miércoles, 17 de agosto de 2016

"Ten Short Stories", por Roald Dahl.

 El fiasco que me llevé con Stephen King (y lo rápido que me lo liquidé) me llevó a comprar, en la misma librería del sureste peninsular, estas historias cortas del cuentista inglés de origen noruego Roald Dahl.
  No sé si fue por buscar relatos en inglés para quitarme el mal sabor de boca que me dejó El ciclo del hombre lobo, aunque, habiendo leído otros cuentos del inglés (aquellos en castellano), había sentido el mismo regusto decepcionante. Por tanto leí estas historias en su lengua original... y volví a sentir lo mismo... Roald Dahl fue un escritor excelente para niños, les preparaba para la mierda de vida que les aguardaba y les invitaba a mantener la imaginación infantil como refugio frente a toda esa mierda que nos hacen tragar los que sonríen (con sonrisa falsa, claro, de político) de forma continua. "Charlie and the Chocolate Factory", "James and the Giant Peach", "Fantastic Mr. Fox" o "The BFG" son extraordinarias historias que se regodean sin tapujos en la única época de la vida humana que tiene sentido: la infancia.
  ¿Y lo demás? Lo demás, lo que escribió para adultos, no otorga esa magia un tanto estúpida pero que logra rejuvenecer el corazón. En realidad, las historias recopiladas en este "Ten Short Stories" son agudas críticas de la hipócrita sociedad que nos ha tocado vivir (que le tocó vivir a Dahl a mediados del siglo XX, que es la misma que nos toca en el XXI): gente que vive de engañar al prójimo y que se ofende horriblemente cuando se siente estafada a su vez (véase los comentarios despectivos sobre los políticos de los "honrados" ciudadanos que se aprovechan del débil cuando pueden); mujeres que se vanaglorian de su feminidad pero en realidad son marimachos mandones que solo quieren dominar a los demás; anticuarios que, disfrazados de clérigos, tratan de engañar a pobres aldeanos para comprar a precio de saldo antigüedades valiosas... todo narrado con un humor sarcástico y negro, muy, pero que muy inglés.

"El ciclo del hombre lobo", por Stephen King.

 En mis "mini-vacaciones" estivales llevé solo la novela de Cortázar antes reseñada, y claro, se me quedó corta, así que, buscando una lectura liviana para soportar la canícula murciana compré esto:
  No soy lector habitual de Stephen King aunque haya leído algunas, que recuerde ahora mismo: Cujo, The Green Mile, Pet Samatary o Night Shift. Nótese que los títulos están en inglés, y es que todas ellas las leí en su lengua original; no es que sea un gran conocedor de la lengua de Shakespeare, pero tengo los conocimientos y prácticas suficientes para leerlas en inglés y, por otro lado, la literatura del bueno de Stephen King no es precisamente la más compleja y difícil para leer en "versión original"... Ese fue mi error: comprar esta novela breve en castellano, porque la sensación que me ha dejado es de insatisfacción, de una liviandad excesiva... buscaba lecturas fáciles, pero me encontré con una demasiado facilona. 
  No, King no es Tolstoi... ni creo que lo pretenda ser, pero lo que leí con anterioridad me pareció de mejor calidad: argumentos más trabajados y con más giros, personajes mejor delineados, prosa ligeramente más cuidada... sin embargo, El ciclo del hombre lobo me ha parecido ramplona y predecible. Decía antes lo de que mi error fue leerla en castellano porque, tal vez, las otras también fueran ramplonas, pero al leerlas en inglés me parecieron de mayor enjundia... tal vez...

"Los autonautas de la cosmopista o un viaje atemporal París-Marsella", por Julio Cortázar y Carol Dunlop.

 Nunca me gustaron los libros de viajes. Suelen ser híbridos entre narrativa y ensayo con un fortísimo componente de egocentrismo que los hace infumables; sin embargo, por respeto a los maravillosos momentos que me han librado de la depresión sever, creados por Cortázar, decidí leer este libro:
  Los autonautas de la cosmopista narra un viaje entre París y Marsella que llevó a cabo Julio Cortázar con su mujer (la tercer y última) Carol Dunlop en la primavera de 1982. La singularidad del viaje, en una furgoneta Volkswagen, fue que se detuvieron en cada apeadero de la autopista, lo cual les llevó a tardar un mes en realizarlo. En realidad todo esto no tendría interés alguno si no fuera porque el viajero es Cortázar, un tipo con una imaginación tan desbordante que la más mínima anécdota puede ser convertida en una reflexión trascendente sobre la vida y la muerte, y así es: rutinas vulgares de un pareja que decide "desperdiciar" un mes de sus vidas (ya acabándose, como luego se verá) en una autopista francesa son convertidas en lúcidas meditaciones que consiguen que paremos nuestro frenético y estúpido ritmo de vida (a toda velocidad hacia el féretro) para contemplar la sencilla belleza de una florecilla silvestre brotada a centímetros del asfalto.
  No está mal, no es, ni de lejos, lo mejor del argentino, pero logra arrancar una sonrisa de ternura en nuestras acartonadas caras. Por cierto, antes dije que en esa época sus vidas estaban prontas a acabar: Carol moriría en noviembre de ese mismo año y Julio dos años después.