través del cine, por firmar guiones conjuntamente con un gran cineasta alemán, del cual hablaré otro día, Wim Wertens, de esa etapa destacaré una gran película: El cielo sobre Berlín.
  Es autor de novelas y relatos en los que prima la introspección y la acción reposada, algunos de ellos, los más famosos son: La mujer zurda, La ausencia, El miedo del portero ante el penalty, La tarde de un escritor o Los avispones.
  Handke es de origen esloveno por parte de madre -lo cual no es muy extraño en su región austriaca de origen, Carintia- y se opuso públicamente al bombardeo de zonas de Serbia por parte de la OTAN, lo cual le colocó como defensor de genocidas serbios como Milosevic, él, por supuesto, lo desmintió y se postuló como defensor de la Yugoslavia multiétnica. 

lunes, 25 de febrero de 2013

Inciso cinematográfico: "Smoke", de Wayne Wang

  Una de las mejores películas recientes que recuerdo (ya no tan reciente, de 1995), tal vez me gustó por el guión, que firmaron a medias Wayne Wang y Paul Auster; quizás por la sensibilidad mostrada, que tan infrecuente es en las películas de Hollywood, pero más habitual en el cine hecho en las costa Este (más europeo); o puede que me gustara por la excelente actuación de dos de mis actores contemporáneos preferidos, William Hurt y Harvey Keitel.
   Smoke cuenta la historia de varios personajes corrientes y molientes cuyo nexo de unión es la tienda de tabacos (no es exactamente un estanco que llamaríamos en España, ya que no se venden timbres o papeles oficiales), el hecho de que dicha tienda, y el hábito de fumar sean constantes en todos los personajes en la biempensante sociedad estadounidense ya supone una declaración de intenciones en sí mismo. Entre esos personajes está Auggie Wren -Harvey Keitel- como tendero que tiene una curiosa costumbre: fotografiar su tienda desde la esquina contraria, todos los días a la misma hora; Paul Benjamin, interpretado por Hurt, un escritor acuciado por la falta de ideas y por la muerte de su pareja, en realidad el álter ego de Paul Auster; así como otros secundarios que redondean la trama.
   El resultado es una película fresca, original, que no se pliega a las exigencias comerciales  habituales en el cine americano; una pequeña gran joya que se beneficia de la interacción de buenos escritores -en este caso Paul Auster- con directores de cine independiente como Wayne Wang.
 

domingo, 24 de febrero de 2013

Ahora leyendo: "Walden", de Henry David Thoreau

  Ya hablé de Thoreau en una entrada anterior, es uno de los autores filosóficos -sí, filosóficos, aunque nunca estudiara en prestigiosa universidad, fue filósofo pues trató de averiguar la esencia misma de la vida y las razones para afrontarla- que más ha marcado mi vida en los últimos tiempos. Había leído Desobediencia civil, con algunos párrafos que me quitaron la respiración y que tuve que anotar rápidamente para asimilar su sencillo pero a la vez profundo sentido. Ahora comienzo con Walden, en una cuidada y muy bien prologada versión de Cátedra, esta:
  El ensayo es epónimo del lago Walden, un lago de origen glaciar en el estado de Massachusetts, al que Thoreau se retiró para vivir una vida sencilla. Vivió allí más de dos años en una pequeña cabaña de madera sin ninguna comodidad en la que estuvo buscándose su propia comida y manteniéndose cual ermitaño. El resultado es una apología de la vida natural y sencilla, muy alejado del capitalismo que ya se imponía por aquella época -1854- y que ha conquistado a toda la humanidad con su consabido "tanto tienes, tanto eres".
   Thoreau demostró la necesidad de una simplificación en nuestra vida para poder encontrar lo que es verdaderamente esencial, y no desperdiciarla con aspectos secundarios e irrelevantes. En mi opinión, los postulados de Thoreau son siempre válidos, pero en épocas como la actual en la que nos atenaza el miedo a la crisis, a la pobreza, a la pérdida de un cierto estándar de vida, la vuelta a la esencia de las cosas nos permitirá liberarnos de toda esa morralla capitalista que solo consigue hacernos más infelices cuanto más cosas poseemos.

