miércoles, 10 de julio de 2013

Fragmento del X y último capítulo de mi novela "Dulce et decorum est pro patria mori"

X EPÍLOGO


En abril de 1943, las tropas aliadas se aprestaban a dar el asalto desde el norte de África hasta el sur de Europa para conseguir apoderarse de lo que Churchill llamaría el “blando vientre del III Reich”, Italia. A la natural opción de invadir la península Itálica y su isla más cercana, Sicilia, se oponía la más improbable de desembarcar en dos puntos: Cerdeña y la península Balcánica. La inteligencia británica trató de provocar el engaño a los nazis lanzando un cadáver uniformado con cartas que insinuaran tal posibilidad. El alférez Cholmondeley fue el encargado de idear el plan que fue llevado a cabo con el cadáver de un indigente de origen galés, William Glyndwr, quien había muerto en Londres días antes. La operación fue denominada, con un cierto humor negro muy británico, “Mincemeat Operation”, “Operación Carne Picada”. Dicho cadáver fue liberado en las aguas cercanas a la costa onubense para ser accidentalmente recogido por un pescador de origen portugués, João Pinto, quien lo entregó a las autoridades locales, entre ellas el agente local de la “Abwehr”, la inteligencia alemana. La operación “Mincemeat” fue un éxito rotundo: los alemanes dividieron sus tropas entre Cerdeña y Grecia, desatendiendo Sicilia e Italia por donde finalmente se produjo la invasión aliada. Aquello supuso el principio del fin del dominio nazi en el sur de Europa.
El cadáver lanzado al agua, el de William Glyndwr, fue recuperado y enterrado, donde hasta hoy reposa, con una sencilla lápida en el onubense cementerio Nuestra Señora de la Soledad. Las autoridades británicas decidieron “honrar” sus restos mortales con la inscripción de la cita horaciana “Dulce et decorum est pro patria mori”, dulce y honorable es morir por la patria, a alguien que nunca pudo ser preguntado si quería servir de forma póstuma a su patria.