domingo, 17 de febrero de 2019

"El violín de Rotschild y otros relatos", de Antón Chéjov,

 Uno de los grandes de la literatura rusa de todos los tiempos, más admirado como dramaturgo que como narrador. Sus relatos son pequeñas obras maestras que, al menos a quien esto escribe, recuerdan mucho a Dostoyevski, pues lo más destacable es el finísimo análisis psicológico de los personajes, verdaderos lienzos descriptivos de la personalidad del protagonista y su evolución a lo largo del tiempo.
 A diferencia de Dostoievsky, Chéjov llevó, según parece, una vida más ordenada, sin la ludopatía y afición desmesurada a las faldas que tuvo Dosto. De hecho compatibilizó su profesión principal, la de médico, con su pasión, la literatura, sin que se conociera escándalo alguno o tuviera que huir del país para no ser perseguido judicialmente por los acreedores que querían encarcelarlo como le pasó a Fiódor Mihailovic. 
 Chejov fue un audaz conocedor de su sociedad (y de la naturaleza humana en general), alguien que supo mirar más allá de la superficie y penetrar en el alma de sus coetáneos, algo que para los que juntamos palabras sobre el papel sabemos que es de lo más difícil de la escritura.