Parques para leer: "El Campo Grande"

  Este es, claramente, el parque de mi madurez. A menos de cinco minutos de mi casa y teniendo niños pequeños, el Campo Grande se ha convertido en mi segundo hogar y, espero, sea el segundo hogar de L y D. 
   El Campo Grande comparte muchas similitudes con El Retiro: ambos son los parques históricos de sus respectivas ciudades, verdaderos pulmones de Madrid y Valladolid; al lado de ambos parques he vivido y vivo yo, afortunado de mí... ¿afortunado? Relativamente, al menos en este último lo elegí conscientemente, quería vivir cerca del Campo Grande; y, por último, ambos son un tanto melancólicos, al menos esa es mi apreciación, quizás porque su forma actual es de tiempos del Romanticismo -aunque, por supuesto, existieran con mucha antelación-.
   En el Campo Grande he leído decenas de novelas e incontables poemas, generalmente mientras mis hijos jugaban en sus columpios -por cierto, de los mejores columpios que he conocido, tanto en mi infancia como en la actualidad-. La única pega que le pongo, y que en buena medida es debido no a un fallo del parque si no a la edad que uno va cumpliendo, es que es demasiado umbrío, demasiado húmedo; más de una vez, tras estar leyendo varias horas, he tratado de levantarme del banco y he notado que mi espalda decía que no. Por lo demás, es la mejor joya que tiene la ciudad de Valladolid.
 

sábado, 23 de febrero de 2013

Ahora leyendo: "Camino de perfección", de Pío Baroja

  Cada vez que releo a un autor de la Generación del 98 me siento como si volviese a una antigua casa que no visito desde mi juventud, reencuentro viejos personajes, formas acostumbradas, argumentos conocidos... Ahora vuelvo con el maestro donostiarra con su Camino de perfección.
   Camino de perfección es paradigma del cambio acaecido en este genial grupo de escritores: del Costumbrismo propio del siglo XIX al Modernismo que revitalizaría el albor del nuevo siglo; la descripción objetiva de paisajes y personajes pierde importancia en favor de la visión subjetiva de los protagonistas. La culminación de esta evolución en la obra barojiana sería en la archiconocida El árbol de la ciencia. Por otra parte, las características propias de la Generación del 98 se plasman claramente: la preocupación por la decadencia, no solo del país como Estado sino de la sociedad en su conjunto; la vuelta a la espiritualidad y el misticismo representados en la austeridad del paisaje castellano... De hecho, el personaje principal, Fernando Ossorio, es claramente un trasunto de España, un tipo abúlico que no es capaz de decantarse por nada y que gracias a viajes por la geografía española consigue reencontrarse en su más íntimo ser.
   Baroja, que murió a sus ochenta y tres años con perfecta lucidez mental, escribió Camino de perfección con tan solo veintiocho... un verdadero maestro. Maestro en verdad, la prosa, no solo de Baroja sino de todo los noventayochistas, es un ejemplo a seguir, por su claridad expositora, su escrupuloso respeto a las normas gramaticales y sintácticas -aspecto que, por desgracia, no se puede resaltar de muchos autores actuales, incluido alguno que fue reportero de televisión y ahora es Académico-, y por sus enormes personajes descritos con sencillez y gusto.

viernes, 22 de febrero de 2013

Bucle temporal

  En la conocida sala de espera, F se concentraba en la lectura mientras esperaba que llamaran a su mujer. Todo rutinario, todo esperable. De pronto, en una consulta cercana oyó mentar su propio nombre: "FLM", ¿estaría equivocado? "¡FLM!" Más fuerte resonó su nombre. No podía ser, sus apellidos eran infrecuentes, ¿cómo iba a haber otro tipo llamado igual? Resonó más fuerte aún la llamada: "¡FLM!" F no lo dudó más, se levantó, dio los cinco o seis pasos que le separaban de la enfermera y, cuando estaba a punto de preguntar, oyó una voz conocida: "sí, soy yo". Automáticamente, F se volvió hacia la voz... Lo que habría de ver le helaría el corazón: él mismo estaba allí, sentado, más envejecido, demacrado, calvo... pero era él. Solo pudo ser testigo de la breve conversación de su otro yo con la enfermera, "pase, ahora le damos los resultados de oncología". ¡No puede ser! ¿Estaré soñando? Fue a recepción, tembloroso, con la citación en la mano. "Perdone señorita, ¿dónde es esto?" La chica de recepción miraba con sobresalto al papel y al paciente. "Señor, esta cita suya es para dentro de cinco años... pero... no puede ser, en el ordenador me pone que ya ha entrado usted a consulta".
 

