X EPÍLOGO
En abril de 1943, las tropas aliadas se aprestaban a dar
el asalto desde el norte de África hasta el sur de Europa para
conseguir apoderarse de lo que Churchill llamaría el “blando
vientre del III Reich”, Italia. A la natural opción de invadir la
península Itálica y su isla más cercana, Sicilia, se oponía la
más improbable de desembarcar en dos puntos: Cerdeña y la península
Balcánica. La inteligencia británica trató de provocar el engaño
a los nazis lanzando un cadáver uniformado con cartas que insinuaran
tal posibilidad. El alférez Cholmondeley fue el encargado de idear
el plan que fue llevado a cabo con el cadáver de un indigente de
origen galés, William Glyndwr, quien había muerto en Londres días
antes. La operación fue denominada, con un cierto humor negro muy
británico, “Mincemeat Operation”, “Operación Carne Picada”.
Dicho cadáver fue liberado en las aguas cercanas a la costa onubense
para ser accidentalmente recogido por un pescador de origen
portugués, João Pinto, quien lo entregó a las autoridades locales,
entre ellas el agente local de la “Abwehr”, la inteligencia
alemana. La operación “Mincemeat” fue un éxito rotundo: los
alemanes dividieron sus tropas entre Cerdeña y Grecia, desatendiendo
Sicilia e Italia por donde finalmente se produjo la invasión aliada.
Aquello supuso el principio del fin del dominio nazi en el sur de
Europa.
El cadáver lanzado al agua, el de William Glyndwr, fue
recuperado y enterrado, donde hasta hoy reposa, con una sencilla
lápida en el onubense cementerio Nuestra Señora de la Soledad. Las
autoridades británicas decidieron “honrar” sus restos mortales
con la inscripción de la cita horaciana “Dulce et decorum est pro
patria mori”, dulce y honorable es morir por la patria, a alguien
que nunca pudo ser preguntado si quería servir de forma póstuma a
su patria.
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