jueves, 21 de febrero de 2013

Parques "para leer": El Retiro

  Iniciando esta nueva sección, la de parques públicos que utilizo para perderme y leer, no podía por menos que comenzar por El Retiro; ya dije que, habiendo pasado mi infancia y juventud en la calle Ibiza de Madrid, El Retiro se constituyó como mi segundo hogar, el paisaje de mi niñez.
   Ya en mi juventud, cuando la lectura se había consolidado como un refugio a las asperezas de la vida y a las insatisfacciones de las relaciones humanas, El Retiro me vio leer libros enteros, hora tras hora, sentado en alguno de sus miles de bancos, fundiéndome yo mismo con aquel agraciado paisaje. Recuerdo haber leído allí Campos de Castilla de Antonio Machado o aquella antología poética que mencioné haber comprado en la Librería San Ginés... incluso recuerdo haber escrito pequeños relatos, ya perdidos, en aquellos incómodos bancos.
   No sé cuántas horas de mi vida "habré dejado" en El Retiro, primero con mi madre, cuando era un niño pequeño; luego con mi abuelo Alfonso, en caminatas matutinas que precedían a la comida dominical y que supusieron charlas interminables que jamás olvidaré; ya en mi juventud, en soledad, con mis fantasmas... El Retiro siempre estuvo ahí, y, por supuesto, también en una de mis actividades fundamentales, la lectura.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Ahora leyendo: "Enemigos" de Isaac Bashevis Singer

  Era esperable que me gustara Bashevis Singer: por ser un escritor judío europeo superviviente del Holocausto; por escribir en esa lengua que fue borrada de Europa, su territorio de origen, el yidish; por hacer referencia de la cultura askenazí, otra cultura con millones de practicantes que fue erradicada de esta Europa tan "políticamente correcta". Por cierto, como mero inciso, me parece sorprendente que las palabras yidish o idish o yidis  que, claro está, definen esa lengua judeo-alemana que se habló por millones en Europa y ahora se hace, en menor cuantía, en Israel, Estados Unidos, Argentina o Reino Unido, no estén reconocidas en el Diccionario de la Real Academia; esta falta de atención al vocablo que denomina una lengua supone que haya que tomarlo como extranjerismo y escribirlo en cursiva o con comillas; ¿acaso no hay más relación con el yidish, especialmente en países hispanohablantes como Argentina o Uruguay, que con el iroqués, que sí tiene término reconocido por la Real Academia? En fin, si algún sesudo académico leyese esto, espero que se muestre una mayor sensibilidad al respecto.
   De Bashevis Singer solo he leído una monumental recopilación de cuentos, muy originales y sorprendentes; ahora continúo con Enemigos, "una historia de amor", como reza el título, de dos supervivientes de la Shoah y residentes en Estados Unidos; por cierto, la versión es de RBA y la traducción a partir de la versión ya traducida previamente al inglés, es lamentable que, habiendo buenos traductores del yidish -esa lengua sin siquiera nombre en español- a la lengua española, se continúe con traducciones de traducciones...¡en fin, será cosa del negocio editorial!
  Otra cuestión interesante de Isaac Bashevis Singer es que habiendo tenido que superar el odio nazi y todas las adversidades de la marginación y el exterminio de aquellos oscuros años, fuera un notable activismo del vegetarianismo, incluso llegó a decir que: "En relación con los animales, toda la gente es nazi; para los animales, esto es un eterno Treblinka", sorprende tal afirmación -sobre todo porque equipara la vida de un ser humano a la de un animal-, en cualquier caso era uno de los pocos suficientemente libres para poderlo decir, cualquier otro hubiera sido tildado de frívolo o de antisemita.

martes, 19 de febrero de 2013

Inciso cinematográfico: "Tartufo", de F. W. Murnau

  Otra película de Murnau, basada en el clásico de Molière, Tartufo. En realidad es bastante literal: se mantienen los nombres principales, Tartufo, Orgón, Elmira; el argumento, la influencia de Tartufo sobre Orgón con la finalidad de hacerse con su fortuna y la desconfianza y final desenmascaramiento por parte de Elmira; así como las intenciones generales de Molière de denunciar la hipocresía de cierta parte de la sociedad de su momento y la sumisión de los ciudadanos a la religión y sus representantes. La adaptación "moderna" (todo lo moderna que puede ser una película de 1925) de Murnau consiste en que la historia es traída a través del cine ambulante por el nieto de un rico hacendado para que su abuelo sea consciente del abuso al que es sometido por parte de una criada.
   En mi opinión una obra de menor importancia que Fausto o El último -del que ya hablé en una entrada anterior-, pero en cualquier caso mantiene el encanto del cine mudo, las características propias de Murnau y su actor fetiche, Emil Jannings.
  La película sería la última que rodaría en Alemania, pues la siguiente, Fausto, la rodaría en Hollywood, donde residiría hasta su muerte.
 

lunes, 18 de febrero de 2013

Juanjo Millás

  Sigo con escritores contemporáneos, Juan José Millás. Recuerdo haber leído de este autor, entre libros míos o prestados: El desorden de tu nombre, La soledad era esto, El mundo, Laura y Julio y Los objetos nos llaman.
   De Millás me gusta su sencillez, su naturalidad; historias sin grandes complicaciones, sin altas pretensiones... pero novelas eficientes, con giros audaces en la trama... relatos que dejan un buen sabor de boca, que aúnan un uso correcto de la lengua con una imaginativa descripción de la cotidianeidad.
  Salvando las distancias me recuerda mucho a Saramago, aunque, a diferencia del portugués, su sintaxis sea mucho más "acorde a las normas"; me recuerda a Saramago en su afán de hacer de una pequeña historia sin muchas ínfulas una reflexión interesante sobre la existencia, sobre la identidad, gracias a una introspección psicológica por la que también me siento atraído.

sábado, 16 de febrero de 2013

Ahora leyendo: "Ochenta y seis cuentos", de Quim Monzó

  Lo primero que leo de Monzó, cosa extraña, porque es un tipo al que sigo en sus apariciones televisivas desde hace años y, recientemente y gracias a los avances en las redes de comunicación -léase youtube-, en años pasados cuando colaboraba en TV3.
   Reconozco que, desde la inveterada cuna de Felipe II donde ahora vivo o desde la capital imperial donde nací y crecí, tendemos a ver a los escritores catalanes desde dos puntos de vista estereotipados y contradictorios. Por un lado, la mayoría votante y pudiente los ve como un grupo de díscolos antipatriotas secesionistas que encima se empeñan en escribir en su "marginal dialecto"; por otro, la minoría sufriente y humillada, los vemos como una cuña que nos permitirá romper la caspa, el moho y la roña y abrir de una vez por todas este mentado país al siglo XXI (o al menos salir del XV en el que todavía nos tienen). Obviamente visiones manidas fuente más de los odios y amores que unos y otros profesan; los escritores catalanes, naturalmente, son como el resto (no del Estado -ni del "país más antiguo" como dicen-, sino del mundo), gente que se afana por mostrar su visión de la vida y luchar contra todo y contra todos por mantener su individualidad frente a esos estereotipos; de hecho, hay quien asegura, aunque esto me temo que no es demostrable empíricamente, que los escritores catalanes serían seres humanos corrientes y molientes, y que no han sido pagados como espías con el "oro de Moscú".
   En fin, que empiezó con Monzó, espero que el humor irónico que destila en cada aparición televisiva se encuentre también en sus escritos... realmente necesito reírme un poco de todo y de todos.

viernes, 15 de febrero de 2013

Inciso cinematográfico: "El último", de Murnau

  Otro tesoro del cine mudo, de nuevo de la Alemania de Weimar. De uno de mis directores favoritos junto con Fritz Lang, otro Federico, Friedrich Wilhelm Murnau. Más conocido por obras inmortales como Nosferatu -en mi opinión, la mejor adaptación de la novela de Stoker- o por Fausto. En El último también saca a relucir toda su capacidad innovadora, técnicas que hoy son habituales fueron ideadas por Murnau.
  El argumento es, en definitiva, la cambiante vida, en la persona de un orgulloso portero de hotel, que es admirado y querido por sus vecinos, interpretado por Emil Jannings; de un día para otro, el portero es relegado a encargado de los lavabos, lo cual supone una humillación sin fin, justo, para más inri, el día de la boda de su hija. En cierta medida es una crítica a una sociedad que valora el éxito personal por encima de todo, y la medida del éxito con su apariencia, de hecho el personaje tiene en su aparatoso uniforme su mayor tesoro, llegando a robarlo cuando  vuelve a la boda de su hija.
   La película tiene todo tipo de técnicas que fueron verdadera revolución: cámara subjetiva -resulta tierno como se usa cuando el protagonista está borracho y la cámara desenfocada y temblorosa nos muestra su visión-; escenarios opresivos, grandes rascacielos que deshumanizan, barrios obreros con sinuosas callejas... en general características propias del expresionismo, que sería mucho más patente en Nosferatu.
 

jueves, 14 de febrero de 2013

Antonio Muñoz Molina

  No suelo leer narrativa contemporánea, me parece que hay más calidad en lo que ha perdurado del pasado, mientras que en lo coetáneo puede haber una simple a la vez que eficaz campaña de mercadotecnia. Sin embargo, algo escrito recientemente cae en mis manos de cuando en cuando; de los autores españoles -mejor en lengua española, la nacionalidad en estos casos tiene que ver más con la lengua materna que con un determinado territorio- el que me parece más capacitado y con el que coincido más en sus planteamientos es, sin duda, Antonio Muñoz Molina.
    Muñoz Molina tiene una talento para la descripción muy notable, en estos días en los que, quizás influenciados por la cultura visual de la televisión, internet... estamos menos dotados para expresar con palabras una sensación. Por supuesto empecé con su Beatus Ille, continué con El jinete polaco, me sorprendió su novela detectivesca El invierno en Lisboa, me sentí identificado con el inocente personaje de El dueño del secreto, me decepcionó bastante Plenilunio, recordé viejos y grises tiempos con Ardor guerrero, coincidí anímicamente con Sefarad, pero sobre todo me gustó La noche de los tiempos. Según los críticos, El jinete polaco  es su mejor novela, pero yo la considero como la mejor de sus primeras novelas, una obra de juventud creativa; por el contrario, La noche de los tiempos es la mejor novela ambientada en la Guerra Civil que he leído, los personajes están delineados con precisión, pero libre de sentimentalismos, la alternancia de personajes ficticios con otros históricos da una nueva visión de la novela, la trama es perfectamente verosímil -y tanto, es historia pura-, en definitiva, un verdadero fresco de la sociedad española en aquellos terribles años, una reflexión desapasionada, que permite asumir aquellos tiempos sin partidismos, entendiendo a aquellos seres humanos que, en alguno de los tres bandos -nacionales, republicanos o los que les pilló en un sitio u otro- se vieron abocados a matarse los unos a los otros.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Ahora leyendo: "El último encuentro", de Sándor Márai

  Me inició en este escritor del que tampoco había leído nada hasta la fecha, Sándor Márai.
   Otro escritor de aquel país centroeuropeo, quizás forzado por las grandes familias reales que era el Imperio Austrohúngaro, un país hecho con muchas lenguas: alemán, húngaro, serbo-croata, rumano, eslovaco; de varias religiones: católicos, ortodoxos serbios, ortodoxos húngaros, musulmanes bosnios, judíos; y mil y una sensibilidades étnicas: alemanes, húngaros, checos, eslovenos, bosnios, serbios, rumanos... No es raro que aquel enorme país de más de seiscientos mil kilómetros cuadrados no durara mucho más de cincuenta años... pero lo cierto es que dejó un puñado de excelentes escritores, cada uno con características propias: Stefan Zweig, Joseph Roth, Franz Kafka, Ivo Andric o Rainer Maria Rilke entre otros. La mayoría de ellos tenían una adscripción cultural y territorial propia dentro de ese enorme territorio, aunque algunos como Roth o el propio Zweig echaban de menos el antiguo país -al menos así queda registrado en algunas de sus novelas-, Sándor Márai era claramente húngaro, pues en tal lengua escribió y en ese "moderno" país es considerado referente cultural.
   Márai Sándor (con el nombre ordenado como se hace en el país magiar, primero el apellido y luego el nombre) huyó del comunismo en 1948, era considerado demasiado burgués por los nuevos amos, se radicó en Estados Unidos donde vivió hasta el fin de sus días, por cierto, que fue como dicen los más respetuosos "muerte voluntaria", se descerrajó un tiro en la sien cuando supo que no podría vivir ya de forma autónoma; es curioso, pero este detalle, que en mi opinión no es muy relevante ya que se quitó la vida cerca de los 90 años, es repetido en todas las reseñas y entradillas que se encuentran en sus libros, ¿razón? El hecho de que un escritor se haya suicidado le hace subir enteros en su cotización como producto a vender para la editorial en cuestión.

lunes, 11 de febrero de 2013

Librerías de mi infancia: puestos de la "Cuesta Moyano"

  Tuve la inmensa fortuna de vivir mi infancia y juventud en la calle Ibiza de Madrid, a un paso del Retiro; de hecho, el Parque del Retiro es, con mucho, el paisaje de mi infancia que mejor y con más cariño recuerdo. En ese mil veces llamado "pulmón de Madrid" fui creciendo, tuve las primeras desilusiones adolescentes, forje mi carácter en la juventud... como diría un castizo: "me crié en el Retiro". Siendo así y teniendo la afición por la lectura desde bien joven no podría ser de otra manera que entre esas "librerías de mi infancia" se encontraran los puestos de la llamada popularmente "Cuesta Moyano".
   Esa bonita imagen, recogida de los "océanos internáuticos", es, según reza la página web, de los años 30 del pasado siglo. Todo el mundo la conoce, pero por si acaso, la Cuesta de Moyano va desde Alfonso XII hasta la glorieta de Atocha; dicha calle está recorrida por puestos de librerías de lance y abren, si no me equivoco, solo en fin de semana.
  Al ser el Retiro mi "segundo hogar", pasé muchísimas veces por esos puestos, la mayor parte sin comprar nada, pero solo el ambiente de los vetustos puestos y sus no más jóvenes libros, llenaba mi alma de ese ambiente benefactor de la literatura que siempre me ha acompañado.

domingo, 10 de febrero de 2013

Otra novela gráfica: "Dublinés", de Alfonso Zapico

 
  En esta novela gráfica se juntan varios factores que me gustan por sí mismos, en primer lugar está publicada por una editorial joven y no muy grande pero con una ilusión increíble, un verdadero ejemplo a seguir, Astiberri Ediciones; en segundo lugar, ahonda en el llamado tema "metaliterario", esto es, literatura que habla de literatura, ya lo conté en otra entrada, en este caso es, obviamente sobre Joyce; en tercer lugar es la muestra palpable del enorme talento de historietistas que hay en nuestro país, en este caso el autor es Alfonso Zapico, uno de los más prometedores, que con apenas 30 años ha recibido multitud de premios y que, según parece, actualmente trabaja para la meca de esos productos en Europa: el mercado franco-belga. La novela gráfica es Dublinés.
   Vaya por delante que James Joyce no es santo de mi devoción, me parece un autor sobrevalorado -el propio cómic lo deja,a mi entender, muy claro-. Joyce fue, según parece un estereotipo irlandés "con patas" (nadie odia más que yo la simplificación de los estereotipos, que conste), pero parece que fue un vividor, un tipo que quería disfrutar el momento sin preocuparse por el futuro, probablemente le fuera indiferente escribir grandes obras que "legar a la posteridad", sus muchos amoríos, sus juergas regadas por litros y litros de alcohol así parecen asegurarlo. Ulises es una de las novelas más difíciles de leer, una novela sin estructura, su tamaño descomunal ahonda la sensación de desesperanza en el que se sume el lector (longitud no mayor que las obras de Tolstoi, que, sin embargo, tienen una estructura y un hilo argumental perfectamente definidos); parece que el propio Joyce llegó a afirmar que los enigmas del texto habían sido introducidos para "lograr la inmortalidad", algún idiota se lo creerá y se dispondrá a malgastar su vida tratando de resolverlos, conocido el carácter guasón del autor, no cabe duda de que esto no es más que una broma. Me apuesto una mano y no la pierdo a que la inmensa mayoría de los que dicen haber leído Ulises y haber quedado prendados, no han pasado de los primeros capítulos... ¿por qué? Porque si fueran sinceros parecerían lectores de medio pelo, de novelas "seudohistóricas" de templarios y demás zarandajas; deshacerse en elogios al Ulises de Joyce supone tener la contraseña para adentrarse en esa logia masónica del gran nivel cultural... ¡pamplinas!
  Al margen de Joyce, la obra de Zapico es una extraordinaria aproximación a la vida y obra del autor, muy riguroso y con unas ilustraciones que le caracterizan y que lo elevan al olimpo de los mejores historietistas europeos.

sábado, 9 de febrero de 2013

Librerías con encanto: "Waterstone's" en Bradford

  Pasé unos meses de mi vida en Bradford, West Yorkshire, Inglaterra, una ciudad del Norte, cerca de Leeds. Lo cierto es que la ciudad no es precisamente un paraíso: alta conflictividad social con una minoría (quizá cerca de la mitad de la población en el downtown) musulmana privada de facto de derechos; alto índice de desempleo; terrible tasa de fracaso escolar... quizás la peor ciudad del Reino Unido; pero allí se produjeron una serie de cambios que me marcarían para el resto de mi vida.
  Waterstone's es una de las mayores cadenas de librerías de aquel país, grandes tiendas, miles de empleados, edificios insulsos... ¿edificios insulsos? Será en otras ciudades, porque en Bradford es el Wool Exchange Building, esto es, un edificio neogótico construido en el siglo XIX para el comercio de las lanas y otros tejidos... todo esto porque hay carteles que así rezan, si no parecería una iglesia con trazas de catedral.
   Si el edificio es impresionante por fuera, más lo es por dentro, la superficie diáfana está llena de estanterías que permiten perderse entre sus miles de libros, mientras grandes vidrieras permiten el paso de la escasa luz natural, escasa comparando con la luz que disponemos en Iberia... Para hacer más agradable la visita, en zonas hay dispuestos sofás y sillones que permiten sentarse para hojear los libros con total tranquilidad... ¡Una verdadera gozada! 
     El piso de arriba del edificio está ocupado por una cafetería Starbucks, sí, esa cadena americana que está en más de medio mundo y que ha sido acusada de monopolizar el mercado en muchas ciudades estadounidenses. Allá por el año 99, cuando estuve en Bradford, no había ningún Starbucks en España, y la novedad de tomarse sus capuchinos en un cómodo sofá era una verdadera sorpresa; por otra parte, permitían subirte algún libro de la librería, con lo que el café tenía un valor añadido extraordinario.
  Nunca defenderé a las grandes empresas que imponen sus modos a los mercados y acaban por "fagocitar" a las pequeñas, pero he de reconocer que esta combinación de Waterstone's y Starbucks, al menos en Bradford, es realmente maravillosa. Probablemente el mejor rincón de aquella atormentada ciudad.

Ahora leyendo: "Molloy" de Samuel Beckett

  Seguimos con lecturas complejas, con experimentación en la escritura... empiezo Molloy de Samuel Beckett.
   Primera cosa que leo de Beckett, solo le había conocido por su obra teatral más famosa, Esperando a Godot; la vi en el Valle Inclán, del Centro Dramático Nacional, hace unos años, parece que ahora la vuelven a reponer, de hecho es un verdadero clásico del teatro contemporáneo (valga la contradictio in terminis). Esperando a Godot te deja un tanto "turulato", realmente no hay trama, no pasa gran cosa, simplemente dos mendigos hablan sobre la llegada de Godot, que nunca llegará... es una metáfora de la existencia tediosa y sin sentido que todos llevamos en una u otra medida.
   Bueno, pues empiezo con Molloy. Es el primer volumen de una trilogía, seguida por Malone muere y por El innombrable. Parece que también es atípica, al menos en su forma, pues los monólogos interiores son la esencia de la novela, en detrimento de la acción o diálogos... veremos...

viernes, 8 de febrero de 2013

Inciso cinematográfico: "La imagen errante" de Fritz Lang

  Un tesoro del cine mudo, La imagen errante (Das Wandernde bild), Fritz Lang en estado puro. Un film de 1920 cuyo guión es firmado por el propio Lang y la que después sería su esposa, Thea von Harbou.
   Esa unión, fuera y dentro del plató, sería una de las más productivas en la Alemania de Weimar que tanto generó en todos los ámbitos creativos, no solo el cinematográfico. A la postre, la pareja tendría muy distintos finales, él, que según las leyes eugenésicas nazis sería considerado judío (aunque apenas tenía un abuelo que podría ser considerado como tal) tuvo que emigrar a Estados Unidos, lo cual, a posteriori, sería una bendición para los que amamos el cine clásico; ella, por el contrario, no tenía ningún antepasado judío, incluso tuvo la pésima idea de colaborar con el Régimen, con lo que cuando, felizmente, la abominación nazi fue eliminada, fue internada en una prisión aliada, terminó sus días en Berlín en un estado de postración muy alejado del éxito de su ex-marido.
  La imagen errante es una delicia en todos los aspectos, incluidos el de la ingenuidad con el que se trata un buen guión, la sobreactuación de los actores (en aquella época la mayoría eran actores teatrales y estaban acostumbrados a los gestos más marcados que un gran teatro exigía) y el final en exceso dulzón para mi gusto.

Librerías de mi infancia: Librería Leonardo, calle Fernán González, Madrid

  Más que de mi infancia habría de decir de mi juventud, pues esta pequeña librería abrió, si la memoria no me falla mucho, a finales de los 80, con lo que yo ya rozaba la veintena.
   Pequeña librería, pero con personal bastante capacitado y voluntarioso que suplía el escaso fondo editorial. El negocio desapareció hace ya años, creo que ahora el local alberga una agencia de atención a mayores, ignoro si sigue perteneciendo a los mismos dueños. 
  La librería estaba casi enfrente de la casa de mis abuelos maternos (Fernán González 65) con lo que las visitas, protocolarias o no, iban precedidas o seguidas de una vuelta por ella. Allí compré una versión de Juan Salvador Gaviota de Richard Bach.
   Había leído este relato en el colegio, como lectura obligatoria; recuerdo al profesor (hermano, era un colegio religioso) interpretarlo de un modo un tanto torticero pero no infrecuente en aquellos años en los que se quería ver un trasfondo religioso en las disquisiciones del personaje, que se alejaba del prosaico materialismo de la bandada en busca del ideal místico. En realidad tiene varias interpretaciones, filosóficas todas, entre la unión de cuerpo y alma, y la aplicación de dicha unión a la vida cotidiana.

jueves, 7 de febrero de 2013

Inciso cinematrográfico: "El hombre que sabía demasiado" de Hiitchcock (la de 1934)

  Una película típica de Hitchcock: suspense, comicidad, guiños para el espectador despierto... una joya, vaya. 
   Leslie Banks, en el papel de un tipo normal de la clase media-alta londinense que se ve envuelto sin darse cuenta en crímenes internacionales, está bastante bien, muy flemático, muy "british"; Edna Best, en el papel de su mujer está flojísima, parece una actriz debutante más por su físico que por su "saber actoral"; el resto de la troupe está acorde con sus papeles; pero el que está descomunal, una vez más, es Peter Lorre, el malvado pero a la vez elegante y caballeresco que quiere asesinar al alto diplomático.
   Hitchcock filmó de nuevo esa película en 1956, pero con muchos cambios, empezando por que se trataba de una familia americana, ya en plena época Hollywood; el hijo es raptado en Marruecos, en la del 34 es la hija y no sale de Londres; James Stewart sustituye a Leslie Banks, de nuevo un prototipo americano sustituye a un estereotipo inglés, y Doris Day a Edna Best. La mayor diferencia es, en mi opinión, la ausencia en la más moderna de un villano de la categoría de Lorre, alguien que aun siendo detestable provoque cierta complicidad en el espectador... Probablemente esa sea la mayor diferencia entre el cine americano y el europeo, el primero es demasiado naíf, demasiado simplón, demasiado claro quién es el bueno y quién el malo... en el cine europeo no se "conduce" tanto la opinión del espectador, todo es más ambiguo.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Más caprichos en novela gráfica: "Chagall en Rusia" y "Neomicón"

  Recientemente he comprado dos libros de novela gráfica para adultos, el primero es una adaptación "muy libre" de los relatos de Lovecraft por Alan Moore:
 Una adaptación muy libre, digo, de Los mitos de Cthulhu y de La sombra sobre Innsmouth, con los personajes lovecraftianos típicos como los profundos y el propio Cthulhu. Me parece bastante "potable", ahondando en la tradición de esa miríada de escritores que se encontraban en la periferia de la maravillosamente enfermiza creatividad de H. P. Lovecraft.
  El segundo es un cómic sobre la capacidad creativa de Chagall, su mezcla de tradición y ensoñación, este:
    Traslada bastante bien la confusión intelectual de Chagall que, sin embargo, se trocó en una creación única e inimitable; la tradición judía askenazí en la que transcurrió su niñez, mezclada con su febril mundo onírico y con los movimientos artísticos  que influyeron su obra (principalmente el cubismo y fauvismo).

Pequeño e interesante descubrimiento: Grant Snider

  Buscando en internet "novela gráfica" (sobre todo adaptaciones a cómic de obras de Lovecraft, Dunsany o Bierce) me encontré con este humorista gráfico estadounidense, Grant Snider; lo agregué a las listas de blogs que sigo, me parece inteligente y sutil, dejo una pequeña joya:

  Llega a ser dolorosamente curiosa la identificación que siento (obviamente sobra -o no- el "great"). 
  Tiene un blog que está gozosamente preñado de estas sencillas maravillas:
 http://www.incidentalcomics.com/

viernes, 1 de febrero de 2013

Librerías de mi infancia: La casa del libro (antes Espasa Calpe y antes otra vez Casa del libro)

  No me refiero ni a la editorial Espasa Calpe ni a la empresa La casa del libro, me refiero a la librería que subsiste bajo esos nombres comerciales en el número 29 de la Gran Vía madrileña, este edificio:
   Digo eso porque no quiero hacer propaganda alguna de editoriales (solo defiendo las pequeñas que luchan contra viento y marea contra el dominio de las multinacionales españolas) ni de grandes empresas que esclavizan trabajadores y venden best seller
  Lo cierto es que aquel edificio alberga la que es, a mi entender, la mejor librería de Madrid; una librería con un fondo editorial inmenso, un personal entendido y colaborador y una presentación en estanterías suficientemente bien planificada.
  Habré pasado no horas, días enteros buscando entre sus estanterías. Recuerdo días de lluvia que alejándome del inconveniente meteorológico y de la áspera Gran Vía, sentía lo que para mí, todavía a fecha de hoy sigue siendo una librería: un refugio.